Observatorio Autor: Daniel Vázquez Albert. Profesor Titular de Derecho Mercantil Universitat de Barcelona SOCIEDADES PROFESIONALES Las polémicas sociedades de intermediación La Resolución de 21 de diciembre de 2007 de la Dirección General de los Registros y del Notariado ha dado nuevos bríos a las sociedades de intermediación, un artificio jurídico excluido del ámbito de aplicación de la Ley de sociedades profesionales y que ha resucitado como posible mecanismo para eludir esta norma. U no de los principales inconvenientes de la Ley 2/2007, de sociedades profesionales (LSP), reside en que no delimita con nitidez su ámbito de aplicación. Ciertamente, deja claro que no se aplica a todas las actividades profesionales, sino sólo a las que obligatoriamente exigen titulación y, sobre todo, colegiación, y que no abarca a todas las formas de ejercicio colectivo, sino sólo a las sociedades profesionales en sentido estricto. Pero, en la práctica, la Ley ha dejado abiertas ambas cuestiones, porque no ayuda a resolver la vieja polémica sobre cuáles son las actividades profesionales que requieren colegiación obligatoria y porque tampoco define con claridad las formas de ejercicio colectivo excluidas de su regulación, particularmente las famosas sociedades de intermediación. En los últimos meses, la Dirección General de los Registros y del Notariado (DGRN) ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre ambas cuestiones en dos Resoluciones. La Resolución de 21 de diciembre de 2007 (BOE n.º 13, de 15 de enero de 2008), que tiene como protagonistas a las controvertidas sociedades de intermediación, es objeto de estudio en el presente artículo; en el próximo número trataremos la Resolución de 1 de marzo de 2008 (BOE n.º 66, de 17 de marzo de 2008), que se ocupa principalmente, entre otras cuestiones, de la determinación de las actividades que integran el objeto social como elemento clave en la caracterización de las sociedades profesionales. ¿Qué son las sociedades de intermediación? La LSP menciona a las sociedades de intermediación en su Exposición de Motivos (no así en el cuerpo del texto legal) para excluirlas de su ámbito de aplicación. A tal efecto, intenta en la propia Exposición de Motivos ensayar una definición de este tipo de sociedades, pero lo ha- 18 iuris junio 2008 ce de forma densa y confusa, hasta el punto de que presenta consecutivamente dos definiciones, ninguna de las cuales resulta clarificadora. En concreto, el legislador se expresa en los siguientes términos: «Las sociedades de intermediación, que sirven de canalización o comunicación entre el cliente, con quien mantienen la titularidad de la relación jurídica, y el profesional persona física que, vinculado a la sociedad por cualquier título (socio, asalariado, etc.), desarrolla efectivamente la actividad profesional.» «Se trata, en este último caso, de sociedades cuya finalidad es la de proveer y gestionar en común los medios necesarios para el ejercicio individual de la profesión, en el sentido no de proporcionar directamente al solicitante la prestación que desarrollará el profesional persona física, sino de servir no sólo de intermediaria para que sea este último quien la realice, y también de coordinadora de las diferentes prestaciones específicas seguidas.» La primera definición es confusa porque no permite distinguir las sociedades de intermediación de las sociedades profesionales, puesto que en ambas existe una canalización o comunicación entre el cliente y el profesional, y mientras que la relación jurídica es entre sociedad y cliente, la prestación es efectivamente realizada por el profesional, vinculado a la sociedad. La segunda definición, que reproduce literalmente la ensayada por la DGRN en sus Resoluciones de 2 de junio de 1986 y 23 de abril de 1993, es también confusa, porque no permite distinguir las sociedades de intermediación de una clase de sociedades de profesionales muy frecuentes en la práctica y claramente identificadas, las llamadas sociedades de medios, por las que los profesionales que ejercen individualmente comparten los costes de determinadas infraestructuras de uso común. ¿Cuál es la doctrina registral? La Resolución de 21 de diciembre de 2007 analiza el caso de una sociedad de responsabilidad limitada que tiene por objeto, entre otros, «los servicios de asesoramiento técnico financiero, contable, comercial, fiscal, jurídico e industrial». Sorprendentemente, la Dirección General entiende que esta compañía no es una «sociedad profesional» en sentido estricto, sino una «sociedad de profesionales» y, más específicamente, una sociedad de intermediación, por lo que no estaría sujeta a la LSP. Esta afirmación se fundamenta principalmente en que los estatutos de la mencionada sociedad incorporan una cláusula que, por cierto, es una cláusula de estilo muy habitual en el tráfico societario, en virtud de la cual «quedan excluidas del objeto social aquellas actividades que por Ley tengan una regulación especial». Sin embargo, esta figura constituye una ficción jurídica, creada a mediados de los años 80 por la DGRN y por la doctrina científica con la finalidad de mitigar la rigurosa posición tradicional de la propia DGRN, que entonces rechazaba de forma tajante la viabilidad jurídica de las sociedades profesionales. Una vez la LSP ha solucionado directamente este problema, al admitir de forma explícita dicha viabilidad jurídica, la figura de la sociedad de intermediación ha perdido la función para la que fue creada. No obstante lo anterior, el hecho de que la propia LSP mencione expresamente a las sociedades de intermediación para excluirlas de su ámbito de aplicación ha dado nuevos bríos a esta figura, que se ha visto como un posible mecanismo para eludir la aplicación de dicha Ley. De forma absolutamente desafortunda, la controvertida Resolución ha resucitado esta figura y facilita su utilización fraudulenta, lo que parece estar sucediendo en la práctica, a juzgar por el creciente número de sociedades que se constituyen al amparo de los dictados de esta Resolución. Por todo lo anterior, resulta necesario analizar la figura de las sociedades de intermediación, a fin de comprobar el recurso inadecuado que de la misma hace la Resolución. La Resolución ha sido impugnada ante los Juzgados