kant como filósofo de la ciencia

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KANT COMO FILÓSOFODE LA CIENCIA
Jesús MOSTERÍN
Motivación de Kant
La filosofía de Kant, como la de Platón, responde a una doble motivación, teórica y práctica. La preocupación teórica de ambos pensadores
es la misma: salvar y justificar la ciencia. La práctica es distinta: salvar y justificar el orden
político-social, en Platón; salvar la moralidad y
religiosidad pietista, en Kant.
En una época de aguda crisis social, subsiguiente a la derrota de Atenas en la guerra del
Peloponeso, Platón trataba de salvar el ideal aristocrático de gobierno de lapolis. Y frente al escepticismo y relativismo de los sofistas, trataba
de salvar la posibilidad de un saber riguroso y
absoluto, de la ciencia, introduciendo para ello
su famosa doctrina de las formas. Porque eso al
menos estaba claro para Platón: hay que defender la ciencia a toda costa. «Hay que combatir
con todas las fuerzas de la argumentación a
quien sustente tesis que impliquen la abolición
de la ciencia, del saber, del intelecto, cualesquiera que sean esas tesis» (Sofistes, 249,6,c,).
Kant había crecido en el seno de una familia
numerosa y humilde, donde, según su propio
testimonio, nunca vio ni oyó nada que no fuera
conforme a la honradez, la decencia y la veracidad. Su padre sentía horror de la mentira. Su
madre era una mujer extraordinariamente piadosa, que le dio una firme educación moral y lo
inscribió en el Collegium Fndericianum (dirigido por el pietista Albert Schulz), al que Kant
asistió durante ocho años. Finalmente su principal profesor de filosofía en la Universidad de Konigsberg, donde estudió, fue Martin Knutzen,
también un pietista. El pietismo era un movimiento que rechazaba los clérigos, las instituciones eclesiásticas y los dogmas, pero que insistía
en el sentimiento religioso, en la fe interior y en
el cumplimiento del deber. A la defensa de esa
religiosidad intimista y no dogmática y de esa
moralidad rigurosa dedicaría Kant una parte
muy importante de su filosofía. La otra parte
-que es la que aquí nos interesa- la dedicaría
a defender y justificar la ciencia. Esta justificación parecía tanto más necesaria, cuanto que los
recientes análisis y críticas escépticas de Hume
parecían haberla dejado en entredicho.
En la Universidad estudió Kant matemática y
física, además de filosofía. La física, primero la
de Leibniz y luego la de Newton, le impresionó
vivamente. De hecho Leibniz y Newton son los
dos autores que Kant más veces cita en sus obras.
Y «un Newton» es para Kant el paradigma de
máxima inteligencia (a veces contrapuesto a «un
hotentote»). A la justificación de la mecánica
newtoniana (y de la geometría euclídea) dedicaría Kant la parte teórica de su filosofía.
Como es bien sabido, Kant divide las proposiciones (o juicios) en analíticas y sintéticas, por un
lado, y en a priori y a posteriori, por otro. Las
proposiciones analíticas carecen de contenido
fáctico, no dicen nada nuevo, son hueras, vacías,
meras tautologías. Las sintéticas poseen contenido fáctico, dicen algo, son informativas. Las proposiciones a pnori son universales y necesarias y
su validez es cognoscible con independencia de
la experiencia. Las aposterion'son contingentes y
particulares, y sólo la experiencia permite contrastar su verdad o falsedad.
Si las leyes de la matemática y la física fueran
analíticas, serían poco interesantes y poco informativas, aunque eventualmente seguras. Si esas
mismas leyes fueran aposterion, serían inseguras
y contingentes, aunque eventualmente informativas. Pero Kant quiere que las leyes de la matemática y de la física sean todo lo formidables que
una proposición pueda ser, quiere que sean a la
vez sintéticas (es decir, informativas) y a priori
(es decir, seguras). Para Kant es evidente que las
leyes de la matemática y de la física son sintéticas
apnori. Eso es para él un punto de partida, una
posición a defender, un dato a explicar. Kant no
se pregunta SI las leyes de la matemática y la física son sintéticas apnori. Sólo se pregunta CÓMO
es posible que lo sean, de qué manera tenemos
que estar hechos nosotros para que nuestras leyes
científicas sean sintéticas a p h r i .
La caracterización kantiana de las nociones de
analítico y sintético (así como de aprion' y aposterion) deja bastante que desear.
Kant define las proposiciones ANAL~TICAScomo aquellas en que el predicado está contenido
en el sujeto, y las SINTÉTICAS como aquellas en
que el predicado no está contenido en el sujeto.
Esta definición presupone: 1, que todas las proposiciones son del tipo sujeto-predicado universalizando, es decir, del tipo «todo S es P», donde S y
P son conceptos, y 2 , que los conceptos complejos son uniones o sumas de características o conceptos simples. Ambas presuposiciones son inaceptables.
La presuposición 1 de que todas las proposiciones son del tipo «todo S es P» es falsa en general, y especialmente falsa respecto a las leyes y
teoremas de la geometría euclídea y de la mecánica newtoniana, que son las proposiciones que
más interesan a Kant en este contexto. Una proposición de la geometría euclídea dice que «hay
al menos tres puntos distintos que no están en la
misma recta». Otra de la mecánica newtoniana
afirma que «dos partículas cualesquiera se atraen
con una fuerza directamente proporcional al
producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de sus distancias». Evidentemente, ninguna de estas dos proposiciones es del tipo
«todo S es P» y , por tanto, la definición kantiana
de analítico y sintético no se aplica a ellas, por lo
que la pregunta de si son analíticas o sintéticas
(en el sentido kantiano) carece de sentido.
Al establecer su distinción, Kant pensaba en
proposiciones como «todo mamífero (es decir,
vertebrado vivíparo, de sangre caliente, etc.) es
vertebrado» y , en general, del tipo «todo S es P»,
donde S = P + H + . . . Pero por mucha presión que apliquemos, no lograremos meter la
proposición «hay al menos tres puntos distintos
que no están en la misma recta» y la ley de la gravitación universal en el zapato o molde «todo S
es P» y , por tanto, no habrá manera de decidir si
estas proposiciones son analíticas o sintéticas.
¿Cómo explicar tal descuido por parte de Kant
en un punto tan centra¡ de su teoría? Sin duda
por su excesiva confianza en la lógica aristotélica
tradicional, que él suponía ya perfecta y acabada
desde Aristóteles, confianza sin duda acrecentada por la asunción acrítica de dicho análisis por
parte de Leibniz.
