Sugiere Hacienda revisar los regímenes especiales

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Travesías Fragmentadas
El debate fiscal
Francisco Fernández de Castro*
Durante los próximos meses volveremos a presenciar y según el caso, a participar, en el
debate sobre la reforma fiscal. Quienes tuvimos la oportunidad de contribuir en la discusión
que tuvo lugar durante la Convención Nacional Hacendaria 2004, nos dimos cuenta de que
todos los diagnósticos apuntaban a cambiar la manera de hacer las cosas en el terreno
hacendario. Confirmamos que el hecho de modificar un elemento en el terreno de los
ingresos fiscales repercutía en cambios relacionados no sólo con el gasto, sino también con
la deuda, el patrimonio, la fiscalización, y por definición, con la transparencia y la
rendición de cuentas.
En ese proceso el gran ausente fue el sector privado, y en mi opinión fue una de las
debilidades de la Convención. De ahí la relevancia del Foro Fiscal 2007 recientemente
organizado por la CONCANACO, en el cual se insistió sobre la necesidad de discutir el
asunto de los regímenes de excepción, a fin de generar un sistema justo y generalizado.
Creo que todos, o al menos la mayoría, queremos cambiar el estado actual de las cosas en el
ámbito hacendario. Sin embargo, para darle certidumbre a este proceso, el debate debe
apoyarse en: a) un conocimiento compartido sobre el tipo de hacienda pública que
queremos, es decir, cuáles serán los incentivos del sistema hacendario que hagan de éste un
instrumento justo y generalizado que promueva el desarrollo económico; b) una asignación
clara entre las partes involucradas, de las cargas o responsabilidades asociadas a la
consecución de la nueva hacienda pública; y c) una distribución eficiente y equitativa de los
costos y beneficios que implica la instrumentación de un nuevo modelo hacendario.
Como el lector podrá observar, estoy sugiriendo un debate cuya brújula supone el
conocimiento de la economía y la política en tanto ciencias, así como del sistema fiscal en
tanto instrumento de política pública. Se trata en concreto de generar la base científica para
el acuerdo fiscal básico y su argumentación, cualquiera que éste sea. Es importante esta
precisión por que la experiencia nos ha mostrado que se han discutido propuestas
técnicamente sólidas pero políticamente poco articuladas. El resultado todos lo conocemos:
el estancamiento económico de la nación.
Es oportuno recordar a José Ayala Espino, quien en vida sostenía que la imposibilidad de
instrumentar una reforma en la hacienda pública proviene de la incapacidad para generar un
acuerdo político entre los agentes involucrados en la gestión fiscal. Un acuerdo político,
decía Ayala, que permita convertir un tema de la agenda política en un programa viable de
reforma fiscal, ha sido un elemento ausente en los intentos de la reforma hacendaria. Esta
falta de acuerdo no es novedad, ya que los esfuerzos para llevar a cabo esta reforma datan
de la década de los sesenta. Desde entonces, los gobiernos prefirieron acudir a otros
caminos antes que modificar el “compromiso fiscal básico”. Entre esos caminos sobresalen
el endeudamiento externo, la petrolización de la economía y la privatización de activos del
gobierno federal.
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Sin embargo, no es sólo el acuerdo lo que habrá de impulsar una reforma hacendaria,
insistía José Ayala, sino la construcción de escenarios que permitan canalizar y negociar
conflictos e intereses contradictorios, de lo contrario, el consenso puede convertirse en su
propio enemigo al tratar de remplazar la dinámica social por negociaciones de cúpula. En
tal sentido, considero que si dotamos a nuestra democracia con las incentivos apropiados, la
fragmentación política que hoy vivimos debe conducir a esos escenarios y por la tanto a la
reforma hacendaria, en contraposición a la intransigencia que ha caracterizado el debate
fiscal de los últimos años.
Pero ¿por qué discutir esto en un espacio periodístico como el que el lector tiene en sus
manos?, ¿qué significa para los sonorenses el éxito o fracaso del debate fiscal? Veamos,
conforme se reducen los márgenes de maniobra en el gobierno federal, el problema de la
restricción presupuestal se traslada a las distintas regiones, en la medida en que reciben
menor cantidad de recursos por la vía de transferencias del gobierno federal. Además, los
estados no solo tienen compromisos ineludibles crecientes en materia de servicios, sino que
cuentan con facultades tributarias escasas o al menos insuficientes respecto al volumen de
esos compromisos. De manera particular en el Estado de Sonora, los rezagos en educación,
salud, alimentación y seguridad pública, así como el grave problema de la escasez de agua
y los requerimientos financieros del sistema de pensiones, constituyen entre otros,
presiones de gasto significativas en el corto plazo.
Es de particular relevancia anotar que el debate fiscal se dará en un contexto en el que
Sonora se encuentra habilitando la infraestructura necesaria para el alojamiento del modelo
de desarrollo basado en la manufactura, el cual vino a sustituir al modelo cuyo eje lo
constituía la agricultura. Tal situación asigna a los recursos fiscales un papel fundamental,
ya que el capital privado necesita de una inversión pública previa para su florecimiento y
arraigo. Entonces, este nuevo paradigma productivo constituye una demanda permanente de
infraestructura y servicios públicos para la instalación de nuevas empresas, lo cual no puede
ser financiado de otra fuente distinta a la hacienda pública.
El capital privado, aunque es esencial para el crecimiento económico, no es suficiente
durante las primeras fases de desarrollo de un país. México aún no termina por consolidar
la primera fase del actual modelo de desarrollo orientado hacia el libre mercado. Esta fase
requiere no sólo asegurar la estabilidad macroeconómica mínima y reorganizar los factores
productivos ante la agresiva apertura externa, sino también atender los rezagos de
competitividad de los distintos sectores. En pocas palabras, la creación de las condiciones
favorables para el ahorro privado toma su tiempo y, mientras tanto, los países en vías de
desarrollo deben considerar al presupuesto público como la fuente de crecimiento
económico durante las primeras etapas.
Hacer funcionar el sistema fiscal constituye, después de todo, un paso importante para
hacer funcionar la democracia (Richard Musgrave). Por tal motivo, el debate fiscal que
próximamente veremos, tiene una connotación no solo de eficiencia económica sino sobre
todo de congruencia política.
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