Desarrollo humano y convivencia - Sistema de Naciones Unidas

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Capítulo 1
Desarrollo humano y convivencia:
Una aproximación conceptual
Capítulo 1
Desarrollo humano y convivencia:
Una aproximación conceptual
Este primer capítulo está dedicado a los
conceptos de desarrollo humano y convivencia
que guían la indagación del presente informe.
Puesto que son ideas centrales en el trabajo,
parece prudente tomarse el tiempo para
esclarecer cuál es el sentido que tienen para
nosotros.
El concepto de desarrollo humano
que aquí se expone cuenta con una alta
aceptación como resultado de un legado de
más de dos décadas de reflexión dentro y
fuera del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo. No sucede lo mismo
con el concepto de convivencia. Éste es un
concepto de uso común, pero puede tener
diversos significados para diferentes personas.
Además, en el marco de distintas escuelas de
pensamiento, se han planteado discusiones
acerca de temas afines a la convivencia, pero
en ningún caso abordan enteramente el tema
que aquí nos proponemos explorar.
Aunque el capítulo menciona algunos
usos de sentido común y varios conceptos
que se acercan a nuestro campo de análisis,
su parte sustantiva está dedicada a ofrecer un
concepto propio de la convivencia. Se trata de
un concepto normativo compuesto por cuatro
conjuntos de atributos seleccionados a partir
de la literatura disponible y de la investigación
emprendida para realizar este informe. Dichos
conjuntos son los siguientes: Sociabilidad,
Pluralismo, Democracia y Afiliación. El
capítulo se cierra con la aproximación
metodológica escogida para presentar los
hallazgos de la investigación. Ello incluye el
examen de los discursos y prácticas asociadas
a esos cuatro conjuntos de atributos, así como
la exposición de los principales supuestos
orientadores de la investigación.
A. Claves para una indagación sobre
la convivencia
i. Aproximaciones de sentido
común al tema de la convivencia
El sentido común nos ofrece un punto
de partida valioso para acercarnos al tema de
la convivencia. Recurriremos inicialmente a la
manera como la gente habla de la convivencia
en sus intercambios cotidianos y después
nos acercaremos a categorías y modelos
explicativos especializados. Ello nos permitirá
pasar luego a delimitar nuestro propio
concepto, más adecuado a la perspectiva del
desarrollo humano.
Existen giros del sentido común que
pueden interpretarse como modos de
promover la convivencia entre las personas. Es
el caso de refranes como “El que a buen árbol
se arrima buena sombra lo cobija” o “Dime
con quién andas y te diré quién eres”. Ambos
refranes suponen que la compañía de las
personas tiene consecuencias sobre sus vidas
e identidades. Aunque el segundo de esos
refranes suele usarse para advertir del peligro
de acercarse a “malas juntas”, lo cierto es que
también contiene la suposición de que estar
cerca de personas valiosas enriquece la propia
vida. Además de lo anterior, en el refranero
existen llamados éticos a la solidaridad. Un
ejemplo tradicional y muy utilizado es el de
“Hoy por ti, mañana por mí!”.
Es preciso reconocer que no todos los
contenidos del sentido común promueven
la idea de que convivir es posible, deseable y
enriquecedor. Por ejemplo, es bastante usual
escuchar que “nacemos y morimos solos”. En
esta imagen se dibuja una idea básica según
la cual en momentos significativos de la vida,
como nacer y morir, las personas están solas.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
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Dicho esto, el sentido común va más allá pues en ese refrán hay
una especie de invitación a no esperar nada de nadie y a no
confiarse en la ayuda o compañía de los demás. Pero lo cierto
es que la vida humana inicia en compañía de otras personas y
depende de las relaciones directas o indirectas que a lo largo del
tiempo establecemos con ellas.
Requerimos de otras personas para sobrevivir durante
muchos años de nuestras vidas y, al llegar a la vida adulta,
continuamos entableciendo relaciones casuales, afectivas o de
cualquier otra índole con los demás. Además, la vida humana
no siempre supone la posibilidad de optar por la soledad y
la independencia frente a los demás, pues llegada la vejez se
requieren cuidados y nadie está exento de la posibilidad de la
enfermedad o el infortunio. La convivencia, en ese sentido, no
es una opción, sino una condición del desarrollo humano de las
personas. Por eso conviene discutir prejuicios individualistas
según los cuales lo mejor es vivir a solas y a espaldas de los
demás. Estos prejuicios suelen circular en refranes como los
siguientes: “Mejor solo que mal acompañado”; “El buey solo se
lame mejor”; “Primero mis dientes y después mis parientes”.
En Costa Rica, suele escucharse en las conversaciones
cotidianas, dentro y fuera de las familias, que “uno no tiene
amigos, solo conocidos”. Esta afirmación es una variación de
aquella otra según la cual “nacimos y morimos solos”. En ambas
se niega la posibilidad de tener y construir vínculos fuertes de
afiliación y afecto con otras personas. En esta suposición de que
“uno no tiene amigos” interviene a menudo la idea de que lo
único que tenemos es a nuestra familia. La suposición según
la cual “solo tenemos familia” y no podemos confiar, ni esperar
ayuda, ni construir vínculos fuertes con otras personas fuera del
mundo familiar se entrelaza con el refrán que dice: “Cada uno
en su casa y Dios en la de todos”. Aunque puede interpretarse
en el sentido de que es preferible no entrometerse en asuntos
ajenos, este es un lema muy usado en Costa Rica y revela una
cierta voluntad de reclusión en el círculo más íntimo del hogar.
Algunas canciones populares, como “Caña dulce”, refuerzan
esta imagen de que, para construir una vida feliz, una vida noble
y buena, es suficiente tener una “casita” y un amor. En este ideal
de convivencia no parecen ser necesarios otros seres humanos.
De hecho, la canción insiste en que alguien puede ser como un
Rey si, además de su amor y su hogar, tiene un Dios, una milpa
y unos bueyes. Esta es una estampa de vida bucólica y rural en
la cual no parece necesario construir lazos con vecinos, amigos
o visitantes.
Como podemos observar, el sentido común es ambiguo a
propósito de cuán deseable es convivir cerca de las personas y
de cuánto contribuye la convivencia al desarrollo humano.
Hasta hace pocos años, en Costa Rica el término
convivencia había tenido un sentido restringido. En Costa Rica
ha sido común llamar “convivencia” a un encuentro religioso
ocurrido durante pocos días, normalmente un fin de semana,
en un lugar relativamente retirado de los lugares de habitación
26
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
de las personas. A dichas “convivencias” suelen ir, aunque no
exclusivamente, jóvenes que aceptan o son invitados a tener
algún tipo de experiencia religiosa. Las parroquias, colegios,
y asociaciones distintas las promueven y a veces están en el
origen de grupos religiosos juveniles.
Durante los últimos años, el término convivencia ha visto
ampliado su sentido. Cada vez más se utiliza para designar los
patrones de interacción que tienen las personas en ámbitos
diferenciados. En los últimos años, y usualmente gracias a
noticias relacionadas con violencia, matonismo e inseguridad,
un asunto especialmente significativo en Costa Rica ha sido
el tema de cómo conviven las personas adolescentes y adultas
en los centros de estudio. El Ministerio de Eduación Pública
ha impulsado distintos proyectos cuyo fin es promover en los
centros educativos patrones de convivencia enriquecedores,
algunos de los cuales han sido apoyados por Sistema de
Naciones Unidas en Costa Rica.
A ese “vivir con otras personas” en lugares y tiempos
determinados es a lo que usualmente llamamos convivencia.
En general, el término tiene un sentido descriptivo. Es decir,
suele designar las modalidades de interacción de las personas
en ámbitos específicos. En este documento, sin embargo,
adoptaremos una perspectiva normativa de la convivencia,
pues los patrones de relacionamiento entre las personas pueden
estar cargados de vicios o de violencia, algo que debemos juzgar
éticamente. Aunque tales vicios y violencias puedan servir
para satisfacer las expectativas de algunos o para avanzar los
objetivos de un sector de la población frente a otro, no son
el tipo de relaciones que consideramos valiosas desde una
perspectiva de desarrollo humano.
La convivencia es otra forma de llamar a la dimensión
relacional de la existencia humana. Sugiere al menos la
relación entre dos personas –cómo convivo con mi madre,
con mi vecino, con mi pareja–, pero puede referir a la forma
en que transcurren las relaciones desde una óptica mucho más
abstracta: la convivencia humana, la convivencia en el mundo o
la convivencia en un país o una sociedad determinada.
La gente asocia la convivencia con cosas tales como vivir con
otros, o estar al lado de otros, compartir actividades con otras
personas, vivir experiencias de manera conjunta y concurrir
con otros –conocidos y desconocidos– en un mismo tiempo o
en un mismo espacio. Es decir, la convivencia es percibida como
la forma en que transcurren las relaciones con amigos y amigas,
colegas o familiares, así como las relaciones más esporádicas o
más impersonales que tienen lugar con personas anónimas en
espacios públicos.
Abarca pues los vínculos o intercambios que establecemos con
personas conocidas y desconocidas, tanto en espacios privados
como públicos. Además, la convivencia no se expresa solamente
en las relaciones presenciales que se dan diariamente, sino que
incluye los nexos que establecemos “a distancia” con quienes
compartimos una serie de circunstancias y, quizás, aspiraciones.
Estos nexos se manifiestan de distintas maneras, especialmente en
el conjunto de leyes e instituciones fraguados en sociedad.
De manera que, después de este primer acercamiento,
podemos ofrecer una definición general y provisional de
convivencia como el conjunto de relaciones que sostienen
las personas entre sí en su trato directo o gracias a medios
más complejos como las instituciones sociales. Esta primera
definición sirve para entender la importancia de analizar las
interacciones entre las personas y los arreglos sociales escogidos
para regular la vida en común, es decir, los sentimientos,
actitudes y comportamientos que las personas y grupos de
una misma sociedad desarrollan entre sí, las instituciones que
conforman, y la forma en que estas regulan la vida en común.
La convivencia ocurre normal­mente en el marco de un
territorio, aunque gracias a las TIC y a la globalización, el
espacio físico y las fronteras se desdibujan. Es importante no
perder de vista, sin embargo, que convivimos también con el
ambiente y con otras especies. Nuestros patrones de consumo y
acciones tienen efectos sobre el ambiente, sobre otras especies y
sobre generaciones futuras.
ii. El desarrollo humano y la dimensión
relacional de la vida humana
Decíamos que este informe estudia el vínculo entre
convivencia y desarrollo humano. Ya hemos descrito algunos
de los usos cotidianos o el sentido común de la palabra
“convivencia”. Más adelante propondremos algunos significados
más elaborados. En cualquier caso, podemos adelantar que la
convivencia, tal y como la concebimos, implica el ejercicio y el
desarrollo de capacidades como el respeto y reconocimiento a
las demás personas, la solidaridad, la participación en proyectos
comunes, la solución pacífica de los conflictos. Pues bien, estas
capacidades están estrechamente vinculadas con la idea del
desarrollo humano.
El enfoque de desarrollo humano se ha enriquecido gracias
al interés que suscitó desde que fue dado a conocer a principios
de la década de 1990 por el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo1. Su aparición en el debate sobre los fines del
desarrollo ha dado lugar a invaluables convergencias, como es
la aceptación –al menos supuesta– de que el ser humano debe
ser el centro del desarrollo.
Esta idea, que quizás hoy nos parece obvia, fue aceptada
gracias a una sólida crítica lanzada por el PNUD a las visiones
tradicionales sobre el desarrollo. Se trataba de una crítica basada
1
en una concepción robusta acerca del ser humano y según la
cual, por ser cada persona un fin en sí mismo, el desarrollo debe
estar volcado a la expansión de las libertades de las personas.
En esta manera de ver las cosas, cada ser humano es
pensado en términos de lo que Aristóteles llamó “una vida
floreciente”. Una vida así tiene como finalidad el desarrollo
de unas habilidades que son propias de cada persona y que
cada quien puede cultivar. Ahora bien, el despliegue de ese
potencial depende del desarrollo de las capacidades en las
que toda persona pueda apoyarse para concebir y concretar
un proyecto de vida. Para medir el bienestar, el enfoque de
desarrollo humano propone fijar la atención en las capacidades
de las personas y no en la posesión de bienes, apartándose así
del criterio defendido por la economía clásica y otras visiones
conexas. El mismo Aristóteles ofrecía una pista significativa
cuando decía que, aunque alguien tuviera todos los otros
bienes, “sin amigos nadie querría vivir” (Aristóteles 2000,
323). Además de hacer la vida soportable, según él, los lazos
de amistad permiten que las personas estén más capacitadas
para pensar y actuar. El viejo filósofo griego destaca, en un tono
emotivo que no parece haber utilizado para referirse a otros
asuntos, la importancia de los lazos de amistad para crecer y
poder florecer como seres humanos.
Las capacidades individuales de una persona se refieren
a la facultad que ella tiene para escoger entre diferentes
combinaciones de realizaciones, o de cosas que desea ser o hacer
(Sen 1999, 75). Estas capacidades requeridas para la expansión
de la libertad no pueden reducirse a una lista cerrada de
habilidades o destrezas, sino que son contextuales y dependerán
de las características de las personas y sus entornos. De allí que,
además de las capacidades más frecuentemente mencionadas
en la literatura –la educación, la salud, los ingresos–, deben
considerarse otras según las necesidades o características
propias de los países.
El énfasis en las capacidades no significa que se considere
de poca importancia el que una persona cuente o no con un
ingreso, salud, vivienda o alimentos, por citar algunos de los
bienes que cualquier persona requiere para vivir con dignidad.
El enfoque de desarrollo humano clama porque se reconozca
que estos bienes son valiosos pues constituyen medios al
servicio de las finalidades que las personas tracen para sí
mismas. Esta distinción entre bienes, en un sentido amplio, y
capacidades, es producto del reconocimiento de una serie de
asuntos que han sido ignorados por las visiones predominantes
del desarrollo, a saber:
La literatura sobre el enfoque de desarrollo humano es abundante. Al lector o lectora interesada en ahondar en este tema se le sugiere remitirse a
la amplia bibliografía especializada disponible. Se recomiendan los siguientes textos: Sen (2000), Sen (1999), Ul Haq (2003), PNUD (1990). En los
últimos años la reflexión sobre el enfoque de las capacidades ha dado giros importantes a partir de las críticas que varios de sus proponentes, en
especial Amartya Sen y Martha Nussbaum, hicieran al pensamiento liberal de John Rawls. La obra de Amartya Sen The Idea of Justice (2009) y las
obras de Martha Nussbaum Frontiers of Justice (2006) y Creating Capabilities (2011) pertenecen a esta nueva generación de trabajos caracterizada
por su cercanía con el pensamiento aristotélico. Esta literatura es a la vez particularmente útil para el análisis de la convivencia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
27
• No todas las personas comparten los mismos fines. Los
fines u objetivos que se proponen los distintos individuos
son variados y dispares, como lo revela la diversidad de
modos de vida, actividades concretas o profesiones, que
las personas escogen o desearían escoger. Así, por más
interesante que pueda parecer una carrera o un oficio a una
persona, estos podrán carecer de interés para quienes tienen
otras inquietudes o intereses.
• La propuesta de evaluar el bienestar de las personas en
términos de capacidades y no de posesiones permite
apreciar un aspecto adicional de la vida humana largamente
ignorado: las personas no valoran solamente aquello que
las beneficia en lo personal. Puede que para alguien lo
importante no sea ver crecer su fortuna, sino entregar sus
conocimientos a un proyecto dirigido a que otros tengan
salud y bienestar o a lograr que una comunidad conserve
sus bosques para las generaciones presentes y futuras.