La presuposición 2 de que los conceptos son
simples o complejos y de que estos últimos son la
suma de varios conceptos simples es igualmente
inaceptable. Esta idea, que Kant acepta críticamente, viene de Leibniz. Durante su etapa juvenil (hasta 1682). Leibniz pensaba que sólo hay
un número finito de conceptos simples, alcanzab l e ~mediante un analisis finito de los conceptos
complejos. Según Leibniz, una proposición es
verdadera si y sólo si el predicado está contenido
en el sujeto, es decir, si todos los conceptos sim-
ples, notas o características de que se compone el
predicado son también conceptos simples, notas
o características del sujeto. Basado en esta concepción de la verdad, Leibniz descubrió en 1679
(contaba entonces 34 años) un ingenioso procedimiento de decisión de todas las verdades, que
en cierto modo puede considerarse como un precedente de la godelización. A cada concepto
simple asignamos biunívocamente un número
primo -su número característico. A cada concepto complejo asignamos como número característico suyo el producto de los números característicos de los conceptos simples que lo componen. Debido a la descomposición unívoca de todo número natural en factores primos y a la leyes
de la divisibilidad, el enunciado «todo S es P» es
verdadero si y sólo si el número característico del
sujeto S es divisible por el número característico
del predicado P. De ahí que Leibniz propusiera
realizar un diccionario que asignara a cada concepto su número característico. Con ello se habrían acabado las discusiones. Bastaría mirar en
el diccionario y dividir los números correspondientes para saber quién tiene razón.
Kant como Iógico
En 1770 fue nombrado Kant profesor titular
de Lógica y Metafísica de la Universidad de Koningsberg, cargo que ocupó hasta su muerte. Sin
embargo, hay que reconocer que Kant no fue un
lógico brillante. Ya hemos visto que define sus
básicas nociones de analítico y sintético de un
modo tan restringido que las deja indefinidas
para los casos (las leyes de la geometría y la mecánica) que más le interesan. La vaga alusión a que
las proposiciones analíticas se basan en el principio de contradicción no contribuye a arreglar las
cosas. Desde luego, cualquier proposición que
ejemplifique un principio lógico es analítica, pero el principio de contradicción no es más que
uno entre otros, y una proposición que ejemplifique cualquier otro principio lógico no es menos
analítica que una que ejemplifique el de contradicción. Por otro lado, no está nada claro que toda proposición analítica ejemplifique algún
principio lógico, y desde luego mucho menos
que ejemplifique precisamente el principio de
contradicción.
La insatisfactoria definición kantiana de lo
analítico y sintético se basaba implícitamente en
el análisis leibniziano de las proposiciones, como
acabamos de ver. Pero en Leibniz había al menos
una explicitación de los supuestos, una invención de nuevos métodos e incluso una conciencia
de los problemas. Nada de eso se observa en
Kant, cuya aceptación acrítica de la concepción
leibniziana da lugar a un tratamiento irreflexivo
y de segunda mano de la estructura lógica de los
enunciados.
En sus lecciones de lógica (publicadas en
1800) Kant señala que la lógica salió ya perfecta
de las manos de Aristóteles y que es imposible
que experimente nuevos progresos en cuanto a
su contenido. Pero Kant nunca tuvo el sentido
lógico de Aristóteles. La silogistica aristotélica ya
le resultaba demasiado sutil, formal y complicada. En contraste con Leibniz, que completó creativamente la silogística, llevándola a su perfección, Kant consideró que de la silogística le sobraba todo, excepto los dos únicos modos Barbara y Celarent. Aristóteles había construido la silogística axiomáticamente, mostrando cómo todos los modos podían reducirse a (deducirse de)
los dos primeros, Barbara y Celarent, mediante
ciertas reglas como las de conversión. Leibniz
completó las tres figuras aristotélicas con la cuarta y reunió los 24 modos válidos, mostrando cómo podían ser deducidos tomando como axiomas muchas combinaciones distintas de modos
(no sólo Barbara y Celarent). Kant, por el contrario, rechaza todos los modos silogísticos distintos de Barbara y Celarent como impuros y
confusos. En su obra, significativamente titulada
Die fahche Spitzfindigheit der vier syllogistischen Figuren (La falsa sutileza de las cuatro figuras silogísticas), publicada en 1762, Kant afirma
que «es imposible realizar inferencias simples y
puras en más de una figura», que «sólo la primera figura.. . posee fuerza demostrativa», que «la
división en figuras.. . es falsa e imposible», etc.
(P. 28).
En resumen, Kant sigue de un modo acrítico e
irreflexivo a Aristóteles y Leibniz en su insuficiente y primitivo análisis de la estructura lógica
de las proposiciones, pero al mismo tiempo se
muestra incapaz de comprender lo mejor de la
lógica aristotélica y leibniziana, el magnífico sistema formal de la silogistica, que él considera
exageradamente sutil.
Kant como filósofo de la matemáticik
Cuando Kant habla de matemática, está peasando casi siempre en la geometría euclídea, en
la forma en que ésta aparece formulada en los
Elementos de Euclides.
Cada vez que un teorema aparece en los Elementos se procede de la misma manera. Primero
se formula el teorema, en general. Esta formulación se llamaprótasis. Luego se señala una figura
particular, que se dibuja al lado y que ejemplifica aquello de que habla el teorema. Esta ejemplificación se llama éhtheszi. A continuación se
dice que lo que afirma el teorema en general vale
en especial de esta figura mostrada por éhthesis.
Luego se realizan una o varias construcciones
auxiliares (hatasheué). Finalmente se lleva a cabo
la prueba (apódeixis) de que lo que afirma el
teorema vale para la figura mostrada por éhthe
sis. En esta prueba se hace uso de los axiomas, de
las definiciones y de los teoremas previamente
demostrados, así como de las propiedades de la
figura y de. las construcciones auxiliares. Finalmente, se concluye que el teorema es válido en
su formulación general. Por ejemplo, el teorema
47 del libro 1 corresponde al llamado teorema de
Pitágoras y aparece formulado así: «En los triángulos rectángulos el cuadrado del lado que subtiende el ángulo recto es igual a los cuadrados de
los que comprenden el ángulo recto». Esto es la
prótasis. A continuación viene la éhtheszi: «Sea
ABG el triángulo rectángulo, siendo BAG el ángulo recto», seguida de la afirmación «digo que
el cuadrado del lado BG es igual a los cuadrados
de los lados BA y AG». Luego se realizan una serie de construcciones auxiliares, ilustradas sobre
el dibujo de la figura. Finalmeme viene la demostración (apódeixis) de que «el cuadrado del
lado BG es igual a los cuadrados de los lados BA
y AG», para terminar concluyendo: «por tanto,
en los triángulos rectángulos el cuadrado del lado que subtiene el ángulo recto es igual a los
cuadrados de los lados que comprenden el ángulo recto, que es lo que había que demostrar».
Kant considera que el método matemático por
excelencia es el método usado por Euclides, consistente en demostrar un teorema general probando que lo que el teorema dice se cumple en
una figura particular previamente construida,
dibujada o ejemplificada.
