El MLC, Una vocación

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El MLC: Una vocación. La llamada vocacional
1.
A estas alturas del desarrollo de la fe cristiana en nuestra vida, la convicción
de que TODOS SOMOS LLAMADOS, de que CADA PERSONA TIENE
UNA VOCACION Y MISIÓN QUE CUMPLIR EN EL MUNDO, es algo que
debe de estar ya muy arraigado y constituir una convicción profunda.
Por eso lo primero que tenemos que hacer es agradecer al Señor esta
llamada personal. Es un don grande que Dios se haya fijado en mí y me haya
llamado por mi nombre, como a María, A pedro, a la Magdalena,… a M.
Carmen Sallés, a Juan Pablo II, ¡a tantos en la Historia!
Si nadie te llamara nos abría nada sobre mi identidad, sobre quien soy,
ni lo que significas en este mundo… cuando alguien te llama es porque te
quiere o porque te necesita. (Toma contacto con las llamadas que en tu vida
ha habido…)
Todos estamos llamados por Dios y enviados por Cristo para una
misión. “Como el Padre me ha enviado así os envío YO”. Cristo nos envía a
continuar su misión, a prolongar su misericordia, a construir el Reino.
2.
En este momento tomamos contacto con nuestra VOCACION particular
dentro de un carisma: el CONCEPCIONISTA. Decimos en nuestras
Constituciones (en revisión)
65. La respuesta a la llamada de Jesús a seguirle se concretiza en un Carisma
dentro de la Iglesia. Conscientes de que la llamada a la vida Concepcionista
continúa resonando en el corazón de los jóvenes, nos comprometemos a realizar
la pastoral del Carisma. Acompañamos a quienes se sienten atraídos a vivirlo en
la vida consagrada y laical.
“El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos
amó primero…” (1ª Jn. 4,10). La vocación, y por tanto la espiritualidad, parte
de Dios mismo, del verdadero amor que es incondicional y que nos amó
primero. La maravillosa noticia del amor de Dios es la que debe invadir
nuestro corazón. Y al amor sólo se le puede responder con amor.
Toda historia vocacional es un milagro. Los elementos incontrolables
son mayores que los controlables. No sabemos cómo ni dónde empieza una
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vocación, pero sabemos que “el que empezó en nosotras esta obra buena la
llevará a feliz término”.
Nuestra vocación concepcionista la podemos ir trabajando a partir del
Itinerario Tierra, según espiritualidad y carisma que M. Carmen vivió y nos
lo transmitió para que lo vivamos, porque la tierra contiene la experiencia de
Dios en el hombre y muestra el itinerario que va de la búsqueda a la posesión
de la propia tierra, de la propia identidad.
El proceso de esta experiencia es:
TIERRA ELEGIDA
TIERRA
CULTIVADA
TIERRA BENDECIDA
En este primer momento vamos a contemplar la primera etapa, llamada
TIERRA ELEGIDA.
Esta es una etapa propicia para vivir la experiencia del amor salvador
de Dios, la experiencia de la elección. Se trata de revivir esta experiencia
básica, que es la que desencadena el proceso de cultivo de la tierra y en la que
hemos de estar enraizado/as y revivir constantemente. El amor incondicional
de Dios es capaz de integrar toda la vida: nuestra riqueza y vulnerabilidad,
nuestra historia pasada y las secuelas del poder del mal en nosotro/as.
No hay seguimiento de Jesús ni tampoco cultivo de la “propia tierra”,
si no se da la experiencia de saberse personalmente “alcanzado/a por Cristo...”
por quien dejamos de ambicionar otras cosas que no sea El. A partir de este
encuentro personal, olvidando lo que queda atrás, podemos lanzarnos hacia
delante hasta alcanzar a Cristo y comulgar con Él en su muerte y resurrección.
(Cf. Fil. 3, 7-14).
Por eso, la experiencia clave de esta etapa es la de la VOCACION.
