7 Ciclo vital y salud mental Capítulo Francisco Romo Nava Luis Rodrigo Patiño Durán Introducción Las diferencias en cognición, comportamiento y funcionamiento emocional entre niños, adolescentes y adultos se conocen desde hace milenios. A la mano de estas observaciones, la noción de cómo la salud mental se manifiesta (y cómo se altera) a lo largo de la vida ha sido el motivo de discusiones en varios campos, desde teología hasta neurobiología. Durante este tiempo diversas teorías de la salud mental en el ciclo de la vida han emergido. Pasando por Freud, Klein, Bowlby, Jung, Erikson, Piaget y Vygotsky, múltiples teorías de la ontogenia de las funciones mentales y las patologías que de ellas emanen han desfilado en las aulas de escuelas de medicina, psicología, sociología y antropología; algunas de ellas (para bien o para mal) han dejado una indeleble huella en el entendimiento actual de cómo el humano vive y experimenta su salud mental y cómo la pierde. Este capítulo no pretende describir con detalle estas teorías ni sus indiscutibles victorias ni las refutaciones que demolieron sus dogmáticas insistencias. En cambio, sí tiene como objetivo combinar las últimas nociones derivadas de estudios clínicos y epidemiológicos de psicopatología y salud mental con los avances en el área de neurociencias del desarrollo. Asimismo, ajustar el concepto de ciclo de vida a una serie de etapas marcadas por el advenimiento de eventos sociales (como escolarización, vida independiente, matrimonio, etc.) resulta una empresa artificial y poco práctica. Un modelo de salud mental y ciclo de vida que imponga etapas definidas por la normalidad del mundo industrializado de Occidente tendrá poca utilidad para explicar el “ciclo de vida” de un individuo de la etnia Chochol de la sierra zapoteca. Además de la falta de validez transcultural de un “ciclo de vida”, existe el problema de validez temporal; piense no sólo en las diferencias de esperanza de vida entre un individuo que nació en 1950 y uno que nace en 2011, sino en las diferencias entre lo que socialmente se entiende ahora por familia y adolescencia. Debido a esto, en lugar de hablar de etapas de vida se hablará de procesos asociados con el curso de la vida y su importancia en la adaptación del individuo a su medio ambiente. El estudio de la salud mental y el ciclo de vida debe ir más allá del conteo de frecuencias y de la descripción detallada de síndromes y trastornos en las etapas discretas de la vida hacia la vinculación entre neurociencias, desarrollo y salud mental. El objetivo de este capítulo es integrar los mecanismos biológicos que subyacen al desarrollo de diversas funciones mentales y el impacto de influencias ambientales en la salud mental. Dicha estrategia acercará los campos de estudio de la psicología, neurociencias y psiquiatría al área de una terapéutica precisa y una verdadera prevención primaria. Una nota de advertencia al estudiante de medicina, psicología y psiquiatría: con esto último la idea no es transmitir que el acto de examinar a pacientes y clasificar sus síntomas a lo largo del ciclo vital sean actividades fútiles. La observación, diferenciación y clasificación son procedimientos naturales de la progresión intelectual; son, en esencia, los métodos mediante los cuales el cerebro y sus facultades cognitivas imponen orden en el caos. Los fenómenos primero tienen que ser reconocidos y distinguidos antes de ser explicados y entendidos. En efecto, el trabajo de Carlos Linneo, quien describió y clasificó casi un millón de distintas plantas y animales, precedió y sentó las bases para que la genialidad de Darwin describiera cómo esa diversidad se relacionaba entre sí a través de la teoría de la evolución. Para lograr tal objetivo primero se enuncian algunas definiciones relevantes para el entendimiento del desarrollo, posteriormente se repasan de manera breve los eventos significativos en el desarrollo del cerebro, para después observar cómo las influencias ambientales impactan sobre dichos eventos y moldean la vulnerabilidad y resiliencia a las patologías mentales. Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental Conceptos relevantes en el estudio del desarrollo En el desarrollo, los puntos más importantes de estudio son los patrones de crecimiento, cambio y estabilidad que ocurren desde el nacimiento hasta la muerte. Aunque por lo general el estudio del desarrollo se centra en el desarrollo infantil, es indudable que al menos en algunas áreas el humano continúa creciendo y cambiando más allá de la adolescencia y prácticamente lo sigue haciendo hasta su muerte. También, en otras áreas el humano se estabiliza desde antes de la adolescencia y son pocos los cambios registrados en la edad adulta y la vejez. Sin duda, la definición de desarrollo es amplia y los campos que abarca son extensos. Aunque no hay duda de que lo siguiente puede ser sujeto a un arduo debate, las principales áreas en el estudio del desarrollo abarcan los ámbitos físico, cognitivo, emocional y social. Periodos críticos del desarrollo en el ciclo vital Estudiando el desarrollo y el impacto que ciertos eventos tienen en la salud mental del individuo se percibe con claridad que la exposición a determinado factor ambiental puede tener una amplia gama de resultados dependiendo del momento del ciclo vital en el cual dicho evento suceda. Considere el ejemplo de la exposición prenatal a la rubéola, si la infección ocurre en el primer trimestre del embarazo los efectos sobre el producto tienden a ser catastróficos (como ceguera, malformaciones cardiacas congénitas o pérdida del producto), en cambio, si la infección ocurre en el último trimestre del embarazo el riesgo al producto es casi mínimo. La diferencia en los resultados de exposición a un evento ejemplifica el concepto de periodo crítico. Un periodo crítico en biología del desarrollo se define como el rangotiempo —por lo general en las etapas tempranas de la vida del organismo— durante el cual la estimulación ambiental tiene alta efectividad en la producción de cambios a largo plazo. Visto desde otra perspectiva, el periodo crítico es el momento en el ciclo de vida donde cierta influencia ambiental tiene mayor impacto sobre determinada función. El mejor ejemplo sobre el estudio de un periodo crítico deriva de los estudios etiológicos de Konrad Lorenz; este Nobel de medicina y fisiología estudió el fenómeno mediante el cual las aves tenían que ser expuestas a miembros de su especie pocas horas después de haber nacido para poder desarrollar apegos filiales adaptativos. Asimismo, observó que si en esa ventana de horas las crías no eran expuestas a miembros de su misma especie no desarrollaban conductas de filiación, o bien, desarrollaban conductas de apego filial dirigidas hacia la figura a las que eran expuestas (como un perro, o el mismo Konrad Lorenz). A este fenómeno Lorenz 69 le llamó impronta. Poco después de los estudios de Lorenz sobre los periodos críticos para el desarrollo de conductas sociales de las aves, John Paul Scott reportó periodos críticos para la socialización de perros y gatos. Observó que si no eran expuestos a contacto humano en una edad temprana, algunas especies de perros y gatos no podían desarrollar sociabilización para la interacción con humanos. De manera similar, Harry Harlow reportó, en una serie de estudios sobre el desarrollo de habilidades sociales en los macacos Rhesus (Macaca Mulatta), que la privación social durante los primeros tres meses de vida tenía consecuencias catastróficas en el desarrollo. El conjunto de estos hallazgos culminó en la teoría de John Bowlby