Proyecto educativo concepcionista

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EL PROYECTO EDUCATIVO CONCEPCIONISTA
1. Enmarcado en la Nueva Evangelización
El Proyecto Educativo Concepcionista nació el
año 1892, fruto de la acción del Espíritu que lo
vivifica y renueva cada día, y en cada lugar va
haciendo nuevas todas las cosas, como nueva fue
la obra misma que emprendió Carmen Sallés.
Difícil y apasionante tarea, que exige una actitud de búsqueda
constante. Buscar, ante todo, qué quiere Dios en nuestro aquí y
ahora, como lo buscaba Carmen Sallés: “¡El Señor nos dé manera
de cumplir su voluntad!”, decía con frecuencia. Encontrar “nuevas
maneras” para acercarnos, en cada momento histórico, a los niños
y jóvenes que la Providencia nos confía, y que son siempre nuevos,
siempre diferentes, porque la historia no es estática, sino
dinámica.
“Llamados por vocación a la educación de la niñez”, lo que para
otros puede convertirse en profesión para nosotros, es misión,
envío y también reto, desafío: “Vete a mis hermanos y diles...” No les
diremos, claro está, que vayan a Galilea, para ver a Cristo. ¿Qué y
cómo diremos hoy? Recibir lo que más ama Dios en el mundo, y
devolvérselo acrecentado, en esta sociedad nuestra, en la suya, la
que les rodea y configura en buena medida... ¿De qué y cómo
preservaremos hoy? ¿A qué y cómo nos anticiparemos?
De esta juventud del Siglo XXI, ¿qué criatura nueva haremos,
colaborando estrechamente con Cristo? Porque “así como Carmen
Sallés contempló a las niñas y jóvenes de su tiempo, necesitadas de
formación humana y cristiana para alimentar su fe, nosotros, con la
convicción de que somos instrumentos inútiles pero llenas del deseo
de la mayor gloria de Dios, buscaremos en continuo discernimiento
la respuesta válida a cada momento histórico, conscientes de que la
juventud, esperanza de vida y de transformación de la sociedad, es
nuestro campo de acción apostólica”. (cf. CC 73).
2. Identidad e irradiación.
El Proyecto Educativo Concepcionista se inspira en la
contemplación de la Mujer más completa, madura y
audaz que ha conocido la historia. Una Mujer que
siendo plenamente fiel a Dios, supo ser plenamente
fiel al hombre.
María Inmaculada, la Mujer libre que no encontró trabas en su
corazón para asumir su responsabilidad, la Maestra que enseñó a
Dios a ser hombre, y acompañó a los discípulos en su búsqueda de
Dios, es nuestro Foco iluminador.
María, interrogando al Hijo sobre sus motivaciones: “¿por qué
has hecho esto?” y preocupándose de que no falte vino en la boda,
nos muestra el valor de lo cotidiano y de lo excepcional en todo
proceso educativo. Y aceptando “guardar en su corazón” las
actitudes de su Hijos que no comprende, estimula el proceso
interactivo de nuestro propio crecimiento.
Carmen Sallés, promotora y dinamizadora del Proyecto
Concepcionista, acertó a “inocular en sus métodos pedagógicos el
amor a la Inmaculada”, como se dijo de ella. El amor a la
Inmaculada inoculado en métodos nuevos, con nuevo ardor, está
en el centro del Proyecto Educativo Concepcionista para una
nueva evangelización en la que nos ha embarcado.
“María, entrando progresivamente en el misterio de su Hijo, le
educó, capacitándole en lo humano, para el desempeño de su misión;
nos invita a contribuir al desarrollo de cada persona. Promovemos y
acompañamos los procesos de crecimiento en la fe, de acuerdo con
el itinerario concepcionista, y estamos abiertas a la animación y
acompañamiento, personal y grupal, de toda vocación en la Iglesia”
(CC 65).
“Carmen Sallés descubrió un modo eficaz de evangelizar,
presentando la figura de María Inmaculada, primicia de la Iglesia,
como modelo de crecimiento en la fe y realización del proyecto
salvador de Dios” (CC. 57).
3. Educar personas.
El Proyecto Educativo Concepcionista está
concebido a la manera de un círculo, cuyo
centro es la persona. No “las personas” sino de
uno en uno, de una en una, con su singularidad
irrepetible, con un proyecto de Dios para hacer de cada persona
un hombre, una mujer, hijo-hija de Dios.
Nuestro Proyecto, en una sociedad gregaria y masificadora,
descubre la individualidad irrepetible de la persona, y la encara
consigo misma: “Tú tienes un valor, descubre lo que eres y lo que
vales”. Y vela el proceso de crecimiento en el aprendizaje, con sus
progresivos descubrimientos, para que no se vea frenado por la
inercia, ni entorpecido por fuerzas ajenas.
Nuestro Proyecto se construye en diálogo abierto y continuo
con la persona, para que crezca en el proceso dialéctico del darrecibir, del escuchar-responder, del ser-para-aprender-a-ser.
Nuestro Proyecto Concepcionista, busca el crecimiento
individualizado, no individualista. Hoy buscamos estimular el
crecimiento en solidaridad, para que la persona lo sea de cara a la
sociedad en que se integra, a la que contribuye desde el
conocimiento de sus dones personales y la conciencia de sus
límites, con sus respuestas creativas, responsables, libres y
liberadoras.
“El Misterio de María Inmaculada inspira la misión educativa
concepcionista: preventiva, integral, liberadora y personalizada.
