El PACTO Pacto Entre los Hombres Pacto de Dios con el Hombre

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El PACTO
Una visión íntegra y panorámica de lo que
dice la Palabra de Dios respecto al Pacto
Pacto Entre los Hombres
Cuando el pacto es entre hombres; es un acuerdo mutuo que los vincula y obliga a una
serie de beneficios y obligaciones. Las Escrituras nos dan a conocer una serie de pactos
de orden humano. Veamos algunos ejemplos:
1.
Abraham con Abimelec
(Gn. 21.22-32)
2.
Isaac con Abimelec
(Gn. 26:26-31)
3.
Jacob con Labán
(Gn. 31:43-55)
4.
Josué con los gabaonitas
(Jos. 9:15)
5.
Josué con Israel
(Jos. 24:25)
6.
Jonatán con David
(1Sa. 1:1-4)
7.
Abner con David
(2Sa. 3:12-13)
8.
Salomón con Hiram
(1Re. 5:12)
9.
El rey Sedequías con el pueblo de Jerusalén
(Jer. 34:8-10)
10.
El rey de Babilonia con un representante de la realeza de Judá
(Ez. 17:13-18)
11.
El matrimonio es un pacto
(Prov. 2:17, Mal. 2:14)
12.
Pactos prohibidos
(Juec. 2:1-2; Os. 12:1; Is. 2:6)
13.
Algunos pactos de orden personal
(Job 31:1)
Se dice que un pacto entre hombres no puede ser invalidado.
“Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una
vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade” (Ga. 3:15)
Pacto de Dios con el Hombre
Cuando el pacto es entre Dios y el hombre, se define como el convenio o acuerdo que
expresa la relación especial del Señor para con su pueblo. Siempre que la Escritura se
refiere al Pacto de Dios con su pueblo, utiliza un término único, atribuyéndole al Señor
propiedad exclusiva de ese pacto; ya que es el Señor quien toma la iniciativa de entrar
en pacto con el hombre. Veamos:
“Mas estableceré mi pacto contigo” (Gn. 6:18)
“Mas yo estableceré mi pacto con Isaac” (Gn. 17:21)
“Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y
Jacob” (Ex. 2:24)
“He aquí yo establezco mi pacto de paz con él” (Nm. 25:12)
“e invalidarán mi pacto” (Dt. 31:20)
“No olvidaré mi pacto” (Sal. 89:34)
“y abracen mi pacto” (Is. 56:4)
“Antes yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo” (Ez. 16:60)
Esta terminología debe darle al hombre confianza y seguridad en su Dios. Él será fiel al
Pacto. Todos aquellos que abracen el Pacto divino gozaran de sus múltiples beneficios.
Por supuesto el pacto incluye algunas responsabilidades. Esto indica la seriedad del
Señor para con su Pacto.
Un examen detallado de los pactos de Dios con el hombre mostrará que contienen una
triple promesa de bendición: física, material y espiritual.
La Escritura nos habla del Pacto del Señor con:
Adán
(Os. 6:7)
Noé, la raza humana y toda criatura
(Gn. 6:18; 9:8-17)
Abraham
(Gn. 15:18; Cap 17)
Isaac
(Gn 17:21)
Israel
(Gn. 19:5; 24:7-8)
Finees
(Nm. 25:10-13)
David
(2Sa. 7; 2Cron. 21:7; Sal. 89)
Pactos del Hombre para con Dios
Pacto del sacerdote Joiada para ratificar su pertenencia exclusiva al Señor (2Re. 11:17).
Pero este realmente fue un pacto interno entre el sacerdote, el pueblo y el rey (2Cron.
23:3, 16).
Pacto del rey Exequias para santificación del liderazgo, cuyo fin era que el resto del
pueblo fuese protegido y el juicio divino se apartara (2Cron. 29:3-11).
Pacto del rey Josías de caminar en obediencia a los mandatos y preceptos del Señor y
guardar el pacto de Dios (2Cron. 34:31; 2Re. 23:3).
Pacto de los príncipes y el pueblo de Israel, presidido por Esdras, para apartarse de las
mujeres extranjeras (Esd. 10:2-5).
Pacto de los santos que ofrecen el genuino sacrificio según el pacto del Señor (Sal.
50:5, 8-9,14,16,23).
Note que a excepción del Salmo 50, los que toman la iniciativa de establecer pacto son
los líderes y no el pueblo. Tampoco son los líderes motivando al pueblo que haga pacto.
Además, el pacto que los líderes realizan lo hacen con un sentido de protección para el
pueblo; siendo ellos mismos los que entran en pacto. Debemos tener presente que son
casos aislados y no una práctica común, ya que el énfasis de la Escritura se centra en el
Pacto del Señor para con su pueblo. Tomar estas excepciones para fundamentar una
práctica, (motivar al pueblo a pactar con Dios), solo es torcer la Escritura y mostrar un
alto grado de ignorancia en el tema. Ya que los beneficios que el pueblo recibe del
Señor, no se fundamentan en los pactos que ellos hagan para con el Señor, sino en el
Pacto que el Señor ha hecho con los suyos y su obediencia al mismo.
Algunas ejemplos de Promesas Para los que Guardan el Pacto.
Misericordia y justicia sobre el que lo guarda y para toda su descendencia
(Sal. 103:17-18)
Misericordia y verdad sobre su vida
(Sal. 25:10)
Revelación y comunión íntima
(Sal. 25:14)
Provisión y liberación
(Sal. 111:5,9)
Exaltación y plenitud de bendición
Deut. 281-2
Un Nuevo Pacto
Para algunos les ha sido difícil comprender y aceptar que hoy el pueblo de Dios vive
bajo un nuevo convenio, alianza, acuerdo o Pacto Divino. Y Jesús lo anticipó al ilustrarlo
mediante la parábola del vino y los odres, cuando dijo, “Y ninguno que beba del
añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor” (Lc. 5:39). Un buen
porcentaje de nuestros líderes y pueblo cristiano está aferrado al viejo pacto, porque
pareciera que les promete mejores promesas. No han comprendido lo declarado por el
apóstol nuevo testamentario, “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y
lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (He. 8:13).