sobre el apego en el humano, que resaltaba la importancia de las experiencias tempranas y su impacto en la psicopatología en el adulto. A través de esta teoría, Bowlby explicó cómo la privación materna y la pérdida parental temprana se traducían en conductas sociales mal adaptativas y depresión en el adulto. Esta teoría incluso comienza a integrarse a las de resolución del duelo. Estrés Desde la introducción del término “estrés”, el concepto se ha intentado enfocar hacia una definición precisa, objetivo que ha mostrado alto grado de dificultad por varios motivos. La definición de estrés tiene que englobar tres conceptos relacionados: primero, los estímulos internos o externos que lo causan; segundo, las respuestas fisiológicas y conductuales emergentes que se activan por estos estímulos, y tercero, las consecuencias patológicas de la estimulación excesiva de estas respuestas emergentes. Parte del problema de la definición de estrés proviene de referirse a los estímulos como “estresores”, a las respuestas emergentes como “respuesta de estrés” y a la estimulación excesiva de las respuestas emergentes como “estrés crónico”. En consecuencia, se dice que el estrés crónico se asocia con un incremento en el riesgo de padecimientos relacionados al estrés. Es aquí donde el uso de la palabra estrés se torna como un concepto poco claro e incapaz de definirse, y definir con solidez a los tres conceptos mencionados. El estresor se define como un estímulo que inicia una respuesta de estrés, la respuesta de estrés es considerada una respuesta fisiológica o conductual debida a un estresor y así la definición se torna circular y no consigue delimitar cuándo la respuesta al estímulo ambiental (estresor) se vuelve patológica (cuadro 7-1). Uno de los intentos más frecuentes por resolver estos dilemas es el de definir a los estresores como estímulos que alteran o amenazan con romper la “homeostasis”, pero el término “homeostasis” por sí solo tiene sus propias limitaciones. Otra definición más precisa del término “estresor” es el de estímulo impredecible o incontrolable. 70 Salud mental y medicina psicológica Cuadro 7-1. Conceptos básicos en la respuesta del organismo a las demandas del medio ambiente. Concepto Definición Estrés Demanda física o psicológica fuera de lo habitual, que provoca un estado de tensión en el organismo Homeostasis Conjunto de fenómenos de autoregulación que llevan a mantener la constancia en las propiedades y la composición del medio interno de un organismo Alostasis El nivel de actividad necesario en el organismo para mantener la estabilidad en ambientes que están en constante cambio; indispensable para la supervivencia Carga alostática Fenómeno acumulativo a lo largo de la vida que motiva patrones de respuesta fisiológica asociada a los “retos de la vida” Sobrecarga alostática Umbral de carga alostática que resulta excesiva y provoca desgaste o agotamiento de los sistemas de alostasis Resiliencia Habilidad de un individuo para adaptarse con éxito al estrés agudo, trauma o formas más crónicas de adversidad Alostasis, carga alostática y sobrecarga alostática En un intento más reciente por redefinir estrés, se ha introducido el concepto de “alostasis” en un modelo aplicado a la investigación biomédica y ecológica, definiéndola como el nivel de actividad necesario del organismo para mantener la estabilidad en ambientes en constante cambio, indispensable para la supervivencia. La alostasis intenta explicar los ajustes fisiológicos diarios o estacionales (estado alostático) que se mantienen como parámetros fisiológicos, tales como el nivel de glucosa en la sangre dentro de parámetros que puedan mantener la vida. Con estas definiciones, la homeostasis se refiere al conjunto de fenómenos de autorregulación que llevan a mantener la constancia en las propiedades y la composición del medio interno de un organismo. Esto es, el proceso de mantener los parámetros, mientras que la alostasis se refiere a los mecanismos fisiológicos que mantienen esa homeostasis (vía mediadores alostáticos). Como consecuencia, existe diferencia entre las variables fisiológicas que se mantienen constantes y aquellos mediadores que varían para poder mantener la constancia. Si una persona está desnutrida, su organismo tiene que trabajar más duro para mantener la función de sus órganos, y si al mismo tiempo la persona pierde su vivienda por una catástrofe natural, su cuerpo tendría que trabajar aún más duro para mantenerse funcionando. Este incremento en el trabajo es al que se ha denominado “carga alostática”; dicha carga es un fenómeno acumulativo a lo largo de la vida, que cada individuo acopia de forma distinta y que motiva los patrones de respuesta fisiológica asociada a cada uno de los “retos de la vida”. Algunos factores que parecen explicar estas diferencias en la respuesta y cúmulo de carga alostática son la edad, la influencia genética, la influencia proveniente del estilo de vida y la conducta, así como la influencia psicológica, la influencia interpersonal y social, y la experiencia de estresores crónicos. Otros factores adicionales, aunque con menor evidencia, son la exposición ambiental y las diferencias individuales en la percepción de aquello que es amenazante. El término “alostasis” ofrece varias ventajas al utilizarse como “la constancia a través del cambio” y es capaz de incorporar fenómenos como los cambios circadianos, circanuales y de historia de vida, enfatizando su importancia en el mantenimiento del balance interno del organismo. Otra fortaleza es la adición del término “carga alostática”, que permite modelar el “uso y desgaste” de la adaptación del individuo a los estresores repetidos e indicar qué tan preparado se encuentra el sujeto para afrontar a los futuros estresores. Una tercera fortaleza es el concepto de “sobrecarga alostática” que permite establecer un umbral de cuándo la carga alostática acumulada es demasiada para el sistema y predecir cuándo las respuestas normales de adaptación se tornarán insuficientes y requerirán de nuevas y más fuertes respuestas para contrarrestar el efecto del estresor o fallarán las respuestas adaptativas y resultarán en padecimientos relacionados con el estrés. Efecto sociológico del estrés Cuatro décadas de investigación sociológica sobre el estrés han arrojado cinco hallazgos principales. Primero, cuando los eventos estresantes (eventos negativos, tensión crónica y trauma) son adecuadamente medidos, su impacto dañino en la salud física y mental es sustancial. Segundo, la exposición diferencial a experiencias estresantes es una forma en la que se producen las desigualdades de género, de etnia, de estado civil, y de clase social que se observan en la salud física y mental. Tercero, los miembros de los grupos sociales minoritarios son particularmente dañados por el estrés de la discriminación. Cuarto, los factores de estrés proliferan durante el curso de la vida y entre las generaciones, lo que incrementa las diferencias de salud entre los miembros de los grupos con ventaja y los que están en desventaja. Quinto, el impacto de los factores de estrés en la salud y bienestar se reduce cuando las personas tienen altos niveles de dominio de habilidades, autoestima y soporte social. Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental Al inicio de la investigación del estrés en sociología y psicología, el enfoque se dio hacia los cambios abruptos en la vida de las personas (por ejemplo, divorcio, pérdida del empleo, duelo o accidentes). Se dejaron de lado otros problemas o demandas recurrentes o duraderas, y que requieren que el individuo reajuste su comportamiento durante periodos largos. Tales demandas persistentes o repetidas se han llamado “de tensión crónica” (por ejemplo, ingresos insuficientes para cubrir los gastos mensuales, conflictos familiares o laborales, cuidado de un familiar discapacitado, problemas con colaboradores, vivir en un barrio peligroso, etc.). Los traumas o amenazas extremas para el bienestar físico o psicológico de las personas (por ejemplo, guerra, desastres naturales, abuso o agresión física, atestiguar violencia hacia otros, muerte de los padres durante la infancia, etc.), representan otra categoría de factores de estrés que habían permanecido ignorados. Ahora es bien sabido que la influencia de las tensiones crónicas sobre la salud mental es mayor que la del trauma o los eventos negativos. También es bien conocido que haber sufrido eventos traumáticos durante la infancia o la adultez incrementa la probabilidad de experimentar eventos estresantes y tensión crónica y, finalmente, que los eventos negativos, traumáticos y las tensiones crónicas en conjunto, explican mejor las alteraciones en la salud mental que los eventos negativos por sí solos. La sociología ha contribuido con la documentación y explicación de las diferencias en exposición a estrés, salud y bienestar entre los grupos sociales. Las mujeres, por ejemplo, viven más que los hombres, pero sufren más enfermedades agudas, más condiciones crónicas de salud y discapacidad funcional que los varones. La adversidad, que incluye los conflictos interpersonales, la inestabilidad social y otras experiencias que generan estrés, pueden acelerar los procesos fisiopatológicos por medio de los sistemas de adaptación del cuerpo, incrementando la vulnerabilidad de sufrir mayor morbilidad y mortalidad que la población general. No sorprende que las enfermedades, discapacidad y mortalidad aumenten con la edad, pero los síntomas de malestar o depresión se encuentran relacionados con la edad en forma curvilínea: altos en la adolescencia y adultez temprana, bajos en edades medias, y altos de nuevo al llegar a la vejez. El inicio de los trastornos psiquiátricos es más frecuente en la adolescencia y la adultez temprana, y disminuye con la edad. En general, la salud física tiene un declive mientras que el bienestar psicológico aumenta con la edad (a excepción de mayor malestar y/o depresión entre los adultos mayores). Resiliencia Otra definición clave en el estudio del desarrollo es el concepto de resiliencia, misma que se refiere a la habilidad de un individuo de adaptarse con éxito al estrés agudo, trauma o 71 formas más crónicas de adversidad. A través de la resiliencia el individuo mantiene, ante el estrés, respuestas psicológicas y fisiológicas adecuadas. En conjunto, la resiliencia explica por qué ciertos individuos a pesar de estar expuestos a la misma carga alostática no resultan afectados por ella. El estudio de la resiliencia se ha enfocado inicialmente en los factores psicosociales observados en individuos resilientes y sólo hasta hace poco se comenzaron a buscar los procesos biológicos asociados a los fenotipos resilientes. Factores psicosociales asociados con la resiliencia Los estudios han identificado un rango de factores psicosociales que promueven la adaptación exitosa al estrés y que parecen prevenir la aparición de trastornos psiquiátricos como el trastorno por estrés postraumático, el trastorno depresivo mayor y otros. Afrontamiento activo El enfrentar los temores puede promover la aparición de estrategias de afrontamiento activo, como la planeación y solución de problemas. La habilidad para enfrentar los temores puede verse facilitada por la inoculación de estrés y encontrarse asociada al funcionamiento óptimo de los mecanismos neurales de extinción de un temor. Se ha observado que los mecanismos de afrontamiento activo están vinculados con respuestas más transitorias de la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS), aunque dicha asociación no parece ser tan definitiva y directa. Optimismo y emociones positivas Las emociones positivas fomentan respuestas cognitivas más sanas y mejor reactividad autonómica. Los circuitos mesolímbicos dopaminérgicos pueden mostrar mayor respuesta a la recompensa y resistencia al estrés en individuos que se mantienen optimistas frente al trauma. Revaloración cognitiva, reencuadre positivo y aceptación La revaloración cognitiva lleva a una reinterpretación del significado de estímulos negativos resultando en reducción de respuestas emocionales. Los individuos resilientes pueden ser mejores para revalorar o usan la revaloración con mayor frecuencia. Los procesos neurobiológicos asociados a estas funciones incluyen la supresión de memoria, su consolidación y el control cognitivo de las emociones. Competencia y soporte sociales La cooperación mutua se asocia con la activación de circuitos de recompensa, la oxitocina incrementa el valor de re- 72 Salud mental y medicina psicológica compensa de los lazos sociales y reduce la respuesta ante el temor. Otros factores psicosociales de importancia son: propósito en la vida, compás moral, significado y espiritualidad. Aunque las características psicosociales mencionadas no pueden ser directamente medidas en animales, se han identificado algunos rasgos asociados con la resiliencia. La disponibilidad de estos modelos animales ha hecho posible el estudio de los mecanismos moleculares y neurobiológicos que subyacen estos fenotipos. Respuestas fisiológicas resilientes ante el estrés Numerosas hormonas, neurotransmisores y neuropéptidos han sido asociados en la respuesta aguda al estrés; diferencias en su función, balance e interacción subyacen la variabilidad interindividual al estrés. Eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS) El factor liberador de corticotropina (CRH) se libera por el hipotálamo en respuesta al estrés y conlleva a la activación del eje HHS y la subsecuente liberación de cortisol. Niveles altos de estrés durante la infancia se asocian con niveles más altos en adultos de CRH, sin embargo, la acción de la activación del eje HHS durante el estrés y la resiliencia son complejos. El efecto agudo del cortisol puede ser protector y promover adaptación, pero la exposición sostenida a niveles anormalmente altos de cortisol puede ser nociva y asociarse a ciertos efectos sobre estructuras cerebrales como la amígdala y el hipocampo, tales como atrofia de algunos tipos celulares. La resiliencia se ha asociado a una rápida respuesta de activación del eje HHS y una terminación eficiente, lo que involucra un elaborado sistema de retroalimentación negativa del eje HHS. Una nota interesante es el hecho de que los individuos con fenotipo resiliente que muestran estrategias de afrontamiento activo presentan menor respuesta de glucocorticoides ante estrés. Además, la dihidroepiandrosterona (DHEA), hormona que también se libera durante el estrés, muestra efectos antiglucocorticoide y puede ser un índice de resiliencia ante el estrés. Sistema noradrenérgico La exposición a estrés también induce la liberación de noradrenalina en núcleos del tallo cerebral, en particular del locus ceruleus (LC), lo que resulta en un incremento en los niveles de este neurotransmisor en áreas cerebrales asociadas a conductas emocionales como la amígdala, el núcleo accumbens, la corteza prefrontal y el hipocampo. La respuesta excesiva del LC se asocia a trastornos de ansiedad, mientras que el bloqueo de receptores beta-adrenérgicos en la amígdala puede impedir la formación de memorias negativas en animales y en humanos. Sistema serotoninérgico y dopaminérgico