• Las características de las personas y su entorno afectan
lo que éstas pueden hacer con un bien determinado. Los
bienes cumplen su función cuando existen capacidades
para ello. Por sí mismos, los bienes podrían ser inútiles.
Una cocina eléctrica, por ejemplo, no cumplirá su función,
o será de poca utilidad, allí donde no hay electricidad.
Para el enfoque de desarrollo humano, lo importante
entonces no es lo que uno tiene –sea esto educación, ingresos
o alimento–, sino lo que uno puede lograr con lo que tiene, lo
que uno puede realizar. Incluso, lo que uno puede realizar con
dichos bienes para ayudar a otros. Mientras que las capacidades
son la medida de la libertad, el conjunto de realizaciones de las
personas permite valorar su situación actual.
Los seres humanos adquieren o no capacidades y son o
no capaces de utilizarlas en beneficio propio. Por supuesto,
ello depende en gran parte del contexto en el que viven, del
acceso a oportunidades socialmente creadas, del apoyo que
reciban de otras personas, del reconocimiento y respeto de los
derechos humanos. Además, las capacidades se transforman,
amplían o combinan de distinta manera en las distintas facetas
de la vida de una persona. Así, lo que hoy constituye una
realización, mañana se convertirá en una capacidad que me
permitirá optar por nuevos caminos; pero además, conforme
cambian las circunstancias de una vida humana, por aspectos
relacionados con cuestiones tales como la edad, la enfermedad
o el infortunio, o por decisiones personales como puede ser
mudarse de país, las capacidades que una persona tiene a su
haber pueden dejar de ser las más adecuadas. Por eso las
personas seguirán requiriendo apoyos para enfrentar las nuevas
2
28
realidades. Desde esta perspectiva, los seres humanos son una
potencialidad hasta el último momento de sus vidas y siempre
existe la posibilidad de que requieran el apoyo de otros, aún en
aquellos casos extremos en que un proyecto de vida privilegie el
aislamiento, la soledad o la contemplación2.
El modo de vida de una persona depende no solamente
del conjunto de capacidades que tiene a su haber, sino también
de que pueda poner dichas capacidades al servicio de sus
preferencias de vida. Para que esto ocurra se requiere que las
personas sean agentes de su destino y el de su sociedad, lo
cual lleva a poner la mirada en lo que las personas hacen o
podrían hacer con su formación, en relación con sus fines y el
cumplimiento de metas. La agencia de las personas tiene que
ver con su habilidad de velar por el cumplimiento de sus propios
objetivos y de fortalecer su poder de negociación frente a otros.
Ello implica para las personas creer en la validez e importancia
de sus fines y buscar formas para asegurar la legitimidad de
estos en el entorno más amplio en el que actúan (Sen 1990,
1999; Gasper y van Staveren 2005).
Sin embargo, el contexto social en el cual las personas
viven puede crear obstáculos para que ejerzan sus libertades y
desarrollen capacidades. El desarrollo de capacidades se vuelve
un desafío aún mayor en vista de la falta de reconocimiento y
respeto de los derechos humanos y la existencia de desigualdades
de toda índole, como aquellas que tienen su origen en el ingreso,
el género, la edad o la nacionalidad de las personas. Aun cuando
las personas cuenten con capacidades, ello no garantiza que
tendrán la oportunidad de ejercerlas en beneficio propio. En
una sociedad que discrimina por razones étnicas, los miembros
de la etnia discriminada probablemente tendrán mayores
dificultades para encontrar un trabajo, aún aquellos que
cuenten con una excelente educación. Por esta razón, el enfoque
de desarrollo humano también hace un llamado a remover los
obstáculos –en especial las prácticas discriminatorias– que
impiden a las personas ejercer su libertad.
Para explicar esto, Martha Nussbaum distingue entre tres
tipos diferentes de capacidades: básicas, internas y combinadas.
Al tipo de nivel más bajo de capacidad le llama capacidades
básicas. Se trata de un conjunto de capacidades innatas de los
individuos que les permiten y son necesarias para desarrollar
capacidades más avanzadas. Dentro de dicho conjunto
Nussbaum cita la capacidad de ver, oír y hablar (Nussbaum
2002, 127-128). Al segundo tipo le llama capacidades internas.
Estas consisten en “estados desarrollados de la persona misma
que, en la medida en que concierne a la misma persona, son
condición suficiente para el ejercicio de la función requerida”
(Nussbaum 2002, 128).
Esta idea hace eco de lo dicho por Aristóteles en el sentido de que la “eudaimonía” o felicidad se construye a lo largo de una vida entera.
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Las capacidades internas conciernen a las personas pero a
menudo requieren del entorno para poder desarrollarse, como
es el caso de la capacidad de expresar sentimientos o tener un
funcionamiento sexual. Estas capacidades hacen referencia
a rasgos intelectuales, emocionales o físicos de las personas,
forjados en estrecha interacción con el entorno familiar, social,
político o económico en el cual ellas se desenvuelven. Las
capacidades internas son la base sobre la que se construyen las
capacidades combinadas.
Las capacidades combinadas, según Nussbaum, son
“capacidades internas combinadas con adecuadas condiciones
externas para el ejercicio de la función” (Nussbaum 2002, 128).
En muchos contextos, las personas tienen las capacidades
internas pero carecen de las condiciones externas para
ejercerlas de acuerdo a sus proyectos de vida. Alguien que ha
estado acostumbrado a ejercitar sus libertades religiosas y de
expresión, por ejemplo, puede verse compelido a no seguir
haciéndolo debido a cambios políticos y legales. En muchos
países, las mujeres cuentan con las capacidades internas para
la expresión sexual, el empleo o la participación política, pero
millones de ellas no pueden ponerlas en funcionamiento
debido a restricciones externas. Debido a lo anterior, es preciso
colocar el énfasis en las capacidades combinadas pues se trata de
una conjunción del desarrollo apropiado de las potencialidades
internas con las condiciones externas que hacen posible su
funcionamiento (Nussbaum 2002, 129).
Nussbaum explica que una función de la sociedad ha de ser
el cultivo de las capacidades internas de las personas, a través de
los sistemas de salud y educación, así como creando condiciones
para que las familias apoyen a sus miembros y aseguren entornos
potenciadores y afectivos. Una sociedad puede ser eficaz
en términos de generar posibilidades para que la población
desarrolle capacidades internas, pero no necesariamente ofrecer
condiciones para que las personas hagan uso de ellas y formen
capacidades combinadas (Nussbaum 2011, 23).
En la dimensión relacional de la vida humana se ubican
muchas de las posibilidades y obstáculos que hacen posible
el desarrollo humano de las personas. Es innegable el papel
instrumental de las instituciones y de las políticas para propiciar
el bienestar de las personas, mediante oportunidades sociales
para la creación de capacidades. De allí la relevancia que el
enfoque de desarrollo humano presta a un fenómeno grupal
por excelencia como la democracia. Además de reconocerle
un rol instrumental, se le reconoce un valor intrínseco en tanto
permite a las personas expresarse y actuar sobre el medio en el
que habitan (Sen 2002, 79).
El Estado y la sociedad comparten la responsabilidad de
promover que las personas puedan desarrollar un conjunto
3
adecuado de capacidades, tantas como sea posible. Sin embargo,
ello no es una tarea fácil y requiere de procesos justos y del
concurso y la participación de todos. La gestión del desarrollo
humano precisa que todos tengan voz para definir las normas
e instituciones que han de regir la sociedad. Esto se explica
porque la participación es un derecho humano y es en sí misma
una aspiración del desarrollo. Pero, además, la participación
de las personas en los asuntos que les conciernen hace más
equitativas y aumenta la eficacia de normas e instituciones.
Sobre el Estado y sus instituciones recae también la
responsabilidad de eliminar los obstáculos que impiden o
dificultan a las personas desarrollar o utilizar a su favor sus
capacidades. Dichos obstáculos suelen tener sus raíces en la
discriminación, el prejuicio y la violencia, es decir, aquellos
aspectos que dificultan que las personas sean actores de sus
propias vidas y agentes de los procesos de transformación
social. Con su llamado a fortalecer la agencia de las personas,
el enfoque de desarrollo humano agrega nuevas exigencias a las
reivindicaciones asociadas al reconocimiento de los derechos
humanos.
Existe una estrecha relación entre el desarrollo humano y
los derechos humanos. Como explica el Informe Mundial sobre
Desarrollo Humano del año 2000, “si el desarrollo humano
se centra en el fortalecimiento de las capacidades y libertades
de los miembros de una comunidad, los derechos humanos
representan las reivindicaciones que las personas tienen
respecto de la conducta de agentes individuales o colectivos o de
la estructura de mecanismos sociales para facilitar o garantizar
esas capacidades y libertades.” El desarrollo humano también
puede verse como un medio para hacer realidad los derechos
humanos. Nussbaum (2000, 98) argumenta que algunos
derechos pueden visualizarse como capacidades combinadas.
Este es el caso de los derechos a la participación, al ejercicio libre
de una religión, de expresión libre, entre otros. Asegurar estos
derechos implica poner a las personas en la posición de tener la
capacidad combinada para poder ejercer la función respectiva.
No es suficiente que exista el derecho a la participación en el
papel; los ciudadanos deben poder ejercerlo.
Por otro lado, la influencia de la dimensión relacional
también se reconoce en el hecho de que “ningún individuo
puede pensar, escoger ni actuar sin ser influenciado de una
forma u otra por la naturaleza y el funcionamiento de la sociedad
a su alrededor”. (Sen 2002, 80)3. Es por esta característica de
las preferencias de las personas, de ser influenciadas por el
contexto en que viven y adaptarse a él, que las capacidades se
proponen como una alternativa objetiva para medir bienestar,
Traducción propia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
29
en contraposición con otros enfoques que se basan en aspectos
subjetivos como la utilidad. Este es el caso cuando las mujeres
pueden llegar a aceptar que su posición es naturalmente
inferior a la de los hombres, y las personas en situación de
pobreza pueden tener dificultades para reconocer el grado de
sus privaciones. A este fenómeno se le ha dado el nombre de
preferencias adaptativas. (Recuadro 1.1)
Así pues, aunque el enfoque de desarrollo humano propone
que las personas ocupen el centro del análisis para evaluar los
resultados, al mismo tiempo reconoce que la sociedad y las
instituciones tienen papeles importantes al crear las condiciones
necesarias para el desarrollo humano. Algunos contextos
contribuyen favorablemente al desarrollo de capacidades. Pero
otros contextos pueden impedirlo. Por esa razón, el enfoque
da especial importancia a temas tales como la creación de
oportunidades, la eliminación de barreras, el reconocimiento de
derechos humanos, la democracia y el impacto que, mediante
la cultura, los valores y mandatos, tiene la sociedad sobre la
evaluación que hacen las personas de su propia situación.
Por otro lado, el esfuerzo colectivo hace posible el esta­
blecimiento de capacidades colectivas. Con ello nos referimos,
en este documento, a “aquellas capacidades que sólo se pueden
lograr socialmente... como resultado de la interacción social”
(Comim y Carey 2001, citado por Ibrahim 2006, 403)4. Esto
incluye las habilidades y condiciones creadas en sociedad
para instalar mecanismos que provean bienes, servicios o
posibilidades de participación a partir de los cuales se amplíen
las opciones de las personas para concebir y concretar sus
proyectos de vida.
Debemos reconocer que, en este aspecto, hemos optado por
una posición distinta a la de Sen, quien no acepta el concepto
de capacidades colectivas. Para él, las estructuras sociales tienen
un carácter meramente instrumental; las cuestiones que no
pueden ser reducidas a propiedades individuales no pueden ser
valoradas desde la perspectiva de las capacidades (Comim 2008).
Sin embargo, otros autores sí utilizan el concepto de capacidades
colectivas como Evans (2002), Ibrahim (2006) y Stewart (2005).
Ejemplo de capacidades colectivas serían cuestiones tales
como el arraigo de la confianza y la disposición de la población
hacia la cooperación o la observancia de la ley. También podemos
mencionar ejemplos más concretos como la provisión popular
de vivienda mediante un sistema nacional, el suministro de
energía eléctrica, o la posibilidad de elegir democráticamente
a quienes gobiernan.
4
30
Traducción propia.
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Recuadro 1.1
El problema de las preferencias adaptativas
La teoría económica dominante define el bienestar en
términos de utilidad o satisfacción de preferencias. Las
preferencias son entendidas como la percepción de las
personas sobre su propio interés. De esta forma, se
trata de capturar el bienestar subjetivo de las personas,
determinado de acuerdo con los intereses, deseos y
aspiraciones de cada individuo.
Esta visión ignora, sin embargo, la posibilidad de
que las preferencias de las personas se ajusten a las
condiciones en que viven, lo que creen factible lograr,
sus valores o presiones sociales. Este fenómeno
es lo que se denomina preferencias adaptativas y
constituye una de las mayores críticas del enfoque del
desarrollo humano al utilitarismo. Sen (1990, 129)
explica que personas que han sufrido constantemente
de privaciones pueden estar acostumbradas a la
desigualdad, desconocer de posibilidades para el
cambio social, estar desesperanzadas acerca de la
rectificación de sus carencias, estar resignados a su
destino y estar dispuestos a aceptar la legitimidad
del orden establecido. Ante estas circunstancias, las
personas pueden reducir sus aspiraciones para evitar
la frustración y encontrarse relativamente satisfechas
y felices. Sin embargo, sus privaciones reales
permanecen, y por más felices que estén, no puede
decirse que su bienestar sea equivalente al de otra
persona con el mismo nivel de utilidad o satisfacción y
sin carencias.
Por lo tanto, las medidas subjetivas del bienestar
pueden ocultar privaciones reales que enfrentan las
personas. Consecuentemente el enfoque de desarrollo
humano propone que el bienestar sea valorado en
términos objetivos. Como argumenta Sen (1990, 128):
“El bienestar de una persona puede ser
visto convincentemente en términos de los
funcionamientos y capacidades de una persona,
lo que ella puede hacer o ser (por ejemplo, la
habilidad de estar bien alimentado, de escapar
de la morbilidad o mortalidad evitable, de leer y
escribir y comunicarse, de participar en la vida
de la comunidad, de aparecer en público sin
vergüenza)”i
i Traducción propia
Fuente: Elaboración propia.
Como se verá más adelante, la noción de capacidades
colectivas es central para entender los vínculos entre
convivencia y desarrollo humano. Por el momento, queremos
destacar la relevancia de estudiar la convivencia pues sabemos
que las relaciones y colaboraciones entre personas pueden
generar capacidades individuales y colectivas que favorecen
el desarrollo humano. También sabemos que el entorno social
en el cual se desenvuelven las personas puede representar un
obstáculo para el ejercicio de la libertad o, por el contrario,
favorecerlo.
En síntesis, desarrollo humano, para los fines de esta
exposición, se entiende como un proceso mediante el cual las
personas amplían sus opciones para alcanzar los proyectos
de vida que valoran. Implica la eliminación de carencias, el
desarrollo de capacidades, el reconocimiento de derechos
humanos, la remoción de obstáculos para el ejercicio de las
libertades y la agencia de las personas para definir su rumbo
e influir sobre su entorno. Visto así, el desarrollo humano está
relacionado con los patrones de convivencia.