En 1763 la Real Academia de Ciencias de Ber-
l í í había convocado un concurso, en el que había que responder a la pregunta: «¿Son las verdades metafísicas en general, y en particular los
principios fundamentales de la teología natural y
de la moral, susceptibles de recibir demosrraciones tan claras como las de la geometría? Y, si no
lo son: jcuál es la naturaleza de su certeza?»
Kant ganó el concurso con su Untersuchung
iiber d e Deutlichheit der Gmndsatze der natiirlichen Theologie und der Moral (Investigación
sobre la claridad de los principios de la teología
natural y de la moral), de 1765, en que establece
las diferencias entre la argumentación matemática y la filosófica. La primera diferencia, según
Kant, estriba en que la matemática parte de definiciones de conceptos claros y precisos y procede a deducir consecuencias a partir de ellas,
mientras que la filosofía se ocupa de conceptos
que le son dados como confusos (vemorren) e
imprecisos y TRATA DE LLEGAR A DEFINICIONES
de los mismos. Aquí, pues, la tarea de la filosofía queda caracterizada como análisis conceptual. La segunda diferencia, según Kant, estriba
en.que en la matemática los conceptos generales
se ejemplifican siempre mediante contrucciones
e intuiciones individuales y las argumentaciones
se refieren a esos representantes concretos de los
conceptos, mientras que en la filosofía los conceptos generales no pueden ser ejemplificados
mediante construcciones e intuiciones individuales, sino que tienen que ser comparados y pensados de un modo abstracto. «En la geometría
-escribe Kant- para reconocer las propiedades
de todo círculo, se dibuja uno, y , en vez de trazar todas las líneas posibles qrie se corten en su
interior, se trazan dos. De esas dos líneas se demuestran las relaciones y en ellas se contempla
en concreto la regla general de las relaciones de
las líneas que se cruzan en cualquier círculo»
(pp. 73-74).
Esta concepción de la diferencia entre el método matemático y el filosófico permanecería siempre vigente en Kant. Al final de la Kn'tik der reinen Vernunft (Crítica de la razón pura), de
1781, en el apartado dedicado a la «doctrina trascendental del método», Kant señala que «el conocimiento filosófico sólo considera lo particular
en lo general, mientras que el matemático considera lo general en lo particular, incluso en lo individual.. .» (A7 14). «El conocimiento filosófico
es el conocimiento racional a partir de conceptos;
el matemático, a partir de la construcción de
conceptos. Pero construir un concepto significa
representar a priori su intuición correspondiente.
Así construyo un triángulo representando el objeto correspondiente a este concepto, bien en la
intuición pura, mediante la imaginación, o en la
intuición empírica, sobre el papel, pero en arnbos casos a pnbri.. .» (A7 13).
En el lenguaje kantiano, <intuición» (Anschauung) significa representación individual, y
«construcción» significa producción de una tal
representación. La construcción en que se basa la
geometría es el trazado de una figura (en la imaginación o sobre el papel, da igual); el álgebra y
la aritmética, en el trazado de signos gráficos.
Ahora bien, jcómo podemos estar seguros de
que el resultado de esas construcciones individuales tiene valor universal? (Cómo justificar la
validez apriori, universal y necesaria, de los teoremas de la matemática y, en especial, de los de
la geometría? ¿Cómo explicar la matemática
aplicada, la universal aplicabilidad empírica de
la geometría pura? La respuesta kantiana es bien
conocida: Sólo podemos experimentar u observar las cosas en la medida en que las forzamos a
adoptar las formas a prion' de nuestra sensibilidad. Ahora bien, nuestras construcciones matemáticas no hacen sino articular esas formas a
priori.
Los conceptos matemáticos requieren siempre
de la éhtheszi, del caso concreto, del ejemplo.
Ese ejemplo ha de ser construido en concreto,
pero a priorl. Ello sólo es posible -según
Kant- mediante la intuición pura, previa a toda experiencia, del marco perceptual del espacio
y el tiempo. Este marco tiene validez general para todas las cosas conocidas o fenómenos, pues
las cosas sólo pueden ser conocidas en la medida
en que se ajusten a él.
La concepción hantiana del espacio y el tiempo
Al principio Kant había defendido una concepción abierta del espacio, basada en la propuesta leibniziana de considerar el espacio como
un sistema de interrelaciones entre sustancias.
En 1747, en su primer escrito, Kant había sostenido que la proposición de que el espacio tiene
tres dimensiones es contingente. Las sustancias
podían concebiblemente relacionarse de otra
manera y dar lugar a más dimensiones, a otros tipos de espacio distintos del euclídeo. «Una ciencia de todos estos posibles tipos de espacio
-escribe Kant- sería indudablemente la más
grande geometría que una mente finita podría
tratar de desarrollar». (Gedanken von der wahren Schatzung der lebendigen Krafie, 10).
En los 20 años siguientes la concepción relacional y abierta del espacio va siendo sustituida
en Kant por la concepción newtoniana del espacio absoluto. Así, en 1768, afirma que «el espacio absoluto tiene una realidad propia, independiente de la existencia de toda materia», (Von
dem ersten Grunde des Unterschiedes der Gegenden im Raume). Y dos años más tarde, en su
disertación de 1770, De mundi sensibiiis atque
intelligibillir forma et princz;Jiis, aparece ya su
concepción del espacio y el tiempo como intuiciones puras, y de la tridimensionalidad como
una propiedad necesaria del espacio.
La concepción leibniziana del espacio no podía dar cuenta del presunto carácter apodíctico
de la geometría. Pero ahora, en la disertación de
1770, el espacio, concebido como forma de la
sensibilidad, como esquema subjetivo impuesto
a toda posible sensación, explica la necesidad de
la geometría. El mundo espacio-temporal que
vemos, y al que se refiere la matemática, es un
mundo de apariencias, de fenómenos. Aparte y
detrás de él hay un mundo real, no intuitivamente cognoscible por la sensibilidad, pero simbólicamente sabible por la razón y objeto de la
metafísica. Las principales líneas de la posterior
concepción kantiana del espacio y el tiempo ya
están aquí.
La Knkik der reinen Vernunfi, publicada en
1781, rechaza como ilusoria la posibilidad de un
presunto saber metafísico acerca del mundo real
no fenoménico, pero por lo demás incorpora la
concepción del espacio y el tiempo contenida en
la disertación de 1770. Esta concepción se presenta en el contexto epistemológico de la justificación de la validez universal y necesaria de la
matemática y , en especial, de la geometria euclídea. La pregunta fundamental es: ¿Cómo son
posibles los juicios sintéticos a priori en la geometría euclídea? La respuesta es: La geometria
euclídea es la teoría del espacio euclídeo, que es
la forma que nuestra sensibilidad impone a todo
objeto, al percibirlo. No podemos percibir objetos más que percibiéndolos en el espacio euclí-
deo. Por eso todos los objetos percibidos necesariamente se conforman a lo que dice la geometría euclídea. El espacio euclídeo y el tiempo absoluto son -en metáfora usual y adecuada- como las gafas a través de las cuales vemos todos los
objetos de experiencia. Si esas gafas son azules,
ya a priori podemos decir que necesariamente lo
veremos todo azul. Las relaciones espaciotemporales se dan entre todos los perceptos, porque nosotros se las imponemos al percibirlos. No
es que el mundo real sea euclídeo. Lo que es
euclídeo es el mundo perceptual, apariencial, y
eso por la sencilla razón de que el mundo real sólo puede aparecérsenos y hacérsenos perceptible
dejándose previamente violentar y conformar
por las formas de nuestra sensibilidad, que
-ellasson euclídeas. De lo que podemos estar seguros, según Kant, no es de que el mundo
real sea euclídeo (eso sería una mera afirmación
metafísica imposible de controlar), sino de que
el mundo que percibimos será siempre euclídeo.