Durante el estrés agudo se observa un incremento del catabolismo de serotonina en diversas áreas cerebrales como la amígdala, el núcleo accumbens y la corteza prefrontal. La serotonina modula respuestas al estrés funcionando tanto como ansiolítico como ansiogénico, dependiendo del área cerebral y el subtipo de receptor sobre el que actúa. En general, el sistema dopaminérgico se encuentra inhibido ante estímulos negativos, pero parece que la dopamina facilita la extinción al temor, pero su papel per se en la resiliencia es poco claro. Neuropéptido Y (NPY) El NPY muestra efectos ansiolíticos y promueve la cognición en situaciones de estrés. Además parece contrarrestar los efectos ansiogénicos del CRH en la amígdala, hipocampo y LC, por lo que la resiliencia puede involucrar un balance entre los niveles de CRH y NPY. Este último también promueve la extinción del condicionamiento al temor, mientras que antagonistas de este neuropéptido ejercen el efecto opuesto. Factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) El BDNF se expresa en diversas áreas del cerebro; su papel ante el estrés y su rol en la resiliencia depende de la región cerebral y la temporalidad del estrés. El estrés induce disminución de la expresión del BDNF en el hipocampo, revertida con el uso crónico de antidepresivos. Por otra parte, el estrés crónico se asocia con incremento en la expresión del BDNF y se asocia a conductas de tipo depresivo. Esta inducción en la expresión de este factor neurotrófico es dependiente de la vulnerabilidad al estrés. Influencias genéticas en la resiliencia Genes del eje HHS Se ha observado que polimorfismos y haplotipos del gen receptor tipo 1 del CRH modulan la influencia del abuso infantil sobre la expresión de síntomas depresivos. Por otra parte, variantes funcionales del receptor a glucocorticoides (GR) y mineralocorticoides han sido identificados en humanos y se han asociado a respuestas distintas de cortisol ante situaciones estresantes. Transportador de serotonina La asociación gen-ambiente más estudiada es la de eventos adversos de vida y variaciones en el promotor de gen transportador de serotonina. Los portadores de ambos alelos cortos presentan menos receptores de transportadores y muestran mayor riesgo para depresión ante la exposición a eventos adversos de la vida. Sin embargo, el papel en la depresión Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental mayor de estas variantes del gen de transportador de serotonina ha sido cuestionado por sus resultados contrastantes. A pesar de esto, estudios de neuroimagen funcionales han mostrado reactividad y acoplamiento distintos en ciertas áreas cerebrales en los homocigotos del alelo corto, lo que tal vez represente un marcador de susceptibilidad al estrés. Catecol-O-metiltransferasa (COMT) Individuos portadores de un polimorfismo de un nucleótido sencillo (SNP) de la COMT (Val158Met) en la actividad de esta enzima muestran niveles más altos de ansiedad, aumento de adrenalina plasmática ante estrés, menor resiliencia ante estados emocionales negativos e incremento de la reactividad límbica a estímulos negativos. Lo que puede sugerir un fenotipo vulnerable ante el estrés. NPY Diplotipos para el gen del NPY en los que se observa disminución en la expresión de este neuropéptido muestran mayor reactividad al estrés, observándose una relación inversamente proporcional entre el nivel de RNA mensajero de NPY y un rasgo de ansiedad; así como una relación directa entre el nivel de mRNA y los niveles de opioides endógenos. BDNF Un SNP del gen que codifica el BDNF (Val66Met) se asocia al cambio funcional de disminución de tráfico intracelular y liberación del factor neurotrófico. Los ratones portadores de este SNP muestran volúmenes hipocampales menores, mayores niveles de ansiedad y disminución del aprendizaje dependiente del hipocampo pero, a su vez, mayor resiliencia ante el estrés crónico. Además de los efectos genéticos por variaciones en un solo gen se han reportado interacciones entre el gen y el ambiente y entre distintas variantes de diversos genes. Mecanismos epigenéticos de resiliencia La epigénesis implica modificaciones estables en la estructura de cromatina que producen cambios perdurables en la expresión de genes que no están asociados a cambios en la secuencia del DNA. Los cambios epigenéticos en general se asocian con la acetilación de las histonas o la metilación directa del DNA. Para expresarlo de manera simple, las modificaciones epigenéticas terminan por facilitar o dificultar la frecuencia con la que se expresa determinado gen. Debido a que la programación epigenética define el estado de expresión de los genes, las diferencias epigenéticas pueden tener las mismas consecuencias que los polimorfismos genéticos; sin embargo, en contraste con las diferencias 73 genéticas, las alteraciones epigenéticas son potencialmente reversibles. Circuitos neurales asociados con la resiliencia Circuito neural del temor Involucra la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal ventromedial (CPFvm). La amígdala regula la posibilidad de que claves asociadas a estímulos negativos se conviertan en claves aversivas; por su parte, el hipocampo controla los aspectos temporales y contextuales del condicionamiento. Mientras que para la extinción de una clave aversiva y su respuesta conductual y fisiológica la CPFvm desempeña un papel crucial. El condicionamiento al temor requiere del proceso sináptico de potenciación a largo plazo y otros mecanismos de plasticidad neuronal, por lo que el papel de los receptores de glutamato N-metil-d-aspartato (NMDA) es central. A su vez, parece que la extinción también depende de receptores de NMDA. Por otra parte, la consolidación en la amígdala es dependiente de noradrenalina, por lo que el bloqueo de receptores beta-adrenérgicos impide la formación de condicionamiento al temor. La función del circuito neural del temor en la resiliencia parece estar relacionada en diferencias individuales, en la capacidad de consolidación de claves aversivas y en la facilidad para extinguirlas. Circuito de la recompensa Existe evidencia de disfunción del circuito de recompensa en pacientes deprimidos y con trastorno por estrés postraumático. El circuito de recompensa más estudiado es el sistema dopaminérgico mesolímbico que involucra las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral (VTA), el núcleo accumbens y otras áreas de regiones límbicas. El VTA puede verse como una válvula de placer: es activada ante estímulos placenteros o la anticipación de ellos, e inhibida ante estímulos negativos o a la ausencia de la recompensa anticipada. Pero, algunas neuronas dopaminérgicas del VTA también se activan ante estímulos negativos, lo que sugiere una función adicional en la regulación emocional. El rol del circuito de la recompensa en la resiliencia no ha sido estudiado, pero apunta a favorecer fenotipos resilientes y vulnerables. Se ha encontrado que individuos con menor funcionamiento o reactividad del circuito de recompensa ante vivencias traumáticas muestran mayor vulnerabilidad y riesgo a desarrollar patología mental. Circuito de regulación emocional Una mayor capacidad para regular emociones ha sido relacionada con la resiliencia. Un modelo neural de regulación emocional incluye estructuras prefrontales, corticales, 74 Salud mental y medicina psicológica dorsales y ventrales, así como áreas subcorticales. Estudios en individuos con patología afectiva/ansiosa muestran anormalidades funcionales en la amígdala, hipocampo, corteza anterior del cíngulo y corteza CPF. Estudios en