La elaboración Freudiana sobre el Masoquismo

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Mazzuca, R.: Perversión. De la psychopathia sexualis a la subjetividad perversa. Ed. Berggasse 19, Bs. As.
2003
La elaboración Freudiana sobre el Masoquismo
En el artículo de Las pulsiones y sus destinos, Freud desarrolla cuatro vicisitudes diferentes de la
pulsión: en primer lugar el trastorno hacia lo contrario, que digamos mejor, transformación en lo
contrario; en segundo lugar, la vuelta hacia la propia persona; en tercer lugar, la represión; en cuarto
lugar, la sublimación.
El primer mecanismo da cuenta de la inversión en la meta de la pulsión; es decir, como la pulsión da
una vuelta desde la actividad hacia la pasividad. En el caso del masoquismo, Freud recalca que este
procedimiento coincide con la segunda vicisitud: la vuelta sobre la persona propia, ya que considera
al masoquismo como el sadismo dirigido hacia la persona propia, y el exhibicionismo lleva incluido el
mirarse el propio cuerpo. Es decir, en un caso y el otro se trata de la vuelta hacia la persona propia.
En el masoquismo, Freud considera que el sujeto comparte por empatía, por identificación, el goce
activo hacia su propia persona, comparte el goce del otro; y a su vez, el exhibicionista comparte con
el otro el goce de la desnudez de su propio cuerpo, la observación por parte del otro de la desnudez
de su propio cuerpo. Acentúa que la meta activa, martirizar en un caso, mirar en el otro, es
reemplazada por la pasiva, ser martirizado, y ser mirado por el otro, como par de opuestos. Lo
esencial en este proceso, concluye, es el cambio del objeto.
El par sadismo-masoquismo: Hay una primera fase que define como una acción violenta
dirigida hacia otra persona como objeto. En la segunda fase, este objeto es abandonado; es decir, la
otra persona como objeto es sustituida por la persona propia. Entonces, con la vuelta hacia la
persona propia se consuma también la transformación de la meta activa en pasiva. En esta segunda
fase el sujeto es agente y objeto a la vez, se trata de un autocastigo. En la tercera fase se busca
como objeto una persona ajena, que a consecuencia de la mudanza de la meta, tiene que tomar
sobre si el papel del sujeto. Lo nuevo de esta fase es la introducción de un tercero que ejecuta la
acción y reemplaza al sujeto, tomándolo por objeto. La satisfacción de esta tercera fase es sádica, a
pesar de que sea otro quien ejecuta la acción, porque también en el sujeto a traves del camino del
sadismo originario, vía la fantasía, se traslada al puesto primero, al que ahora ocupa la otra persona
y obtiene satisfacción. Por eso el goce no se ha transformado en su naturaleza, continua siendo un
goce sádico, aun cuando la vicisitud de la pulsión lo haya tornado contra la propia persona.
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En resumen, en este primer desarrollo teórico de Freud, el masoquismo es solo un desplazamiento
en relación con el objeto, pero no una transformación de la pulsión en sí misma. Concluyendo que el
masoquismo no es más que un sadismo vuelto contra la propia persona.
Lacan destaca el uso gramatical de la voz activa, media y pasiva para describir las vicisitudes de la
pulsión. Cuando el sujeto ocupa el lugar de agente de la acción, coincide gramaticalmente con la voz
activa, cuando es objeto de la acción, con la voz pasiva, pero en castellano la vos media no existe
sino que se recurre al modo reflexivo: el sujeto se castiga, que es el segundo tiempo y Freud lo ubica
en las neurosis obsesivas, pero no lo considera masoquismo, ya que para que exista como tal, se
debe haber alcanzado la tercera fase.
El Par Voyeurismo – Exhibicionismo: Se trata de las mismas fases que el par anterior. En
la primera, la contemplación, el mirar como actividad, mirar un objeto en el cuerpo del otro o el
cuerpo simplemente. En la segunda fase, se abandona al otro como objeto y la orientación de la
pulsión se dirige hacia el cuerpo de la propia persona. Por lo tanto hay una transformación de la
actividad en pasividad, y en lugar de mirar, el nuevo fin es ser mirado por uno mismo. La tercera
fase, el establecimiento de otro, al que el sujeto se muestra para ser contemplado por él.
Freud aclara que hay una diferencia en relación con el par sadismo-masoquismo, ya que existe una
etapa anterior a la primera fase, porque la pulsión escopica es inicialmente autoerótica. El mirarse,
que aparece en la segunda fase, en realidad ya está en la fase previa a la primera, porque la pulsión
escopica es autoerótica desde el principio; en consecuencia, la meta de la pulsión escopica es el
propio cuerpo, y solo mas tarde se dirige al cuerpo del otro. Esta fase previa, autoerótica, la ubica
Freud en el par sadismo – masoquismo, con la pulsión de apoderamiento. Los niños quieren dominar
y controlar su propio cuerpo a traves de la motilidad. Esto provoca un goce a partir del dominio
imaginario del propio cuerpo, antes incluso del dominio motor. Para Freud es en el propio cuerpo
donde por primera vez se satisface la pulsión de dominio: la satisfacción del goce del dominio y de
ejercer el poder.
