Informe sobre concesión del título de Villa al pueblo de Realejo Alto

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INFORME
SOBRE CONCESIÓN DEL TITULO DE VILLA
AL PUEBLO DE REALEJO ALTO EN LA PROVINCIA
DE SANTA CRUZ DE TENERIFE, QUE TIENE MAS DE
NUEVE MIL HABITANTES
E
L Académico que suscribe, nombrado por el señor Director para emitir el informe que solicita el Ministerio de
la Gobernación, sobre la instancia que le ha dirigido el
Ayuntamiento de Realejo Alto, de la provincia de Santa
Cruz de Tenerife, pidiendo se le conceda a dicha población
el título de «Villa», tiene el honor de someter a la aprobación de la Academia el siguiente dictamen:
Funda su solicitud la referida Corporación Municipal en
los prestigiosos antecedentes que adornan al lugar de Realejo Alto, en relación con la historia de las Islas Canarias,
y en efecto, son tan excepcionales, que bien merecen tenerse en cuenta.
No es ésta ocasión ni motivo para hacer ni siquiera un
resumen histórico del Archipiélago canario, ya que sus antecedentes arrancan en días tan remotos, que en ellos se
enlaza la leyenda con la historia.
Para cumplir la misión que se me ha encargado, basta
con situarse en las postrimerías del siglo XV, que es la época en que se realizan los hechos que afectan a la materia de
este informe.
En el año 1496 tuvieron lugar los decisivos combates
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que precedieron a la total conquista de la isla de Tenerife,,
entre los soldados españoles mandados por el bravo Capitán
Alonso Fernández de Lugo, y los contingentes guanches, a
quienes ayudaban como aliadas otras fuerzas indígenas.
Nuestros guerreros eran ya dueños del Valle de la Orotava, y
el 24 de julio del año referido, se aventuraron los príncipes
guanches a bajar desde las cumbres del Tigayga donde se
hallaban, y en lugar de ocupar las alturas, para que la ofensiva tuviera más eficacia, se acamparon en sitio más bajo
que el dominado por los nuestros, a distancia de dos tiros
de mosquete. Quedaron, pues, las tropas de Fernández de
Lugo, en plano superior; y empeñada la lucha, fueron los
enemigos totalmente vencidos. Los combatientes españoles
se apoderaron del sitio en que quedó resuelta la pelea, y
bautizaron a aquel pequeño poblado con el nombre de Realejo de Arriba, que es el mismo que hoy se llama Realejo
Alto.
Dejo aun lado, por que no precisa mencionarlas, las escenas emocionantes y sentimentales que se desarrollaron en
el campo adversario — precursoras dé la rendición — entre
los vencidos, que lloraban la derrota de su causa, y que tan
primorosamente describe Viera Clavijo en su historia del
Archipiélago. Al día siguiente, 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, quedó la isla de Tenerife bajo el absoluto dominio de los Reyes Católicos, sin que hasta el presente haya
dejado de ser española.
En aquel pequeño centro de población, mícleo del floreciente que hoy existe, se erigió un templo bajo la advocachin del Santo Apóstol, que fué la primera Iglesia parroquial que se estableció en la isla. En su pila bautismal
recibieron las aguas lustrales todos los caudillos guanches
que abrazaron nuestra religión. En ese día memorable quedó designado el lugar con el nombre de Realejo Alto, y el
valeroso Alonso Fernández de Lugo, héroe de la jornada,
tremoló el estandarte de Castilla, pronunciando tres veces
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TITULO DE VILLA AL PUEBLO DE REALEJO ALTO
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en alta voz: «Tenerife por los Católicos Reyes de Castilla
y de León.» Y desde entonces no ha sido abatida la bandera nacional en aquel territorio.
Justo es reconocer que en modesta proporción, con respecto a las Islas Canarias, fué Realejo Alto lo que Granada
en relación con la unidad nacional. Un pueblo que cuenta
tan brillante historia, bien merece la distinción que impetra su Ayuntamiento.
Apoya también su demanda en haber tenido la fortuna de
que naciera en su seno don José Viera y Clavijo, y nos parece alegación muy razonable y justa.
A las poblaciones que han tenido la buena suerte de ser
cuna de hombres ilustres, está bien que se les otorgue alguna distinción, más que por el solo hecho de que en ellas
haya nacido quien mereció los halagos de la notoriedad, ya
que eso se debe al acaso, porque al honrar al lugar donde
viera la primera luz una figura insigne, parece como que se
rinde homenaje al que por sus méritos fué merecedor de que
su nombre pasara a la posteridad rodeado de admiración y
respeto.
Y Realejo Alto se encuentra en ese caso. Don José Viera
y Clavijo, al que sus paisanos, regocijados de contarle entre
sus conterráneos, cosa poco frecuente, porque no hay nada
tan olvidadizo como las colectividades, han erigido un busto en la plaza pública, para perpetuar de modo tangible su
memoria, no sólo fué un notable literato, sino el más documentado, concienzudo y benemérito historiador de las islas
Afortunadas.
De su preclaro entendimiento y de su pluma selecta,
brotaron obras diversas de indiscutible mérito. Dejando
aparte, porque es la más conocida y culminante, la titulada
Noticia de la historia general de las Islas Canarias, publicada
en Madrid en 1793, escribió crónicas de viajes por Mandes,
Francia, Italia y Alemania y un diccionario de Historia Natural de las referidas islas. Publicó también un Elogio de
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Felipe V y de don Alonso Tostado, Obispo de Avila, que fueron
premiados por la Real Academia Española en los años de
1779 y 1782. Y por último, también cultivó las musas en sus
obras poéticas Los meses, Los Aires fijos y Las bodas de las
plantas.
Sacerdote virtuoso y ejemplar, fué Arcediano de Las
Palmas y consagró su vida al estudio y a cumplir los deberes de su sagrado ministerio. Por lo tanto, al conceder a su
patria chica el título que solicita, no se puede dudar que se
rinde un tributo merecido a quien tan alto supo poner su
nombre.
Como consecuencia de lo expuesto, la Real Academia estima que se puede informar favorablemente la petición del
Ayuntamiento de Realejo Alto.
Esta es mi opinión, sobre la cual la Academia resolverá
con su alto y superior criterio.
NATALIO RIVÀS.
Madrid, 8 de diciembre de 1941.
Aprobado por la Academia en sesión de 12 de diciembre.
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