A continuación nos adentramos en algunos modelos
teóricos que nos permitirán ahondar en los rasgos centrales de
la convivencia en las sociedades modernas.
iii. Conflictos y acuerdos cooperativos
Suele asumirse que la lógica que guía una asociación de
personas es de cooperación y que las interacciones entre las
personas están guiadas por la necesidad de aunar esfuerzos
en aras de objetivos comunes. Asimismo, se supone que
las instituciones debieran tener como finalidad facilitar la
cooperación en una sociedad. Sin embargo, no puede negarse
que el conflicto acompaña inevitablemente los ánimos
cooperativos de las personas y afecta el accionar institucional.
Aunque vivir con otras personas sea propio del ser humano,
ello no significa que transcurra sin altibajos, tensiones o
violencia. De la vida en común devengamos gran provecho,
pero también grandes sufrimientos. La disparidad de las
ideas, deseos, acciones y proyectos de vida de las personas
que conviven en las sociedades contemporáneas puede
provocar conflictos y desacuerdos. Esta diversidad de visiones,
perspectivas y opciones no debe pasar inadvertida para un
estudio sobre la convivencia, pues uno de los aspectos que
hace posible entablar relaciones satisfactorias con los demás
es, justamente, la habilidad de comprender que no todas las
personas aspiramos a lo mismo y que una de las principales
virtudes que puede cultivar una sociedad es el pluralismo.
En La Idea de la Justicia, Amartya Sen insiste en la
importancia del pluralismo, retoma la noción de razón pública
presente en John Rawls e insiste en darle mayor peso al papel
de ésta como vía para abrir espacios para que la diversidad
de voces presentes en una sociedad pueda ser escuchada. Su
propuesta parte de la teoría de la elección social. Ésta se interesó
históricamente en la construcción razonada del orden social y
el rechazo a la arbitrariedad e inestabilidad de procedimientos
de elección social. La democracia, de acuerdo con la tesis que
sostiene Sen, no es sino el gobierno por medio de la discusión. La
calidad y eficacia de la democracia descansa pues en la calidad
de la razón pública, que depende tanto de que la pluralidad de
la sociedad esté representada en la discusión pública, como de
la calidad y capacidad de las personas para acceder y hacer uso
de la información. Subyace a la idea de razón pública la de que
la gente es, en conjunto, capaz de razonar y criticar sus propias
decisiones y las de otros (Sen 2009).
Más aún, nuestros intercambios y relaciones con las demás
personas están influidos por el lugar que ocupemos en una
matriz social. En ésta no solamente participan individuos,
sino también grupos, y se establecen jerarquías que legitiman
o descalifican las necesidades, aspiraciones e intereses de unos
sobre otros.
Consecuentemente, las transacciones entre las personas,
aún las más cotidianas, pueden tomar la forma de esfuerzos
cooperativos atravesados por el conflicto, en los cuales las
desigualdades y las relaciones de poder juegan un papel
determinante. Incluso cuando los elementos de conflicto
desaparecen, existe la posibilidad de que el desenlace no
beneficie a todas las personas involucradas por igual, pues aún
en los acuerdos cooperativos que resulten de la voluntad de las
partes no será extraño encontrar atisbos de injusticia.
La noción de acuerdos cooperativos, es particularmente útil
para comprender algunos de los aspectos que caracterizan la
convivencia. El concepto proviene originalmente del artículo
titulado “Género y conflictos cooperativos”, donde Amartya Sen
(1990) ilustra este tipo de situación al explicar las dinámicas en
la familia en términos de conflictos cooperativos. El desenlace
de este tipo de conflictos está determinado por el poder de
negociación de las partes, un poder que a su vez depende
del mérito o el valor que las personas asignen a sus propios
objetivos y de la legitimidad social de estos. El modelo de los
conflictos cooperativos permite comprender, por ejemplo,
por qué, en virtud del sistema de género, las mujeres tienen
sistemáticamente menos posibilidades que los hombres de
lograr que los acuerdos cooperativos las favorezcan.
Las instituciones y las normas tampoco son ajenas al
conflicto y a las desigualdades a las que acabamos de hacer
referencia. Por un lado, lo institucional y lo normativo son
reflejo de las tensiones sociales. Pero, por otro lado, también
están llamados a mediar, encausar o resolver el conflicto y a
balancear las desigualdades de poder que inhiben el desarrollo
humano de las personas. Ello, como bien sabemos, no siempre
ocurre, pues las instituciones y las reglas del juego socialmente
establecidas también son resultado de tales procesos.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
31
Lo que se debe aceptar es que la cooperación y el conflicto
son propios de toda convivencia y que la organización social
o los arreglos sociales son producto de cómo ocurre la
negociación entre los grupos sociales. Además, es indispensable
el reconocimiento de los nudos que se originan en las tensiones
y desigualdades de las que ningún grupo humano es ajeno.
En vista de lo anterior, ha de ser una tarea permanente de la
sociedad y sus instituciones definir acciones para transformar
las dinámicas de cooperación y conflicto en resultados justos
para todas las personas.
iv. Aproximaciones teóricas a la convivencia
Existe abundante literatura que, aun cuando parte de
perspectivas distintas a la nuestra, se aproxima al tema de la
convivencia mediante conceptos cercanos y útiles para la
presente discusión. Para emprender el análisis de la convivencia
en Costa Rica, han sido particularmente útiles los estudios
dedicados a temas como la anomia, la exclusión social y el
capital social.
En el curso de esta investigación, los enfoques identificados
en la literatura fueron distribuidos en dos grupos. El primero
de ellos incluye los estudios que enfatizan las virtudes de una
buena convivencia. El segundo grupo se compone de trabajos
que llaman la atención acerca de los resultados perjudiciales
de ciertas formas de convivencia. Al primer grupo le hemos
llamado enfoque positivo y al segundo enfoque negativo de la
convivencia. Empezaremos a considerar los rasgos de este
último.
El enfoque negativo tiene como punto de partida la línea de
investigación que inauguró Émile Durkheim, un siglo atrás, con
sus estudios acerca de la anomia. Durkheim dio a conocer este
concepto en su indagación sobre la división social del trabajo y,
posteriormente, en un estudio sobre el suicidio5. Aunque es claro
que el contexto en el cual surgió este concepto es muy diferente
del actual, caracterizado por una complejidad mucho mayor,
estimamos que el enfoque puede aportar valiosos elementos al
debate sobre la convivencia y el desarrollo humano.
Según el enfoque de Durkheim, el concepto de anomia alude
a una situación de desorden en la sociedad. Este desorden puede
provenir de procesos acelerados o profundos de cambio social.
Se trata de procesos que pueden generar un debilitamiento de
las normas sociales, un exceso de rigidez de las mismas o un
desajuste entre los principios personales o grupales y los de
la colectividad. El aumento en las tasas de criminalidad o de
suicidio es visto, desde esta perspectiva, como expresión de
32
5
Durkheim (1928), Durkheim (1971).
6
Traducción propia.
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
anomia, pues la pérdida del poder regulador de la sociedad
incide en el comportamiento individual.
Otros influyentes trabajos sobre el tema fueron realizados por
Parsons (1951), Merton (1938, 1964) y Elster (1997). El trabajo
de Merton es particularmente pertinente pues relaciona el
problema de la anomia con las contradicciones que pueden surgir,
en una sociedad, entre las aspiraciones, propósitos e intereses
–que son culturalmente determinados– y la posibilidad que
tienen las personas de alcanzar dichos propósitos por vías
socialmente aceptadas. De esta forma, explica cómo “ciertas
estructuras sociales ejercen una presión definitiva sobre ciertas
personas en la sociedad para involucrarse en conductas
inconformistas en lugar de conformistas”. Dicho de otra
manera, para Merton existen casos en los cuales la “violación de
códigos sociales constituye una respuesta “normal”.”6 (Merton
1938, 672)
A riesgo de incurrir en una simplificación que no le hace
honor al trabajo de los autores arriba mencionados, la anomia
es producto de situaciones tales como: i. la falta o inaplicabilidad
de las normas o “falta de ley”, ii. el exceso de ley –que refiere a
una observancia acrítica de las leyes que impide el avance social
y se podría llamar “ritualismo”, iii. un desajuste entre la ley, la
moral y las costumbres y, por último, iv. las contradicciones que
surgen cuando hay un desajuste entre las aspiraciones que una
sociedad inculca a sus miembros y los medios que les provee
para alcanzarlos.
El exceso o la falta de ley, la contradicción entre
aspiraciones y medios, o la falta de legitimidad de la norma,
hacen que las personas se guíen por lógicas individuales o
grupales que resultan perversas desde el punto de vista de la
colectividad. Ejemplo de este tipo de conductas son situaciones
habitualmente mencionadas en la Costa Rica de hoy. Es el caso
del entrabamiento de procesos decisorios a causa de la vigencia
de profusos mecanismos de control o las manifestaciones de
corrupción y el crimen como medios para satisfacer lógicas
de consumo prevalecientes. También podemos mencionar la
opción de tomar la justicia por mano propia ante la incapacidad
del Estado de hacer cumplir las leyes y sancionar a los autores
de actos de violencia.
Otro enfoque, de más reciente data, que analiza efectos
negativos de las dinámicas sociales, es el de la exclusión social.
El origen del concepto de exclusión social se remonta a René
Lenoir (1974), quien lo utilizó para referirse a aquellas personas
que, en Francia, no se encontraban protegidas por el estado de
bienestar y eran considerados “desadaptados sociales”7 (Saith
2001, 3). El término fue ampliado luego para considerar otras
formas de desventaja social, como el aumento en el desempleo a
largo plazo y la creciente inestabilidad de las relaciones sociales
observadas en Francia durante las década de 1970 y 1980. (Saith
2001; Silver 1995)
Actualmente existen múltiples formas de definir la exclusión
social. Casi todas ellas se refieren a los procesos que inhiben
la participación de personas o de grupos en las actividades
diversas a las que tiene acceso la ciudadanía de una sociedad,
por razones de género, etnia, clase social, religión, edad, entre
otras. La inclusión social, por lo tanto, requiere neutralizar o
revertir estos procesos que generan la exclusión de individuos
o grupos. En este enfoque tienen gran importancia temas como
el acceso a la ciudadanía, la identidad –dado que constituye una
causa importante de la exclusión de ciertas poblaciones, por
ejemplo, los pueblos indígenas–, los derechos de las personas
y grupos poblacionales, las características estructurales de la
sociedad y los aspectos multidimensionales, rela­
cionales y
distributivos de la pobreza (Bhalla y Lapeyre 1997; Laderchi,
Saith y Stewart 2003; Rodgers 1995). Además, el enfoque de la
exclusión social da relevancia a las nociones de responsabilidad
y agencia. Estudia a los actores que promueven la exclusión o
que excluyen, sus razones y sus métodos, así como el rol de los
excluidos en promover su propia inclusión. (Rodgers 1995, 51)
Para lograr la inclusión social pueden ser necesarias
políticas públicas que promuevan el reconocimiento y el
respeto de la diversidad. Asimismo se requieren tales políticas
para romper barreras excluyentes –por ejemplo, eliminando
la discriminación, implementando acciones afirmativas o
eliminando restricciones a la ciudadanía–, distribuir algunas de
las oportunidades y resultados de forma más justa (Laderchi,
Saith y Stewart 2003; Rodgers 1995) y facilitar la participación de
miembros de poblaciones excluidas y su efectiva representación
en los procesos de toma de decisiones (Rodgers, 1995). Hasta
aquí este boceto del enfoque negativo de la convivencia.
Por su parte, en lo que llamamos el enfoque positivo de la
convivencia concurren trabajos recientes que abordan temas
tales como “capital social”, “cohesión social”, “coexistencia” y
“civilidad”.
La aproximación a la convivencia desde el tema del capital
social se remonta a las últimas décadas del siglo pasado. Su
principal proponente es James Coleman, quien se basa en
trabajos previos de Homans (1961), Granovetter (1973, 1985),
y Bourdieu (1986). Es preciso reconocer que en el caso de éste
último, el concepto tiene características distintas. Del plano
7
sociológico planteado por Coleman, la noción de capital social
migró a otras disciplinas a través de la obra de Robert Putnam y
de los trabajos que se impulsaron sobre el tema desde el Banco
Mundial en la década de 1990.
Pierre Bourdieu (1986) define el capital social como el total
de recursos reales o potenciales que se encuentran ligados a
una red durable de relaciones de mutuo reconocimiento más
o menos institucionalizada. Bourdieu asume que dicha red
de conexiones no está dada natural ni socialmente, sino que
requiere de inversiones individuales o colectivas dirigidas a
establecer o reproducir relaciones sociales que pueden ser de
utilidad en el corto o largo plazo. Un ejemplo de ello sería la
posibilidad de transformar relaciones del barrio o del trabajo en
relaciones que implican obligaciones durables subjetivas, como
los sentimientos de amistad, gratitud, y respeto, o que estén
garantizadas institucionalmente mediante los derechos.
Pese a que puede encontrarse una gran variedad de
acepciones de la teoría del capital social, en esencia ésta llama
la atención sobre el rol que juegan aspectos tales como la
confianza, la reciprocidad y la participación en la consecución
de objetivos ulteriores como pueden ser la estabilidad
democrática y el desarrollo económico.
La noción de capital social se emplea en la actualidad para
analizar una gran variedad de temas. Es el caso de los niveles
de votación en un país, las tasas de criminalidad o la repitencia
escolar. La mayoría de estos estudios otorgan un lugar central
a la confianza, a la cual le asignan un papel facilitador de la
cooperación social y de la obtención de metas individuales y
colectivas. Junto con la confianza aparecen también las redes
de organizaciones voluntarias. En el marco de éstas se asume
que entre las personas emergen sentimientos de confianza y
reciprocidad que permiten el establecimiento de vínculos entre
los individuos y la sociedad.
Dicho esto, lo cierto es que las redes de organizaciones
voluntarias pueden también dar lugar a consecuencias
perversas. Diversas investigaciones buscan distinguir cuándo
ello es así. Amartya Sen (2004, 41), por ejemplo, argumenta que
la solidaridad al interior de un grupo puede estar acompañada
de una actitud poco amistosa hacia aquellos que no son
miembros de él. Un caso en el cual esta situación podría ocurrir
es entre personas que tienen largo tiempo habitando una región
e inmigrantes recién llegados. Portes (1998, 15) propone otro
ejemplo haciendo referencia a casos en que grupos étnicos
controlan ciertas actividades económicas. En estos casos,
quienes pertenecen a esos grupos utilizan el capital social a
Entre estos se incluían personas con discapacidades físicas o mentales, adultos mayores, drogadictos, delincuentes, suicidas, entre otros.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
33
su ventaja para facilitar negocios, lo cual dificulta a su vez la
entrada a personas de afuera. De esta forma el capital social de
un grupo puede ser perjudicial para otro al generar presiones
excluyentes.
Además de la exclusión, Portes (1998) menciona otras tres
posibles consecuencias negativas del capital social. La primera
se refiere a la posibilidad de que el capital social impida que las
iniciativas empresariales de los miembros de un grupo prosperen
debido a la constante búsqueda de asistencia, ya sea en la forma
de empleos o ayuda financiera, de otros miembros del grupo.
La segunda consecuencia negativa ocurre cuando grupos o
comunidades estrechamente unidos generan demandas para la
conformidad y un fuerte control social, lo cual puede restringir
las libertades individuales y limitar la creatividad individual de
sus integrantes. Una tercera consecuencia negativa del capital
social aparece cuando la solidaridad grupal está basada en una
experiencia común de adversidad y oposición a la sociedad.
