EL ABSENTISMO ESCOLAR: LA EDUCACIÓN COMO RETO

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EL ABSENTISMO ESCOLAR: LA EDUCACIÓN COMO RETO.
Acostumbramos a pensar que en educación no hay nada nuevo, que
todo lo que observamos en el presente de la escuela estuvo ya en otro
tiempo, y seguramente tenemos razón, pero sólo en parte. Algunos
fenómenos, si bien no son estrictamente nuevos, cobran significados
nuevos. El absentismo escolar, en efecto, no es un problema sin pasado,
pero adquiere una especial relevancia en la sociedad del conocimiento.
Hasta hace no muchos años las personas con baja formación, con una
historia de escolaridad corta, podían abrirse paso en la sociedad, conseguir
trabajo, tener su propia familia. En la sociedad actual la formación es clave
para el desarrollo económico, pero también para que cada persona pueda
acceder a un trabajo, un hogar y un estilo de vida dignos. El absentismo y
el abandono escolar se configuran como una puerta a la exclusión, a la
marginación social y económica. Así ha parecido entenderlo La Comisión
Europea, que considera la educación de los ciudadanos como un factor
crítico, no sólo para aumentar la competitividad económica, sino también
la cohesión social y que se plantea entre sus objetivos para el 2010 facilitar
el acceso a la educación y formación a todos.
Este problema educativo y social es especialmente grave en nuestro
país, que ocupa el cuarto lugar en datos de abandono escolar, pero que
además es el único país que, junto con Chipre, ha experimentado un
aumento del mismo entre el 2000 y el 2005. del 29,2 % al 30,8 %, como
tendremos posibilidad de analizar en la siguiente comunicación. Conviene
aclarar que absentismo y abandono son conceptos relacionados pero
distintos, la diferencia fundamental entre el absentismo y el abandono
escolar, tal y como lo entiende la Comisión Europea, es que el primero se
produce “en la escuela”, mientras el alumno está matriculado en el centro,
el segundo se sitúa fuera de la escuela, se refiere a jóvenes de entre 18 y 24
años que no están escolarizados y que tienen como máximo el nivel de
estudios de la secundaria obligatoria. El absentismo es un claro predictor
del abandono escolar.
El absentismo escolar es un fenómeno que reta a la escuela, que la
desafía al no poder entender que se rechace la educación, siendo ésta un
bien incuestionable. Cuanta mayor importancia se reconoce a la educación
por parte de todos, más significación cobra el rechazo por parte de algunos.
Antiguas causas del absentismo, como el trabajo infantil o el cuidado de
familiares han pasado a un segundo plano en las sociedades desarrolladas.
El absentismo se convierte en éstas en una respuesta del propio alumno que
rechaza el sistema escolar. “El absentismo sería la manifestación de un
síntoma de desapego de grupos de jóvenes con respecto a un sistema
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curricular que no perciben como próximo o de utilidad para ellos”. Elliott,
(1998). Este rechazo a la escuela como institución no representa
necesariamente un desprecio a la curiosidad por aprender. Como sabemos,
la escuela ha perdido el monopolio de la transmisión de conocimiento.
El fenómeno del absentismo es ciertamente complejo, tanto en sus
manifestaciones, como en sus causas. Encontramos grados diferentes en las
formas de absentismo esporádico o selectivo de los retrasos a las primeras
horas de clase, o las falta a clase en algunas horas o algunos días, al
principio o final de la mañana, coincidiendo con algunas asignaturas. El
absentismo crónico o severo en el que se manifiesta la ruptura con el
centro, (se acostumbra a señalar este grado de absentismo cuando el
alumno supera el 50 % de horas lectivas perdidas). La fobia escolar o el
miedo a la escuela, que afecta a un 1% de la población. No debemos
olvidar el absentismo interior o pasivo de aquellos alumnos que están en las
clases, pero que no participan, no prestan atención, desconectan de las
explicaciones y de las actividades, no llevan los libros u otros materiales de
trabajo, no hacer los deberes, etc.
Un estudio realizado en el 2005 por la Oficina del Defensor del
Menor de la Comunidad de Madrid y el Colegio de Psicólogos, nos señalan
que el 16 % de alumnos de la ESO faltaban al Centro sin justificación más
de 2 días al mes, y el 24,9 % faltaban sin justificación a algunas clases más
de dos días al mes.