Nos invita a educar la inteligencia y el corazón, a cultivar la
interioridad y la verdad, la transparencia y la gratuidad, la bondad
y la belleza.
Para realizar este ministerio necesitamos oración y estudio,
actitud de servicio, de ternura y misericordia, de cercanía y
paciencia” (CC 62).
4. Un proyecto integrador y solidario.
Ser educadores implica tener una personalidad
integrada, unificada, que entiende la educación
como una manera peculiar de arder, viviendo la santidad a
imitación de Jesús Maestro, fundamentando nuestra vida en las
virtudes propias del apóstol y, a nivel humano, buscando una
preparación acorde con nuestro tiempo, actualizada mediante una
continua renovación profesional (cf. CC 59)
Educar hoy implica preparar para afrontar la fragmentación.
La desintegración de la sociedad, de la familia, de la cultura, es un
hecho, pero no una invitación a la resignación pasiva. Que una
situación “sea así”, no significa para la educación concepcionista
que “deba ser así”, antes al contrario, es una llamada a buscar
caminos para completar ese hombre inacabado, en trance de
desintegración personal muchas veces, que se nos ha confiado
para completarlo, integrándolo.
Educar-Enseñar. Educar enseñando y enseñar educando. Es la
manera concepcionista de integrar “piedad y letras”, “virtud y
ciencia”, para realizar aquel proyecto de formar, armónicamente,
simultáneamente, la cabeza y el corazón, la inteligencia y la
voluntad, la naturaleza y la gracia.
Educar la inteligencia, capacitando en lo humano a cada
persona que se nos confíe para un desarrollo armónico y
progresivo en el conocimiento; y educar la voluntad, capacitando
para la recta utilización de los recursos que la ciencia pone en sus
manos, conduce a una integración que unifica y plenifica a la
persona, a la vez que hace de su proyección en la sociedad un
servicio útil y constructivo.
Una mente y un corazón así unificados, integran personas que
confían en su propia capacidad de ser solidariamente
corresponsables del presente en que viven y del futuro que
preparan. Capaces, también, de constituir en el seno de esa
sociedad familias integradas por el espíritu cristiano: las “Iglesias
domésticas” que pedía el Concilio Vaticano II.
La entrega solidaria a nuestra misión educadora se expande en
ellos y a través de ellos, en la construcción de ese mundo mejor en
el que soñamos y por el que trabajamos a fondo perdido, con lo
mejor de nuestro ser y nuestro hacer.
“Queremos colaborar con nuestros hermanos, buscando con
ellos una solución cristiana a sus problemas, fundamentalmente a
través de la formación de niños y jóvenes, en orden a su salvación y a
su inserción responsable en la sociedad” (CC 58)
5. Un proyecto vivido en comunidad
educativa.
Educar para el ejercicio de una libertad
responsable es tarea hermosa, pero
delicada. Supone situar a la persona ante su
propia capacidad de decisión. Pero, recordando a Pablo, podemos
decir: ¿Cómo discernirán, si nadie les ha enseñado...? Y ¿cómo les
enseñaremos, si antes no hemos discernido?
La persona que, en definitiva, se hace a sí misma, no puede
hacerse por sí misma. No se aprende en soledad, sino afrontando
los contrastes y las diferencias, formando ante ellos los propios
criterios, creciendo en capacidad para realizar una crítica y decidir
en consecuencia. Y verificando el valor de los resultados, para
mantenerlos, o para rectificarlos, voluntaria y conscientemente.
Nuestro Proyecto Educativo, así entendido, necesita de una
Comunidad Educativa, integrada por unos valores compartidos,
discernidos en común, creciendo como grupo en cada uno de sus
miembros, capaces de afrontar situaciones conflictivas y de buscar
conjuntamente la solución en diálogo, hasta donde sea posible.
Comunidad Educativa abierta al cambio, capaz de evolucionar,
de buscar caminos que van madurando a la persona y al grupo.
Comunidad, también, que mira hacia dentro, para que ningún
miembro quede descolgado de un proceso en el que todos tienen
algo que aportar.
Comunidad Educativa Concepcionista Misionera, que no
absolutiza más valores que el Valor Absoluto de Dios, y a la vez
puede presentarse ante la sociedad con unidad de criterios y de
acción, alcanzada desde la coherencia, que es fruto del
discernimiento.
“Por la complejidad de funciones que requiere nuestra misión,
las hermanas, así como los seglares, se identificarán con el Ideario
propio del centro, convencidos de que toda la comunidad educativa
es responsable de su actitud testimonial, tanto o más que de la
transmisión de conocimientos” (cf. D. 68)
“Trataremos de descubrir las semillas del Evangelio presentes en
las tradiciones religioso-culturales, y buscaremos las huellas del
Resucitado que siempre nos precede. Esto nos hace signos creíbles en
la difusión del Evangelio e instrumentos aptos para la misión.”(CC
73).
PARA TRABAJAR:
1. ¿Cuál es tu “auto-imagen” de educador/a? ¿En
qué aspectos de tu identidad te sientes
realizado/a, y en cuáles te reconoces
insuficiente?
2. ¿Existe en el profesorado un esfuerzo permanente por construir la
Comunidad Educativa: trabajo en equipo, intercambios,
relaciones…?
3. De las actitudes concretas que deben caracterizar al educador/a,
¿cuáles te parecen hoy más necesarias para nuestra misión? ¿Y,
cuáles son más requeridas por nuestros/as alumnos/as?
4. En nuestra comunidad educativa, y en vistas a dinamizar un
Proyecto Educativo realmente valioso, ¿qué actitudes deberíamos
promover entre nosotros?
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