El control ambiental aún es mínimo MIÉRCOLES 01/06/11 Hasta abril 2008, cuando la Asamblea Constituyente aprobó el Mandato Minero, había 4 341 concesiones mineras. Esto representa 3,9 millones de hectáreas (ha). Ahora hay 1 484, con 1,1 millones de ha. El resto se archivó. De las concesiones vigentes, en cinco hay a gran escala: Fruta del Norte de KinrossAurelian y El Mirador de Ecuacorriente, ambos en Zamora Chinchipe. San Carlos Panantza en Morona Santiago. Quimsacocha y Río Blanco (Azuay) de Iam Gold. Es la primera vez que Ecuador incursionará en la minería a gran escala: a cielo abierto o subterránea. Ahora predomina la actividad artesanal o a pequeña escala. Para Carlos Pérez, de la Federación de Campesinos azuayos, esa actividad afectará al agua, suelo, flora y fauna por el uso de químicos y aceites de la maquinaria. En minería a cielo abierto solo ha tenido experiencia en minerales no metálicos como sílice, caolín, feldespato y caliza para las industrias de cerámica y cemento. Por eso, el tema despertó conflictos, protestas y reacciones negativas. En el país no hay estudios generales de daños ambientales por la minería. Municipios como Ponce Enríquez y Pucará (Azuay) hicieron investigaciones. En el primero se concluyó que los ríos Chico, Siete y Guanoche están ‘muertos’. La causa es el envenenamiento del agua con plomo, cianuro, arsenio..., dijo Luis Vázcones, del Área Ambiental del Cabildo. Pero las grandes empresas como Iam Gold presentaron estudios de impacto ambiental a los ministerios de Ambiente y de Recursos No Renovables. Allí se consideran planes de mitigación. El trabajo artesanal afecta más Por varios años, la explotación artesanal y la informal se manejaron sin control, pese a los reportes de la contaminación de ríos, destrucción de cultivos, pérdida de flora y fauna, alteración de cauces de ríos y del paisaje. Para Fernando Valencia, director de Ingeniería en Minas de la Universidad del Azuay, esta labor es la más depredadora por la emisión de contaminantes (sólidos, líquidos y auditiva), por la sobreexplotación de recursos y la modificación del paisaje. Según él, los mineros, por falta de recursos y equipos, recogen el oro a través de la técnica de amalgamación con el uso del mercurio. Esta tarea, en su mayor parte se hace sin la protección básica del personal y tampoco se recupera el mercurio utilizado. Lo mismo ocurre con el cianuro, aceites, amonio y otros metales pesados que se usan para la extracción de oro. Estos metales vaporizados van a la atmósfera, al agua y al suelo y contaminan. Para Valencia, el ser humano afecta su salud al consumir el agua contaminada o productos infectados. Según la Organización Mundial de la Salud, está comprobado que el mercurio es un metal cancerígeno. Se abren túneles sin estudios El riesgo de la minería subterránea se centra principalmente en la seguridad y estabilidad de los túneles y galerías. Según el empresario minero, Hólger Parra, hay mineros que abren túneles o galerías sin un diseño estructural ni de ingeniería para aprovechar el mineral. Según él, no consideran los elementos de seguridad y estabilidad geotécnica para evitar los sucesivos derrumbes y desgracias personales como las registradas en Ponce Enríquez. A más de eso, los derrumbes cambian la topografía de las zonas aledañas. El uso de la pólvora, nitrato de amonio y otros químicos también afecta al ambiente y a los obreros. La causa es la emisión de gases que se descargan a los ríos sin ningún tratamiento técnico. Pero la contaminación es menor que la registrada en la actividad artesanal porque la mayoría de gases tóxicos se queda en los túneles, señaló Parra. No obstante, él dijo que la afectación del ambiente se da más por falta de condiciones favorables (maquinaria) que por desconocimiento. "Por eso, una de las demandas de los mineros es recibir apoyo para financiar la inversión en tecnología". La gran minería recién arranca Los expertos en minería y en control ambiental consultados coinciden en que ninguna actividad minera está libre de contaminación. La extracción a gran escala se puede aplicar a cielo abierto o de forma subterránea. En la primera, dijo Patricio Vargas, presidente de la Cámara de Minería de Cuenca, se destruye una amplia zona vegetativa e incide en la flora y fauna. En la otra la tala de bosque es menor, pero al igual que la primera demanda un elevado uso de agua, señaló Carlos Pérez, presidente de los campesinos azuayos. "Esto afectará a las poblaciones que se benefician del líquido para consumo humano, agricultura y ganadería". Para el experto ambiental, Fernando Valencia, cualquier tipo de actividad y más la que se hace a cielo abierto debe cumplir con estudios de impacto ambiental y planes de mitigación. Por ejemplo, la reutilización del agua a través de sistemas de recirculación y reforestación de zonas afectadas. En la actualidad, el Ministerio del Ambiente realiza inspecciones en las concesiones mineras en Azuay. Chile logró acuerdos 'verdes' A partir de 1990, las autoridades chilenas comenzaron a discutir posibles medidas para detener el impacto ambiental de la actividad minera. En un principio la discusión se centró en la contaminación atmosférica de las fundiciones y en los tanques de relave. Casos emblemáticos fueron la fundición Ventanas, cuyo abundante humo negro se dejaba ver a muchos kilómetros de distancia, y la mina El Salvador, que vertía sus relaves en el mar. A esto se sumaba la destrucción sistemática de predios y regiones agrícolas, junto con la contaminación de los canales de regadío. A partir del Decreto Nº 185 de 1992, y en el marco de un acuerdo voluntario entre diversos sectores productivos y el Estado, se iniciaron planes de descontaminación en cinco fundiciones de cobre estatales y se implementaron estudios de impacto ambiental en toda nueva faena minera, lo que finalmente derivó en que más del 60% de aquellos estudios correspondiera al sector minero. La Ley de Bases del Medio Ambiente (1994) y la promulgación de su reglamento en 1997, impusieron una mayor conciencia ambiental en las actividades mineras del país.