En estos casos, Portes (1998, 17) explica que experiencias de
éxito individual atentan contra la cohesión del grupo –basada
precisamente en la idea de que esto no es posible–. El resultado
es una reducción de las normas y las aspiraciones y la expulsión
de las personas más creativas o ambiciosas.
Otro enfoque que comparte muchas de las mismas preo­
cupaciones de la exclusión social es el de la cohesión social.
Este tiene un origen más reciente8. Desde el punto de vista
institucional, varias investigaciones realizadas por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han dado a
conocer esta corriente de análisis en la región latinoamericana9.
En términos generales, el enfoque de cohesión social se
refiere a los mecanismos y procesos formales e informales que
hacen posible incorporar plenamente a todas las personas y
grupos sociales que conforman una sociedad. La cohesión
social se puede ver como “la capacidad de una sociedad para
asegurar el bienestar de todos sus miembros, al minimizar las
disparidades y evitar la polarización” (Consejo Europeo 2004,
citado por Sojo 2008). Sin embargo, la dimensión del bienestar
material no parece ser suficiente.
“Según la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (CEPAL), la cohesión social es el resultado
deseable de dos vías de integración de los sujetos, la
primera de estas vías está constituida por mecanismos
Aspectos del enfoque de cohesión social como el sentido
de pertenencia, la cercanía con las instituciones, así como la
disposición a participar en espacios de encuentro, ofrecen
aristas de interés. Este enfoque ha provisto una serie de hipótesis
sobre el tejido social que acercan a la discusión otros aspectos,
además de los ya mencionados relativos a la exclusión social o a
la desigualdad en sus múltiples manifestaciones.
Sin embargo, existen diversas críticas al concepto. Jenson
(1998) sugiere la posibilidad de que darle excesiva atención a
la cohesión social reste importancia a cuestiones igualmente
importantes como la justicia social y la equidad. En nombre de
la cohesión se puede hacer un llamado a olvidar las diferencias.
“¿Pueden las identidades de los ciudadanos ser variadas y
múltiples, sin amenazar la cohesión social o es necesaria la
adhesión a una visión nacional?”10 (Jenson 1998, 36). Tal y
como explica la Comisión de Derechos Humanos de Canadá,
“existen aquellos que evocan una imagen de Canadá postguerra como un tiempo de gran cohesión social (…) Existe solo
un problema: esta visión de cohesión social excluye a casi todo
el mundo que no era de origen británico, de religión cristiana
y de género masculino”11 (citado por Jenson 1998, 36). Bernard
(1999) hace una crítica similar. Argumenta que conceptos
como cohesión social, capital social y confianza interpersonal
“justamente llaman la atención sobre los peligros del
neoliberalismo, pero en muchos casos prescriben una dosis de
compasión o un retorno a los valores en lugar de una corrección
de las desigualdades sociales y una mediación institucional de
los intereses”12 (Bernard 1999, 3).
8
Algunos de los proponentes más destacados del enfoque de la cohesión social son Székely (2006), Arriagada y Astelarra (2007) y Tokman (2007).
9
De manera especial, conviene tener presente el estudio de CEPAL, del año 2007, titulado Cohesión social. Inclusión y sentido de pertenencia en
América Latina y el Caribe.
10 Traducción propia.
11 Traducción propia.
12 Traducción propia.
34
de inclusión social como el empleo, la educación,
la protección social, el bienestar, los derechos y las
políticas de equidad. La segunda vía es la de los
comportamientos y sentimientos de lealtad. Esta supone
confianza en las instituciones, sentido de pertenencia
y solidaridad, aceptación de normas de convivencia,
confianza en los demás y disposición a participar en
proyectos colectivos…esto significa que la integración
no se logra exclusivamente mediante mecanismos y
funcionamientos institucionales y mercantiles, sino que
incluye un fuerte componente subjetivo y comunitario
relacionado con el sentido de pertenencia, la confianza
y la solidaridad” (Jiménez, 2009, 45-46).
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Otra crítica, extendida al enfoque de capital social, es que
la cohesión social puede resultar en la exclusión de aquellos y
aquellas que no son miembros de una comunidad. Como explica
Jenson (1998, 35), “si la cohesión social es necesariamente
característica de una comunidad, el asunto de los bordes y límites
siempre está presente. La cohesión depende de establecer un
límite entre los miembros de una comunidad y aquellos que no lo
son.”13 Para atender estos posibles problemas, la autora propone
identificar mecanismos e instituciones necesarios para crear un
balance entre justicia social y cohesión social, correspondiendo a
estas promover la igualdad de oportunidades a lo largo de todas
las dimensiones de diversidad y, al mismo tiempo, fomentar la
capacidad de trabajar en conjunto.
Los trabajos sobre capital y cohesión social no son los
únicos que hacen un enfoque positivo de la convivencia. Es
posible mencionar otros, como el enfoque de civilidad o el de
coexistencia. Ambos aportan elementos valiosos y relevantes
para nuestro análisis. El enfoque de civilidad resalta el valor que
tienen para la democracia y para la vida en común el respeto de
los derechos y la observancia de deberes, así como la conciencia
entre las personas sobre la responsabilidad que compartimos
por las otras personas y por la comunidad14.
En términos generales, la literatura actual sobre la civilidad
puede subdividirse en dos tendencias: una que versa sobre
el papel de las instituciones sociales y políticas para la vida
en sociedad, y otra que hace hincapié en la influencia de las
virtudes sociales sobre la cultura, la educación y la reproducción
de valores15.
Del enfoque de la civilidad surgió también el enfoque
de coexistencia social. Este sugiere un estado o situación en
donde dos o más grupos sociales pueden vivir y convivir juntos
respetando sus diferencias o particularidades y resolviendo
sus conflictos de manera no violenta16. Procura determinar
y explorar cómo en sociedades multi y pluriculturales es
posible la existencia de las interrelaciones sociales tomando
en consideración –e incluso aprovechando– la diversidad
religiosa, étnica y de nacionalidad de origen. El enfoque ha
abandonado uno de sus lemas originarios, “¡dado que habitamos
juntos; convivamos, qué nos queda!”, para pasar a uno más
propositivo: “¡enriquezcamos nuestra convivencia a partir de
nuestras diversidad y similitud!”. De este modo, el enfoque de la
coexistencia aporta consideraciones relativas el reconocimiento
de la diversidad, el respeto, el disfrute de la compañía de otras
personas y la resolución pacífica de conflictos.
v. Breve recapitulación
Para los propósitos de nuestra investigación, ¿cuáles ideas
conviene retomar de lo hasta aquí expuesto? La primera de
ellas es que las interacciones sociales no son una opción, sino
una realidad de la vida humana. Todos los seres humanos
interactuamos necesariamente. Al comienzo de su Política,
Aristóteles sugiere que sólo un dios o una bestia pueden vivir
en soledad. En ese texto, y también en el libro primero de su
Etica Nicomáquea, él establece que los seres humanos, por
naturaleza, son seres sociales. Esta es una idea fundamental para
este informe. Ahora bien, esa primera constatación no parece
suficiente. Es preciso preguntarse cuáles características han de
tener estas interacciones para que satisfagan una perspectiva de
la convivencia favorable al desarrollo humano.
Las dos perspectivas teóricas que hemos analizado en el
apartado anterior, y a las cuales hemos calificado como negativa
o como positiva, aportan elementos útiles para nuestro análisis.
Por un lado, la tradición que se enmarca en lo que se ha llamado
el enfoque negativo ofrece pistas para pensar cuáles dinámicas
son señales de anomia y, por tanto, deben evitarse en virtud
de sus repercusiones adversas. Se trata de dinámicas que, por
estar afectadas por el miedo, la violencia o el irrespeto a la ley,
erosionan la vida cívica en la cual el desarrollo humano tiene la
posibilidad de prosperar. Bajo estas condiciones de convivencia,
las aspiraciones por las que clama el enfoque de desarrollo
humano se vuelven ilusorias.
Por su parte, las perspectivas que se inscriben en el enfoque
positivo permiten identificar patrones de relacionamiento
coherentes con la perspectiva que promueve el desarrollo
humano y, por tanto, potencian o crean condiciones en las
cuales se fortalecen las capacidades de las personas y se favorece
13 Traducción propia.
14 Naturalmente a estas variables se suman otros componentes que se pueden valorar hasta cierto punto como independientes a la civilidad misma,
pero que en el contexto del siglo XXI parecieran jugar un rol preponderante. Entre ellos se encuentran la multiculturalidad, la pluriculturalidad y la
interculturalidad. Al respecto véase Pérez Tapias (2007, p. 147-153).
15 Si se quiere, la primera tendencia posee una orientación más pragmática, mientras la segunda tiene un sentido ético-filosófico que ha dado
continuidad a los temas de debate asentados desde los clásicos. En relación con la primera tendencia, se pueden citar las obras de Whitman (2000),
Mires (2001) y Barnard (2005). Para la segunda tendencia pueden verse, Peck (1993), Mayo (2002), Calhoun (2000), Keirstead (2006) y Meyer
(2006). Otras investigaciones poseen una orientación en los dos sentidos. Es el caso de Camps y Giner (2004).
16 Algunos trabajos que se pueden citar en esta aproximación son Perroux (1960) y Allen (1967) en el contexto bipolar, e Ikeda (2003) en el contexto
unipolar.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
35
la expansión de sus libertades. Algunas de estas características
son la confianza, la participación y la corresponsabilidad.
por ejemplo, de los efectos perversos que tienen la desconfianza,
el desconocimiento de las normas o la falta de oportunidades
sociales para lograr metas de distinta naturaleza.
B. Atributos de la convivencia
La exploración inicial por la literatura, así como un
largo proceso de investigación cualitativa y cuantitativa,
nos ha permitido identificar un conjunto de atributos de la
convivencia que son de especial interés para este informe. Ese
es el caso de los siguientes atributos: confianza interpersonal,
solidaridad, civilidad, disposición a encontrarse, disposición
al diálogo y resolución pacífica de conflictos, reconocimiento
de la diversidad, promoción de esquemas inclusivos, disfrute y
reivindicación de derechos, participación ciudadana, cercanía
con las instituciones, respeto al Estado de Derecho, sentido
de pertenencia, sentido de protección, corresponsabilidad y
empatía (ver el Diagrama 1.1).
A partir de lo que sugieren los trabajos sobre la anomia, la
exclusión social, el capital social, la cohesión social, la civilidad
y la coexistencia, es posible identificar una serie de características o atributos de la convivencia cuyo estudio interesa priorizar.
Desde las escuelas vinculadas a lo que aquí hemos llamado
el enfoque positivo, surge un conjunto de atributos que incluyen
la confianza, el sentido de pertenencia, la participación en redes
y organizaciones voluntarias. Algunos de dichos atributos,
aunque no todos, se repiten en las corrientes de investigación
descritas bajo la categoría de enfoque negativo. En ellas se habla,
Diagrama 1.1
Atributos de la convivencia
Enfoques negativos
Atributos
Enfoques positivos
Confianza
interpersonal
Solidaridad
Civilidad
Disposición a
encontrarse
Disposición al
diálogo y
resolución pacífica
de conflictos
Reconocimiento
de la diversidad
Cohesión
social
Anomia
Exclusión
social
Promoción de
esquemas
inclusivos
Participación
ciudadana
Civilidad
Cercanía con las
instituciones
Respeto al Estado
de Derecho
Empatía
Sentido de
pertenencia
Sentido de
protección
Corresponsabilidad
Fuente: Elaboración propia.
36
Disfrute y
reivindicación
de derechos
Capital
social
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Coexistencia
Para desarrollar esta investigación, agrupamos los atributos
de la convivencia por similitud y proximidad hasta llegar a
cuatro conjuntos. Estos cuatro conjuntos de atributos de la
convivencia han sido designados aquí según las siguientes
categorías: Sociabilidad, Pluralismo, Democracia y Afiliación.
Aunque a lo largo del informe volveremos muchas veces sobre
el sentido de estos términos, a continuación adelantamos
algunos de sus rasgos más definitorios.
La Sociabilidad comprende atributos de las relaciones
tales como la confianza que guardan las personas entre sí, su
disposición a dialogar y resolver los conflictos pacíficamente.
Además incluye el trato que se brindan en sus contactos casuales
en espacios de uso común como calles, carreteras, plazas,
parques, playas y aceras. Por su parte, el Pluralismo tiene que
ver con atributos ligados a la diversidad o el carácter plural y
diferenciado de las sociedades modernas. En este informe, esta
categoría refiere a una fuerte aspiración por el reconocimiento,
operacionalización y disfrute de los derechos humanos. El
conjunto denominado Democracia incluye asuntos como la
participación de las personas en la vida cívica, la cercanía o
satisfacción que derivan de sus relaciones con las instituciones
públicas y el respeto a las leyes forjadas en sociedad. Por último,
el conjunto de atributos relativos a la Afiliación, remite a ciertos
aspectos de la convivencia tales como el sentido de pertenencia
de las personas, su capacidad de ponerse en el lugar de otros
y su confianza en que recibirán ayuda de los demás cuando la
necesiten. También incluye la corresponsabilidad como una
forma de participar de los esfuerzos dirigidos al bien común. La
capacidad de afiliación es fundamental pues tiene que ver con
nuestra disposición para asumir responsabilidad por el curso de
la vida en común y no sólo por la vida propia o la de nuestros
allegados.
Nuestro punto de partida es que los elementos agrupados en
los distintos conjuntos imprimen su carácter a la convivencia,
tal y como se sugiere en el Diagrama 1.2.
La Sociabilidad, el Pluralismo, la Democracia y la Afiliación
no operan de manera aislada. De hecho, muy a menudo se
entrecruzan y forman constelaciones de sentido que articulan
capacidades socioculturales y personales con capacidades
institucionales. Por ejemplo, la confianza en las instituciones, un
atributo democrático, suele estar vinculado con la capacidad de
afiliación y la corresponsabilidad. O bien, un Estado de derecho
consolidado propicia la existencia de sociedades pluralistas.
Por supuesto, este informe no puede y no pretende dar cuenta
exhaustiva de las conexiones existentes entre los conjuntos
de atributos de la convivencia. Sin embargo, cuando ello sea
pertinente, intentaremos esbozar sus vínculos plausibles.
En los apartados siguientes procederemos a explicar los
cuatro conjuntos y los atributos que se han asociado a cada uno
de ellos.
Diagrama 1.2
Cuatro conjuntos de atributos de la convivencia
Sociabilidad
Afiliación
Relaciones
entre
personas
Pluralismo
Democracia
Fuente: Elaboración propia.
i. Sociabilidad
La Sociabilidad designa el modo en el cual las personas
construyen cotidianamente sus relaciones con los demás en
ámbitos como el trabajo, los centros educativos, las calles, los
hogares y las vecindades. Este conjunto de atributos incluye la
confianza, la civilidad y la solidaridad que muestran las personas
en sus relaciones, así como su disposición a encontrarse con otros
y a resolver conflictos a través del diálogo. En ese sentido, tiene
que ver con la frecuencia, la intensidad y la calidad de los lazos
que construimos en nuestra vida social.
La confianza interpersonal dice algo acerca de la calidad de
los vínculos entre las personas, a partir de cuán extendida esté en
una sociedad la idea de que los demás se aprovecharán de nosotros
si llegaran a tener la posibilidad de hacerlo. Una sociedad con
altos niveles de confianza interpersonal es aquella en la cual las
personas entablan relaciones con los demás sin reparos o temor.