Mercantiles de Valencia por el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona y por registradores mercantiles, basando la petición de nulidad de dicha Resolución, además de en los argumentos que a continuación se detallan, en que es extemporánea, al haber sido dictada cuando se había excedido el plazo máximo otorgado por la Ley hipotecaria para resolver el recurso. iuris junio 2008 19 Observatorio Un artificio jurídico Los propios «padres» de la LSP, los profesores Paz-Ares y Campins, antes de la aprobación de esta norma, pusieron de manifiesto que las sociedades de intermediación no constituyen una realidad social, sino un mero artificio jurídico. En la práctica, resulta difícil encontrar auténticas sociedades de intermediación, puesto que en la inmensa mayoría de los casos el ejercicio colectivo de las profesiones se realiza a través de sociedades profesionales en sentido estricto. En todo caso, se tratará de falsas sociedades de intermediación que esconden sociedades profesionales encubiertas. La doctrina científica posterior a la aprobación de la LSP coincide también en señalar la dificultad que supone la diferenciación práctica entre sociedades profesionales y sociedades de intermediación. La Resolución convierte la LSP en una norma de cumplimiento voluntario. Con independencia de estar más o menos de acuerdo con el planteamiento adoptado por el legislador, lo que es evidente es que se trata de una Ley de obligado cumplimiento. Todo el sistema instaurado por el legislador se derrumbaría si la adaptación al mismo se convirtiera en objeto de una decisión voluntaria de los profesionales y éstos pudieran libremente elegir entre constituirse como sociedad profesional conforme a los requisitos de la comentada Ley o, por el contrario, eludirla observando simplemente el régimen societario general. El desmoronamiento del sistema alcanzaría la máxima gravedad, porque la Ley impone unos requisitos peculiarmente gravosos e incómodos para los profesionales, quienes, por el contrario, tienden a buscar la máxima agilidad y flexibilidad en sus estructuras organizativas, como, por otra parte, ocurre en todos los sectores económicos. Pues bien, la RDGRN debatida tiene como principal consecuencia haber convertido el régimen obligatorio de la LSP en un régimen puramente voluntario, puesto que los profesionales pueden fácilmente eludir el cumplimiento de esta Ley mediante el simple recurso a la sociedad de intermediación. De hecho, desde la publicación de la polémica RDGRN se percibe con claridad en la praxis profesional una huida de la LSP, que se manifiesta en el creciente número de sociedades que buscan refugio en las sociedades de intermediación. La Resolución facilita el fraude de ley. La Resolución despliega unos efectos perversos: facilita en gran medida el fraude de ley, porque paradójicamente adopta una interpretación amplia de lo que debe entenderse por sociedad de intermediación, introduciendo lo que se ha denominado «presunción de intermediación» (Fernández del Pozo). Para tratarse de este tipo de sociedad ni siquiera es necesario indicar de forma explícita en el objeto social que el mismo consiste en la actividad de intermediación, bien sea 20 iuris junio 2008 empleando directamente esta expresión o alguna similar, bien sea concretando su significado. Por el contrario, sorprende que, en opinión del centro directivo, para calificar a una compañía como sociedad de intermediación baste con que aparezca en la descripción del objeto social una cláusula en los siguientes términos: «Quedan excluidas del objeto social aquellas actividades que por Ley tienen una regulación especial.» La DGRN interpreta esta cláusula en el sentido de excluir del objeto social las actividades profesionales reguladas en la LSP, en la medida en que la sociedad no cumple con los requisitos exigidos por dicha Ley para las sociedades profesionales. Esta desmesurada interpretación del concepto de sociedad de intermediación resulta altamente criticable al menos por los siguientes motivos: Porque llevaría al absurdo de entender que toda sociedad profesional que no cumpliera los requisitos de la LSP debería automáticamente calificarse como sociedad de intermediación, en lugar de simplemente exigir el cumplimiento de tales requisitos. Porque concede un valor jurídico desmedido a una cláusula como la reproducida, que es en la actualidad una anodina cláusula de estilo muy habitual en la práctica que simplemente tiene por finalidad responder al principio de claridad y precisión en la descripción del objeto social, finalidad muy alejada de la pretendida por la Resolución. Porque apenas da relevancia a la descripción del objeto social contenida en los estatutos. De forma contradictoria, la Resolución interpreta esta disposición estatutaria en el sentido de que, por un lado, considera «indudable» que con ella se pretendía constituir una sociedad de intermediación, pero, por otro lado, reconoce que «hubiera sido deseable una mayor claridad y precisión en la redacción de dicha disposición». Porque invierte el binomio regla–excepción establecido en la LSP, en que la regla, es decir, la estructura más habitual de ejercicio colectivo y objeto de la regulación legal, es la sociedad profesional, mientras que la excepción, esto es, otras estructuras «marginales» de ejercicio colectivo y que quedan fuera del ámbito de aplicación de la Ley, son las «sociedades de profesionales», entre las que se encontraría la sociedad de intermediación. Con la presunción de intermediación acogida por la Resolución, la regla pasaría a ser la sociedad de intermediación, mientras que la excepción serían las sociedades profesionales. La Resolución deroga tácitamente la LSP y favorece el intrusismo. En conclusión, la exorbitante interpretación sobre el concepto de sociedad de intermediación en forma de presunción de intermediación acogida por la RDGRN debatida supone, de facto, una derogación de la LSP, al facilitar enormemente la huida de la misma. La derogación fáctica atenta contra el sistema de control deontológico de las actividades profesionales, ya que las sociedades de intermediación, excluida su sujeción a la LSP, no se hallan bajo la supervisión de los correspondientes colegios profesionales, lo que fomenta el intrusismo.