Si entendemos por absentismo exclusivamente los grados más
extremos del mismo no sólo nos estaremos negando la comprensión de un
fenómeno que se va construyendo poco a poco, a veces de un modo
silencioso y poco visible, los alumnos que no están no molestan, sino que
además estaremos limitando nuestra capacidad de detección y de
intervención en un problema que debería afrontarse desde la prevención y
en sus manifestaciones más tempranas. Por eso es imprescindible para
poder actuar de modo eficaz contra el absentismo establecer un lenguaje
común entre quienes intervienen desde distintas instancias, especialmente
entre el centro educativo, la familia y los servicios municipales.
Explicación de las causas: La complejidad del fenómeno del absentismo
no se queda en sus manifestaciones, sino que se extiende a sus causas.
Los enfoques teóricos y la investigación sobre el absentismo y el
abandono escolar se han focalizado en el individuo, las características de
los alumnos, sus condiciones familiares y sociales y sus conductas
académicas. Como consecuencia entre los factores de riesgo social se han
destacado la raza/étnia, el género, la edad, el lenguaje minoritario, el
estatus socio-económico, la estructura familiar o el nivel educativo de los
padres.
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Entre los factores familiares más citados en el Informe del Defensor
del Menor de la Comunidad de Madrid (2005) señalamos:
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•
•
•
•
•
Pobreza y precariedad social,
Familias monoparentales
Familias desestructuradas
Conductas de riesgo social en la familia
Falta de disciplina y control de los padres
Negligencia
Especial interés tienen aquellos aspectos que están relacionados con
las actitudes y experiencias de los padres en relación a la escuela: la
discrepancia en el modelo de disciplina, normas y valores se convierten en
factores de riesgo, si los padres tuvieron experiencias negativas de
escolarización o mantienen creencias negativas sobre el papel de los hijos
en la escuela, sobre su función social o sobre la influencia de la escuela
en la movilidad social. Las familias inmigrantes pueden encontrar
discrepancias entre la cultura del hogar y la cultura escolar, y este hecho
genera problemas que en muchos casos se manifiestan en forma de
absentismo. A esto se pueden añadir los problemas lingüísticos que limitan
la comunicación y la integración escolar.
Otro de los factores de riesgo asociados al absentismo escolar son los
vínculos establecidos con un grupo de iguales que está fuera de la escuela,
que tiene relevancia afectiva para el alumno y que presenta conductas
antisociales. Dekkers y Claassen (2001)
Los factores de riesgo académico se han relacionado con las bajas
calificaciones, expectativas educativas bajas, las repeticiones tempranas de
curso o los problemas de disciplina. Una lectura fácil, induce a considerar a
los alumnos como responsables de su decisión de ausentarse o de
abandonar la escuela, lo que supone culpar a las víctimas, exculpando a la
escuela que nada puede hacer ante el hecho de que algunos de sus alumnos
sean pobres, no tengan capacidades intelectuales para el éxito académico o
no valoren la educación Esta consideración estigmatiza a algunos alumnos
como “diferentes”. No deja de resultar paradójico que sea una atribución de
responsabilidad a una persona, el alumno fracasado o el alumno absentista,
a quien se considera en términos generales un “irresponsable”. Lo curioso
es que algunos alumnos se convencen de que las cosas son así, de que está
en su naturaleza ser una “nulidad escolar”.
Afirmar que el absentismo está relacionado con el fracaso escolar no
es descubrir nada nuevo, pero no debemos caer en la simplificaron de
establecer una causalidad lineal y unidireccional entre uno y otro, es decir,
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no sólo el absentismo es causa del fracaso escolar, sino que además el
propio fracaso escolar, es causa fundamental del absentismo. Numerosas
investigaciones señalan las trayectorias escolares negativas como uno de
los factores de riesgo más relevantes que contribuyen al abandono escolar.
El informe PISA (2001) y propia Comisión Europea (2006) señalan al
rendimiento académico como uno de los predictores más significativos del
abandono escolar prematuro, incluso como un factor de predicción más
potente que la familia, la conducta o la personalidad del alumno.
Las explicaciones parecen tejerse a la sombra de un determinismo
que nos recuerda al informe Coleman y que centra la responsabilidad en el
propio alumno, en su familia, o en el grupo de iguales, y, en último
término, en la sociedad. Los alumnos absentistas serían el resultado de
características personales, familiares y sociales “problemáticas”. El
Informe Coleman, encargado por la Administración estadounidense y
publicado en 1966, confirmaba la escasa influencia que ejercían los
recursos educativos sobre el rendimiento si los comparamos con las
diferencias debidas a las condiciones socioculturales y familiares de los
alumnos.