Por eso la geometría euclídea es válida universal
y necesariamente de cualesquiera objetos que
podamos percibir.
La concepción kantiana del espacio-tiempo es
genial en cuanto que por primera vez reconoce
que nuestro aparato sensorial con-forma la percepción de lo percibido. Si tuviéramos otro aparato sensorial distinto, tendríamos otras percepciones diferentes.
El apnori sensorial tiene una indudable realidad biológica, como han subrayado múltiples
pensadores conocedores de !a neurofisiología de
la percepción humana, desde Hermann von
Helmholz hasta Konrad Lorenz. Cada especie
animal experimenta y capta un mund.0 distinto,
producto tanto de los est'mulos a posteriori del
mundo exterior como de las formas apriori de su
aparato neurosensorial. Nosotros, los humanos,
vemos lo que vemos, o'mos los que o'mos, etc.,
porque tenemos el aparato neurosensorial que
tenemos y no otro. Pero las consecuencias de
idealismo que Kant y muchos kantianos sacan de
esta situación son inaceptables. Las estructuras
perceptuales incorporadas en nuestro aparato
neurosensorial son aprion' respecto al individuo,
pues nace con ellas, le son innatas. Pero son a
postenon' respecto a la especie, que las ha ido adquiriendo en el curso de la evolución, bajo la
constante presión selectiva de la realidad exterior. Si precisamente estas estructuras sensoriales
han superado las dificultades y han sobrevivido,
es porque estaban bien adaptadas al mundo
real, que es en el que las especies evolucionan, se
adaptan y sobreviven. Como escribe Konrad Lorenz: «Las "gafas" de las formas de nuestra sensibilidad y de nuestra pensamiento, como.. . espacio Y tiempo, son funciones de una organización neurosensorial, que se ha desarrollado al
servicio de la supervivencia de la especie. A través de esas gafas vemos una imagen real de la
realidad, bien que esta imagen esté simplificada
de un modo crasamente utilitarista: sólo hemos
desarrollado un «órgano» para aquellos aspectos
del mundo-en-sí cuya captación era esencial para
la supervivencia de nuestra especie» (Die Ruckseite des Spiegels, p. 17).
Kant pretende basar el saber matemático en el
conocer intuitivo, la geometría en la percepción.
Y puesto que nuestro aparato neurosensorial (lo
que Kant llama las formas a prlorl de nuestra
sensibilidad) determina unívocamente nuestra
posibilidad de percepción, así también determinaría unívocamente nuestra geometría. Pero de
hecho eso no ocurre. La geometría es una teoría
abstracta, simbólica, que no depende para nada
de la percepción, como Hilbert demostraría un
siglo más tarde.
La filosofía kantiana de la matemática es una
defensa de la tesis de que la geometría euclídea
es necesaria y la única posible. Pero pronto la
historia se encargaría de refutar esa tesis con el
posterior desarrollo de las geometrías no euclídeas por Gauss, Bolyai, Lobachevski y otros. Ni
siquiera ha resultado sostenible la tesis kantiana
de que la geometría euclídea sea la única aplicable en física. De hecho la geometría no euclídea
de Riemann es la que se aplica en la teoría general de la relatividad. E incluso es falsa la pretensión de que sólo basándose en la intuición de figuras espaciales concretas puede hacerse geometría (ni siquiera euclídea). Tales figuras son desde luego muy útiles en la geometría euclídea
plana y tridimensional. Pero en nuestro siglo nos
hemos acostumbrado a estudiar geometrías
(euclídeas, si se quiere) n-dimensionales (para
cualquier número natural n ) e incluso geometrías infinitodimensionales, respecto a las cuales
carecemos por completo de intuición espacial, de
ayuda intuitiva en nuestro aparato neurosensorial (las formas a priori de nuestra sensibilidad),
teniendo que limitarnos a desarrollarlas de un
modo puramente simbólico y conceptual.
De todos modos, hay que señalar que la filosofía de la matemática de Kant ha tenido notable,
aunque desigual, influencia. Así, Frege la aceptaba respecto a la geometría, pero la rechazaba
en lo que se refiere a la aritmética. Brouwer (el
fundador del intuicionismo), por el contrario, la
aceptaba respecto a la aritmética, pero la rechazaba en lo que toca a la geometría. Precisamente
el nombre de intuicionismo (a primera vista extraño) le viene a esa lógica y filosofía de la matemática de la aceptación por su fundador, Brouwer, de la doctrina kantiana de la construcción
de los números en la intuición del tiempo.
Temprano interés de Kant por la dinámica
Kant estudió física en la Universidad de Konigsberg. Su primera publicación, escrita cuando
contaba sólo 22 años, apareció el año 1746 bajo
el título Gedanken vor der wahren Schatzung
der lebendigen Krafie und Beurteilung der Bewezie, derer sich Herr von Leibniz und andere
Mechaniker in dieser Streitsache bedienet haben
(Pensamientos sobre la verdadera estimación de
las fuerzas vivas y examen de las pruebas que
Leibniz y otros mecánicos han presentado en esta
discusión). Se trataba de un libro de 2 5 5 páginas
dedicado a la discusión entre los cartesianos y los
leibnizianos acerca de cómo medir las fuerzas.
Descartes había definido la fuerza de un móvil
como el producto de su masa por su velocidad y
había formulado un principio de conservación
de la cantidad total de fuerza (lo que ahora Ilamaríamos un principio de conservación del momento lineal). Leibniz consideró insuficiente e
insatisfactoria la dinámica cartesiana. En su lugar
introdujo los conceptos de fuerza viva y fuerza
muerta. La fuerza muerta es la que depende de
la posición del cuerpo, lo que ahora llamamos su
energía gravitatoria potencial. La fuerza viva es
el producto de la masa por el cuadrado de la velocidad, es decir, el doble de lo que hoy Ilamamos energía cinética. La pérdida de fuerza muerta correspondía, según Leibniz, a un aumento de
fuerza viva. Este principio venía a equivaler a lo
que ahora llamamos el principio de conservación
de la energía mecánica total (cinética + gravitatoria potencial) de un sistema. Descartes pensaba en la colisión de bolas, en la que se conserva
el momento lineal. Pero ese principio cartesiano
de conservación del momento lineal no se aplica
a otros casos, como la oscilación de un péndulo,
que sin embargo sí cumple el principio de conservación de la energía mecánica total. En efecto,
cuanto más alto está el centro de masa del péndulo, menor es su energía cinética, pero mayor
es su energía (gravitatoria) potencial, y a la inversa ocurre cuanto más bajo está. Aquí triunfa el
análisis leibniziano.