Queremos revivir a lo largo del proceso-tierra, esta experiencia de
vocación-misión, el sentirnos mirado/as por Dios con mirada de amor que es
elección, y volver a escuchar en lo hondo del corazón: “Tú eres mi hijo/a
amado/a” (Cf. Lc. 9,35). Esto es sentirse TIERRA ELEGIDA
M. Carmen es quien nos orienta en este itinerario. Ella nos dice que
“procuremos esta unión con la oración, la mortificación y los ejercicios
espirituales, para que nuestros pensamientos, nuestros gustos, nuestro querer
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mismo, estén puestos en Cristo de tal modo, que podamos exclamar con San
Pablo: "vivo yo, mas ya no yo, que vive Cristo en mi" (Carta C. Sallés).
Toda persona tiene que conocer cómo es su propia tierra (vida) y
descubrirla como don que, aunque le pertenece, sólo encuentra sentido cuando
se entrega. Es importante saber que nuestra tierra somos nosotros mismos en
todas nuestras dimensiones (física, afectiva, intelectual...), nuestro entorno
(familia, amigos, sociedad, acontecimientos...) y nuestra propia historia de
personal.
Todo ello es don y tarea. Esta experiencia puede contener diversos
momentos, que van marcando el proceso de madurez y crecimiento humano y
espiritual.
La tierra que toma conciencia de sí misma, de su realidad, pasa de ser
tierra abandonada, a ser tierra cercada. Es la experiencia de pertenencia, de
ser llamado por Alguien a la existencia. La experiencia de cerca es la del
bautismo, la de la vocación, de la pertenencia al grupo, de encontrar un marco
de referencia que sostiene la propia identidad. La experiencia básica del amor
de Dios, de la elección, que tiene como base unas relaciones interpersonales
de calidad.
Cada persona tiene una misión particular en el mundo, está “para
algo”, en definitiva “para Alguien”. Para acatar esta vocación tiene que
cultivar unos valores fundamentales que la ayuden a hacer una elección
acertada. Para descubrirlas y aceptarlas se requiere mucha atención e ilusión.
También hay que tener en cuenta que nunca se ve del todo claro y en
ocasiones hay que dar un verdadero salto en el vacío…
Lo importante es no olvidar que somos personas que organizan la vida
a partir de un ENCUENTRO con el Señor.
La Palabra fundamental es el ECCE de Cristo, el FIAT de María y de
M. Carmen. Hay que tratar de revivir en la propia vida las disposiciones de
Cristo, de María y de M. Carmen, y entrar en esta etapa “con gran ánimo y
liberalidad”.
La vida de M. Carmen está marcada por la búsqueda, por salir de su
tierra hacia la Tierra que Dios le iba mostrando. Las actitudes de confianza,
de abandono, de entrega, de gratitud y gratuidad… se van fraguando en ella.
El amor a Dios-Trinidad es para M. Carmen la base de su
espiritualidad. Su relación con las tres divinas personas fue cálida y personal,
por ser una experiencia de amor. Y en esta escuela, aprendió a amar. Su gran
ideal fue caminar siempre en la presencia del amor de Dios. La principal
preocupación de su vida fue conocer y cumplir la voluntad de Dios.
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Tuvo experiencia del Padre Misericordioso y Providente a cuya
voluntad se abandonó con la confianza de un niño en brazos de su madre. Y
esta experiencia se ha de revivir en nosotras. Ella nos dice “como un niño se
deja en las manos de su madre así nosotras abandonémonos con confianza en
las manos del Padre Celestial”
3.
PIENSA
UN
POCO
EN TU VOCACION
LAICAL
CONCEPCIONISTA
 ¿Cómo estás siguiendo a Jesús según tu vocación laical?
 ¿Qué es lo que más te atrae de la espiritualidad
concepcionista?
 ¿Tienes miedos? A qué? Y por qué?
 ¿crees que Dios te está pidiendo tu colaboración al carisma
concepcionista desde tu dimensión laical? (que en definitiva
es a la Iglesia)
¿Dónde está mi lugar en el mundo?
"Cuando pienso en el mundo, que se apaga y muere por la falta de
Cristo;
cuando pienso en el caos profundo en que se desbarranca la inquieta y
ciega humanidad por la falta de Cristo;
cuando me encuentro con la fuerza de la juventud marchita y destrozada
en la primavera misma de la vida por falta de Cristo,
no puedo ahogar las quejas de mi corazón.
Quisiera multiplicarme, dividirme, para escribir, predicar, enseñar a
Cristo.
Y del espíritu mismo de mi espíritu brota contundente y único
grito: ¡Mi vida por Cristo!
Juan Pablo II
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