Este Nuevo Pacto fue la promesa hecha por los profetas cuando declararon, “He
aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de
Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que
tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi
pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en
su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán
por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y
no me acordaré más de su pecado… Esparciré sobre vosotros agua limpia, y
seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra... Y haré con ellos pacto de paz,
pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi
santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y
seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer. 31:31-34; Ez. 36:25-27; 37:2627). El Profeta Isaías lo ratificó cuando dijo, “A todos los sedientos: Venid a las
aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin
dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan,
y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se
deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y
vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a
David” (Isaías 55:1-3).
Cuando llegó el momento o tiempo para la introducción del Nuevo Pacto, el autor
del mismo, Jesús el hijo de Dios, lo anunció, “Y mientras comían, tomó Jesús el
pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es
mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed
de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados” (Mt. 26:26-28).
El pacto de Dios para con Abraham era un pacto profético que señalaba a Cristo,
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y
a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la
cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con
Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para
invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa;
pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Ga. 3:16-18). Todas las
promesas que Dios le hizo a Abraham mediante el pacto, son transferidas hoy a los
creyentes en la persona de Cristo, mediante la perfecta obra redentora que él consumó,
no en el calvario, sino cuando se presentó por nosotros ante el Padre y se sentó a su
Diestra en los lugares celestiales (Hch. 2:33; Ef.1:20; He. 1:3; 8:1-2; 9:12). Por eso
se nos dice, “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de
Abraham… De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham…
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin
de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu… Y si vosotros sois de
Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Ga.
3:7,9,14,29).
El Nuevo Pacto afecta incluso a los ministros y su ministerio, ya que declara que hoy
los ministros del Señor son, “ministros competentes de un nuevo pacto”. Y
seguidamente menciona una serie de contrastes, “no de la letra, sino del espíritu;
porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”. No ejercen un “ministerio de
muerte”, sino un “ministerio del espíritu”. No un “ministerio de condenación” sino
un “ministerio de justificación... Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más
glorioso será lo que permanece” (2Co. 3:6-11). El Nuevo Pacto posee una mayor
gloria, ya que ha sido sellado con la sangre del Hijo de Dios y no con la de animales.
Además, este Nuevo Pacto hace del hombre que lo abraza, morada de la misma
presencia de Dios, mediante su Santo Espíritu (Jn. 14:23; 2Co. 6:16; Ga. 4:6).
Aún así, hoy un buen sector del ámbito cristiano, persiste en dar énfasis al viejo
pacto, haciendo caso omiso de la declaración apostólica: “Pero el entendimiento
de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les
queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el
día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos...
Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está
escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el
de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es
una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte
Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte
Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus
hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos
nosotros, es libre... Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la
promesa… De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la
libre” (2Co. 3:14-15; Ga. 4:21-31).
El inspirado escritor de la carta a los Hebreos, quien evidencia un profundo y detallado
conocimiento del viejo pacto, la ley, las prácticas y costumbres hebreas nos dice
respecto a Jesús y el nuevo orden divino: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un
mejor pacto… Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador
de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas… Al decir: Nuevo pacto,
ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo
a desaparecer… Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes
venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es
decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención... Así que, por eso es mediador de un nuevo
pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que
había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia
eterna… Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla
mejor que la de Abel… Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro
Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno”
(He. 7:22; 8:6,8-13; 9:11-12,15; 12:24; 13:20).
El Nuevo Pacto es superior, mejor y posee “preciosas y grandísimas promesas” de
sanidad, prosperidad, liberación, seguridad, provisión, y espiritualidad. ¿Qué necesidad
tenemos de volver “a los débiles y pobres rudimentos” del viejo pacto? Es Dios el
Padre, quien ha pactado con nosotros mediante la sangre de su Hijo. Y mediante su Hijo
hemos sido “bendecidos con toda clase de bendición” (Ef. 1:3). El evangelio posee
“abundancia de bendición” (Ro. 15:29). “En Cristo Jesús la bendición de
Abraham” ha alcanzado a los creyentes. Y hemos “sido llamados para heredar
bendición” (1Pe. 3:9). Lo que se necesita es una persistente y equilibrada enseñanza de
los principios Escriturales de la posición, los derechos, los privilegios y la autoridad de
cada hijo de Dios.
El apóstol nuevo testamentario declara que la voluntad divina, para cada uno de los
hijos, es una prosperidad integral: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en
todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3Jn. 1:2):
material, física y espiritual.
Si los diversos ministerios cristianos, necesitan el apoyo y respaldo financiero para el
avance de la obra encomendada por el Señor y a la vez promover un estado económico
próspero para el pueblo, deben fundamentar su motivación en una sana y dinámica
enseñanza de la revelación divina, sin necesidad de mutilarla o alterarla. No podemos
pretender ser promotores del avance de la obra del Señor, ignorando voluntariamente,
los principios revelados por el mismo Señor en su Palabra. Es oportuno mencionar el
inspirado consejo del apóstol a todos los ministros: “Si esto enseñas a los hermanos,
serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena
doctrina que has seguido… Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,
como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de
verdad” (1Ti. 4:6; 2Ti. 2:15). Aún así, “el que ignora, ignore” (1Co. 14:38).
Bibliografía
Diccionario Nelson, Diccionario W. E. Vine.
Todas las referencias son tomadas de la Biblia Reina Valera 1960
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