ESCUCHAR es una ACTITUD Por: Cistina Anda L., Coordinadora de Comunicación y Mercadeo Escuela de Empresas USFQ. A las personas nos encanta hablar, opinar, que nos escuchen e incluso que los demás afirmen nuestros criterios, pero Plutarco, un historiador griego, lo dijo claramente: “Para saber hablar es preciso saber escuchar”. Más allá de una habilidad que puede ser desarrollada, ESCUCHAR es una ACTITUD que se consigue a través de la disposición real por comprender al otro, con total apertura y sin la intensión de cambiar, cuestionar o criticar el sentir u opinión de nuestro interlocutor. La mayoría de personas creemos que sabemos escuchar, pero lo que generalmente sucede es que mientras alguien nos habla, nuestra atención se encuentra en cualquier parte menos en lo que nos está diciendo la otra persona… Estamos más pendientes de lo que vamos a responder, de cómo se ve el otro, de lo que nos sucedió por la mañana o lo que tenemos que hacer más tarde, hay quienes incluso dicen estar escuchando cuando su atención está en el celular... En fin, el ruido mental no nos permite estar presentes, y lo que ocurre es que la comunicación se empobrece, ya que el mensaje pierde todo su sentido, convirtiendo el encuentro en un espacio superficial, unidireccional y sin sentido. “La palabra es mitad de Todos sabemos que para que haya comunicación se necesita un quien la pronuncia, mitad intercambio de doble vía, en el que el diálogo fluya de manera de quien la escucha”. auténtica, espontánea, no automática. Hoy en día se habla mucho (Michel de Montaigne). de la “escucha activa”, como la base más importante de una comunicación efectiva. El concepto de Escucha Activa fue originalmente introducido por Carl Rogers como una habilidad del ser humano para escuchar de una manera “sensible”, con total conciencia del mensaje que expresa el individuo, haciendo un esfuerzo por captar su percepción lo más fidedignamente posible. Kathryn Robertson lo resume muy bien en esta frase: “Escuchar activamente es más que prestar atención”. En realidad, saber escuchar implica una ACTITUD personal que se caracteriza por la disposición de atender y tratar de captar al máximo el significado de lo que el otro nos está diciendo. Muy en línea con esta definición, me gustaría compartir una frase “poderosa” que alguna vez alguien me dijo y hasta hoy resuena conmigo: “escuchar significa tratar de comprender al otro”; suena sencillo pero abarca mucho. Escuchar realmente es estar muy atento a las necesidades y emociones que la otra parte intenta transmitirnos; es mostrar atención plena manifestando un interés genuino, procurando reconocer todos los detalles que nuestro interlocutor expresa, no sólo a través de sus palabras, sino de sus gestos, mirada, tono de voz y desde su cosmovisión o mundo interior. En definitiva, la escucha sensible en la comunicación va mucho más allá de lo que dice la otra persona a través de sus palabras, tiene que ver con lo que expresa a través de todo su ser: desde su razón, sus emociones y su cuerpo. Escuchar implica desarrollar nuestra empatía, siendo ésta la que nos permite comprender al otro desde su propia perspectiva o realidad. Ser empático es más que ponernos en el lugar del otro, es “experimentar” su realidad a través de sus propios sentidos: ver a través de sus ojos, sentir a través de su piel, comprender a través de lo que resuena en su mente y en su corazón. Según Rogers, “escuchar empáticamente no consiste sólo en escuchar y comprender el significado de las palabras pronunciadas por una persona; supone, además, entrar en su marco de referencia, ‘ponerse en su piel’”. Esto dará lugar a una verdadera efectividad de la escucha, reforzada en la empatía y la confianza, de tal manera que pueda haber un vínculo más profundo. En sus investigaciones sobre la Inteligencia Emocional, Daniel Goleman identificó “el arte de saber escuchar” entre las principales habilidades de las personas con altos niveles de inteligencia emocional, que determina el manejo de las relaciones positivas. La buena noticia es que si no sabemos escuchar, podemos aprender a hacerlo, a través de la práctica constante… Al ser seres sociales, todo el tiempo estamos intercambiando mensajes con las personas que nos rodean, por lo que cada encuentro interpersonal se convierte en una oportunidad para poner en práctica nuestra habilidad de escuchar… El entrenamiento permanente es la mejor herramienta para verificar los resultados, sin duda satisfactorios, de escuchar activa y sensiblemente en beneficio personal y a nivel de nuestras diferentes relaciones. A pesar de que la vida nos da un sinnúmero de escenarios para desarrollar nuestra escucha, a la hora de ponerla en práctica la tarea no es tan sencilla como parece, ya que requiere, además de mucha habilidad, una gran dosis de paciencia y respeto, y sobretodo, practicarla todo el tiempo para lograr un verdadero cambio de actitud. El mayor obstáculo para lograrlo es que, por lo general, confundimos equivocadamente escuchar con oír. Oír se limita a la función básica que podemos realizar todos los seres vivos que contamos con el órgano auditivo, que tiene que ver con percibir los sonidos del entorno. Escuchar por su parte, requiere de una atención especial tanto con las personas que nos rodean como con nosotros mismos. Significa “saber estar” en el momento presente, enfocando nuestra atención hacia fuera con la otra persona, pero también hacia dentro, sintiendo y siendo conscientes del impacto emocional que se genera de doble vía. Por otra parte, el rol de una escucha activa en una comunicación bidireccional demanda no sólo atención plena, sino una respuesta verbal o no verbal, que le haga saber al otro que le estamos escuchando. Significa hacer preguntas