individuos resilientes han mostrado que durante la revaloración cognitiva se asocia con aumento en la actividad de la CPF medial y del núcleo accumbens mientras que disminuía la actividad de la amígdala. Otros circuitos asociados con la resiliencia son los que confieren cognición social; estos han sido asociados a fenotipos resilientes. Modelo integral de resiliencia La resiliencia al estrés se refiere a la capacidad del individuo de adaptarse con éxito al estrés agudo, trauma o formas más crónicas de adversidad. El estudio de los orígenes de la resiliencia apenas comienza, sin embargo, emerge un modelo de resiliencia en donde, temprano en el desarrollo, los genes interactúan con el ambiente, esculpiendo los circuitos cerebrales y las funciones neuroquímicas que dan pie a fortalezas psicológicas y conductas características de los individuos resilientes. La información apunta a que la resiliencia, más que un fenómeno pasivo, se trata de uno activo y que se puede promover desarrollando factores protectores. Eventos clave en el desarrollo del cerebro Aunque lo siguiente pudiera parecer obvio, debe ser mencionado con énfasis y quedar como indisputable. Tomando en conjunto los hallazgos en neurobiología y neurociencias cognitivas, cabe afirmar que el cerebro del niño es diferente al del adolescente, el cerebro del adolescente es distinto al del adulto y el del adulto es distinto al del anciano. Son distintos tanto en morfología como en función y en los niveles de estructuras cerebrales, regiones, circuitos y sistemas; son diferentes en materia gris, sustancia blanca y neurotransmisión. Estas diferencias son evidentes en estudios electrofisiológicos, neuroimagen funcional, reto farmacológico y reactividad al estrés. La siguiente sección no pretende ofrecer una detallada descripción de la cronología y de los procesos involucrados en el neurodesarrollo, tal empresa excede los objetivos del capítulo y los espacios editoriales disponibles. En cambio, la idea es ofrecer un bosquejo que permita al lector comprender los fenómenos y cambios que ocurren con el tiempo y el impacto que las fallas en éstos pudieran tener en el desarrollo de la salud mental del individuo (figura 7-1). El primer evento clave en el desarrollo del sistema nervioso es la neurulación que inicia con la formación de un pliegue especializado de ectodermo que da pie a la constitución del tubo neural. El tubo neural se encuentra casi com- pleto hacia la tercera o cuarta semana de gestación y es la base de todo desarrollo subsecuente del sistema nervioso. Hacia la cuarta semana la región rostral del tubo neural forma tres vesículas de las cuales se derivarán el prosencéfalo, el mesencéfalo y el rombencéfalo. Para la quinta y sexta semanas de gestación en el área que a la larga formará los ventrículos cerebrales aparecen regiones llamadas zonas de proliferación en donde nacen neuroblastos que se multiplican rápidamente. Desde la octava semana de gestación los neuroblastos se diferencian ya sea en tipos neuronales específicos o en microglía. De la octava a doceava semanas de gestación estas neuronas se multiplican y migran desde su origen hacia la corteza. Posterior a esta migración de la semana 24 de gestación a la cuarta semana de vida posnatal, inicia un periodo de muerte celular programada (apoptosis) en la cual se reduce a la mitad el número de neuronas. Otro evento clave en este proceso es la proliferación y organización de las sinapsis que inicia hacia la vigésima semana de gestación y continúa más allá del nacimiento. La densidad sináptica aumenta con rapidez después del nacimiento y continúa en la infancia; de la semana 26 a la 28 de gestación la densidad sináptica crece 4% mientras que en la semana 34 de gestación se forman aproximadamente 400 000 nuevas sinapsis cada segundo, hacia los dos años de vida la densidad sináptica se encuentra en un nivel 50% mayor al que se observa en el adulto. En efecto, a la par de la proliferación sináptica existe otro proceso de eliminación competitiva o poda de sinapsis que también inicia in utero y se extiende durante toda la vida. A su vez, la mielinización ocurre de manera regional iniciando con el tallo cerebral en la vigésimo novena semana de gestación y, de manera general, procede de inferior a superior y de posterior a anterior. Los tractos proximales tienden a mielinizarse antes que los distales, las áreas sensitivas antes que las motoras y las de proyección antes que las de asociación. La mielinización es uno de estos procesos que se extienden más allá de la gestación. La mayor parte de los tractos se encuentran significativamente mielinizados para la infancia temprana; sin embargo, algunos axones continúan mielinizándose hacia la tercera y cuarta décadas de la vida. Cambios clave en el periodo posnatal En el periodo neonatal el cerebro del recién nacido alcanza el 36% de tamaño del cerebro adulto. Al cabo de dos años de vida el cerebro del infante se encuentra en 80% del tamaño de un adulto y para los cinco años de edad alcanza 90% de tamaño. Este crecimiento no refleja un proceso sólo lineal en el número de neuronas y microglía; por el contrario, es resultado de un complejo interjuego entre remodelación y poda sináptica, remodelación de la citoarquitectura y apoptosis. Gracias a técnicas no invasivas de neuroimagen este proceso empieza a revelarse. Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental 75 Factores de riesgo para psicopatología Alcohol y tabaco Teratógenos Desnutrición materna Historia familiar de trastorno mental Genes de vulnerabilidad Bullyng Desempleo Abandono Desnutrición Maltrato Divorcio Discapacidad Privación materna Violencia de pareja Violencia de pareja Deterioro de la salud Maltrato Sustancias Pérdida de estatus Duelo Abuso Cambios hormonales Accidentes Factores protectores de la salud mental Nutrición balanceada Cuidado prenatal Desnutrición. Salud materna Historia familiar Nutrición balanceada Nutrición balanceada Empleo satisfactorio Actividad productiva Soporte social Soporte social Soporte social Soporte social Cuidados parentales Deporte Pareja estable Solvencia económica Educación Educación Negativa para trastorno mental Reserva cognoscitiva Resiliencia Genes protectores Duelo Padres Cuidados parentales Enfermedad Educación Empleo Reproducción Pareja Cambios hormonales Genética Afiliación social Gestación Infancia Adolescencia Adultez Vejez Neurogénesis Desarrollo SNC Transición Mantenimiento Degeneración Figura 7-1. Salud mental y psicopatología en el ciclo vital: neurodesarrollo, factores protectores y de riesgo. En la sustancia gris se ha revelado que el volumen cortical muestra un patrón de crecimiento de una “U” invertida en donde durante la infancia hasta la adolescencia aumenta el volumen cortical, pero a partir de entonces inicia un decremento en este volumen. Dicho patrón de crecimiento se reproduce en todas las áreas corticales, pero con un desfase en cuanto al tiempo en el cual se alcanza el cénit de la “U” invertida: en las cortezas frontales es alrededor de los 12 años, la corteza temporal a los 16 y la corteza parietal alrededor de los 11. Aun dentro de estas áreas cerebrales existe una notable heterogeneidad en este proceso de adelgazamiento de la corteza, de particular interés en la corteza prefrontal del cerebro es el área prefrontal dorsolateral, la última en alcanzar el grosor observado en el adulto. Esta última área cerebral se encuentra asociada a los procesos de toma de decisiones, control de la impulsividad y juicio, lo que potencialmente se correlaciona en forma temporal con la conducta errática propia de