El problema económico del masoquismo:
El problema es ¿Es el principio del placer guardián de la vida? ¿Está el principio del placer del lado
de la vida o también hay un principio del placer del lado de las pulsiones de muerte?
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Con la segunda tópica nos vemos obligados a diferenciar el principio de Nirvana del principio del
placer. Este no necesariamente coincide con la descarga, o con mantener bajo el nivel de tensión.
Por ejemplo: el placer previo, preliminar, a la actividad sexual. No hay limitarlo a un significado
temporal, porque es un placer de una clase distinta al placer final. Indica un placer de otra
naturaleza. Podemos considerar al orgasmo como un placer de descarga, pero el placer preliminar
no tiene que ver con la descarga sino con el aumento de la tensión, de ahí la existencia de un
problema económico. Porque este placer esta mas allá del principio del placer.
Los masoquismos: erógeno, femenino y moral.
EL masoquismo erógeno se relaciona con el dolor y está en la base de las otras dos formas de
masoquismo. El placer de recibir dolor se encuentra en el fundamento. La excitación provocada por
el dolor también contribuye como un componente de la excitación sexual y proporciona el soporte
fisiológico sobre el cual más adelante puede construirse, como una superestructura psíquica, el
masoquismo erógeno.
Una parte de la pulsión de muerte por efecto de la pulsión de vida es esforzada hacia afuera, hacia el
exterior, dando origen al sadismo (no como perversión, sino como concepto en general) y al servicio
de la función sexual. Hay una imbricación entre pulsión de muerte y pulsión sexual: el sadismo
necesario para ejercer la actividad sexual. Pero no todo es traspuesto al exterior, parte de la pulsión
de muerte queda en el organismo y también allí se liga con la libido. Esto es lo que da origen al
masoquismo erógeno. Se trata siempre de una mezcla pulsional. El masoquismo deja de ser
solamente un sadismo vuelta contra la persona propia, sino un tipo diferente de satisfacción.
El masoquismo femenino aparece, de acuerdo a los casos disponibles, en el varón. Estas fantasías
masoquistas desembocan en el acto onanista o figuran por si solas la satisfacción sexual.
Exactamente igual a la observación del psiquiatra Krafft-Ebings, quien hacia explicita la referencia al
sexo masculino en esos casos. Los actos de los perversos masoquistas constituyen una realización
escénica de aquellas fantasías, ya sea construida como un medio para obtener la excitación y la
erección que permiten llegar al acto sexual, sea que esta escenificación constituya la satisfacción
sexual por sí sola, y entonces conduce de manera directa al orgasmo. Su contenido manifiesto es
siempre el mismo: ser golpeado, atado, amordazado, sometido y denigrado. A diferencia de las
fantasías sádicas, el masoquista conserva los límites del principio del placer y no se incluyen heridas
graves o mutilaciones.
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¿Por qué femenino? Porque la interpretación que la experiencia psicoanalítica permite establecer es
que la persona que se encuentra en la escena fantaseada siempre es en una situación característica
de la femineidad, vale decir, significan ser castrado, ser poseído sexualmente (ser cogido) o parir.
Por eso Freud ha dado a esta forma de manifestación del masoquismo el nombre de “femenina”,
aunque también muchos de sus elementos apuntan a la vida infantil, como ser tratado como un niño
pequeño, inerme, falto de independencia, como un niño díscolo.
Es decir, las conocidas fantasías de los hombres masoquistas merecen ser llamadas femeninas por
su significado inconsciente, al cual se accede por la interpretación psicoanalítica. Son fantasías en
que el sujeto varón se ubica en una posición femenina. Podemos resumir todo esto con el termino
identificación porque en estas fantasías inconscientes el masoquista se identifica con una mujer.
Lacan lo resume afirmando que el masoquismo femenino es una fantasía masculina.
El factor de culpabilidad es el mecanismo esencial de la tercera forma, el masoquismo moral. El
sentimiento inconsciente de culpa, accesible a la conciencia del sujeto por sus consecuencias. En
especial, por la necesidad de castigo, el sujeto no siente culpa, aparentemente no corresponde a
sus sentimientos, pero continuamente genera situaciones en que obtiene un castigo, sufre las
consecuencias de una trasgresión, etc. Este sentimiento presenta la mayor dificultad a la experiencia
analítica y Freud termina por ubicarlo en la base de la reacción terapéutica negativa, la mayor
resistencia en relación con la cura, una satisfacción en la enfermedad.
Sueño punitorios están dentro del principio de placer, porque se satisface el masoquismo erógeno.
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