Resulta curioso observar, más allá de la reflexión sobre los factores
que incitan al absentismo, cómo se produce la atribución de
responsabilidades entre quienes se encuentran más próximos al el entorno
educativo. No faltan ocasiones en las que se instala una queja recíproca
entre la familia y la escuela por lo que no se duda en calificar de auténticas
prácticas absentistas de las dos instituciones. Algunos profesores denuncian
que los padres no acuden al colegio o al instituto y que son muchos los que
no están pendientes de sus hijos, ni de su evolución escolar. Por otro lado,
algunos
padres se quejan de la falta de interés o de trabajo de los
profesores.
No es infrecuente encontrar que es la propia familia la que
culpabiliza al hijo o a la hija, situándose fuera problema: “yo no puedo con
él, “hemos tirado la toalla”, “que haga lo que quiera”, o es el centro
educativo el que dice tirar la toalla ante alumnos que no quieren aprender.
En este movimiento pendular la culpa va de un extremo a otro, alejando las
posibilidades de entendimiento para llegar a una visión compartida y a
acuerdos concretos y funcionales que permitan mejorar la educación de los
hijos y de los alumnos.
Tan equivocado resultaría culpabilizar en exclusiva a la sociedad, a
las familias o a los alumnos, como hacer a la escuela única responsable del
absentismo. Más que asumir que la causa del abandono y el fracaso escolar,
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no hacer los deberes, no ir a la escuela, comportarse mal, radica sólo en el
alumno y en sus circunstancias personales y sociales, cabe entender que
también la propia escuela, su organización y funcionamiento crean
condiciones que facilitan o frenan otros factores de riesgo.
De hecho, cuando se pregunta a los alumnos por los motivos de su
absentismo, destacan aquellos que tienen relación con la institución
escolar:
Prefiero hacer otras cosas
No me interesan las clases
Problemas personales
También lo hacen otros compañeros
Problemas con alguna asignatura
Evitar alguna actividad del colegio
No estudio
Me llevo mal con algún profesor
No hago los deberes
71,88 %
56,25 %
46,88 %
43,75 %
43,75 %
34,38 %
25,00 %
21,88 %
12,50 %
Estudio del Defensor del Menor, 2005.
Podemos integrar los distintos factores de riesgo del absentismo
escolar en el siguiente esquema. Las circunstancias socioculturales,
económicas, lingüística, familiares, etc, favorables a la manifestación de
fenómenos de riesgo aparecen como precondiciones. Cuando estas
precondiciones encuentran en el medio escolar una estructura y disposición
no inclusivas o de rechazo provocan: un sentimiento de pérdida de la
autoestima que alimenta el fracaso académico, la decepción ante el
desacuerdo entre los intereses del alumno y los de la institución educativa,
y la falta de sentido de pertenencia, lo que puede conducir a escaparse de
una realidad que se percibe como hostil. Cuando este sentimiento de
pérdida de la autoestima trata de compensarse con la protección o la
complicidad del grupo de iguales o de la propia familia, el riesgo del
absentismo es muy elevado
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Cuadro explicativo de los factores de riesgo del absentismo, modificada de
Rué Domingo J. (2004)
Precondiciones (socioculturales, económicas, lingüística, familiares, etc)
favorables a la manifestación de fenómenos de riesgo
Características del medio escolar como entorno de inclusión (oportunidad) o exclusión (amenaza)
Sentimiento de pérdida de la
autoestima
Desencuentro entre los intereses
de los alumnos y los de la escuela
Protección,
complicidad y
apoyo afectivo
del grupo
familiar y de
iguales
Alto riesgo
De
absentismo
Falta de sentido de pertenencia y
tendencias escapistas
Detonantes primarios
Detonantes
secundarios
El absentismo el centro educativo. Examinaremos la influencia del
centro educativo en el absentismo escolar y las propuestas para evitarlo
desde una perspectiva de organización escolar inclusiva a través del clima y
las relaciones personales, las políticas sobre el control del absentismo y las
estructuras organizativas y el currículo.
El clima y las relaciones: Las relaciones entre los profesores y los alumnos
son un factor que influye decisivamente en el grado de “pertenencia” que
los estudiantes sienten en relación al centro escolar, para que se produzca el
“enganche” con la escuela. Es más probable que los alumnos permanezcan
y rindan en escuelas en las que las personas cuidan de ellos. Estas
relaciones deben estar basadas en la confianza, en el respeto, la justicia y la
equidad. Los alumnos fracasados y los alumnos absentistas perciben
frecuentemente las escuelas como lugar ajenos en los que los profesores no
cuidan de ellos ni intentan ayudarles.