la adolescencia. Por otra parte, en la sustancia gris subcortical se observa un patrón un poco distinto; en lo que respecta a los núcleos basales (núcleo caudado, putamen, globo pálido, sustancia 76 Salud mental y medicina psicológica nigra y núcleo subtalámico) se repite el patrón de crecimiento de “U” invertida, en específico el núcleo caudado muestra un pico de tamaño a los 7 años en niñas y a los 10 en niños. Es interesante que se ha observado un crecimiento dependiente del sexo en lo que respecta a la amígdala y el hipocampo. Estudios longitudinales de volumetría han mostrado que la amígdala crece de tamaño con respecto a la edad sólo en varones mientras que el crecimiento del hipocampo dependiente de la edad se observa sólo en mujeres. En marcado contraste a la “U” invertida observada en materia gris, la materia blanca muestra un patrón de crecimiento que se extiende desde el nacimiento hasta la tercera o cuarta década de vida. El cuerpo calloso, la estructura más prominente de la sustancia blanca, consiste de casi 200 millones de fibras mielinizadas, la mayoría de éstas conectan áreas homólogas de la corteza derecha e izquierda. Las funciones del cuerpo calloso pueden verse de manera general como la integración de la actividad de la corteza derecha e izquierda, así como del almacenamiento y recuperación de la memoria y la unificación de campos sensoriales. Estudios a lo largo de la vida han demostrado que el cuerpo calloso incrementa de manera significativa de los 4 a los 18 años. Otro cambio clave que ocurre en el periodo posnatal es la maduración de los sistemas de neurotransmisión. Aunque en general estos procesos son menos estudiados, existe evidencia en animales que señala cómo el funcionamiento de distintos neurotransmisores va evolucionado a lo largo de la vida. Quizá el mejor ejemplo de esta maduración en neurotransmisores es el observado con la dopamina en la adolescencia. La dopamina es el principal neurotransmisor asociado con los circuitos de recompensa. Su actividad se ve significativamente incrementada durante la adolescencia, tanto en modelos animales como en humanos. Dicho incremento está asociado con los cambios conductuales observables en la adolescencia: una mayor búsqueda de la novedad y de sensaciones placenteras. Esto último puede ser una de muchas explicaciones de por qué durante la adolescencia se es más vulnerable a patologías dependientes de los circuitos dopaminérgicos de recompensa como las adicciones. Desarrollo del sistema nervioso central y exposición a factores ambientales El cerebro es sensible a la exposición a toxinas, drogas, deficiencias nutrimentales, infecciones, enfermedad médica y eventos ambientales a lo largo de la vida. El cerebro humano parece ser particularmente sensible a la exposición de estos factores en el periodo prenatal y en la infancia debido a que múltiples procesos del neurodesarrollo ocurren en esta ventana de tiempo; por ejemplo, la desnutrición, la separación materna, la negligencia en el cuidado, el abuso y el aislamiento social pueden producir cambios en el compor- tamiento y los déficit cognitivos perdurables. Por lo contrario, un ambiente seguro en la infancia puede sentar las bases de resiliencia ante factores adversos en otras etapas del ciclo de vida. Tomando como base modelos animales, estudios en humanos han demostrado que las experiencias adversas tempranas interactúan con variaciones genéticas del promotor del transportador de serotonina, moldeando la expresión fenotípica de rasgos conductuales y psicopatología a lo largo de la vida. De manera paralela, estudios en animales han mostrado cómo diferencias en los cuidados maternos moldean la respuesta al estrés en la edad adulta a través de modificaciones epigenéticas que modulan la expresión del receptor a glucocorticoides. Por otra parte, la remodelación de sustancia gris y sustancia blanca, así como la maduración de procesos de neurotransmisión, sirven de base para el fenotipo impulsivo y propenso a la búsqueda de la gratificación inmediata que caracterizan a la adolescencia. Este fenotipo hace de la adolescencia una etapa memorable, divertida y peligrosa; durante esta etapa de la vida, la exposición a sustancias psicoactivas conlleva un severo riesgo adictivo y de mayores consecuencias en psicopatología hacia la edad adulta. Afiliación y salud mental La capacidad del ser humano para desarrollar lazos sociales tanto temporales como duraderos es una habilidad fundamental para adaptarse al complejo ambiente social en el que vive. En particular, las conductas de afiliación son cruciales para el bienestar físico, psicológico y el desarrollo normal de los individuos. Las alteraciones en estas conductas tienen una clara asociación con patrones interpersonales mal adaptativos y trastornos psiquiátricos. El apego y la interacción recíproca con el cuidador es una característica que se presenta en la mayoría de los mamíferos, y puede depender de mecanismos neurobiológicos comunes. El sistema de apego es conductual y se ajusta a metas específicas, tiene como objetivo final la elaboración de relaciones sociales que servirán de amortiguador ante claves ambientales de estrés, modificando no sólo la conducta del individuo, sino la reactividad fisiológica ante dichas claves ambientales. La importancia del apego en el desarrollo y mantenimiento de la salud mental es crucial y las consecuencias de sus “fallas” en etapas tempranas de la vida resultan catastróficas. En efecto, el maltrato infantil, el abandono y la negligencia en el cuidado han sido asociados no sólo a problemas en la salud mental durante la infancia, sino también en la salud mental y física del adulto. Por otra parte, el papel de la afiliación social en la adaptación al medio y la salud mental no se encuentran confinados a la infancia temprana. Durante los años escolares de los niños, además de la valiosa labor de aprender y repetir como autó- Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental matas fechas patrias, los individuos inician el proceso de integración a la sociedad en general. Se ha visto que los individuos que presentan dificultades en la sociabilización o son maltratados o rechazados por sus pares durante esta etapa tienen mayores índices de psicopatología, los cuales varían desde los síntomas depresivos hasta los problemas de conducta disocial. Asimismo, la adolescencia implica un reto importante en la socialización. Como ya se consideró, los cambios neurobiológicos facilitan conductas impulsivas y de búsqueda de la novedad que llevan al individuo a separarse del núcleo familiar y fortalecer lazos sociales con un grupo definido. En este grupo el adolescente se funde en sus costumbres, vestimentas, rituales y reglamentos. En un plano psicológico, este hecho facilita la integración final de la identidad en el individuo, mientras que desde una perspectiva evolutiva facilita el acceso a parejas sexuales lejanas a la familia, protegiendo de la endogamia y enriqueciendo la variedad genética de la población. Se ha observado que adolescentes involucrados en grupos con conductas prosociales muestran menores índices de psicopatología durante la adolescencia y en la edad adulta. Asimismo, sentirse como adolescente enlazado con un grupo social o de amistad permite la formación de emociones positivas y mecanismo de afrontamiento positivo, mismos que confieren resiliencia ante eventos adversos de la vida. Por su parte, estar sujeto al aislamiento social y al rechazo por parte del grupo, no sólo está vinculado a habilidades sociales deficientes, también se ha relacionado con incremento en