La religión en la disolución yugoslava y la Guerra de Bosnia

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La religión en la disolución yugoslava y la Guerra de
Bosnia-Herzegovina, la manzana de la discordia en los
pueblos eslavos del sur
Por Evelyn González (*)
Después de la década de los noventa, el mes de julio no pasa inadvertido para los Balcanes
Occidentales debido a las guerras que disolvieron a Yugoslavia, principalmente por lo que significó
el conflicto armado entre serbios, croatas y bosnios. Esta fue la más fuerte de las confrontaciones
en disolución yugoslava, no solo por la cantidad de víctimas sino también por los métodos
utilizados en la misma y el proceso de “limpieza étnica” que culminó con el genocidio de la
población musulmana en este país y que por estas fechas conmemoran los veinte años del fin de
la guerra.
Pero antes de continuar y hacer la reflexión, es importante recordar brevemente lo que fue
Yugoslavia y como esta se disolvió. Yugoslavia fue un país federado producto de los cambios
territoriales de la Primera Guerra Mundial. Este lo componían Serbia, Montenegro, BosniaHerzegovina, Croacia, Eslovenia y Macedonia, y las regiones independientes de Kosovo y
Voivodina. Dicho país se manifestó como un espacio de identidades diferenciadas y que por el
trasegar del siglo XX fue escenario de múltiples transformaciones políticas como la independencia
del Imperio Otomano durante la Gran Guerra, la invasión de los alemanes y los italianos durante la
Segunda Guerra Mundial contenida por la resistencia de los partisanos liderados por el Mariscal
Tito, quien luego sería el presidente de la Yugoslavia Socialista hasta su muerte en 1980, década
que dio la transición a los nacionalismos exagerados que desencadenarían la barbarie de los
Balcanes.
Pero, ¿cuál fue la causa del renacimiento de estos nacionalismos?, ¿cómo el país de la unidad y
fundador de los “no alineados” terminó segregado de esta manera? ¿Quiénes son los
responsables? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en el devenir histórico de estas
naciones que enmarcaron sus identidades nacionales, culturales y políticas en los determinismos
religiosos que dividieron a los pueblos eslavos del sur. Catolicismo, islam y cristianismo ortodoxo,
son la herencia otorgada de los imperios que invadieron la zona de los Balcanes desde la Edad
Media hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El catolicismo al que se adhirieron los croatas
para liberarse del Imperio Serbio, el islam al que se convirtieron los bosnios para minimizar la
persecución de los sultanes durante la invasión del Imperio Otomano y la cultura ortodoxa,
resultado de la división del cristianismo en el siglo X y herencia del Imperio Ruso, determinaron el
colapso de la Federación Socialista Yugoslava en 1991 y provocaron los genocidios entre serbios,
croatas y bosnios en 1995.
Con la derrota de los italianos y alemanes al final de la Segunda Guerra Mundial, Josip Broz Tito
líder de la resistencia partisana dio origen a la República Federal Socialista de Yugoslavia y la
gobernó hasta 1980 año de su muerte. Durante este periodo Tito se distancia del stalinismo
soviético y da apertura a otras formas de socialismo al interior del país permitiendo la
autodeterminación de las nacionalidades y la diversidad étnico-cultural sobre el principio de la
ciudadanía eslava. Su política exterior también se diferenció de la soviética, puesto que no tuvo
problema en el desarrollo y sostenimiento de relaciones con Occidente y con Oriente al mismo
tiempo durante la Guerra Fría y originó el bloque de los “No Alineados”. Durante casi cuarenta
años, el socialismo mantuvo la unidad de los Balcanes Occidentales con el principio de la
ciudadanía eslava.
Con el fallecimiento del Presidente Tito, las tensiones religiosas opacadas durante su régimen
emergieron nuevamente y ocasionaron la desintegración de la Yugoslavia socialista en 1991. Con
la salida de Eslovenia y la caída del comunismo en la perestroika empezó a desmoronarse la
unidad de los eslavos del sur. Sumado a esto, los nacionalismos serbio y croata reviven la histórica
rivalidad entre ortodoxos y católicos relatando la primera parte de la Guerra de los Balcanes que
resultó en la independencia de los croatas. Por su lado, Bosnia-Herzegovina y practicante del islam
busca su autodeterminación persiguiendo y expulsando a la población serbia de su territorio,
acciones que darían inicio al genocidio en los Balcanes.
Slobodan Milosevic, último presidente de Yugoslavia y nacionalista serbio, sería uno de los
protagonistas del genocidio en los Balcanes, que por el lado bosnio estaría representado por Alija
Izetbegović y del croata en la figura de Franjo Tudjman, que tendría lugar en Srebrenica y Sarajevo,
ciudades bosnias que dejaron un saldo de más de cien mil muertos bajo la premisa de “limpieza
étnica”, como consecuencia del reconocimiento del Estado Bosnio independiente de Yugoslavia en
1992, consolidando los nacionalismos exagerados que reforzados por las diferencias religiosas y
que a puertas del siglo XXI manifestó la lección no aprendida de los vergonzosos racismos de la
Alemania Nazi y que peor aún, en el caso de los Balcanes, la profundización de la barbarie fue
permitida por la indiferencia internacional y la ineficiente labor de las Misiones de Paz y los Cascos
Azules de la ONU.
Veinte años después del final de esta guerra, las diferencias étnicas y religiosas se mantienen
principalmente en Bosnia-Herzegovina, donde además de musulmanes, ortodoxos y católicos, hay
presencia importante de la comunidad sefardí que llama a la reconciliación entre los eslavos del
sur, los cuales comparten un origen cultural y racial así como un número importante de
descendientes resultado de los cruces entre bosnio-croatas, bosnio-serbios o serbio-croatas, como
el músico Goran Bregovic y el cineasta Emir Kusturica, que durante la guerra no asumieron una
identidad diferente a la yugoslava y que hoy por hoy reclaman la no repetición de la barbarie.
(*) Joven investigadora del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de las Facultades
de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
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