Marcel Pennac, profesor y escritor francés de éxito, fue un alumno
zoquete, un alumno fracasado. Así describe a los malos alumnos cuando
llegan a clase y la mirada salvadora del profesor “ Los malos alumnos
nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas
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capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de
deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de
vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado.
Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas
en la mochila. En realidad, la clase solo puede empezar cuando dejan el
fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a
menudo sólo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto
confiando, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos
espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo.) y añade,
para que el conocimiento tenga alguna posibilidad de encarnarse en el
presente de un curso es necesario dejar de blandir el pasado como una
venganza y el porvenir como un castigo.” (Mal de escuela)
Algunos profesores consideran que no han sido preparados para
encontrar en clase a alumnos que consideran que no tampoco están hechos
para estar allí. Entienden su responsabilidad como enseñar a aquellos que
quieren aprender y no se sienten responsables de los demás alumnos. F.
Savater se refiere a la primera causa de la ineficacia docente como la
pedantería pedagógica que exalta el conocimiento propio, el deseo de
deslumbrar, por encima de la necesidad docente de comunicarlo. Sus
conocimientos se vuelven tan evidentes y consustanciales que no pueden
imaginar a quienes viven en estado de ignorancia. En cambio, la humildad
del maestro consiste en alumbrar, en esforzarse en ayudar a aprender a
otros.
El papel del profesor es también esencial en fomentar las relaciones
entre los alumnos y la ayuda entre iguales. Esto permite que los estudiantes
colaboren en su aprendizaje conectando relacionalmente en una experiencia
relevante, participativa y valiosa. El problema principal de los estudiantes
apáticos es que carecen de un vínculo personal significativo con el
profesorado y con el alumnado. Esto les impide implicarse emocionalmente
y bloquea su motivación para tomar parte activa en su aprendizaje.
Las políticas escolares con respecto al absentismo. Una politica de
control y de penalización de las faltas de asistencia a clase contribuye a
acrecentar las asistencias. Pero la aplicación de políticas de disciplina muy
severas tienen un impacto negativo sobre ciertos alumnos absentistas, sobre
todo cuando se sancionan con expulsiones o suspensión de la asistencia al
centro. El efecto que producen es desanimar a aquellos alumnos que “no
quieren aprender” y al alumno y “empujarle” hacia fuera.
El problema del absentismo no puede entenderse como una pura
cuestión de falta de disciplina, como tampoco muchos de los problemas de
la convivencia escolar. Por más que los límites y el control sean
imprescindibles en la convivencia. Su comprensión nos facilita un nuevo
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modo de mirar los problemas de la convivencia escolar que se aleja de una
hiper-reglamentación, que conduce a la despersonalización, a la ausencia
de responsabilidad y al inmovilismo, y en el que las relaciones
interpersonales, como hemos señalado, constituyen una clave fundamental.
Cada vez se nos muestran más ejemplos de que la exclusión, el no sentirse
parte, convierte en inútiles los castigos para disuadir a quienes no respetan
las normas de la institución. Resulta paradójico tratar de modificar el
comportamiento de los alumnos con la amenaza de la privación de algo (la
asistencia a clases, las calificaciones, etc), cuyo valor no se ha despertado
previamente.
Los tiempos de suspensión escolar de los alumnos, aún con mayor
razón los alumnos absentistas, no deberían desarrollarse fuera del centro,
sino para darles apoyos y establecer trabajos cada día mientras no asistan a
las clases.
La organización del centro, aspectos como el tamaño, las formas de
establecer los agrupamientos o la estructura organizativa, etc influyen en la
posibilidad de participar, en las relaciones personales y,
consiguientemente, en el absentismo.
Cuanto mayor es el tamaño del centro mayor es también el riesgo de
despersonalización y la necesidad de crear unidades más pequeñas,
escuelas dentro de la escuela. La posibilidad de que un mismo profesor
imparta clase de varias materiales al mismo grupo de alumnos facilita
también las relaciones personales y el seguimiento individualizado. Del
mismo modo, las medidas para reforzar los equipos docentes,
interdisciplinares, de profesores que trabajan con el mismo grupo de
alumnos puede ayudar a crear contextos de aprendizaje más coherentes y
más próximos y evitar el riesgo de balcanización, sobre todo en los centros
de secundaria.