índices de patología mental, desde la depresión, pasando por la dependencia de sustancias psicoactivas y llegando hasta la conducta suicida. En efecto, los elevados índices de conducta suicida relacionados a una orientación homosexual durante la adolescencia parecen estar íntimamente ligados a la percepción de rechazo por parte de la familia y el grupo social. En el adulto, la afiliación social sigue jugando un papel importante en el ajuste al ambiente y, por consiguiente, a la salud mental. En el adulto, la afiliación social se refleja en las relaciones laborales, la integración a grupos y (de particular importancia) la elaboración de relaciones de pareja. La pareja Para muchas personas la relación que tengan con su pareja será la relación interpersonal más importante que desarrollen a lo largo de su vida. Es por ello que tal vez la calidad de esas relaciones sea un factor importante en la salud mental y el bienestar de las personas. Ahora hay evidencia de que en población adulta la satisfacción con la pareja llega a ser una de las metas más importantes en la vida de las personas, y ha resultado ser el predictor mas fuerte de satisfacción con la vida. La relación marital se ha relacionado con muchos aspectos de la salud física y mental en las personas; los individuos casados son más sanos que los solteros, divorciados, separa- 77 dos o viudos, además de que el estar casado tiene un poder predictivo sustancial para la mortalidad de una amplia gama de padecimientos crónicos y agudos; este efecto es más notable en hombres que en mujeres. Existen varias propuestas para explicar la diferencia de beneficios de acuerdo con el género. Una de ellas es que las mujeres tienden a influir de forma más positiva en conductas saludables a los hombres que viceversa. Otra posible explicación es que las mujeres casadas con una visión de equidad de género y que tienen que hacerse cargo por sí mismas del trabajo del hogar y el cuidado de los hijos tienden a mostrar mayor insatisfacción con su relación marital, lo que incrementa la respuesta crónica de estrés y aumenta el riesgo de respuestas adversas de estrés y cardiovasculares. Es por ello que aunque el estar casado confiere beneficios, la mera existencia de una relación cercana no es suficiente para obtenerlos, es necesario que esa relación sea satisfactoria. Incluso, la falta de una pareja a la que se considere como confidente ha mostrado ser un factor de riesgo para padecimientos mentales como la depresión, para la que incrementa el riesgo de padecerla hasta 3 veces, o los trastornos de ansiedad donde el riesgo aumenta 2.5 veces, 2 veces en los trastornos por consumo de sustancias, y hasta casi 6 veces para distimia. Además, los problemas de pareja o maritales se han asociado con disfunción sexual en mujeres pero no en hombres. El funcionamiento de la relación de pareja también se ha asociado con un peor pronóstico de los padecimientos mentales, y se ha documentado que el tratamiento individual para los padecimientos mentales no mejora los problemas de pareja, pero el tratamiento de pareja es efectivo en el tratamiento de algunos padecimientos mentales. Duelo En el otro extremo de la elaboración de relaciones de afiliación social está la pérdida de estas mismas, sea por muerte o separación. Perder a un ser querido es un evento común en la vida. Después de la pérdida viene el periodo de duelo, y la mayoría de los individuos atraviesan este proceso sin consecuencias físicas o mentales severas, para después encontrar la forma de lidiar con la pérdida y sus consecuencias, y proseguir con su vida. Antes, bajo la influencia psicoanalítica, se pensaba que era necesario renunciar a los vínculos que se tenían con el ser querido. Desde la década de 1990-1999, este paradigma ha cambiado hacia considerar que esto no es estrictamente necesario, y que tampoco es negativo para el que se encuentra de duelo. La forma en que cada individuo se adapta a la pérdida depende de sus características individuales y sus estilos de apego. Bajo esta perspectiva, una persona con un estilo de apego seguro, cursaría con un proceso de duelo normal, donde 78 Salud mental y medicina psicológica mantendría representaciones positivas de sí mismo y de su ser querido, con vínculos que continúan, pero son recolocados de una forma adaptativa para transformar el lazo mental a uno mental con la persona que falleció, sustituiría ese lazo, y lograría desvincularse; es posible que estas personas no necesiten una intervención para seguir con sus vidas. En otro ejemplo, una persona con apego del tipo inseguro/preocupado, establecería representaciones negativas de sí mismo respecto a la pérdida, y positivas de su ser querido. Pasaría por un duelo crónico, no habría transformación del lazo, no habría sustitución, no lograría desvincularse, continuar con el lazo resultaría maladaptativo y necesitaría lograr desvincularse. Estas personas posiblemente se beneficiarían de una intervención para lograr resolver el proceso de duelo; además, se encontrarían en mayor riesgo de desarrollar un duelo complicado, que aunque no se incluye en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición, Texto revisado (DSM-IV-TR), se han propuesto criterios para que se incluya de manera formal en el DSMV. En adultos, la propuesta incluye síntomas como añoro, anhelo o nostalgia persistente y disruptiva del fallecido, y al menos cuatro síntomas durante varias veces al día o a un nivel que genere malestar severo de los siguientes ocho: problemas para aceptar la muerte, incapacidad de confiar en otros desde el fallecimiento, amargura excesiva relacionada a la muerte, sentirse incómodo con la idea de seguir adelante, desapego de quienes eran cercanos, sentir que la vida no tiene sentido sin el difunto, que el futuro no es alentador sin su pareja y sentirse agitado desde la muerte. Tales síntomas deben estar presentes durante al menos seis meses e influir en el funcionamiento del individuo. El duelo complicado puede presentarse de diferentes formas de acuerdo con la edad de quien sufre la pérdida. Los niños preescolares, por ejemplo, presentan ansiedad de separación por periodos prolongados, así como conductas regresivas que empeoran en el transcurso del tiempo. Los niños en etapa escolar pueden presentar temor a acudir a la escuela o baja en el desempeño académico, aislamiento de sus pares o aparición de nuevas fobias sociales, síntomas afectivos como irritabilidad, ira, depresión por periodos mayores a tres meses después de la muerte. En adolescentes es común que se involucren en conductas de alto riesgo con drogas, delincuencia, actividad sexual precoz, aislamiento de la interacción con sus pares o actividades de grupo, o síntomas somáticos persistentes por periodos mayores a tres meses después de la pérdida. La vida y el cerebro del adulto La carga alostática en el adulto y los factores que condicionan su acumulación son mayores, lo que tiene consecuencias catastróficas para los individuos que cuentan con la susceptibilidad necesaria. El cerebro adulto es mucho mas resiliente y adaptable de lo que se creía y la plasticidad estructural adaptativa involucra crecimiento y reducción de los árboles dendríticos, recambio de sinapsis, y cantidades limitadas de neurogénesis en el telencéfalo, sobre todo en el hipocampo. El estrés y las hormonas sexuales ayudan a mediar la plasticidad estructural adaptativa, que se ha documentado en el hipocampo y, en menor medida, de la corteza prefrontal y amígdala, todas ellas regiones involucradas en las funciones cognoscitivas y emocionales. El estrés y las hormonas sexuales