En su publicación de 1746 se nos muestra
Kant como muy al corriente de las discusiones
entre cartesianos y leibnizianos acerca de las
fuerzas vivas, citando repetidamente a los hermanos Bernoulli y tomando finalmente partido
por la definición leibniziana (masa por el cuadrado de la velocidad), siempre que se dé un
movimiento libre.
LaJ especulaciones cosmológicas de Kant
.
Si el trabajo de 1746 sobre las fuerzas vivas se
mueve todavía dentro de las coordenadas de la
física leibniziana, poco después Kant descubre y
asimila la mecánica de Newton, que a partir de
entonces se convertirá ya para él en la mecánica
definitiva. Durante los nueve años siguientes
compagina su actividad de tutor de familias nobles de las cercanías de Konigsberg con el interés
por la mecánica y la cosmología, fruto del cual es
su importante obra de 1755 titulada Allgemeine
Naturgeschichte und Theorie des Himmels, oder
Versuch von der Verfassung und dem mechanischen Ursprunge des ganzen Weltgebaudes nach
Newtonischen Grundsatzen abgehandelt (Historia natural general y teoría del cielo, o ensayo sobre la constitución y el origen mecánico del universo entero, tratado según los principios de
Newton).
El libro comienza con un resumen de lo que
entonces se sabía acerca de1,sistema solar, compuesto del sol y los seis planetas conocidos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y
Saturno), el satélite de la Tierra -la Luna-,
cuatro satélites de Júpiter y cinco de Saturno, y
los cometas. Todos los planetas describen sus órbitas en aproximadamente el mismo plano y se
conforman a las leyes de Kepler, explicables a su
vez por la resultante de la actuación simultánea
de la fuerza centrífuga y la gravitatoria sobre ca-
da planeta. Los seis planetas mencionados ya habían sido descubiertos en la más remota antigüedad por los babilonios y otros pueblos. En 1781
(el año de la publicación de la Kn'tiR der reinen
Vernunft)William Herschel descubriría un nuevo planeta, Urano. En 1846 Leverrier y Adams
predecirían la existencia de Neptuno y calcularían su posición, en la que efectivamente sería
localizado. El descubrimiento de Plutón habría
de esperar hasta 1930.
Uno de los rasgos notables del sistema solar,
subrayado por Kant, es la coplanaridad de las órbitas planetarias, es decir, el hecho de que todas
ellas se encuentren aproximadamente en el mismo plano -el de la eclíptica. El plano orbital
que más se desvía del de la eclíptica es el de Plutón (forma un ángulo de 27O), pero esto aún no
se sabía en tiempos de Kant. De los conocidos
entonces, la mayor desviación la presentaba el de
Mercurio (7 O).
En esta obra aparece ya la tendencia kantiana
a considerar que las cosas tienen que ser necesariamente como Newton las había descrito. Newton había calculado la masa de la Tierra, Júpiter
y Saturno y había constatado que la densidad de
la Tierra era la mayor y la de Saturno la menor.
De aquí pronto se había concluido que la densidad de los planetas era inversamente proporcional a su distancia al sol. Cuanto más próximos al
sol, más densos; cuanto más alejados, menos
densos. Hoy sabemos que esta correlación no se
da en todos los casos. Así, la masa (expresada en
gramos por cm3) de Saturno es de 0,7; la de Urano (que está más lejos del sol) es de 1,2 y la de
Neptuno (que está todavía más lejos) es de 1,7;
lo que contradice esa presunta ley, si bien es cierto que Kant no podía tener en cuenta la densidad de planetas que aún estaban por descubrir.
La densidad de Venus (5,2) es también ligeramente inferior a la de la Tierra (5,5), a pesar de
estar más cerca del sol.
Kant pensaba que la densidad de los planetas
era siempre inversamente proporcional a su distancia al sol, tal y como había conjeturado Newton, pero que ello no era una mera cuestión de
hecho, sino que necesariamente tenía que ser
así. A esta cuestión dedica el segundo capítulo
de la segunda parte, titulado «Acerca de la diversa densidad de los planetas y de la relación entre
sus masas», en el que, basándose en sus ideas
cosmogónicas, concluye que «las masas de los
planetas tienen que ser tanto más densas cuanto
más cercanos estén al sol, y tanto menos densas,
cuanto mayor sea la distancia». Esta cuestión es
importante para Kant y en ella se basa su concepción acerca de los habitantes de los diversos
planetas, expuesta en la tercera parte de su libro,
titulada «Sobre los habitantes de los astros».
Kant estaba convencido de que la mayoría de los
astros y , desde luego, de los planetas, estaban
habitados. Esta misma opinión la compartía
también William Herschel, el mayor astrónomo
de su tiempo. Según Kant, los habitantes de los
diversos planetas son tanto más sutiles e inteligentes cuanto más sutil y ligera es la materia de
que están hechos y , por tanto, cuanto menos
denso es el planeta en el que viven. Los más tontos y pesados de espíritu son los habitantes de
Mercurio, el planeta más denso y próximo al sol.
Los más inteligentes y despiertos de espíritu son
los habitantes de Júpiter y Saturno, los planetas
menos densos y más alejados del sol.
«Hay que reconocer -escribe Kant- que las
distancias de los astros al sol determinan ciertas
situaciones, que a su vez influyen decisivamente
e n las propiedades d e las naturalezas
pensantes.. .» (p. 174). En efecto, «el humano,
que forma todos sus conceptos y representaciones a partir de las impresiones que el universo,
por medio del cuerpo, produce en su alma, depende completamente de la constitución de la
materia a la que el creador lo ha ligado, tanto
respecto a la claridad de sus conceptos y representaciones, como respecto a la capacidad de
combinarlos y compararlos, que es a lo que llamarnos capacidad de pensar)) (p. 180). Pero si la
capacidad de pensar depende de la constitución
de la materia de que está hecho el pensante, ésta
a su vez depende de la distancia del planeta al
sol. «La materia de la que están hechos los habitantes de los diversos planetas, e incluso sus animales y plantas, tiene que ser tanto más ligera y
fina, y la elasticidad de las fibras y su estructura
interna tiene que ser tanto más perfecta, cuanto
más alejados del sol estén los planetas)) (p. 186).