Los criterios de agrupamiento de los alumnos condicionan el clima
escolar y pueden afectar a la autoestima, las expectativas y la capacidad de
esfuerzo de los alumnos, y por lo tanto, al absentismo y a su desarrollo
escolar. Es importante mantener la alerta en las formas de agrupamiento
que diferencian a los alumnos por niveles, sobre todo cuando dan lugar a
un trabajo en el aula de bajo-nivel, repetitivo y poco interesante para los
alumnos. Cuando esto ocurre se refuerzan las conductas absentistas, como
hemos señalado, el aburrimiento en las clases es una de las causas
principales del absentismo escolar.
No es posible abordar el absentismo desde la exclusión y el fracaso
escolar, es preciso que el centro se plantee la raíz de la participación, de la
pertenencia al grupo o al propio centro escolar para hacer posible una
educación para todos. Más aún, el centro puede asumir un papel
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dinamizador en la implicación y en la colaboración con otros agentes como
las propias familias o los servicios municipales. La efectividad de las
actuaciones para evitar el absentismo sólo es posible si se comparte una
comprensión del fenómeno, de sus causas y del impacto que el
compromiso del centro puede tener en la posibilidad de su transformación.
Reflexión final. El problema del absentismo escolar es algo más
que el fracaso de algunos alumnos, de sus familias o de algunos profesores,
es un síntoma del fracaso de un modelo de educación y de escuela que
surge para responder a las necesidades de socialización de las nuevas
sociedades industriales y que desarrolla prácticas que permiten clasificar a
los alumnos por lotes y por niveles en función de la edad, impartiendo un
currículo estandarizado, en torno asignaturas cerradas, con pruebas
estandarizadas, con periodos fijos de clase y con aulas independientes. En
este modelo de escuela la diversidad no encuentra su lugar, la educación se
dirige a un alumno medio que sólo existe como constructo mental. No hay
lugar para la afectividad, ni para el conflicto, ni para el encuentro personal.
Resulta incomprensible que la educación haya dedicado tan poca
atención al conocimiento práctico de aquello que nos permite sentirnos
competentes, valiosos, capaces de establecer relaciones positivas con los
demás. Como consecuencia, el desarrollo de los programas educativos y de
las capacidades intelectuales no han podido impedir que nos sintiésemos en
ocasiones profundamente incompetentes para vivir. Nuestro éxito vital
como seres humanos depende tanto de la capacidad de gestionar nuestras
emociones como de la capacidad de procesar información o de aplicar
nuestro conocimiento. Fernando Savater escribe en el Valor de educar
que una de las principales tareas de la enseñanza siempre ha sido
promover modelos de excelencia y pautas de reconocimiento que sirvan de
apoyo a la autoestima de los individuos. Si la escuela renuncia a este
designio los niños y los adolescentes negociarán su autoestima en otros
mercados, porque humanamente nadie puede pasarse sin ella.
z Crear una definición compartida de absentismo y una reflexión sobre
las posibilidades del centro en la prevención y evitación del
fenómeno.
z Planificar las acciones facilitando la coordinación interna y externa
mediante el establecimiento de relaciones con el entorno: centros
educativos, mesas locales de absentismo, servicios sociales, policía
municipal, ONG,s, etc.
z Revisar el Plan de acción tutorial para fomentar el aprendizaje socioemocional y la cohesión del grupo.
z Establecer mecanismos de coordinación entre los centros para
facilitar la transición entre las etapas, especialmente entre la primaria
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y la secundaria que faciliten el conocimiento de las características de
los alumnos (capacidades, intereses y expectativas, contexto familiar,
etc, así como la detección temprana del riesgo de absentismo.
z Planificar acciones formativas en el Centro que permitan impulsar
las líneas de mejora.
z En los centros de secundaria muy grandes definir ámbitos
educativos más pequeños “escuelas dentro de la escuela” que
puedan adaptar el ambiente, las normas, las relaciones, y que hagan
más visibles las figuras de referencia.
z Potenciar la estructura de equipo de profesores que trabajan con el
mismo grupo de alumnos
z Trabajar la elaboración, seguimiento y evaluación de las normas
como un proceso vivo para reforzar la coherencia en las líneas de
convivencia
z Revisar los criterios de agrupamiento para reforzar relaciones
positivas entre alumnos con riesgo de absentismo con otros alumnos
y con profesores.
z Fomentar la participación de los alumnos a través de los delegados.