relevantes en función de lo que dijo, con el fin de asegurar que estamos comprendiendo el mensaje. Significa hacer un gesto o un sonido que demuestre nuestro interés. Significa no interrumpir para dar nuestra opinión. Significa permanecer en silencio con nuestros cinco sentidos activos, enfocados y receptivos. “Cuando te pido que escuches y te Sin embargo, es importante aclarar que escuchar activa y pones a darme consejos, no estás empáticamente no significa dar la razón al otro. La idea es haciendo lo que te he pedido. poder argumentar nuestra perspectiva, luego de haber Cuando te pido que me escuches y te comprendido el punto de vista de nuestro interlocutor y pones a decirme porqué no debería sin descalificarlo, desmerecerlo o juzgarlo, compartir sentirme de ese modo, estás nuestro criterio, si la situación lo amerita; no para cambiar hiriendo mis sentimientos. Cuando su forma de ver las cosas, sino con el fin de expresar una te pido que escuches y te parece que respuesta auténtica que no necesariamente coincide con la debes hacer algo para solucionar mi suya. problema, me has fallado, por También es elemental connotar que la escucha activa no es extraño que parezca. ¡Escucha!, Solo un canal para dar consejos o reprimendas. Si bien el pedía que escucharas; no que o hicieras, solo objetivo es prestar la máxima atención a la persona que hablaras escucharme…” tenemos al frente, no quiere decir que le vamos a escuchar para decirle lo que debería o no debería hacer. El hecho de escuchar, a partir de la única y verdadera intensión de (Ralph Roughton). comprender, nos acerca a la realidad del otro, puesto que implica una apertura de nuestros sentimientos y pensamientos, viviendo así la experiencia de una manera íntegra, manteniéndonos al margen de interferir o manipular la situación de acuerdo a nuestros intereses personales o ruido mental. Si consideramos que somos buenos comunicadores, pero no sabemos escuchar, no sólo nos estamos privando de recibir información y conocimientos, también corremos el riesgo de expresar en forma desacertada cosas que no le interesan a nuestro interlocutor. Cuando hablamos de la escucha como una actitud, es una invitación para que también aprendamos a ejercitar una serie de valores y principios, como son el respeto, la autenticidad y la tolerancia. En este punto vale la pena tomar en cuenta que al momento de escuchar pueden presentarse ciertos sesgos que limitan o impiden que esta actitud se ponga en práctica. Los prejuicios, por ejemplo, nos limitan a escuchar verdaderamente, ya que impiden que veamos la realidad e interfieren en nuestra percepción con creencias preestablecidas. Si tenemos una idea preconcebida (o creencia) acerca de algo, por lo general, nos cerramos a todo aquello que contradiga nuestra idea. Así mismo, a veces nos dejamos llevar únicamente por lo que vemos, y en ocasiones esta limitada percepción adquiere tal protagonismo que desplaza y contamina la escucha. Debemos tener presente que así como las ideas preconcebidas o prejuicios nos influyen y les damos un gran valor, junto con las imágenes o sesgos visuales, pueden construir una barrera que inhibe la comunicación. Sucede entonces que mientras nuestro interlocutor nos habla podemos estar pendientes de lo atractivo que nos resultan sus ojos o de lo desaliñado que tiene el pelo, la combinación de la ropa que lleva puesta, el aroma de su perfume y de un sinfín de cosas que impiden que nos concentremos verdaderamente en lo que nos está diciendo. Decíamos anteriormente que en la actitud de escuchar también entran en juego nuestros propios sentimientos, pues independientemente de lo que transmita la persona con la que nos estamos comunicando, las emociones afloran y generan un efecto en nuestro interior y por eso debemos tener cuidado. No queremos ser reactivos con una respuesta impulsiva por lo que acabamos de escuchar; la intensión es darnos cuenta del sentir que el mensaje genera en nosotros y saber encaminarlo mediante la comprensión de que si el efecto de la palabra del otro me conmovió, es algo que debo asumirlo como propio, evitando responsabilizar a la otra persona de lo que estoy sintiendo o evadiendo la sensación que se genera en mi interior por miedo a enfrentar lo que me corresponde. Estar alerta a nuestras emociones y ser conscientes de que son una “alarma” que nos está indicando algo que se activa en nuestro ser, puede ser el mejor termómetro para templar nuestra conducta y fluir mejor por la vida. De esta manera, al concentrarnos en la escucha nos permitimos no solo captar las emociones de la otra persona, aportándole significado a lo que nos está intentando transmitir, sino también indagar en nuestro propio sentir, siendo conscientes de cómo nos afecta lo que la otra persona está diciendo. De tal forma que permitamos un encuentro significativo para ambas partes. "Se necesita coraje Cuando damos esta importancia a la escucha, tomamos conciencia de que para pararse y supone mucho más que una capacidad, ya que acaba siendo una ACTITUD hablar. Pero mucho ante las personas que nos rodean, con nosotros mismo y ante la vida en más para sentarse y general. ESCUCHAR es una forma de estar presente ante los escuchar". (Winston acontecimientos, que nos invita a dejar de ser espectadores para Churchill). convertirnos en protagonistas de nuestra vida. Fuente: “LA ESCUCHA EMPÁTICA: EL ACERCAMIENTO CENTRADO EN LA PERSONA”. http://www.albertotrujillo.net/mimodo-de-trabajo/le-escucha-empatica-el-acercamiento-centrado-en-la-persona/ “Saber escuchar: una herramienta gerencial”. http://www.degerencia.com/articulos.php?artid=642. Alexis Codina. 2014. “Dejar de oír, para ponerse a escuchar”. http://lamenteesmaravillosa.com/dejar-de-oir-ponerse-escuchar/. Rafa Aragón. 2015.