La relación de causalidad adecuada y la responsabilidad de las

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La relación de causalidad adecuada y la responsabilidad de las Asegu-­‐
radoras de Riesgos del Trabajo Alejandro Borda 1.-­‐ Aclaración preliminar. En el fallo que gentilmente se me ha invitado a comentar se plantea una delicada cuestión respecto de la responsabilidad de las Asegura-­‐
doras de Riesgos del Trabajo (A.R.T.). Abordaré, por lo tanto, este tema; deja-­‐
ré de lado, en cambio, las cuestiones probatorias –excepto aquello que resulte estrictamente necesario-­‐ y el tópico de la responsabilidad del empleador. 2.-­‐ El fallo. El voto del Dr. Zas, que llevó la voz de la mayoría, refiere que en el escrito de inicio se pidió la reparación integral del perjuicio padecido por el reclamante, lo que parece indicar que la pretensión no se agotó en los ru-­‐
bros indemnizatorios de la Ley de Riesgos del Trabajo (L.R.T.), sino que se fundó en las normas del Código Civil. Señala, además, que –por la delegación que hizo el Estado Na-­‐
cional a las A.R.T. de las funciones de control y sujeción de los empleadores a las normas de higiene y seguridad-­‐ se han ampliado los sujetos responsables. Ya no es sólo el empleador quien responde por los riesgos laborales, sino también la A.R.T. contratada. Recuerda que las A.R.T. están obligadas a adoptar las medidas legalmente previstas para prevenir eficazmente los riesgos del trabajo, de-­‐
biendo cumplir con las normas sobre higiene y seguridad en el trabajo (art. 4º, ap. 1º, ley 24.557). Añade que deben (i) denunciar ante la Superintenden-­‐
cia de Riesgos del Trabajo (S.R.T.) los incumplimientos –por parte de sus afi-­‐
liados-­‐ de las normas de higiene y seguridad en el trabajo; (ii) promover la prevención, informando a la S.R.T. acerca de los planes y programas exigidos a las empresas; y (iii) asesorar a los empleadores en materia de prevención de riesgos (art. 31, ley citada). A partir del escenario descripto, el vocal afirma que “a tenor del art. 902 del C. Civ., cuando un ente especializado y con competencia suficiente toma conocimiento de la actividad de un particular que puede causar daño a terceros y omite tomar las medidas necesarias para evitar tal perjuicio, cuan-­‐
do su actuar le está impuesto objetivamente por la ley que previó tal situa-­‐
ción, no puede caber duda alguna sobre la jerarquía causal de la omisión”. Agrega que la Corte Suprema de Justicia, en los autos “ Torrillo” (L.L. t. 2009-­‐
C, p. 171) ha sostenido que: “...no existe razón alguna para poner a una ART al margen del régimen de responsabilidad previsto por el Código Civil, por los daños a la persona de un trabajador derivados de un accidente o enfermedad laboral, en el caso en que se demuestren los presupuestos de aquél, que in-­‐
cluyen tanto el acto ilícito y la imputación, cuanto el nexo causal adecuado (excluyente o no) entre dichos daños y la omisión o el cumplimiento deficien-­‐
te por parte de la primera de sus deberes legales. Tampoco las hay, dada la variedad de estos deberes, para que la aludida exención, satisfechos los men-­‐
tados presupuestos, encuentre motivo en el solo hecho que las ART no pue-­‐
den obligar a las empleadoras aseguradas a cumplir determinadas normas de seguridad, ni impedir a éstas que ejecuten sus trabajos por no alcanzar cier-­‐
tas condiciones de resguardo al no estar facultadas para sancionar ni para clausurar establecimientos. Esta postura, sin rebozos, conduciría a una exen-­‐
ción general y permanente”. Se menciona en la sentencia que la pericia realizada reveló que la A.R.T. solicitó que se evaluaran los trabajos que implicaran movimientos repetitivos y/o levantamiento de pesos. Ello implica -­‐a criterio del Dr. Zas-­‐ que la aseguradora consideró que esas labores podían configurar un riesgo); sin embargo, no hizo denuncia alguna al respecto ante la S.R.T. El tribunal consideró que los incumplimientos por parte de la A.R.T. guardan nexo de causalidad adecuada con los daños sufridos por el ac-­‐
tor (arts. 901, 902, 904, 1.074 y concordantes, Cód. Civ.), y con ese fundamen-­‐