Nosotros, los humanos habitantes de la Tierra,
ocupamos una posición intermedia: no somos
tan torpes como los de Mercurio o Venus, ni tan
inteligentes como los de Júpiter o Saturno. Un
hotentote terrestre les parecería un Newton a los
habitantes de Mercurio, pero el mismo Newton
parecería un mono a los de Saturno (p. 187). «La
perfección del mundo espiritual, al igual que la
del material, crece y progresa en los planetas desde Mercurio hasta Saturno e incluso más allá de
él (si hay otros planetas) en una gradación constante, según la proporción de sus distancias al
sol» (p. 189). En esta gradación la Tierra ocupa
una posición intermedia. Por ello podemos pecar. «¿Nohace falta un cierto término medio entre la sabiduría y la sinrazón para que se dé la
desgraciada capacidad de pecar? Probablemente
los habitantes de los astros más alejados son demasiado sabios y de elevado espíritu como para
caer en la locura del pecado, mientras que los habitantes de los planetas inferiores están demasiado apegados a su densa materia y carecen de un
espíritu suficientemente capaz como para ser responsables de sus actos ante el tribunal de la justicia» (p. 197). En efecto, sólo los habitantes de la
Tierra y de Marte ocupan esa posición intermedia en que el pecado es posible.
En su Allgemeine Naturgeschichte Kant se
plantea la pregunta por el origen del sistema solar y le da una respuesta genial con la formulación, por vez primera, de la hipótesis nebular,
adelantándose así cuarenta años a Laplace.
Newton había criticado la teoría cartesiana de
los torbellinos, pero se había abstenido de proponer él mismo hipótesis cosmogónica alguna,
conforme a su lema ahypotheW non finge)).
En 1745 el Conde de Buffon había propuesto
su cosmogonía catastrofista, según la cual había
que buscar el origen del sistema solar en algún
lejano momento en que un gigantesco cometa se
habría acercado tanto al sol que habría logrado
arrancar (por atracción gravitatoria) de él gran
cantidad de materia, que en parte se habría dispersado y en parte habría acabado formando los
planetas. Hoy sabemos que los cometas tienen
una masa mucho menor de la que pensaba Buffon, por lo que nunca hubieran sido capaces de
arrancar gran cantidad de materia del sol. A
principios del siglo XX Bickerton, Jeffreys, Jeans
y otros presentaron una teoría cosmogónica parecida a la de Buffon, sólo que basada en la casi colisión de otra estrella con el sol. La gran masa
atribuída a los cometas por Buffon es otra consecuencia más de la generalización, admitida por
Kant y casi todos los pensadores del siglo XVIII,
de la constatación newtoniana de la densidad decreciente de los planetas con satélites por él conocidos (la Tierra, Júpiter y Saturno). Como ya
vimos, según esa generalización la densidad de
un cuerpo celeste del sistema solar sería tanto
mayor cuanto más próximo estuviera al sol. Por
tanto los cometas, que se acercan más al sol que
ningún planeta, tendrían una máxima densidad.
En 175 5, en el primer capítulo de la segunda
parte de su Allgemeine Naturgeschichte, Kant
propuso por primera vez la hipótesis cosmogónica del origen del sistema solar por la rotación y
contracción de una nube o nebulosa gaseosa primitiva. Esta hipótesis encuentra un serio apoyo
en el hecho de que todos los planetas se mueven
casi en el mismo plano y que todos giran sobre su
eje con un movimiento de rotación de igual sentido que su movimiento de traslación en torno al
sol y que la rotación del sol mismo. De hecho
hay alguna que otra excepción, como la representada por el planeta Venus, cuya rotación es
retrógrada y de sentido contrario a la de los demás planetas y a la de su propia traslación. Pero
la superficie de Venus está siempre cubierta por
espesas nubes y sólo en nuestro siglo ha sido posible descubrir su rotación retrógrada. Kant parte de una distribución uniforme de las partículas
materiales en el espacio. Una de esas partículas,
mayor que sus vecinas, atrae a éstas, con lo que
empieza a formarse un núcleo de masa creciente,
que atrae a partículas más y más alejadas, cuyas
colisiones van generando un movimiento de creciente rotación en la nebulosa original, que acaba dando lugar al sol y los planetas, satélites y
cometas. Este proceso explica tanto el que todos
los planetas se encuentren en el mismo plano,
como el que todos tengan movimiento de rotación y traslación de igual sentido y el que los planetas sean tanto más densos cuanto más cercanos
al sol estén.
En 1796 Laplace expondrá la misma teoría, ya
mucho más elaborada matemática y físicamente,
en su Exposition d u systeme d u monde. Laplace
no cita a Kant y no sabemos si conocía su trabajo
de 1755. Al principio habría habido una nebulosa gaseosa incandescente, dotada de un movimiento rotatorio, que lentamente se enfriaba y
contraía. Al contraerse, aumentaba su velocidad.
En efecto, la ley de conservación del momento
angular exige que, al disminuir el radio de una
masa en rotación, aumente su velocidad, a fin de
mantener constante el momento angular. Al
aumentar la velocidad angular, la aceleración del
giro determinó un aumento de la fuerza centrífuga, que a su vez dio lugar al desprendimiento
de anillos de materia de la superficie del núcleo
de la nebulosa en contracción. El núcleo central
acabó siendo el sol y los anillos desprendidos acabaron dando origen a los planetas, que seguían
girando en el mismo sentido que sus anillos generadores (y que el sol).
La hipótesis de Kant y Laplace, refinada y
completada por von Weizacker en 1944 y por
otros posteriormente, vuelve a estar a la base de
la cosmología de nuestros días.
Además de sus especulaciones cosmogónicas,
Kant presentó en su Allgemeine Naturgeschichte una grandiosa visión de la estructura del universo. Nuestro sistema solar no es un caso aislado. Cada estrella es el centro de otro sistema solar. Y a su vez muchísimos sistemas solares juntos forman otro sistema de orden superior, un
sistema galáctico o galaxia, como por ejemplo la
Vía Láctea, de la que nuestro sol forma parte.
Cada galaxia es como un universo-isla. Pero
nuestra Vía Láctea no es sino una de las innumerables galaxias que pueblan el universo y que a
su vez se articulan en sistemas de orden aún superiores, en lo que hoy llamaríamos cúmulos galáctico~.Según Kant este proceso sería indefinidamente extendible a sistemas cada vez más amplios, lo cual (a partir del nivel de cúmulos galácticos) ha resultado ser mera especulación carente
de base real. De todas formas la visión kantiana
de un universo lleno de innumerables galaxias,
cada una de ellas compuesta de muchísimas estrellas, centros de otros tantos sistemas solares,
anticipaba ideas más tarde expuestas por William Herschel y sólo universalmente admitidas
bien avanzado nuestro siglo.
Otra importante anticipación estriba en la sugerencia por Kant de que la fricción de las mareas frena la rotación de la Tierra. Eso ha resultado ser correcto, aunque todavía se tardaría un siglo más en poder demostrarlo.