ejercen su efecto sobre el remodelamiento estructural cerebral por medio de mecanismos genómicos y no genómicos, y lo hacen en colaboración con neurotransmisores y otros mediadores intracelulares y extracelulares. A lo largo de la vida, el resultado de la interacción entre estos procesos se hace evidente al observar las dinámicas cifras de prevalencia e incidencia de padecimientos mentales. La prevalencia de los trastornos mentales en hombres y mujeres es similar, sin embargo, algunos padecimientos son más frecuentes dependiendo del género. Los hombres son más propensos a presentar trastornos por consumo de sustancias, agresión y trastorno de personalidad antisocial, mientras que las mujeres sufren con más frecuencia de trastorno depresivo unipolar y trastornos de ansiedad. En apoyo a la función que desempeña el sistema neuroendocrino sobre las diferencias sexuales en la depresión, la prevalencia de ésta en niños es mayor hasta la pubertad, cuando se vuelve y se mantiene con mayor prevalencia en mujeres (2 a 3 veces mayor en ellas) hasta la menopausia, cuando la prevalencia disminuye con lentitud para acercarse otra vez a la de los hombres hacia el final de la vida. Se ha propuesto que las mujeres pueden tener particular vulnerabilidad a la predisposición genética para la sintomatología depresiva porque existen muchos factores de estrés durante la vida que diferencialmente afectan a niñas y mujeres. Discriminación, violencia, abuso físico, sexual, emocional y financiero, así como pobres condiciones laborales son problemas que continúan afectando en mayor grado a las mujeres. En los últimos años se han observado cada vez con más frecuencia otros estresores como el tener demasiados roles, cuidar al mismo tiempo a los hijos y a los padres, y dobles jornadas laborales (casa y trabajo seglar). Aunado a esto se han encontrado cambios en el funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, así como asociaciones específicas de género entre variantes de receptores de glucocorticoides y las respuestas del eje HPA al estrés psicosocial que pueden ser funcionalmente relevantes para la presentación de padecimientos psiquiátricos. La vida y el anciano En el anciano, la carga alostática continúa acumulándose. Los sistemas ya no se adaptan con tanta agilidad, el cerebro Capítulo 7 • Ciclo vital y salud mental 79 La evidencia internacional, en la que se incluye a México, ha mostrado forma de “U” al graficar el bienestar con la edad tanto en los países desarrollados como en aquellos en desarrollo. El porqué de esta relación entre bienestar y edad aún no se esclarece; una posibilidad es que los individuos aprenden a adaptarse a sus fortalezas y debilidades, y a medianas edades suprimen las aspiraciones que son menos factibles. Otra explicación puede ser que las personas “felices” viven más que aquellos que no lo son, y esto hace que la “U” se trace como un efecto de selección. Una tercera explicación es que al final de la vida se genera un proceso de reflexión que provoca que quienes sobreviven valoren bajo otra perspectiva lo que tienen. mexicano. La globalización y las demandas de competitividad que se le asocian incrementan tanto la presión de la vida laboral, como las demandas de estructuras familiares que se encuentran en evolución, las responsabilidades del cuidado a los miembros de la familia, y la expectativa de vida que genera un mayor riesgo de enfermedades degenerativas en México. El término “capital mental” se acuñó para definir los aspectos del desarrollo mental que incluyen los recursos cognoscitivos y emocionales del individuo. Comprende la habilidad cognoscitiva de las personas, su flexibilidad y eficiencia en el aprendizaje, así como su inteligencia emocional o habilidades sociales y resiliencia para enfrentar el estrés. El término permite capturar dimensiones de elementos clave para establecer cuán bien un individuo es capaz de contribuir a la sociedad y experimentar una elevada calidad de vida. En el campo de la salud mental ya existe la posibilidad de elevar el capital mental por medio de diferentes tipos de intervenciones. Existe el reto de identificar y tratar de forma temprana los padecimientos mentales, así como atacar los factores de riesgo sociales como el endeudamiento, la pobreza, la violencia o maltrato, etcétera. El aprendizaje debe continuar a lo largo de la vida y puede tener un efecto significativo sobre la salud mental en todos los grupos de edad, particularmente en los más viejos. Existen demandas cambiantes en los lugares de trabajo, y la fuerza de trabajo se encuentra en constante cambio tanto demográficamente como en la demanda de ésta. La salud mental de los trabajadores es un factor importante cuando se intenta mejorar el capital mental de las sociedades y las economías. Bienestar, salud y capital mentales Conclusión El “bienestar mental”, es un estado dinámico que se refiere a la habilidad del individuo de desarrollar su potencial, trabajar de manera productiva y creativa, construir relaciones positivas y fuertes con otros, y contribuir a su comunidad. Desde el punto de vista de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental no es sólo la ausencia de trastornos mentales, sino un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. A fin de florecer y prosperar en un mundo de rápidos cambios, se deben aprovechar al máximo los recursos mentales y materiales, lo cual es cierto también en el entorno Los modelos que han tratado de explicar los cambios que experimenta una persona a lo largo de su vida ambiental y biológica convergen en considerar al individuo desde sus orígenes genéticos, sus consecuencias celulares, el funcionamiento de sus sistemas y, finalmente, de su fenotipo cognoscitivo o conductual, que integran su interfaz con el ambiente. El organismo se adapta, lucha de manera constante utilizando las herramientas que trae consigo o que desarrolla en el camino para enfrentar retos que ponen a prueba su capacidad de sobrevivir. En este punto tal vez cabe afirmar que todo lo que uno es, y todo lo que a uno le toca vivir, en verdad importa. La salud mental es una receta compleja que requiere de millones de ingredientes y algunos de ellos aún permanecen en secreto. es menos plástico y se han activado procesos degenerativos, algunos de ellos cumpliendo el destino que los factores de susceptibilidad genética habían marcado de origen. Factores como las experiencias tempranas en la vida, la condición socioeconómica, adversidad y trauma en la infancia, enfermedad, educación, ambiente familiar y nutrición, se asocian con padecimientos mentales en esta etapa de la vida. Por ejemplo, en seguimiento a 40 años se ha observado que haber padecido trastornos de conducta en la infancia incrementan el riesgo de ansiedad, depresión y abuso de alcohol en la vejez. En otro estudio de seguimiento a 40 años, se observó que los trastornos de ansiedad disminuyen con los años y en su lugar incrementan los trastornos somatomorfos. La paradoja en el bienestar mental a lo largo de la vida 80 Salud mental y medicina psicológica Bibliografía Beach S. Relational Processes and DSM-V: Neuroscience, Assessment, Prevention, and Intervention. 1a. ed. Washington: American Psychiatric Pub. 2006. Beddington J, Cooper J, Field U et al. The Mental Wealth of Nations. Nature, 455, no. 7216:1057-60. 2008. Blanchflower D, Oswald A. Hypertension and Happiness across Nations. J Health Econ 27, no. 2:218-33. 2008. Blanchflower D, Oswald A. Is Well-Being U-Shaped over the Life Cycle? Soc Sci Med, 66, no. 8:1733-49. 2008. 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