La confianza interpersonal supone que otros tienen buenas
intenciones hacia nosotros, pues está cargada de valores como
la sinceridad, la transparencia y la buena fe. Por el contrario, una
sociedad con baja confianza interpersonal se caracteriza porque
sus integrantes piensan que los demás se aprovecharían de ellos
en la primera oportunidad que se presente.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
37
La confianza interpersonal ha sido ampliamente discutida
por teóricos culturales como Robert Putnam (2000, 2002,
2003), James Coleman (1986, 1988), Niklas Luhman (1991,
1996) e Inglehart (1999). Ellos han intentado analizar los
efectos de la confianza interpersonal sobre el capital social o
la democracia. Para Coleman, por ejemplo, la confianza opera
como sustento de las relaciones de reciprocidad que son la base
del capital social.
La confianza interpersonal también alimenta la proclividad
de las personas a la civilidad y la solidaridad, otros conceptos
que nos serán útiles para referirnos a la convivencia en Costa
Rica. La civilidad alude a cierta aptitud de las personas para
relacionarse en colectivos; refiere a las conductas o reacciones
espontáneas de las personas frente a otras, muchas veces
desconocidas –aunque no necesariamente–, que pueden hacer
más fácil o más difícil la vida en sociedad. La civilidad que nos
interesa aquí es principalmente aquella que tiene lugar en los
espacios públicos: las aceras, las calles, los lugares de juego y
diversión, el transporte público o los parques. Implica respeto
a normas de “civilidad” hacia los demás: desde dar mi asiento
a la persona que lo necesita más que yo, hasta respetar una fila
o unas reglas que hemos decidido en común. Estos ejemplos
tan simples pueden estar cargados de mucho significado pues
ilustran la capacidad de tomar en cuenta las necesidades,
derechos e intereses de otras personas.
La civilidad está estrechamente relacionada con la
solidaridad, una disposición para ayudar a otras personas. Al
ayudar a otras personas espontáneamente se evidencia una
capacidad de ponerse en el lugar de los demás y de reconocer su
dignidad. De esto hablaremos más ampliamente en el capítulo
dedicado a la Afiliación.
Entre la confianza interpersonal y la solidaridad es posible
apreciar una relación de doble vía. Tendremos más voluntad
de ayudar a quien lo solicite si al hacerlo no nos sentimos en
riesgo y, al mismo tiempo, recibir ayuda de un desconocido
puede convencernos sobre la posibilidad del comportamiento
desinteresado por parte de los demás.
La sociabilidad se expresa también en el deseo de
encontrarnos con los demás y compartir espacios públicos
como los que acaban de mencionarse. Puede haber un goce
especial en la posibilidad de encontrarse con otras gentes.
Además, está demostrado que, si se da en condiciones óptimas,
el contacto con los demás debilita los prejuicios intergrupales
y evita la escalada de los conflictos17. Sin embargo, la voluntad
de las personas de compartir con otros, depende también de la
disponibilidad y la calidad de los espacios públicos o privados
dispuestos para tal fin.
Como señalamos más arriba, en las relaciones cotidianas
entre las personas también afloran conflictos, y las prácticas
habituales y comúnmente aceptadas para resolverlos
pueden fortalecer o debilitar las relaciones de confianza y de
cooperación. La posibilidad de resolver las diferencias sin
recurrir a la violencia depende, por un lado, de la disposición
de las personas a dialogar y a conciliar posiciones divergentes,
pero también de la posesión de habilidades para ello y de la
existencia de mecanismos aptos para dirimir conflictos de forma
pacífica, sean estos formales o informales, públicos o privados.
Así pues, la vía pacífica puede asumir múltiples formas. Estas
incluyen desde la instauración de mecanismos preventivos para
evitar la escalada de los conflictos, hasta formas asistidas y no
asistidas para dirimir disputas, que van desde la conciliación o
el arbitraje hasta el litigio.
ii. Pluralismo
El Pluralismo juega un papel fundamental en el tipo de
sociedades que nos ha tocado habitar. Para empezar, esta
categoría designa un hecho: la diversidad social y cultural. John
Rawls llama “hecho del pluralismo” a la pluralidad intrínseca
a cualquier cultura. Para Rawls, en cada sociedad existen
diferencias y tensiones en las creencias y visiones de mundo
de las personas (Rawls 1996 y 2001). A ello debemos agregar
un amplio conjunto de identidades diversas provenientes
de las lenguas, las etnias, las edades, los sexos, las clases, las
nacionalidades, y las personalidades. La gran familia humana
es diversa, como dice la Declaración Universal de Derechos
Humanos en su Preámbulo, y también lo es cada orden social.
Ahora bien, el Pluralismo no solamente designa un hecho
constatable, la pluralidad, sino también una aspiración ética
ligada al desarrollo humano y, por tanto, al desarrollo de las
capacidades y al ejercicio de las libertades. Sabemos que frente
a la diversidad las personas y sociedades suelen reaccionar
de distinta manera. Quizá podamos agrupar esas respuestas
en dos tipos de acciones y actitudes. Por un lado, contamos
con respuestas que reconocen las diferencias como un rasgo
ineludible de la humanidad. Por otro lado, existen acciones
y actitudes que no reconocen las diferencias y promueven la
aversión, la exclusión, la discriminación y, en el límite, el crimen.
Daría la impresión de que alguna sociedades e individuos
tienen como horizonte de convivencia vivir exclusivamente con
sus “iguales absolutos” (Jiménez 2009, 69-71). Pero esta es una
pretensión autoritaria, inalcanzable y peligrosa.
Por todo lo anterior, el Pluralismo promueve el reco­
nocimiento de la diversidad y los derechos de las distintas
minorías. Muchas sociedades son plurales, pues contienen
17 Pettigrew, Thomas (2008). “Intergroup Prejudice. Its Causes and Cures”. Actualidades en Psicología, N. 22, 115-124.
38
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
identidades y grupos diversos, pero no son pluralistas, pues
carecen de marcos de derechos para sus minorías y grupos
discriminados. Sin duda, el Pluralismo implica una fuerte
aspiración a convivir sin discriminar y a permitir que las
personas cumplan sus proyectos sin que sus identidades y
pertenencias sean un obstáculo para ello.
En nuestro enfoque asumimos que todas las personas
tienen la necesidad de sentirse respetadas y protegidas y que al
cumplirse esta condición mejora sus posibilidades de llevar a
cabo proyectos de vida propios. Por esa razón es fundamental
que las sociedades en las que habitan le garanticen a las
personas sus derechos, todos sus derechos. Cuando eso
no ocurre, cuando las personas no están protegidas, son
susceptibles de sufrir humillación y exclusión de sus derechos
y oportunidades. A ese claro menoscabo de los derechos y
oportunidades de las personas por pertenecer a un grupo le
llamamos discriminación.
Por supuesto, no siempre que se presenta una diferencia,
la sociedad o las personas responden con discriminación. Esta
surge cuando se genera una exclusión, que puede darse en
diferentes grados o en distintas situaciones. Históricamente,
la discriminación ha destruido los proyectos de vida de
millones de personas y es capaz de envenenar la convivencia
de sociedades enteras.
Cada uno de estos rasgos diferenciales, incluidos en el
Recuadro 1.2, puede funcionar a solas como elementos para
discriminar. Pero también suele ocurrir que funcionen de
manera entrelazada y produzcan formas de discriminación
múltiples. Muchas experiencias de discriminación ocurren,
de manera compleja, mezclando varios de esos elementos.
Hablamos de discriminación múltiple cuando una sola
persona sufre distintas formas de exclusión simultáneamente.
Es el caso de un hijo de inmigrantes laborales quien, por sus
dificultades físicas, es objeto de burla por otros estudiantes
debido a su bajo rendimiento en deportes y quien, por carecer
de recursos para comprar el último juguete electrónico, queda
fuera de ciertos círculos de amistad (Diagrama 1.3).
Las sociedades tienen la responsabilidad de erradicar
las condiciones que originan y sostienen esas prácticas
discriminatorias persistentes. Esta es la finalidad de los
mecanismos de inclusión social. Asumimos que las normas
genéricas sobre la igualdad entre las personas, tanto como las
acciones afirmativas dirigidas a poner fin a formas específicas
de discriminación, son mecanismos que pueden propiciar
condiciones pluralistas de convivencia. Pero no basta con
establecer tales mecanismos si las personas que podrían
beneficiarse de ellos no los aprovechan.
La reivindicación y el efectivo disfrute de los derechos
por parte de sus titulares son tan importantes como la
instalación de mecanismos de inclusión social. Poco se logra
Recuadro 1.2
Diversidad y discriminación
A modo de ejemplos, no exhaustivos, se pueden enunciar
algunas temáticas que han servido de base a la discusión
social sobre diversidad y discriminación. Algunos de estos
campos son:
i. Género. Tiene que ver con las diferencias de los roles
sociales que las personas asumen de acuerdo con
la diferenciación social de derechos y deberes entre
mujeres y hombres.
ii. Cultura y etnocentrismo. En medio de la variada
expresión cultural de los distintos grupos humanos,
coexisten visiones de mundo abiertas e interesadas en
fortalecer el conocimiento recíproco entre pueblos. Sin
embargo, también existen visiones etnocéntricas que
tienden a ver lo “propio” como lo superior o lo que debe
defenderse, desarrollando un gran recelo por toda otra
expresión de lo humano. Esta última tendencia ha tenido
consecuencias particularmente severas en América,
donde el etnocentrismo y la discriminación de los pueblos
indígenas y afrodescendientes ha dejado millones de
víctimas y grandes heridas sociales.
iii. Discriminación racial. Ocurre cuando las personas de
determinados grupos justifican su poder de explotación
y de segregación valiéndose de diferencias físicas
inocuas, como las de la tonalidad de la piel, que son
así “naturalizadas” como diferencias esenciales que
procuran justificar la violación de los derechos humanos
de las personas del grupo oprimido.
iv. Carácter etario. Está relacionado con las diferencias
originadas en el ejercicio de capacidades y los roles
sociales de acuerdo con la edad. Incluye las distinciones
entre niños, niñas, adolescentes y personas adultas
mayores
v. Orientación sexual. Se trata de las diferencias
atribuidas a las distintas formas en que las personas
ejercen su sexualidad.
vi. Condición económica. Abarca las diferencias que
se generan por el lugar que las personas tienen en el
sistema productivo y los distintos niveles de exclusión que
provocan situaciones de carencia, pobreza, o fenómenos
más complejos como las migraciones laborales.
vii. Origen nacional. Comprende las diferencias rela­
cionadas con el trato y la acogida que da una comunidad
receptora a las personas extranjeras.
viii. Capacidades físicas y mentales diferentes. En esta
distinción se incluyen las reacciones sociales frente a
personas con características físicas, físico-sensoriales,
o mentales diferentes. En general, está asociada a las
distintas formas de discapacidad.
Fuente: Elaboración propia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
39
Diagrama 1.3
Ejemplo de discriminación múltiple
Migración
laboral
Situación de
discriminación
múltiple
Dificultades
físicas
Carencias
económicas
Fuente: Elaboración propia.
si aún existiendo normas e instituciones que garantizan los
derechos de todas las personas, éstas no los conocen y optan
por no ejercerlos. Por eso, el último componente del conjunto
del pluralismo es justamente la reivindicación de derechos. El
reconocimiento formal de la violencia contra las mujeres en una
sociedad tiene poca utilidad si las mujeres no denuncian a sus
agresores por temor a sufrir represalias por parte de su pareja
o de su grupo de referencia, o si no se incorporan mecanismos
dirigidos a forjar habilidades en los hombres para relacionarse
de manera igualitaria con las mujeres. Las sociedades pluralistas
deben hacer posibles este tipo de reivindicaciones y este tipo de
habilidades.
iii. Democracia
El conjunto de atributos denominado Democracia nos
permite acercarnos a las relaciones sociales considerando los
marcos legales e institucionales en los cuales aquellas se insertan.
Se trata de una categoría analítica que permite considerar
el influjo institucional en las interacciones de las personas y
que, al mismo tiempo, hace posible tomar en cuenta cuánto
influyen, en las instituciones, las aspiraciones de ciudadanas y
ciudadanos.
El mundo más cercano o más complejo de nuestras
relaciones cotidianas con otros seres humanos siempre está
amparado por alguna norma o institución que le sirve de
marco. Si nos proponemos “levantar el velo” de cualquier
40
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
tipo de interacción, para descubrir la institucionalidad que las
acompaña, nos encontraremos la mediación de instituciones
particulares. Nuestras relaciones pueden tener, sin duda, algún
componente azaroso. Sin embargo, en su mayoría, suelen estar
amparadas o normadas por marcos institucionales.
Así, la manera en la cual los niños y las niñas conviven en
nuestros centros educativos en muchos sentidos está regulada
por las normas del Ministerio de Educación Pública. Las
relaciones con nuestras hijas e hijos, con nuestra pareja o nuestros
progenitores, son asimismo tuteladas por el ordenamiento
jurídico. Esto significa que contamos con diversas instituciones
que tienen a su cargo intervenir en distintas circunstancias de
nuestras interacciones sociales. Dichas instituciones no suelen
estar aisladas, sino que se configuran y sirven a la ciudadanía en
forma de red, como un bloque de institucionalidad que influye
en los patrones de convivencia al potenciar y amparar nuestros
vínculos.
Lo anterior significa que las instituciones tienen el poder
de marcar los estilos de convivencia en una sociedad. Los
sistemas escolares, por ejemplo, pueden favorecer la formación
en derechos humanos o, por el contrario, ignorarla y promover
prácticas autoritarias y métodos crueles con los niños y las niñas;
los centros hospitalarios pueden tratar a las personas como seres
dignos o bien “atenderlos” de manera indigna y contradictoria
con los mandatos médicos; los tribunales de justicia pueden
resolver de manera pronta y cumplida los asuntos que le son
sometidos o, por el contrario, pueden resultar omisos e inocuos.
Como puede verse, el funcionamiento de la institucionalidad
termina afectando la dinámica y formas de nuestra convivencia.
Quizá debamos decir que la baja confianza en las instituciones
revela “debilidades” significativas en los marcos de convivencia.
La red de instituciones o bloque de institucionalidad
democrática tiene un efecto adicional, ya que por medio de las
instituciones se generan ámbitos de convivencia “mediata”. Esto
quiere decir que el mundo institucional tiene la capacidad de
afectar a las generaciones futuras pues puede trascender el límite
que imponen las categorías de espacio y de tiempo. Por ejemplo,
si la institucionalidad costarricense es efectiva en proteger los
bosques y las áreas de conservación, generaciones de seres
humanos que todavía no han nacido tendrán la oportunidad
de aprender y disfrutar de la Naturaleza. Si dicha protección
no se da, esas futuras generaciones tendrán formas de vida más
pobres y riesgosas.
Por todo lo anterior, hay quienes asumen que para evaluar
la democracia debe considerarse ante todo el tipo de nación
para el que se piensan las instituciones (O`Donell, G. 2004, 177
Segunda tesis). Esto supone no olvidar que estas se encuentran
subordinadas a una ética global de derechos humanos (Küng,
H. 1997, 370).
El conjunto de atributos agrupados bajo la designación de
Democracia, comprende la participación ciudadana, la cercanía
con la institucionalidad y el respeto al Estado de Derecho. Es
decir, en un sistema democrático, la ciudadanía y los usuarios
de los servicios públicos deben estar en condición de hacer valer sus necesidades, preferencias y aspiraciones.