La evolucton de la flosofúz kantiana de la fi3ica
En su trabajo de 1746, Von der wabren Schatzung der lebendgen Krafte, Kant estaba aún inmerso en el mundo de la física cartesianoleibniziana. En los años siguientes descubre y
asimila la obra de Newton y otros mecánicos pos-
En 1786 publica Kant Metaphyshche Anfangteriores y su posición se hace más dogmática y
sgrzinde
der Natumuissenschaft (Fundamentos
puramente newtoniana: la mecánica de Newton
metafísicos
de la ciencia natural), donde ya vaes la única mécanica verdadera posible, y la base
rias de las leyes del movimiento de Newton apade su cosmología, presentada en 1755 en Allgemeine Naturgeschicht und Theo* des H k - recen como deducidas a przbi.i a partir de los
mels. En esta obra se observa ya la tendencia
principios del entendimiento puro y sin interkantiana a considerar cada tesis newtoniana co- vención ninguna de la experiencia. Los más immo necesaria, incluso en cosas tan aparentemenportantes principios del entendimiento puro, ya
te contingentes como la correlación de densidaexpuestos en la Kn'tik der reinen Vernunft
des entre los planetas, tendencia que culminará
(pp. 229-266), son los llamados por Kant analogías de la experiencia, que le sirven ahora para
en sus obras posteriores.
En la Kritik der reinen Vernunft, de 1781, obtener otras tantas leyes de la mecánica. La primera analogía de la experiencia es el principio de
Kant pretende ya fundamentar los principios
permanencia de la sustancia: <En todo cambio
más generales de la mecánica de Newton en las
condiciones de toda experiencia posible, salván- fenoménico permanece la sustancia y la cantidad
dolos así de las críticas de Hume. A pesar de esas
de sustancia no aumenta ni disminuye en la nacríticas siempre sería posible considerar la mecáturaleza.» A partir de aquí obtiene ahora (en
1786) Kant la «primera ley de mecánica: En todo
nica de Newton como una útil herramienta intecambio de la naturaleza corpórea se conserva
lectual y como una fuente altamente fiable de
inalterada la cantidad total de materia, sin
explicaciones y predicciones. Pero esto no bastaaumento ni disminución» (Metaphysische Anba a Kant, para quien las leyes de la mecánica tenían que ser formidables, óptimas, necesarias, jüngsgriinde der Naturwissenschaft, p. 116). El
apodícticas, seguras, al tiempo que informativas principio de conservación de la masa sería, pues,
sintético apriorl. La segunda analogía de la exy ricas de contenido, es decir, en su jerga, sintétiperiencia es el principio de causalidad: «Todo
cas a prio7z'.
Para Kant es un hecho incuestionable que la
cambio se produce según la ley de la conexión de
mecánica de Newton -como la geometría de
causa y efecto». De aquí se sigue ahora la «segunda ley de mecánica: Todo cambio de la materia
Euclides- proporciona leyes sintéticas a prioi
tiene una causa externa. Todo cuerpo permanece
de la naturaleza. En 1783, dos años después de
en su estado de reposo o movimiento rectilíneo y
la aparición de la Kritik der reinen Vernunft,
uniforme, a no ser que sea forzado a abandonar
Kant publica una especie de aclaración y resumen de la misma, titulado Prolegomenazu einer
este estado por una fuerza exterior» (p. 119), es
jeden kiinftigen Metaphysik, die als Wissens- decir, la primera ley del movimiento de los Pnizchaft wird auftreten konnen (Prolegómenos a c@ia Mathematica de Newton. La tercera analocualquier metafísica futura que pretenda presengía de la experiencia es el principio de la interacción simultánea: «Todos las sustancias, en cuantarse como ciencia). En 5 15 Kant constata:
to que pueden ser percibidas simultáneamente
«Ahora poseemos realmente una ciencia natural
en el espacio, están en interacción general entre
pura, que formula las leyes de la naturaleza a
sí». De aquí se sigue ahora la «tercera ley de la
p"on'y con toda la necesidad característica de las
mecánica: En toda transmisión de movimiento la
proposiciones apodícticas.. . Existe por tanto de
acción y la reacción son iguales>)(p. 12l ) , es dehecho una ciencia pura de la naturaleza, y la precir, la tercera ley del movimiento de Newton.
gunta que se plantea es: jcómo es posible esta
Como síntoma del creciente apriorismo kanciencia?» De todos modos, en la Kn'tik der reinen Vernunft y en los Prolegomena Kant distin- tiano, vemos que dos de las tres leyes del movimiento de Newton, todavía consideradas como
gue todavía entre los principios generales de la
principios parcialmente empíricos en la Kn'tik
física de Newton (como el principio de causalider reinen Vernunft (1781) y en los Prolegomena
dad), que serían puros y a priori, y los principios
(1783), aparecen ya como principios aprion' en
empíricos, que dependerían parcialmente de la
los Metaphysische Anfangsgriinde der Natumuisexperiencia, como las leyes del movimiento. Esta
senschaft (1786). En esta última obra incluso se
distinción irá desapareciendo en la evolución
permite Kant una crítica velada a Newton por
posterior del pensamiento kantiano.
presentar como basados en la experiencia principios (las leyes del movimiento) que son necesarios a prion' (p. 130).
En la última etapa de su vida, finalmente, este proceso de creciente apriorismo no hace sino
acentuarse. En el Opus postumum, que recoge
los escritos de Kant sobre este tema entre 1795 y
1804, año de su muerte, vemos a Kant pretendiendo deducir a prion' varias leyes concretas de
la física. La constitución de la mente humana determina los tipos de posibilidad física, así como
la presencia de ciertas fuerzas y de un éter omnipresente. En este Kant ya senil se aprecia una
tendencia a hacer que sea el sujeto quienpone el
mundo, como en Fichte. El contacto con la experiencia y con la ciencia viva se ha roto y el idealismo especulativo hace su aparición.
El aprionimo de las leyes de la naturaleza
La naturaleza es para Kant la totalidad de los
objetos de experiencia. Las leyes de la naturaleza
valen para todos los objetos naturales, es decir,
para todos los objetos de experiencia, pues se limitan a describir las condiciones de toda experiencia posible, es decir, las condiciones de aplicación de los conceptos del entendimiento a los
perceptos de la sensibilidad. «Losprincipios de la
experiencia posible son igualmente las leyes generales de la naturaleza, que pueden ser descubiertas a p n b k . De este modo queda resuelto el
problema planteado en nuestra segunda pregunta: ¿cómo es posible una ciencia natural pura?»
(Prolegomena, 5 2 3 , p. 306).
Las leyes de la naturaleza son sintéticas apriorl, tienen validez universal, pues representan la
estructura de toda experiencia posible. Sólo conforme a ellas podemos aplicar conceptos a perceptos, podemos tener experiencia. La experienes precisamente el lugar privicia -E$ahmnglegiado en que el mundo perceptual es no sólo
percibido, sino además pensado. Pero sólo podemos pensarlo de acuerdo con las categorías, esquemas y principios de nuestro entendimiento.