to condenó a la aseguradora a resarcir daños material y moral. Es interesante señalar que la mayoría fue integrada con el voto concurrente de la Dra. García Margalejo, quien adhirió al voto del Dr. Zas por considerar que la doctrina de La Corte Suprema en “Torrillo” debe ser toma-­‐
da insoslayablemente, más allá de su opinión personal. En cambio, el preopi-­‐
nante, Dr. Arias Gibert, afirmó que la demanda debía ser rechazada, pues no pudo probarse el hecho antecedente. 3.-­‐ El fallo “Torrillo”. La sentencia dictada por la Corte federal en el caso “Torrillo”, indudablemente ha influido en la solución dada al presente caso. Por eso, me parece relevante destacar cierta cuestión en la que los miembros del Alto Tribunal parecen coincidir: no hay razón alguna para que una A.R.T. quede fuera del régimen de responsabilidad previsto por el Código Civil, por los da-­‐
ños a la persona de un trabajador derivados de un accidente o enfermedad laboral, siempre que se demuestren los presupuestos de aquél. Esto lo dice el impersonal voto mayoritario, pero también lo di-­‐
ce la disidencia del Ministro Lorenzetti. Esta cuestión es importante pues, lo que pone de relieve, es que existe un sistema de responsabilidad que nace del Código Civil, el cual para ser aplicado requiere inexorablemente que se cumplan las pautas o recaudos que el propio Código prevé. Con esto quiero decir, y como bien explica el Ministro Lorenzet-­‐
ti, que el incumplimiento de las A.R.T. de los deberes que la ley de riesgos del trabajo les impone, “tiene consecuencias específicas dentro del aludido mi-­‐
crosistema normativo, siendo legítimo que se carguen a la aseguradora los riesgos derivados de una previsión ineficaz, ya que su obligación está des-­‐
cripta con precisión y es congruente con el límite indemnizatorio, todo lo cual permite el aseguramiento. Pero cuando se ejercita la opción por la acción de derecho común, debe aplicarse el régimen indemnizatorio previsto en el Có-­‐
digo Civil. Ello es así, porque un mismo hecho dañoso puede dar lugar a ac-­‐
ciones diversas que el derecho pone a disposición de la víctima, de carácter penal, civil, o laboral. Entre las pretensiones con finalidad resarcitoria del da-­‐
ño causado, debe distinguirse aquella que, fundada en el sistema de riesgos del trabajo tiene una lógica legislativa transaccional, puesto que facilita la ac-­‐
ción al establecer presunciones de autoría y causalidad, pero limita la indem-­‐
nización a los fines de facilitar la asegurabilidad. En cambio, la acción civil se basa en la exigencia de la prueba de los presupuestos de su procedencia y, como contrapartida, hay reparación plena”. Y concluye: “Por más intensa que sea la protección del trabajador … una vez que se opta por esa acción, debe aplicarse el régimen del Código Civil y no es admisible la acumulación de un sistema basado en la seguridad social con uno civil, en distintos aspectos y según convenga en el caso”. La cuestión es, entonces, analizar si en el caso se dan los presu-­‐
puestos de la responsabilidad civil. 4.-­‐ Los presupuestos de la responsabilidad civil. 4.1.) Se reconoce, pacíficamente, que son cuatro los presupues-­‐
tos de la responsabilidad civil: (i) el daño causado a un tercero, (ii) la antiju-­‐
ricidad o infracción a la ley o a un deber jurídico impuesto por ella, (iii) la re-­‐
lación de causalidad entre el acto y el daño, y (iv) la imputabilidad del acto1. Daré por acreditados los dos primeros presupuestos; en otras palabras, partiré de la idea de que efectivamente el trabajador ha sufrido un daño al haber trasladado un cosa inerte (la bolsa con los tejos) y que se ha in-­‐
fringido un deber jurídico impuesto por la ley (la omisión de la A.R.T. de con-­‐
trolar y supervisar debidamente al empleador respecto del cumplimiento de las normas de higiene y seguridad, para prevenir la producción de daños). 1
Conf. Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Obligaciones, t. II, nº 1309 y sigs., Ed. La
Ley, 9ª edición actualizada por Alejandro Borda; Trigo Represas, Félix A. y López Meza, Marcelo
J., Tratado de la responsabilidad civil, t. I, p. 392, Ed. La Ley, 2004; Alterini, Atilio A., Responsabilidad civil, nº 64 y sigs., Ed. Abeledo Perrot, 3ª edición.
