Se discute si el penado cumple uno de los requisitos legales cual es el de no observar mala conducta. Y en efecto consta que en junio de 1.999 no habla cancelado una falta si bien se esperaba su cancelación para unos días más tarde. Ahora bien, junto a este dato obran en el expediente otros como la serie de trabajos desempeñados por el recurrente y el alcance de al menos una nota meritoria. Pues bien en una situación de sujeción administrativa especial cual es la que establece relación del preso con la Administración, situación que da lugar a un sistema de disciplina relativamente rígido y sin duda necesario que ha de imponerse a personas que se ven sometidas a él contra su voluntad, en cuanto privados de libertad, la comisión de alguna infracción no debe comprenderse o disimularse con falsa benevolencia, ni menos aún justificarse o aplaudirse. Pero ello no impide que a la hora de valorar su incidencia en el concepto que merece la conducta del interno, se niegue con energía que la comisión de una falta, aun grave, de lugar por sí sola en calificar de mala tal conducta. La conducta como forma de conducirse o comportarse hace alusión incluso etimológicamente a un camino, a un recorrido en el que hay que descubrir la orientación general y la capacidad de avanzar por encima de algún desvío retroceso o caída ocasionales; imperfecciones o desviaciones usuales o al menos más usuales que la rectilínea perfección, lo que significa que sólo un juicio de valoración global o de conjunto permite verificar en cada ocasión un concepto jurídico como el de (no) mala conducta que es un concepto jurídico indeterminado, esto es un concepto que ha de predicarse de cada preso en cada caso de suerte que esa indeterminación en abstracto desaparezca en concreto y permita una solución justa del caso al calificar la conducta del interno, también en concreto. En el presente caso consta como se ha dicho la existencia de una sanción no cancelada por falta grave y consta también el desempeño de destinos y la obtención incluso de una nota meritoria. A ello ha de añadirse que el interno participa en el programa de sustitución de heroína por metadona que tal vez no sea el ideal de deshabituación pero que objetivamente ofrece resultados positivos y subjetivamente revela un ánimo de alejarse de la droga y de la delincuencia que muchas veces nace de las toxicomanías. En tales condiciones, en juicio global o de conjunto, la conducta del interno no merece la calificación de mala. A partir de ahí es lo cierto que el penado ha cumplido la mitad de la condena y que puede alcanzar la libertad condicional en el año 2.002, dependiendo en buena parte de su conducta futura pero también en parte de que se le permita demostrar su capacidad de vivir honradamente en libertad y se le estimule a conseguirlo. Y los permisos ayudan a ello no solo como marco abstracto de preparación a la libertad sino como estímulo de la responsabilidad, acicate de la progresión, comprobación directo de los valores de la libertad e intensificación de los contactos sociales y familiares necesarios para lograr apoyo y estabilidad a la salida de prisión. El interno ingresó por primera vez hace muchos años n 1.986- y ahora tiene 31. El trabajo en prisión y el programa con metadona son signos de un intento de no volver y por débiles y equívocos que sean esos signos deben ser apoyados. Se concederá el permiso por tiempo de cuatro días condicionado a que el interno sea cogido a la salida de prisión por un familiar y a que se garantice fuera de prisión la continuidad en el programa de metadona si éste no ha finalizado. Auto 882/00 4 de julio 2000, JVP Nº2, Exp.1150/88