ACARICIAR Dejémonos acariciar un momento por las palabras de Tagore. No analicemos, no suframos por lo que podría ser y no es, no pongamos obstáculos, simplemente abramos un espacio interior donde esas palabras encuentren la serenidad suficiente para calarnos y donde podamos escucharlas como si fueran dirigidas a cada uno de nosotros en estos términos: “Tu no eres como otros maestros, un mero vehículo de los libros de texto, tu enseñanza es personal y tú mismo fuente de ella; y así está hecha de la materia de la vida, fácilmente asimilable por la humana naturaleza viva. La verdadera razón de su triunfo es el hondo interés que tienes por la vida, por las ideas, por cuanto te rodea, por todos los jóvenes que llegamos a ti”. Al escribiros esto solo quiero abrir un espacio a la caricia, crear un momento de silencio donde os sintáis reconocidos y admirados, porque estoy seguro que, en nuestra acción educativa, somos “oscuros” pero también “claros”, “distantes” pero también “cercanos” y por que estoy convencido de que en muchos momentos habéis sido el maestro que vislumbro en esos párrafos de Tagore. Si nuestra actividad educativa no fuera, aparte de una labor, un espacio de agradecimiento, admiración, emoción, donde encontramos motivos para “acariciar” al otro, quizá tendríamos que terminar diciendo como San Pablo: “Si no tengo amor no soy nada” Felipe Pérez de Eubage