Analicemos los restantes presupuestos y veamos si existen en el caso comentado. 4.2.) Empecemos por la denominada imputabilidad del acto. En el marco de nuestro sistema legal de responsabilidad civil, un acto es imputable a determinado sujeto si se lo puede atribuir. Esta atri-­‐
bución de responsabilidad responderá a dos tipos de factores: el factor subje-­‐
tivo y el factor objetivo. Cuando estamos frente a un factor de atribución subjetivo, se reprocha a la persona que daña otra, habiendo actuado de manera culposa o dolosa. En ambos casos, el acto del dañador es voluntario, es decir, existe la intención de actuar de determinada manera. Sin embargo, se diferencian en que cuando se obra de manera culposa, el resultado dañoso sobreviene por negligencia o culpa; en cambio, cuando se obra dolosamente, el resultado da-­‐
ñoso es –cuanto menos-­‐ aceptado como muy probable y previsible que ocu-­‐
rrirá. Esta diferencia incide en la extensión de la responsabilidad. En efecto, si el obrar del dañador es culposo, el resarcimiento de los daños solo abarcará los que fueren consecuencia inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la obligación. En cambio, si la inejecución de la obligación fuese maliciosa2, los daños comprenderán también las consecuencias media-­‐
tas (arts. 520 y 521, Cód. Civil). Cuando estamos frente a un factor de atribución objetivo, se prescinde de la intención del sujeto dañador. Se valoran otras cuestiones que llevan al legislador a atribuir la responsabilidad. En esta cuestión es impor-­‐
tante recordar la llamada teoría del riesgo creado, que ha sido recogida por el art. 1113 del Código Civil, a partir de la reforma de la ley 17.711: el dueño o guardián de cosas riesgosas o viciosas responde por el daño causado, excepto que se acredite la culpa de la víctima o de un tercero por quien no deba res-­‐
ponder. La idea es clara: se atribuye el daño a quien introduce en la sociedad un elemento virtual de producirlo3. En el caso bajo análisis, a los efectos de determinar la respon-­‐
sabilidad de la A.R.T., no parece posible afirmar que exista un factor objetivo 2
Acerca de la “malicia” prevista por la ley mucho se ha discutido, lo que excede los límites de este
trabajo. Basta decir que existen, básicamente, dos posiciones. La primera, asimila malicia con
dolo; por lo tanto, considera suficiente -para que el autor del daño responda por las consecuencias
mediatas- el hecho de que haya incumplido deliberadamente su obligación. La segunda, considera
a la malicia como un dolo agravado, sea por la intención de causar un daño, sea por la indiferencia
del incumplidor ante las consecuencias dañosas que muy probable y previsiblemente surgirán al
acreedor del incumplimiento, más allá de la órbita propia del contrato, es decir, en sus otros bienes
(véase por todos, Borda, Tratado ... Obligaciones, t. I, nº 142 y 143-145.
3
Conf. Alterini, Responsabilidad civil, nº 119.
de atribución. En efecto, para aplicar el art. 1113 del Código Civil es necesario ser dueño o guardián de la cosa productora del daño, y la A.R.T. no lo es. Por lo demás, si bien el fallo anotado menciona esta norma, la relaciona con el comportamiento del empleador, lo que permite inferir que también ha juzga-­‐
do improcedente aplicarla con relación a la aseguradora. La responsabilidad de la A.R.T., de existir, exigiría probar –por tanto-­‐ un factor de atribución subjetivo. En el caso, se ha resuelto que ello es-­‐
tá dado por el incumplimiento de la A.R.T. de controlar y supervisar debida-­‐
mente al empleador respecto del cumplimiento de las normas de higiene y seguridad, para prevenir la producción de daños. Hay que determinar si ese incumplimiento, esa omisión, constituye una negligencia (es decir, una con-­‐
ducta culposa), o un incumplimiento malicioso. En el primer caso, la A.R.T. so-­‐
lamente debería responder por las consecuencias inmediatas del cumpli-­‐
miento (lo que excluiría el daño moral que se dispuso indemnizar); en el se-­‐
gundo, la responsabilidad abarcaría también las consecuencias mediatas (in-­‐
cluyéndose, por tanto, el daño moral). Pero antes de definir esta cuestión hay que determinar si el cuarto presupuesto se cumple en el caso o no, lo que trataré en el punto si-­‐
guiente. Es que si no se cumple, no habrá responsabilidad y, por lo tanto, será innecesario definir si la conducta fue culposa o maliciosa. 4.3.) ¿Existe relación de causalidad entre el acto y el daño? Esta es, como se verá, la cuestión central. La sentencia anotada informa que el perito interviniente com-­‐