La participación ciudadana es definida por el proceso
mediante el cual las personas logran ser tomadas en cuenta para
decidir las acciones que el bloque institucional ejecuta. Para
ello, nuestra sociedad requiere del fortalecimiento de la agencia
de las personas y de la instauración de mecanismos adecuados
para encausar y democratizar la participación. La participación
ciudadana requiere ser libre e informada, debe tener impacto
real y no reducirse a una cuestión meramente formal. Puede
encontrar expresión en formas de participación orgánicas o
inorgánicas, como las que ocurren en organizaciones públicas
o privadas de diversa índole, o bien por medio del ejercicio de
derechos como la libertad de expresión o la participación en
procesos electorales o de consulta ciudadana.
Por otro lado, en el contexto de la democracia es relevante
considerar el tema de la cercanía de la ciudadanía con las
instituciones. Esta cercanía puede ser evaluada mediante la
satisfacción que se deriva de la relación de la ciudadanía con
las instituciones públicas y depende de si estas responden
a sus necesidades y propician buenas condiciones de vida.
Esta satisfacción está asociada con aspectos como el acceso a
las instituciones públicas, a su capacidad de responder a las
demandas ciudadanas y a la calidad de los servicios que proveen.
El respeto al Estado de Derecho alude a la vigencia y
efectividad de las leyes de una sociedad. La convivencia puede
estar organizada de acuerdo con la definición de normas
y patrones de interacción social y cultural que garanticen
la igualdad originaria de todas las personas y prevengan la
arbitrariedad, el privilegio o la impunidad, o pueden constituir
letra muerta, sin ningún efecto organizador de las relaciones
entre las personas. En el peor de los casos, cuando existen
dictaduras y abusos, pueden dañar la calidad de los lazos
sociales. En América Latina, la debilidad del Estado de derecho
y el irrespeto de los derechos humanos de muchos grupos y
de millones de personas representa un serio desafío para una
buena convivencia (Jiménez 2008, 123-138).
Las características de la democracia, así como su aptitud
para responder a las expectativas ciudadanas, alimentan el imaginario democrático de una sociedad. De ese modo, la evaluación negativa del desempeño de las instituciones puede dar lugar a un débil involucramiento de la ciudadanía en la vida cívica
de un país. El abstencionismo, por ejemplo, es una de las formas
que la ciudadanía utiliza para expresar su descontento y su enajenación de la vida política, aunque paradójicamente, la calidad
de las instituciones depende del involucramiento vigoroso de la
población en su diseño y funcionamiento. De manera similar,
el respeto al Estado de Derecho en una sociedad depende, en
alguna medida, de que la ciudadanía se presente a los tribunales
o a otras instancias competentes para solicitar la defensa o la
restitución de sus derechos. Si la ciudadanía no cree en la eficacia de la ley no activará los mecanismos que hacen posible la
intervención de las instituciones.
iv. Afiliación
Por último, hablaremos de ese conjunto de atributos de la
convivencia al cual hemos denominado Afiliación. La afiliación
tiene que ver, fundamentalmente, con la capacidad y la voluntad de crear y mantener lazos o vínculos con otras personas.
Por supuesto, se trata de una capacidad que está relacionada de
manera estrecha con nuestras identidades.
Además de poseer una identidad individual que es propia
de cada persona, poseemos identidades sociales de diversa
índole. En ellas se expresa nuestra identificación y pertenencia
a distintos grupos y colectivos. Es cierto que algunas de esas
identificaciones y pertenencias las recibimos de manera casi
natural o sin que se nos haya tomado nuestro parecer. Pero
también es cierto que siempre contamos con un margen de
autonomía para decidir renunciar a ellas o transformar nuestra
manera de vivirlas. Esto significa que nuestra capacidad de
afiliación supone la habilidad para construir pertenencias y
lazos, pero también para revisarlos y cambiarlos.
Además de su carácter dinámico, los vínculos e identidades
no suponen exclusividad. Los vínculos y afiliaciones que forjan
las personas son múltiples; en una sola mujer o en un solo
hombre, podremos encontrar identidades –dadas o adquiridas–
de muy diverso tipo e incluso contradictorias entre sí.
Las características e intensidades de los vínculos y las
identidades afectan la manera de percibir el entorno y de
relacionarse con los demás. Asimismo, pueden contribuir a
que las personas se sientan más o menos protegidas y a que
tengan una mayor o menor inclinación a ayudar a los demás
o, incluso, que prefieran ayudar a unos más que a otros. Las
identidades nacionales, por ejemplo, pueden ser vividas como
redes de solidaridad y mutualidad que promueven una especie
de exigencia ética según la cual estamos obligados a proteger y
ayudar a los nacionales antes que a quienes no lo son (Jiménez
2008, 117-123).
Detrás de la ilusión de una identidad común que debe
ser defendida, es posible identificar el móvil de muchos
problemas y tensiones sociales. Por eso, lo que verdaderamente
ha de ser objeto de nuestra atención es si las personas tienen
la posibilidad de elegir entre identidades alternativas o
combinaciones de identidades, y si contamos con márgenes
de libertad suficientemente amplios para determinar la
prioridad que queremos dar a identidades que podemos tener
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
41
simultáneamente (Sen 2007, 67). Debemos poder cuestionarnos
si nuestras identidades colectivas contribuyen o no al desarrollo
humano propio y al de otras personas.
En el marco de esas preguntas, parece conveniente analizar
con cuidado los usos que se puede dar a las identidades
nacionales y culturales. Ya hemos dicho que pueden funcionar
como grandes redes de mutualidad y solidaridad entre
nacionales. Pero lo cierto es que dichas identidades pueden
convertirse en artefactos para ocultar hechos o para movilizar
afectos hostiles hacia otros grupos nacionales o culturales. Por
esa razón, es valioso el cuestionamiento y examen crítico de las
identidades que adscribimos como personas, así como de las
premisas culturalistas y los imaginarios identitarios colectivos
prevalecientes. Esta evaluación debe provenir de una cultura
pública autorreflexiva, que no caiga en el chauvinismo ni
en el fatalismo de un supuesto destino cultural. No se puede
olvidar que dentro de las culturas siempre es posible encontrar
variaciones, y que, adicionalmente, las culturas no son
inamovibles. (Sen 2007, 156). En muchos sentidos, este informe
pretende contribuir a ese examen crítico.
Con lo anterior en mente, y como parte de este ejercicio
de escrutinio, la categoría de Afiliación procura acercarse a
los motivos de la acción social que surgen de los vínculos
y las identidades que invocan las personas para sí. Bajo ese
concepto nos interesa considerar aspectos tales como el
sentido de pertenencia, el sentido de protección, la empatía y la
corresponsabilidad en Costa Rica.
El sentido de pertenencia alude a la convicción de formar
parte de un grupo. Con él incluimos lo que Bauman (1994) ha
denominado “afiliación comunitaria” y “afiliación organizativa”,
que se asocian, respectivamente, con atributos que nos vienen
dados o derivados de nuestras elecciones o preferencias. Para
quienes nacimos en este país, una afiliación comunitaria
paradigmática es la de “costarricense”. En cambio, una afiliación
organizativa típica es la que surge de la elección o la preferencia
y de sus usos concretos: ser feminista o ambientalista. Sin
embargo, la línea que las separa no siempre es clara. Por
ejemplo, ser “costarricense” me fue dado, pero puedo cambiar
mi nacionalidad. Además, otras personas nacidas en otros
países pueden solicitar la ciudadanía costarricense y pasar a
llamarse y ser llamados “costarricenses”. En cualquier caso, el
sentido de pertenencia designa tanto los vínculos o identidades
que recaen sobre nosotros como aquellos que elegimos y que
implican ciertos niveles de racionalización sobre nuestras
circunstancias.
El sentido de pertenencia al país o a la sociedad puede
asentarse o incrementarse a partir de cuestiones como el buen
funcionamiento de las instituciones públicas. Por el contrario,
puede debilitarse si se sospecha que las normas e instituciones
sociales benefician a unos más que a otros o son incapaces
42
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
de dar solución a las demandas ciudadanas. Un ejemplo es
el trabajo de Bejar Navarro en El Mexicano (2007). Luego de
subrayar la trascendencia que tiene el funcionamiento del
Estado y sus instituciones en la construcción del sentido de
pertenencia, el autor observa que, cuando las instituciones no
ofrecen un sentimiento de protección o se ponen al descubierto
reglas desiguales o inequitativas, se desencadenan fracturas o
resignificaciones del sentido de pertenencia.
Ello nos remite a la relación entre el sentido de pertenencia y
el segundo componente de la afiliación: el sentido de protección.
Este último designa el convencimiento de que, ante una
situación de amenaza, se dispondrá de apoyo para contender
con la adversidad. Esta relación se da en razón de que nuestras
representaciones sobre lo que somos y nuestras decisiones
instrumentales influyen en las ideas que tenemos sobre la
seguridad exterior y la medida en que estamos protegidos.
Por otro lado, el sentido de protección también depende de
aspectos objetivos como la existencia de redes de apoyo y de
mecanismos institucionalizados de protección.
Un componente fundamental de la capacidad de afiliación
es la empatía. Esta puede ser definida, según Roman Krznaric
(2007, 8), como “el acto imaginativo de ponernos en los
zapatos de otra persona y ser capaces de ver el mundo desde
su perspectiva”18. Esta capacidad de situarnos imaginariamente
en el lugar de otra persona y poder experimentar así lo que ella
percibe y siente es una habilidad central para la convivencia.
Supone que somos capaces de movernos más allá de nuestras
propias vidas e intereses y que podemos desarrollar una
comprensión de la perspectiva de otras personas: sus creencias,
valores, esperanzas, miedos, ambiciones, prejuicios y otros
aspectos de su manera de entender el mundo.
Por último, nuestro sentido de pertenencia y nuestra
percepción sobre las cargas y los beneficios que resultan de
la vida en sociedad, afectan nuestra disposición a cooperar. A
esta disposición para sostener entre todos la vida en común le
hemos llamado aquí “corresponsabilidad”. Esta tiene que ver
con nuestra valoración y motivación para cooperar con otros
en el establecimiento de mecanismos que estén al servicio de la
colectividad y es también un elemento central de la capacidad
de afiliación.
En resumen, estos cuatro conjuntos de atributos arriba
expuestos –Sociabilidad, Pluralismo, Democracia, y Afiliación–
constituyen el punto de partida para emprender el análisis
de la convivencia en Costa Rica. Ellos ofrecen dos ventajas
analíticas fundamentales. Por un lado, permiten acotar el
estudio a dimensiones concretas de la convivencia. Por otro
lado, contienen las claves para responder a la pregunta acerca
de cómo convivimos las personas que habitamos este país y
cómo nuestra convivencia está vinculada a nuestro desarrollo
humano.
C. Nuestra definición de convivencia
y el desarrollo humano: una relación
de múltiples vías
i. Nuestra definición de la convivencia
Las páginas anteriores reúnen elementos suficientes para
adelantar una definición de la convivencia congruente con los
postulados del desarrollo humano.
El examen de la literatura espe­cializada y la investigación
realizada en este informe permiten observar que las dinámicas
de relacionamiento entre las personas pueden tener resultados
positivos o negativos. Los estudios considerados ofrecen pistas
acerca de las condiciones necesarias para que la convivencia
favorezca el desarrollo humano. Adicionalmente, el enfoque de
desarrollo humano ofrece algunos preceptos normativos que
nos sirven de guía.
En las investigaciones sobre la anomia se ofrece evidencia
de que manifestaciones negativas de muchos de los atributos
agrupados bajo la categoría de Sociabilidad, así como la
falta de respeto por el Estado de Derecho, influyen sobre el
acaecimiento de la violencia. Bien se sabe que ésta constituye
un serio obstáculo para que las personas puedan concebir y
concretar sus proyectos de vida (PNUD, 2005).
Otros estudios, por ejemplo el de Putman (2000), revelan
que la democracia se debilita cuando no hay participación
ciudadana o cuando las personas dejan de valorar las
instituciones públicas. Diversas investigaciones revelan el papel
instrumental que tienen las relaciones sociales si están basadas
en características como la presencia de confianza interpersonal,
solidaridad o corresponsabilidad. Cuando eso ocurre, las
relaciones sociales permiten que las personas puedan expandir
sus capacidades, resultando por ejemplo en mayores ingresos
(Granovetter 1973, 1983), en logros educativos (Coleman 1988)
o en una mejor condición de salud (Miller et al. 2006).
El desarrollo humano propone que las personas deben
de ser libres para optar por el modo de vida que consideran
valioso, lo cual demanda el reconocimiento de los derechos de
las personas, con independencia de sus identidades. La falta
de reconocimiento de la diversidad, de mecanismos efectivos
de inclusión o de posibilidades de reivindicación de derechos,
desemboca en una exclusión de los beneficios de la vida en
común. Pero la exclusión social no está relacionada solamente
con atributos del conjunto de diversidad, sino también con las
posibilidades de participación ciudadana, con la cercanía de las
instituciones y el sentido de pertenencia y de protección que
experimentan las personas.
A lo largo de este capítulo ha quedado claro que la
convivencia tiene una dimensión práctica. De hecho, tiene que
ver con los patrones efectivos de interacción entre personas,
grupos e instituciones de una sociedad. Este informe pretende
ofrecer un dibujo de la dimensión práctica de la convivencia
en Costa Rica. Pero lo cierto es que la convivencia también
tiene que ver con discursos, normas, símbolos y aspiraciones.
Por ello este informe, además de describir cómo convivimos,
busca proponer modalidades de convivencia que favorezcan
el desarrollo humano de las personas. Ello implica que es un
informe que parte de ciertas aspiraciones acerca de cómo
convivir. Por eso, apuesta por patrones de interacción social
basados en la cooperación, el sentido de pertenencia, la
confianza, la solidaridad, el reconocimiento pluralista de las
diferencias y la solución dialogada de los conflictos.
Con este tipo de presupuestos, y tomando como punto
de partida los cuatro conjuntos de atributos, esbozaremos a
continuación una idea sobre el tipo de convivencia que hace
posible el desarrollo humano. Asumimos que dicha idea de la
convivencia favorece el fortalecimiento de las capacidades de
las personas, promueve la inclusión social, y genera condiciones
para la creación de capacidades colectivas y oportunidades
sociales.
Antes de ofrecer una breve definición de nuestro concepto
de la convivencia, ofrecemos a continuación una lista de las
aspiraciones que vienen contenidas en dicho concepto. Las
hemos ordenado según cada uno de los conjuntos de atributos
de la convivencia.
Sociabilidad
• Las personas de una sociedad tienen la seguridad de que
las otras –tanto individual como colectivamente– no les
harán daño. Esto implica la existencia de confianza en
los demás.
• El reconocimiento de la dignidad de todas las personas
se traduce en gestos de solidaridad hacia otras personas,
incluyendo aquellas con quienes compartimos los
espacios públicos o con quienes tenemos relaciones
esporádicas.
• Las personas tienen la capacidad y voluntad de expresar
verazmente sus opiniones y escuchar las de los demás,
haciendo posible una comunicación efectiva, y sin
coacciones, que propicia la celebración de acuerdos.
• Las personas poseen la habilidad de resolver disputas
sin recurrir a la violencia y empleando más bien medios
pacíficos.
18 Traducción propia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
43
• Las personas tienen disposición a encontrarse con los
demás y concurren con otros en espacios públicos y
privados. Pueden construir entre sí relaciones gratas y
enriquecedoras.
Pluralismo
• La sociedad y sus instituciones garantizan en sus leyes y
costumbres los derechos humanos de todas las personas.
De este modo, la sociedad da cabida y reconocimiento a
la diversidad de identidades y formas de vida.
• Para que todas las personas puedan ejercer los derechos
que les han sido reconocidos, se han instaurado
mecanismos de inclusión apropiados, tales como
medidas de acción afirmativa que permiten a las
personas con menos poder en la sociedad acceder en
igualdad de condiciones a cargos y beneficios.