z Fomentar la participación de los alumnos en las clases: Trabajo en
equipo, grupos cooperativos, trabajo por pares, grupos interactivos,
etc.
z La planificación equilibrada de las tareas escolares “plan de
deberes”.
z Impulsar la frecuencia de evaluación formativa y en la corrección de
las tareas, así como la participación de los alumnos en la misma (la
autoevaluación y la co-evaluación).
z La participación en programas de refuercen el seguimiento escolar y
la realización de las tareas (PROA, Compensatoria externa, Tutoría
de Tarde, etc)
z Facilitar la participación de todos los alumnos en las actividades
extraescolares
z Facilitar la disponibilidad del material escolar para todo los alumnos
z Facilitar a los padres e implicación de los padres en el
acompañamiento la supervisión del trabajo escolar (agenda
educativa)
z Diseñar protocolos y realizar actividades de acogida al inicio y
durante el curso, especialmente para alumnos absentistas (flexibilizar
el currículo), apoyo de los alumnos-tutores
z Reforzar las relaciones personales que refuercen la creación de
apego: tutor personal, alumno-tutor.
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z Comunicar a los padres de modo inmediato las ausencias a clase o al
centro de sus hijos
z Realizar seguimiento de alumnos de riesgo y de alumnos absentistas,
tutor-personal, alumno-tutor
z Acción formativa y de orientación con alumnos y padres de alumnos
absentistas: habilidades sociales, mediación, counselling, etc.
z Establecer contratos y acuerdos educativos con los alumnos
absentistas y sus padres
z Revisar los criterios para establecer medidas correctivas de modo
que no limiten la inclusión y el seguimiento educativo. Suspensiones
en las que se mantiene al alumno en el centro y con apoyo escolar en
lugar de enviarles a casa.
z Apoyar el trabajo de los buenos maestros y profesores
Experiencia. Hace cuatro años me encontraba en un centro de
secundaria de un municipio de la zona sur de Madrid impartiendo un curso
sobre mejora de la convivencia. En una sesión de aquel curso habíamos
hablado de la gestión del aula y el papel fundamental de las relaciones
entre el profesor y el alumno para construir un clima de convivencia en la
clase y en el centro. Al terminar la formación se me acercó Teresa, una
profesora de secundaria de Física y Química, de expresión serena, dulce, y
de unos 60 años de edad. Teresa había comentado con cierta timidez que
sus alumnos no faltaban a sus clases y que además acostumbraban a
trabajar en las mismas, a lo que el resto de los profesores presentes en la
sesión, compañeros de Teresa, habían asentido. Teresa me dijo que, si
estaba interesado, podría entregarme las reglas que guiaban su trabajo en el
aula y la relación con sus alumnos, por si podía resultarme útil; le dije que
sí. Al comienzo de la siguiente sesión me entregó el valioso regalo de una
larga, gozosa y eficaz experiencia de vida como profesora. En un folio se
podía leer lo siguiente:
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
ESTAR DISPONIBLE
ESFORZARSE
DOMINAR LA MATERIA
SER PUNTUAL
ADAPTARSE
COMUNICARSE PERSONALMENTE
COMPRENDER
RESPETAR
DAR OPORTUNIDADES
VALORAR
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• EXIGIR
• ACLARAR
• CORREGIR
Con estas trece sencillas pautas, Teresa transmitía que el modo de
establecer las relaciones personales entre los profesores y los alumnos
influía decisivamente en el clima de convivencia de la clase, pero además
favorecía el propio trabajo escolar. Teresa había asumido por su formación
y por su propio carácter, que en el encuentro personal y mediante una
comunicación sincera y respetuosa,
también de las emociones y
sentimientos, se puede desarrollar una eficaz regulación inclusiva que
acoge y crea vínculos de afecto y de pertenencia, una regulación más allá
de la“hiper-reglamentación” de faltas y sanciones. Y que para conseguirlo,
el profesor debe no sólo enseñar, sino enseñarse, es decir encarnar con
coherencia aquellos valores o principios que trata de desarrollar en sus
alumnos. Después de todo algunas cosas en educación no han cambiado
tanto. Como escribe Amin Malouf. En las identidades asesinas “Es nuestra
mirada la que muchas veces encierra a los demás en sus pertenencias más
limitadas, y es también nuestra mirada la que puede liberarlos”. Es la
mirada del maestro la que consigue que el alumno se descubra asimismo
como alguien capaz de aprender.
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desde la autonomía de los centros. En el tratamiento de la diversidad en
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