probó que la A.R.T. realizó visitas al establecimiento y actividades de aseso-­‐
ramiento y control de cumplimiento de las condiciones de higiene y seguri-­‐
dad y que solicitó que se evaluaran los trabajos que implicaran movimientos repetitivos y/o levantamiento de pesos. De ello, el perito concluyó que la A.R.T. relevó como posible riesgo el levantamiento de pesos entre los que de-­‐
bería incluirse el levantamiento de bolsas de tejos de aluminio que realizaba el actor. Y, sin embargo, no hubo denuncia alguna de la A.R.T. respecto del riesgo aludido. Con este fundamento fáctico, el tribunal entiende que el in-­‐
cumplimiento de la A.R.T. de los deberes legales a su cargo guardan nexo de causalidad adecuada con los daños sufridos por el actor. Para determinar si la solución dada es o no correcta, es necesa-­‐
rio recordar qué tipo de causalidad exige nuestro ordenamiento legal y cuál es su alcance. El Código Civil dispone que en ningún caso son imputables las consecuencias remotas que no tienen con el hecho ilícito nexo adecuado de causalidad (art. 906). En otras palabras, nuestro régimen adhiere a la teoría de la causalidad adecuada. Esta teoría pregona que no es suficiente que un hecho haya sido condición sine que non del daño para tener por cumplido el recaudo de causa-­‐
lidad, sino que es necesario que se haga un juicio de probabilidad y que de él resulte que ese hecho es causa adecuada del daño. O con palabras de Alterini, “el acto humano debe haber sido, generalmente, conforme a la experiencia, propio para producir el resultado”4. Señalan Trigo Represas y López Mesa que para determinar la causa de un daño, debe hacerse un juicio de probabilidad ex post facto, que consiste en preguntarse si la acción u omisión del agente era apta por si mis-­‐
ma para ocasionar el daño según el curso ordinario de las cosas, de acuerdo con la experiencia diaria de la vida. Y añaden que si la respuesta es afirmati-­‐
va, deberá declararse que esa acción u omisión era adecuada para producir el daño y, por tanto, deberá ser imputado al agente. En cambio, si la respuesta es negativa, aunque la conducta fuese una condición del daño, faltará la rela-­‐
ción causal5. En otras palabras, la teoría de la causalidad adecuada solo valo-­‐
ra aquel acto u omisión que normalmente sea apropiado para provocar el re-­‐
sultado dañoso. Definidos, entonces, los alcances de la teoría de la causalidad adecuada, ¿puede afirmarse que la omisión de la A.R.T. de denunciar ante la S.R.T. el incumplimiento del empleador de las normas de higiene y seguridad en el trabajo sea causa adecuada del daño sufrido por el trabajador? No lo creo. Imaginemos, por un momento, que la A.R.T. hubiera hecho la denuncia pero el empleador hubiera continuado en su incumplimiento, ¿se habría pro-­‐
ducido el daño? Indudablemente, sí. Y parece claro que la A.R.T. no podría ser responsabilizada por ello. No tengo dudas de que la A.R.T. ha incumplido un deber legal y ello debe ser sancionado. Pero la sanción no puede derivar en una condena a indemnizar un daño que no podía evitar, puesto que las obligaciones de segu-­‐
ridad en el trabajo están a cargo del empleador y no de la A.R.T. En otras pa-­‐
labras, una cosa es responder por haber omitido denunciar los incumplimien-­‐
tos del empleador asegurado y otra responder por el propio incumplimiento de este último. 5.-­‐ Conclusión. La omisión de la A.R.T. de denunciar ante la S.R.T. los incum-­‐
plimientos incurridos por el empleador de las normas de seguridad e higiene en el trabajo no constituye causa adecuada del daño sufrido por el trabajador, pues el juicio de probabilidad, que debe hacerse ex post facto, determina que tal omisión no es apta por si misma para ocasionar el daño según el curso or-­‐
dinario de las cosas, de acuerdo con la experiencia diaria de la vida. 4
5
Alterini, Responsabilidad civil, nº 189.
Trigo Represas y López Meza, Tratado de la responsabilidad civil, t. I, p. 609.
No está de más señalar que la A.R.T. no es cotitular de los me-­‐
dios de producción del empleador asegurado, no reviste el carácter de una suerte de coempleador y carece de facultades legales para exigir que el em-­‐
pleador cumpla con esas normas de seguridad e higiene. 
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