SEA 32 28/5/07 10:21 Página 1 h t t p ://SEA.AM.UB.ES Marte es el cuarto planeta del sistema solar y, aunque bastante más pequeño, es el que más se parece a la Tierra. Desde hace miles de años su color rojo ha fascinado a todos aquellos que han contemplado el firmamento. Cuando los astrónomos empezaron a observarlo de forma sistemática comprobaron que era complicado explicar su movimiento retrógado con una Tierra inmóvil. Pero su órbita elíptica si encajaba con fácilidad en el modelo heliocéntrico de Copérnico ajustado a las leyes de Kepler. La superficie marciana muestra dos zonas bien diferenciadas. Las llanuras Imágenes de Marte desde su mínima jóvenes y profundas del norte contrastan con las zonas altas, escarpadas y distancia a la Tierra tomadas por el telescopio espacial Hubble (26 y 27 de agosto de 2003, viejas del sur. Aquí se encuentra el macizo montañoso de Tharsis con el vol- respectivamente). cán Olimpo que, con sus 20 kilómetros, es el más elevado del sistema solar. Su atmósfera es mucho menos densa que la terrestre y está compuesta fundamentalmente por dióxido de carbono, CO 2. Unido a las bajas temperaturas existentes, ocasiona que el agua no pueda fluir libremente sobre la superficie. Sin embargo, las condiciones pudieron haber sido muy diferentes en un pasado remoto. Hace 4.000 millones de años Venus, la Tierra y Marte habrían mostrado un aspecto parecido con una densa atmósfera rica en dióxido de carbono y metano. Diferentes factores determinaron una evolución diferente. En el caso marciano, su pequeño tamaño le hizo perder gran parte de la atmósfera primigenia. Los casquetes polares conservan una cantidad importante de agua y de CO 2 en forma de hielo. Observaciones desde la órbita marciana realizadas por los Viking y el Mariner 9, allá por la década de 1970, mostraron rasgos geológicos que confirmaban la presencia de agua fluyendo sobre la superficie marciana en el pasado. El agua en estado líquido es una de las condiciones básicas para la vida. Por lo tanto, es razonable pensar que pudo haber vida de la que sería posible encontrar alguna huella fósil. El ejemplo de diferentes microbios terrestres que viven en ambientes aparentemente hostiles, como por ejemplo las aguas ácidas del río Tinto, nos hacen pensar que, incluso en nuestros días, vida microbiana puede haber sobrevivido bajo la superficie marciana. En dos ocasiones se ha intentado la búsqueda de vida en Marte. La primera vez fue en 1976 cuando las dos naves Viking analizaron “in situ” muestras del suelo marciano. Tres ingeniosos experimentos trataron de encontrar huellas de actividad biológica. Aunque los resultados todavía se discuten en la actualidad, una explicación no biológica de los resultados obtenidos, un fuerte oxidante, parece ser la más plausible. Algo similar ocurrió con el análisis de un meteorito procedente de Marte, el ALH84001, cuyos datos se presentaron en agosto de 1996 como indicativos de una actividad biológica fósil. Como señalaba Carl Sagan “grandes descubrimientos necesitan grandes evidencias”. En estos momentos cinco naves estudian el planeta rojo. Hemos de estar preparados para nuevas sorpresas. La exploración del sistema solar no ha hecho más que empezar. Manuel VÁZQUEZ ABELEDO Instituto de Astrofísica de Canarias Espacio coordinado por la SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ASTRONOMÍA HTTP://SEA.AM.UB.ES © NASA, J. Bell (Cornell University) y M. Wolf (Space Science Institute). MARTE: AGUA Y VIDA