• La agencia de las personas se ha fortalecido de forma
tal que, ante la vulneración o amenaza de sus derechos,
se encuentran en condiciones de interponer reclamos y
reivindicaciones.
Democracia
• Las leyes e instituciones que organizan la vida en
sociedad son justas, conocidas y respetadas por todas
las personas. La red institucional hace posible convivir
con justicia, igualdad y bienestar.
• Las personas participan activamente en la vida en
sociedad y se interesan e involucran en asuntos que
les conciernen. Ello permite someter a deliberación
pública las normas y políticas que rigen la vida en
común, acercándolas a las prioridades de las personas y
tornándolas más eficientes.
• Las personas se sienten cerca de las instituciones
públicas al encontrar en ellas respuestas satisfactorias a
sus demandas y solicitudes.
Afiliación
• El sentido de pertenencia de las personas hacia la
sociedad tiene un carácter cosmopolita. Esto significa
que, aunque el ejercicio de la afiliación incluye la
participación intensa y efectiva en grupos menores,
prevalece un sentido de corresponsabilidad universal.
• Las personas disfrutan de un sentido de protección
porque consideran que, ante una situación de amenaza,
dispondrán de apoyo para contender con la adversidad.
• Las personas son capaces de ejercer la corresponsabilidad
y por ello están dispuestas a cooperar con otras con el
fin de hacer posible una buena vida en común.
A partir de las consideraciones anteriores es posible
proponer un tipo de definición normativa de la convivencia.
Esta definición, que enunciamos en seguida, guiará el rumbo
de nuestra investigación:
La convivencia designa una dinámica interpersonal y
social, basada en el diálogo, la confianza y la solidaridad, que
permite a todas las personas sentirse parte de una sociedad y
disfrutar de sus derechos humanos. Además, hace posible gozar
de oportunidades socialmente construidas y expresadas, entre
otras, en el Estado, sus normas e instituciones democráticas.
ii. Los atributos de la convivencia
como capacidades colectivas
La Sociabilidad, el Pluralismo, la Democracia y la Afiliación
pueden ser entendidas como capacidades colectivas para la
convivencia. Las capacidades colectivas para la convivencia
tienen una relevancia especial, pues de ellas depende la creación
y el fortalecimiento de otras áreas. Por ejemplo, la capacidad
colectiva de brindar servicios de salud a la población depende
de la capacidad colectiva para la corresponsabilidad. Esta
se traduce en definir aspiraciones comunes y establecer un
sistema de recaudación al que las personas estén dispuestas a
contribuir. Si en una sociedad las personas han sumado sus
esfuerzos para crear un sistema de salud, este representa una
capacidad colectiva de la que todas las personas sacan provecho
y de donde derivan las capacidades individuales que demanda
el desarrollo humano.
Las capacidades individuales emergen de la cooperación
social y están precedidas, en mayor o menor medida, por la
existencia de capacidades colectivas19. Conviene comprender
el universo de las capacidades en el marco de un panorama
complejo que, lejos de confrontar capacidades individuales y
colectivas, establece las conexiones entre ambas y potencia su
integración.
Visto sintéticamente, las capacidades individuales se
presentan como facultades específicas que las personas pueden
emplear para optar por modos de vida particulares. Las
capacidades colectivas, por su parte, resultan ser facultades de
conglomerados de personas, adquiridas gracias al concurso
plural de distintos miembros del grupo. Estas capacidades
colectivas, al crear o mejorar condiciones sociales que permiten
adquirir o utilizar capacidades individuales, ofrecen opciones
de ser y hacer para las personas. Las capacidades colectivas
19 Acerca del tema de las capacidades colectivas se recomienda consultar la siguiente bibliografía: Evans (2002), Ibrahim (2006), Sen (2002), Stewart
(2005).
44
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
pertenecen a una colectividad. Sin embargo tienen un correlato
en las capacidades individuales al permitir a las personas
enriquecer sus opciones para escoger un modo de vida.
Se comprometería una de las aspiraciones principales del
enfoque de desarrollo humano –asegurar que las personas sean
el fin último del desarrollo–, si se desconociera el hecho de
que los frutos de las capacidades solo pueden ser disfrutados
por las personas individualmente consideradas. No se trata
únicamente de lograr que la sociedad, la familia o la comunidad
sean capaces de crear riqueza, sino también de asegurar que
los miembros de esa sociedad o esa familia disfruten de ella.
La práctica de no ver más allá de “grupos de personas” ocultó
durante mucho tiempo grandes injusticias. Por eso, hoy debe
afinarse la mirada y valorar el desarrollo a partir de la situación
objetiva y subjetiva de las personas. Solo así se verá que las
mujeres no disfrutan en igual medida que los hombres de los
bienes familiares o que la riqueza de un país no llega a las zonas
rurales en la misma medida que a las zonas urbanas.
En otras palabras, aunque el ejercicio de las capacidades tenga lugar en el encuentro constante con otros, o aun cuando se
acepte que la creación de las capacidades individuales o colectivas es a menudo el resultado de la confluencia de la agencia de
muchas personas, su disfrute debe verificarse por la vía de las
verdaderas opciones que tienen a su haber las personas de carne
y hueso. Por eso es fundamental analizar las capacidades y las opciones de mujeres y hombres, niñas, jóvenes y adultos, indígenas,
afrodescendientes, blancos y mestizos, lesbianas, gays o heterosexuales, personas con discapacidad o sin impedimentos físicos.
Lo anterior implica la existencia de una relación de
doble vía entre capacidades individuales y colectivas. Las
capacidades individuales son producto –en algunas ocasiones
de manera más directa que en otras– del establecimiento de
arreglos sociales que favorecen su adquisición. Por ello, no
puede desconocerse que dichos arreglos son construidos
socialmente y suponen la comunión de esfuerzos de personas,
redes o instituciones que propician esquemas cooperativos
favorables a los individuos.
El Diagrama 1.4 trata de representar de forma esquemática
el papel de la convivencia y de las capacidades colectivas en el
desarrollo humano. Debido a la relevancia de las capacidades
colectivas implicadas en la convivencia para la creación de
otras capacidades colectivas –y de estas en su conjunto para
el desarrollo humano–, la inclusión ha de ser un objetivo
permanente. La inclusión designa la búsqueda permanente
y efectiva de eliminar barreras que excluyan a ciertos grupos
poblacionales del beneficio de estas capacidades colectivas.
iii. Los vínculos esperados entre convivencia
y desarrollo humano
Como se explicó más arriba, la calidad de la convivencia
tiene importancia para el desarrollo humano debido a que éste
tiene lugar en un mundo social. Será allí, precisamente, en los
arreglos sociales y en las dinámicas de convivencia, donde las
personas encuentren o no un marco de posibilidades para la
expansión de sus libertades.
Diagrama 1.4
El papel de la convivencia y las capacidades colectivas
convive con
Otras personas
e
uta d
disfr
infl
uye
en
el a
cce
so
a
La persona
Capacidades
individuales
pueden
crear
para la
convivencia
facilitan el
desarrollo de
permiten la
creación de
Capacidades
colectivas
en otras
áreas
Fuente: Elaboración propia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
45
Si las personas encuentran las condiciones adecuadas en las
relaciones sociales y las oportunidades creadas por la sociedad
para expandir sus capacidades y ampliar sus opciones, se
favorecerá su desarrollo humano; si, en cambio, no existen tales
oportunidades, o las personas no tienen acceso a ellas debido a
la existencia de barreras excluyentes o no encuentran el apoyo
necesario para aprovecharlas, su desarrollo humano resultará
limitado.
El desarrollo humano requiere de la eliminación de los
obstáculos o barreras para el ejercicio y disfrute de las libertades,
es decir, de todas aquellas condiciones culturales, sociales,
económicas y políticas que restringen las libertades de las
personas, su acceso a oportunidades o el uso que puedan hacer
de sus capacidades. Podemos mencionar, entre otras formas
de exclusión social, la xenofobia, el sexismo, la homofobia, el
racismo, y la intolerancia.
Adicionalmente, una buena convivencia es valiosa en sí
misma. Mantener relaciones satisfactorias con otras personas,
ser aceptados como somos por los demás, participar y decidir
junto con otros asuntos de interés común, forjar arreglos
sociales solidarios y sentirnos parte de un grupo más amplio,
con el cual podamos contar en los tiempos de alegría o cuando
la fortuna no se encuentre de nuestro lado, mostrar afecto o
amistad, son cuestiones que las personas tienden a valorar. Por
tanto, son parte de las libertades que contempla el desarrollo
humano.
La relación entre el desarrollo humano y la convivencia es
compleja. Además de las dos vías señaladas anteriormente –el
papel instrumental de la convivencia para el desarrollo humano
y el papel constitutivo de una buena convivencia como parte
del desarrollo humano–, existe también una relación causal
inversa. El desarrollo humano puede tener un efecto positivo
sobre la convivencia.
De la misma forma en que adquirimos capacidades para
aprender, para mantenernos sanos, para trabajar en una
ocupación, también desarrollamos capacidades para convivir.
Este proceso de desarrollar capacidades para la convivencia se
da tanto a nivel individual como colectivo. Tener capacidades y
condiciones favorables en otros ámbitos, como la educación, la
salud, el trabajo, entre otras, puede facilitar el fortalecimiento
de las capacidades para la convivencia. Si las personas tienen
acceso a capacidades colectivas y oportunidades creadas por
medio de la colaboración social es probable que estarán mejor
dispuestas a contribuir para mantener esas oportunidades con
el fin de que otras personas accedan a ellas. Todo ello puede
generar un círculo virtuoso entre el desarrollo humano y
prácticas de convivencia.
Sin embargo, también puede ocurrir lo opuesto. Prácticas
de convivencia excluyentes, desiguales, autoritarias, pueden
conducir a la ausencia de capacidades colectivas para brindar
46
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
oportunidades de educación o salud a toda la población. Un
escenario así limita el desarrollo humano y genera un círculo
vicioso difícil de penetrar y vencer.
También pueden presentarse tensiones entre ciertos
aspectos de la convivencia y del desarrollo humano. Dichas
tensiones generan nudos de los cuales es difícil salir para pasar
hacia una relación virtuosa y fluida.
El Diagrama 1.5 presenta las posibles vías en que puede
operar la relación entre la convivencia y el desarrollo humano. Al
eliminarse las barreras excluyentes y fortalecerse las capacidades
individuales y colectivas se puede reforzar la relación positiva.
En el caso opuesto la relación entre convivencia y desarrollo
humano puede debilitarse y producir nudos o círculos viciosos
que no favorecen una relación positiva y fluida.
Es importante tener en cuenta que la vida social cambia
constantemente. Las relaciones sociales son dinámicas y,
aunque los acontecimientos del pasado pueden tener en
ocasiones un efecto duradero, también es posible romper los
círculos negativos y los nudos. Las relaciones entre convivencia
y desarrollo humano pueden fortalecerse mediante ciertas
prácticas virtuosas como el ejercicio de la ciudadanía o la acción
social que impulsa metas colectivas. Ese vínculo también se ve
fortalecido mediante políticas o dispositivos institucionales
que permiten el desarrollo de capacidades y que promuevan la
inclusión, creando oportunidades o mejorando la distribución
de riqueza y oportunidades, haciendo más fácil la generación
de acuerdos sociales. Todo esto supone la capacidad de superar
los “ensimismamientos” y visiones de mundo individualistas o
guiados por el puro cálculo de la utilidad individual.
iv. Conflictos cooperativos, capacidades
y procesos de cambio
Ya hemos reconocido que este estudio retoma una idea
abanderada por el enfoque del desarrollo humano y que consiste
en poner el foco de atención sobre las personas. Esta opción
por las personas tiene múltiples implicaciones en la visión
que tradicionalmente hemos manejado sobre el desarrollo,
como vimos páginas atrás. Pero además tiene importantes
consecuencias metodológicas. Una idea fuerte, entre quienes
piensan el campo del desarrollo humano, es que si queremos
identificar los focos de injusticia en una sociedad no debemos
canalizar todos los esfuerzos hacia el diseño de instituciones
y políticas perfectas. Amartya Sen, particularmente, ha
escrito mucho acerca de este tema en reacción a la propuesta
de John Rawls en torno a la justicia. Frente a la opción por el
perfeccionismo institucional, la alternativa es indagar a partir
de las realidades cotidianas de las personas. Ello supone que
en sus creencias y prácticas se encuentra un motor importante
para comprender y asegurar las condiciones que hacen posible
la expansión de las libertades.
Diagrama 1.5
Relación entre convivencia y desarrollo humano
individuales
colectivas
círculo virtuoso
tiene un impacto sobre
sustentado
en
es una parte del
Fortalecimiento
de capacidades
nudo
Desarrollo
humano
Convivencia
círculo vicioso
se ve impactada por
solución
esta en
Eliminación de
barreras/inclusión
Fuente: Elaboración propia.
Con esto en mente, nuestra aproximación a la convivencia
pone el foco en las personas y su cotidianeidad. En el
acercamiento que realizamos a las personas en cuanto agentes
de sus propias vidas y de sus sociedades, hemos recurrido a los
principios que propone el modelo de los conflictos cooperativos.
Examinando los atributos de la convivencia es posible
comprender mejor la relación entre la persona, en tanto agente
investido de ciertas características, y su entorno. De acuerdo
con el modelo de los conflictos cooperativos, los vínculos entre
personas incluyen permanentes procesos de negociación que
involucran dinámicas cooperativas, pero también tensiones y
conflictos. Las personas participantes entran en estos procesos
con unas características y en unas circunstancias determinadas.
Por ejemplo, entablamos procesos cooperativos en el hogar,
en tanto mujeres u hombres, mayores o menores de edad, y
ello influirá en los resultados de nuestras pretensiones. Pero
no sólo cuentan nuestras características sociodemográficas
–mujer u hombre, grupo de edad, nivel socioeconómico–; el
resultado de los procesos cooperativos que emprendamos está
influido también por lo que Martha Nussbaum denomina,
según comentamos ya, “capacidades internas”. Estas pueden
ser habilidades emocionales o marcos de comprensión sobre
cuál es nuestro papel en la familia, qué podemos esperar de
nuestra pareja o de nuestras hijas o de nuestro padre. Es decir,
los resultados de los procesos de cooperación, justos o injustos,
favorables o desfavorables, son el resultado de la autovaloración
del agente, de los demás participantes y del entorno.
Hemos adoptado las premisas de este esquema analítico
de los conflictos cooperativos. Pero es preciso advertir que los
utilizaremos tomándonos algunas licencias que implican ajustes
y ampliaciones a la propuesta original de Sen. Esto obedece a
que nos interesa saber cómo en los procesos cooperativos que
acontecen en la sociedad costarricense se entremezclan los
planos macrosociales y microsociales, los imaginarios sociales
y las prácticas individuales y colectivas.
Como categoría analítica, la noción de conflictos
cooperativos permite comprender que cuando decimos que
la convivencia alude a “dinámicas interpersonales y sociales”
nos referimos precisamente a esos procesos cooperativos que
acontecen diariamente en nuestra sociedad. Pero, desde la
perspectiva del desarrollo humano, no somos neutros frente a
la forma como tales procesos transcurren y nos interesa que sus
resultados sean justos. Por eso es que hemos enunciado unas
características mínimas que han de estar presentes en ellos.
