Despedida Jesus Palomino Villanueva

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PALABRAS DE DESPEDIDA DE JESÚS PALOMINO VILLANUEVA Agradezco sinceramente las amables palabras que el Superior Provincial y el Coordinador de Educación de la Provincia acaban de dedicarme; son sin duda producto de una intensa y estrecha colaboración que a lo largo del tiempo hemos mantenido y que hoy, necesariamente, se tiñen de nostalgia… Y, un poco, ese es mi sentimiento –contradictorio-­‐ esta noche porque todos los que hemos abrazado la vocación docente, sabemos que se establece entre esta labor, el colegio, los alumnos y uno mismo, una relación idílica. Hoy, apago con orgullo la luz de casi 39 años de una vida desdoblada entre la pasión, la vocación y el devenir de los años. Aprendí durante este tiempo que la vida se construye en base a sueños y siempre se sustenta en el Amor. Dijo Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda para contarla”. Y en esa vida que hoy recordamos veo que nos volvemos posesivos, mi escuela, mis alumnos, mis docentes, mi Congregación... Aunque tenemos la certeza de que un día vamos a partir y que la ley de la vida hará ocupar nuestro lugar a otro. Más allá de que muchas veces soñamos con el momento de la despedida y hacemos proyectos para cuando la misma llegue, saboreando la libertad, la dedicación a la familia, amigos, hobbies… al llegar el día del adiós se produce un vacío intenso, capaz de anunciar la sensación de que ya no seremos los mismos. En efecto, nada será igual. Hace tiempo al elegir nuestro quehacer en la vida nos preparamos para el aula y ese sello de tiza nos moldeó y permanece en nosotros para siempre de manera indeleble. No somos los mismos, al partir llevamos el alma llena de emociones, triunfos, fracasos, historias de vida compartidas que fueron llenando nuestro ser. Mi historia comienza, precisamente, en Virgen de Mirasierra, un 28 de febrero de 1976, cuando su Director me llamó a casa para saber si podía realizar una sustitución porque una de sus profesoras había dado a luz el día anterior. Los caprichos del destino hacen que esta noche comparta con ella mesa, mantel y ¡muchas cosas más! que se han forjado a lo largo de este tiempo. Hoy, después de una larga trayectoria por las aulas y la Función Directiva, casi 39 años en ejercicio docente de los que he compartido 23 en cargo directivo, me sorprendía… ¡Cuánto tiempo! En una noche de paradojas recuerdo que empecé con Enrique Losada, Superior de la Provincia del Norte de España y creador del espíritu del 18F y termino con Enrique Losada, Superior de la Provincia Ibérica. Más allá del matiz geográfico y organizativo, tanto tiempo se circunscribe a un paréntesis en el que he tenido el privilegio de contar con la confianza de los distintos Gobiernos Provinciales que han encabezado él mismo, el añorado Santiago López, Vicente Arnés y Nacho Moreno. Quiero expresar, en ellos y en los religiosos que hoy estáis presentes, mi gratitud a toda la Congregación porque me han hecho sentirme en este tiempo un ser privilegiado trabajando en aquello que más me gusta y quiero: los colegios. En esta gratitud, va también, de forma expresa, la acogida que siempre he recibido en mis viajes en las propias comunidades porque se han desvivido por hacerme la vida agradable lejos de mi casa y hacerme sentir como si en ella estuviese. Me gustaría enumerar a cada uno de los que estáis presentes aquí: ¡es tanto lo que tengo que agradeceros…! pero el discurso se haría eterno y mi ánimo me traicionaría por momentos. El mejor mensaje que os puedo dejar a todos lo veo reflejado en el Evangelio de San Marcos: nos cuenta que Jesús dijo a Simón y a Andrés: “Venid conmigo, y haré de vosotros pescadores de hombres”. Yo imagino que esta llamada estuvo acompañada de una sonrisa y de un mirar a los ojos. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido esa mirada y esa voz que decía: “Ven conmigo, sígueme, que yo haré de ti un colaborador en la formación de los hombres y mujeres”. Hemos aceptado esa llamada, recibiendo como un ‘talento’ la capacidad del amor docente y de ese ‘talento’ se nos pedirá rendir cuentas. Pues bien, estoy seguro que cada uno de vosotros superará con creces esa prueba. He visto, a lo largo de los años, cómo os entregáis a vuestra tarea, cuál ha sido vuestro esfuerzo y, aunque en el transcurso del tiempo he intentado decíroslo, quiero ponerlo de relieve esta noche ante vuestras familias (las que han podido acompañarnos) porque, sin duda, todos estamos en deuda con ellas. Entre estos recuerdos también hubo algo muy importante que fue la educación que me dieron mis padres basada en los valores del amor, respeto y humildad y por supuesto algo esencial, la vida misma que me permitió estar más cerca de todos vosotros. El pasado verano cedía este timón con orgullo a mi sucesor, en mi carta os pedía a todos que le brindaseis la mayor colaboración. Hoy lo reitero porque en esta singladura habrá tormentas, borrascas y días apacibles, lo importante… es no abandonar la barca, en ella navegan las generaciones del futuro, tenemos la obligación de que arriben a buen puerto. Recodar lo repetido tantas y tantas veces: “Ninguno de nosotros, sólo, es tan bueno como todos nosotros juntos”. Practicad, por tanto, la sinergia que nos ha hecho fuertes en el tiempo. Las despedidas siempre encierran una tibia nostalgia, pero recrean vínculos que revitalizan al unir el pasado con el presente y pueden augurar la alegría de un reencuentro. Al irme, me llevo lo mejor, olvido los pequeños sin sabores, pido disculpas por mis errores y reitero el orgullo de haber dejado mi huella en este equipo ya que llevo la de todos vosotros en mi ser. Me voy, pero también me quedo… dejo vida y me llevo vida. Hay palabras que no pueden ser reemplazadas por ninguna y cuya significación reside en la sinceridad con que sean dichas: "GRACIAS A DIOS POR PERMITIRME EJERCER ESTA PROFESIÓN TAN MARAVILLOSA" "GRACIAS A TODOS Y HASTA SIEMPRE” 
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