No se trata de categorías y principios que estén
dados en la experiencia (en ese caso serían inseguros, a postenon], sino de categorías y principios que ponemos nosotros en la experiencia. Sólo hay experiencia en la medida en que los pone-
mos, sólo con ellos podemos aplicar conceptos a
perceptos, podemos pensar los objetos empíricos. No es de extrañar, pues, que toda experiencia se ajuste a ellos, que ningún pensamiento
empírico los contradiga.
¿Cuáles son en concreto esas leyes de la naturaleza, que descubrimos a priori, como dadas
por la estructura misma de nuestro aparato pensante, de nuestro entendimiento? Ya hemos visto que la doctrina kantiana fue variando a este
respecto. En la Kn'tiR der reinen Vernunfi y en
los Prolegomena se trataría sólo de los principios
más generales de la concepción mecanicista newtoniana, tales como el principio de causalidad y
de conservación de la masa. Más adelante se incluyen también las leyes del movimiento y al final incluso leyes más concretas.
Kant pensaba, por ejemplo, que es imposible
hacer física sin introducir el principio de causalidad; pensaba que una física indeterminista sería
imposible. También aquí la historia posterior se
encargaría de refutarle, al igual que le pasó con
la geometría. Ya Max Planck (buen conocedor
de Kant, por otra parte) trató siempre la causalidad como una mera hipótesis, no como un
aprlori del pensamiento humano. Siguiendo sus
huellas, la mecánica cuántica sustituyó la causalidad por las meras relaciones de probabilidad. E
incluso, rizando el rizo y dando por completo la
vuelta a la tortilla, en nuestro tiempo se ha propuesto (por Patrick Suppes) definir la noción
misma de causalidad en función de la probabilidad. A sería causa de B si y sólo si la probabilidad de B sola es menor que la probabilidad condicional de B, dado A. En s'mbolos,
A causa B w p ( B ) < p (B/A)
Naturalmente, tampoco la conservación de la
masa es una condición necesaria para hacer física. Como es bien sabido, en mecánica relativista
la masa no se conserva, sino que se transforma
con frecuencia en energía. Desde luego, difícilmente podríamos achacar a Kant el no conocer
desarrollos científicos que se producirán tras su
muerte. Pero, por otro lado, Kant es un filósofo
importante, que merece ser tratado en serio. Y
tratar en serio a un filósofo significa no limitarse
a entenderlo-interpretarlo-en-su-contexto-y-situación, sino también preguntarse si tenía razón o no en lo que decía, dónde se equivocó y
dónde señaló caminos que aún permanecen
abiertos.
Kant señaló tres etapas en la organización cognitiva de las impresiones que recibimos del mundo
exterior: (1) Las sensaciones brutas son organizadas mediante las formas puras de la sensibilidad
(espacio y tiempo) y dan lugar a las percepciones. ( 2 ) Las percepciones son interrelacionadas
mediante los conceptos puros del entendimiento
(categorías) y dan lugar a juicios y proposiciones
empíricas. (3) Las proposiciones empíricas se organizan mediante los principios regulativos de la
razón en teorías cada vez más amplias y comprensivas. En su análisis de las tres etapas Kant introdujo distinciones y enfoques cuya fecundidad
aún no se han agotado.
Kant tuvo razón en subrayar la importancia de
las grandes teorías (como la geometría euclídea y
la mecánica newtoniana) en la empresa científica, globalmente motivada por los principios regulativos de la razón, frente a anteriores (y ¡posteriores!) planteamientos más atomistas y estériles, centrados en problemas de inducción o contrastación de tesis particulares. Pero en su entusiasmo por tales teorías les atribuyó un carácter
necesario, inevitable y apodíctico que luego resultaron no tener. Respecto a la geometría euclídea, confundió su ejemplificación en la intuición con su estructuración como teoría abstracta.
Es posible que sólo la geometría euclídea sea intuitiva, pero desde luego otras muchas geometrías distintas pueden ser simbólicamente desarrolladas como teorías abstractas. Respecto a la
mecánica newtoniana, no concibió sus nociones
fundamentales como términos primitivos de un
cierto lenguaje (sustituible por otros lenguajes),
sino como formas necesarias del entendimiento
humano, sin las que éste es incapaz de funcionar, lo que evidentemente no son.
Percibli y pensar
Kant fue el primer filósofo que se tomó en serio la distinción fundamental entre el percibir y
el pensar. La percepción no es un tipo confuso de
pensamiento, como habían creído Descartes y
Leibniz. Tampoco el pensamiento es una percepción especialmente clara. Percepción y pensamiento son dos procesos radicalmente distintos.
Nuestro conocimiento, nuestra percepción,
nuestro mundo perceptual, experiencial, vivencial, depende de las formas a priori de nuestra
sensibilidad, de la estructura innata de nuestro
aparato neuro-sensorial. No podemos percibir,
experimentar, conocer, más que aquello que pasa por el filtro de nuestro aparato neurosensorial.
En esto Kant tenía razón. Pero Kant quiso extender esta tesis a nuestro pensamiento, a nuestra teorización científica, y aquí se equivocó. No
es que no hayan formas a priori del saber, del
pensar, del teorizar, pero estas formas no son las
del entendimiento, sino las del lenguaje que
empleamos para articular nuestra ciencia, nuestro pensamiento, nuestra teoría. Y así como no
es posible cambiar de aparato neurosensorial,
aunque queramos, pues éste es innato y nos viene dado (como a todas las especies animales) por
nuestra clave genética, sí que es posible cambiar
de lenguaje, de marco conceptual, de simbolismo. El lenguaje es convencional; está en nuestra
mano cambiarlo, adoptando otras convenciones.
Pero nuestro aparato neurosensorial no es convencional, está dado por la naturaleza.
Como es bien sabido los humanos sólo podemos captar, percibir, conocer, experimentar una
parte pequeña del espectro electromagnético, la
correspondiente a la luz visible (del rojo al violeta). Otros animales captan otras partes del mismo. Esta limitación nuestra es irremediable.
Nunca lograremos ver las ondas de radio o los rayos X. Sin embargo podemos pensar en el resto
del espectro electromagnético, podemos inferirlo, saberlo, construir su teoría, etc. Nuestra capacidad científica, simbólica, lingüística, traspasa sin problemas los límites estrechos que nuestra
sensibilidad impone a nuestra capacidad de percibir.
Kant tuvo razón en subrayar la diferencia entre percepción y pensamiento. Y tuvo también
razón en señalar la importancia de la experiencia, es decir, del punto de contacto entre percepción y pensamiento, entre perceptos y conceptos,
entre sensibilidad y lenguaje. La gran red de la
ciencia es un enorme tejido simbólico, que sin
embargo en algunos de sus nudos «toca tierra~y
se moja en la percepción. Esos nudos constituyen
la experiencia, y el análisis filosófico de la experiencia, iniciado por Kant, sigue estando por
hacer.
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