Como queda claro, la manera como ocurren los procesos
cooperativos está fuertemente influenciada por el contexto en
el cual tienen lugar. Dicho contexto puede ofrecer a quienes
participan en ellos condiciones favorables o desfavorables a sus
pretensiones. En algunos casos estas pautas serán muy marcadas,
pues el contexto ofrece formas comúnmente aceptadas de hacer
las cosas en relación con un determinado tema, o bien puede
ocurrir lo contrario y que las pautas estén desdibujadas o sean
objeto de extendidos cuestionamientos.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
47
Conviene puntualizar esto pues Costa Rica es una sociedad
en transición que ha experimentado cambios significativos en
las últimas décadas. En algún sentido, este informe responde
al hecho de que somos una sociedad en revisión que empieza
a discutir sus pautas culturales, institucionales, políticas y
económicas. El proyecto de país trazado por esta sociedad
desencadenó procesos de modernización, urbanización y
mercantilización que han impactado drásticamente en las
costumbres de la población. Una sola generación ha participado
del paso de una sociedad rural a una predominantemente
urbana; hemos pasado del predominio de un modelo
económico basado en la producción agrícola, a uno en el que
prevalecen el turismo, los servicios y la alta tecnología; somos
testigos del cambio de una sociedad en la cual las mujeres tenían
o ejercían pocos derechos a una en la cual ha ido creciendo
significativamente su capacidad de ejercerlos y reclamarlos.
El reciente y acelerado cambio registrado en Costa Rica
puede explicar los sentimientos de frustración, incertidumbre
y nostalgia, por lo que el país ha dejado atrás. El proceso de
ajuste a estas transformaciones no es sencillo. Podemos percibir
cómo ellas influyen directamente sobre los patrones típicos de
cooperación social en el país y sobre las condiciones en las cuales
los agentes individuales y colectivos entran en estos procesos.
Nuestro análisis de la convivencia implica un acercamiento al
proceso de cambio que ocurre en el país. Para ello consideramos
los nuevos escenarios sociales, las transformaciones de la reglas
del juego y las interacciones de los agentes. Nos interesa estudiar
el vínculo entre dichos procesos y las capacidades individuales,
internas, emocionales y cognitivas. Eso supone atender a las
continuidades o fracturas entre lo individual, lo colectivo y lo
institucional.
D. Discursos y prácticas de convivencia
Por último, nuestro análisis de la convivencia requiere
conocer los discursos y las prácticas asociadas con la Sociabilidad,
el Pluralismo, la Democracia y la Afiliación. Hemos optado
por examinar, en primer lugar, las formas en que la población
costarricense imagina su convivencia. Esto exige identificar los
discursos que existen en el país en torno a ella. Esta mirada a
los imaginarios será complementada con una aproximación a las
prácticas de convivencia.
i. Los discursos
Para este informe, un discurso es un conjunto más o menos
articulado de interpretaciones o significados que es compartido,
en mayor o menor grado, por un grupo de referencia. Aquí
daremos prioridad a los discursos relacionados con la manera
en que las personas de este país han imaginado y han dado
sentido a sus modos de convivir.
48
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Los discursos son formas de pensar, no siempre elaboradas
y no siempre rigurosas, que orientan a su vez las decisiones y
acciones de conglomerados de individuos. Son, de alguna forma,
patrones de interpretación subyacentes al comportamiento de
las personas. Ahora bien, aun cuando imprimen su huella en
las decisiones, pocas veces esas formas de pensar son sometidas
a un examen racional o a un escrutinio. Este informe se ha
propuesto estudiar algunos de los discursos más influyentes
acerca de nuestros modos de vivir y convivir.
En una sociedad pueden coexistir discursos contradictorios
acerca de una misma cuestión. Además, es preciso reconocer
que los diferentes discursos tienen distinto nivel de aceptación
o arraigo entre las personas. Puede ser que haya discursos
que cuentan con gran aceptación en ciertos grupos –por
ejemplo socioeconómicos o religiosos–, pero no en otros con
características distintas. El debate acerca de si Costa Rica debe
ser o no un Estado confesional es un buen ejemplo de ello.
Los discursos, pues, son capaces de convocar a la mayoría de
la población, o a una parte de ella y hacerla sentirse unida en
un proyecto común. Los discursos, en consecuencia, tienen el
poder de incidir sobre nuestras acciones.
Los discursos juegan un doble papel, de causa y
consecuencia, de las dinámicas de convivencia. La aceptación
o rechazo de unos discursos en relación con otros, afectará
la forma en que interactúan, se relacionan y organizan los
miembros de una sociedad.
La génesis de los discursos suele ser muy lenta y su
desaparición también. Por tratarse de fuentes de interpretación
o de creación de significado muy estables en el tiempo, es
posible encontrar líneas de conexión entre los discursos de
una sociedad. De hecho, es común que se lleguen a conformar
verdaderos complejos discursivos, o “sistemas de significado”,
que alimentan las pautas de conducta de la población o una
parte de ella.
La identificación de los discursos presentes en una sociedad
puede hacerse de diversas formas. Una de ellas es el análisis de
textos pertenecientes a una época de interés. Otra forma de
identificar discursos es poniendo atención a lo que se dice en
conversaciones habituales o en ciertos círculos. El estudio de
ensayos escritos en un periodo y sobre temas de interés puede
ser una fuente útil para recoger los discursos al uso sobre ese
tema. En este informe hemos echado mano de un variado corpus
de textos en los cuales hemos intentado captar una especie de
complejo discursivo sobre la convivencia costarricense.
Las personas mantienen una relación dialéctica con los
discursos. Es decir, pueden contribuir a cambiar o sustituir los
significados sociales. Por supuesto, estas transformaciones de
sentido pueden dar origen a nuevas formas de comprender, de
valorar el entorno y de actuar.
El conocimiento del contexto en el análisis de los discursos
es de particular importancia, pues desempeña un papel
fundamental en la descripción y la explicación de éstos. Las
características del contexto influyen sobre los planos discursivos;
lo inverso también es cierto: el discurso puede definir o modificar
las características del contexto. En todos los niveles del discurso
encontramos “huellas” de un contexto que nunca es estático.
La forma como transcurre la convivencia en una sociedad
está influida por los discursos circulantes. La manera como
nos relacionamos con los demás, por ejemplo, con las personas
de la comunidad o del cantón, puede estar alimentada por los
imaginarios circulantes sobre lo que significa ser parte de esa
comunidad o de ese cantón. No se trata de algo que se piensa
o se razona. Se trata de “significaciones” o “significados”
asumidos sin un proceso reflexivo, pero que tienen el potencial
de organizar las pautas de comportamiento de las personas.
ii. Las prácticas
En el apartado anterior destacábamos la importancia
de conocer cómo imaginamos nuestra convivencia. Ahora
intentaremos argumentar acerca de la pertinencia, y la dificultad,
de conocer nuestras prácticas habituales de convivencia. Estos
patrones de actuación individuales y colectivos, por cierto, no
están desligados de las creencias compartidas socialmente.
Sin duda, los discursos son prácticas sociales. Sin embargo,
por razones analíticas, hemos preferido individualizar su
estudio y distinguirlas de las prácticas sociales. Así que, al menos
para los fines de este estudio, las prácticas sociales son todas las
actividades que los sujetos individuales y colectivos efectúan
en una sociedad, salvo las que se centran en la producción,
reproducción y diseminación de discursos.
Es de esperar que las prácticas no siempre se condigan con
los discursos prevalecientes. El hecho de que en el país se acepte
que las mujeres y los hombres deben ser tratados como iguales,
no quiere decir que las prácticas discriminatorias hayan sido
erradicadas. Es difícil encontrar sociedades modernas en las
cuales existan conjuntos coherentes de discursos y prácticas
sociales. Los patrones de pensamiento y los cursos de actuación
no siempre guardan coherencia.
Una opción metodológica para identificar los grados de
coherencia presentes en torno a temas concretos, es determinar la
relación entre lo que llamaremos implantación social y validación
oficial. Por implantación social entenderemos el grado de
aceptación de parte de la población de determinados discursos
que se traducen también en prácticas habituales. Validación
oficial designa, en cambio, el grado de formalización de tales
creencias y prácticas en leyes y políticas públicas. Nuestro interés
en conocer la coherencia entre una y otra obedece al valor que por
sí mismo tendría ese universo simbólico que amarra discursos,
prácticas, leyes y políticas. Pero además nos interesa estudiar su
nivel de coherencia porque ella permite saber cómo se expresan
las áreas de consenso de la población en las propuestas de quienes
gobiernan y en la actuación de las instituciones.
En el Diagrama 1.6 se muestran las distintas combinaciones
posibles entre el grado de aceptación social de una creencia y su
grado de formalización. Así, por ejemplo, una sociedad puede
encontrarse altamente comprometida con la conservación
de su patrimonio natural, lo cual implicaría altos niveles de
implantación social, pero este compromiso sin embargo podría
no traducirse en leyes y políticas públicas que favorezcan la
conservación de la naturaleza. En un escenario de este tipo la
conservación de la naturaleza tendría bajos niveles de validación
oficial. Una segunda posibilidad sería que el compromiso de
la población se expresara además en un conjunto de normas
y políticas que hicieran posible tal conservación, en cuyo caso
estaríamos frente a una alta implantación acompañada de una
alta validación. Podría ocurrir también que la población no
tenga ningún compromiso con el patrimonio natural, pues su
implantación es baja, y que sin embargo existan normas o leyes
que resguarden el patrimonio natural de un país, o que junto con
la falta de compromiso de la sociedad con el patrimonio cultural
exista una ausencia absoluta de regulaciones en torno al tema.
Utilizamos todos estos conceptos en plural –discursos,
prácticas, universos simbólicos–, para enfatizar la pluralidad de
las realidades que convergen en la convivencia.
Lo usual en las investigaciones sobre temas afines al nuestro
es separar el análisis de lo macro y de lo micro social. En ellas se
suele privilegiar lo macro, entendido como el análisis de grandes
tendencias y coyunturas. Nuestro acercamiento a la convivencia
intenta una mirada desde dos planos articulados. Nos interesan
los discursos, que son producciones colectivas de sentido, y las
prácticas sociales que expresan los comportamientos y actitudes
de las personas, pero que también tienen efectos sobre el colectivo.
Diagrama 1.6
El arraigo de los universos simbólicos se expresa
en diferentes niveles de implantación social
y validación oficial
Implantación
social
Validación
oficial
Alta
Alta
Baja
Baja
Fuente: Elaboración propia.
Capítulo 1 Desarrollo humano y convivencia: Una aproximación conceptual
49
Conclusiones
El objetivo de esta primera parte era dotar a las lectoras
y lectores de los principales conceptos relacionados con el
enfoque de desarrollo humano y el concepto de convivencia.
Aun cuando aparecen aquí de una manera un tanto general,
son útiles para continuar la exposición que se ofrecerá en
los capítulos y apartados siguientes. En este primer capítulo
también se delimitaron los temas que investigaremos y cuyos
resultados se presentarán en las siguientes partes del informe.
Recapitulando, hemos dicho que el enfoque de desarrollo
humano propone que el desarrollo debe estar volcado hacia la
creación de condiciones para que las personas puedan optar por
proyectos de vida propios. Para que esto sea posible se requiere
del fortalecimiento de las capacidades. Estas son facultades
que poseen las personas y que pueden orientar en función del
proyecto de vida que tengan buenas razones para querer.
Las capacidades son piezas indispensables para la expansión
de la libertad. Aunque es posible identificar algunas capacidades
que todos los seres humanos necesitan –como la educación, la
salud o la alimentación–, no conviene reducirlas a una lista
cerrada de bienes, habilidades o destrezas. Lo conveniente es
definirlas en función del contexto, de las características de las
personas y de sus entornos.
El concepto de agencia constituye otro eslabón fundamental
en el enfoque de desarrollo humano. Se trata de una categoría
que llama la atención acerca del hecho de que las personas
no son únicamente recipientes del bienestar sino actores de
sus propias vidas y agentes de los procesos de transformación
social. Aún en medio de condiciones difíciles contamos con
capacidades para actuar, organizarnos, imaginar y sostener
proyectos comunes.
Por otro lado, la convivencia alude a las dinámicas asociadas
a la vida en común, incluyendo las relaciones inmediatas entre
personas y otros vínculos más complejos que no implican
contacto directo. Aunque tenemos cierto margen para decidir
la frecuencia o intensidad de nuestros encuentros con otros o
de nuestra participación en la vida cívica de la sociedad a la que
pertenecemos, la convivencia es inevitable. Igual de ineluctable
es el conflicto, pues hasta en la más cotidiana interacción entre
personas, es posible identificar simultáneamente visos de
cooperación y de conflicto. Quizá la idea misma de democracia
no implique otra cosa sino la capacidad política de administrar
la cooperación y el conflicto.
Las asimetrías socialmente construidas y las instituciones
influyen sobre las relaciones entre personas. Por eso, ha de ser
una tarea permanente de la sociedad y de sus instituciones el
reconocimiento de las asimetrías y la definición de mecanismos
para encausar las dinámicas de cooperación y conflicto hacia
resultados justos, a partir de la corrección de las desigualdades.
50
Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2013
Existe abundante literatura que ha tratado temas afines
a la convivencia. En algunos casos se trata de modelos
explicativos que enfatizan rasgos que favorecen el que una
sociedad pueda cumplir sus metas comunes. Otros conceptos
y modelos muestran los efectos perniciosos que tiene sobre una
sociedad el que las relaciones entre las personas se construyan
a partir de la exclusión, la humillación y la desigualdad. Esta
literatura nos ha permitido identificar un listado de atributos
cuyo comportamiento parece ser relevante para las finalidades
asociadas al desarrollo humano.
A partir de dicha literatura y de los resultados de esta
investigación, hemos identificado atributos de las relaciones
sociales que es pertinente estudiar en este informe. Una
agrupación por similitud y proximidad de dichos atributos,
permite priorizar cuatro grandes conjuntos: Sociabilidad,
Pluralismo, Democracia y Afiliación. Desde el enfoque del
desarrollo humano, estos pueden ser concebidos como
conjuntos de capacidades colectivas, es decir, de facultades
o posibilidades que a su vez son producto de la cooperación
social y que están al servicio de la colectividad en su conjunto.
Los atributos seleccionados y su lectura a partir del enfoque
de desarrollo humano permiten construir una definición de la
convivencia. Hemos definido normativamente la convivencia
como una dinámica interpersonal y social, basada en el
diálogo, la confianza y la solidaridad, que permite a todas las
personas sentirse parte de una sociedad y disfrutar de sus
derechos humanos. Además, hace posible gozar de oportunidades
socialmente construidas y expresadas, entre otras, en el Estado,
sus normas e instituciones democráticas.
Las dinámicas personales y sociales aludidas en nuestra
definición de convivencia están directamente relacionadas
con los procesos cooperativos, marcados por las dinámicas de
cooperación y conflicto que acontecen diariamente en mayor o
menor escala en una sociedad. Las características del entorno y
las capacidades de las que están investidas los agentes, en tanto
personas y grupos, así como los resultados de tales procesos
sobre el desarrollo humano, constituyen el centro de atención
de nuestra investigación.
Expuestos los principales conceptos que se utilizarán a
lo largo del documento, y teniendo claros los supuestos y
objetivos de los que partimos, abordaremos en seguida el
desarrollo de las respuestas a las interrogantes planteadas.
Empezaremos considerando los nuevos escenarios materiales,
institucionales, culturales, de la convivencia en Costa Rica. Para
ello, dibujaremos algunas de las principales transformaciones
que ha experimentado nuestro país, fundamentalmente en los
últimos treinta años.
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