Cuidado con la peligrosa crítica Por: Antonio Aponte / Fuente: Aporrea La crítica es un poderoso instrumento de la evolución social, sin ella se pierde la capacidad de rectificación, sin ella la sociedad no avanza, la cultura pierde su posibilidad de movimiento. No es casual que la crítica tenga significados contradictorios: vitupera y también juzga. Criticar es examinar, analizar, enjuiciar, opinar… y simultáneamente significa censurar, murmurar, reprochar. Allí están compendiadas las dos fundamentales posibilidades de enfrentar, de criticar un fenómeno. Cada una de estas actitudes tiene una poderosa carga ideológica. Veamos. La dominación burguesa se fundamenta en la división de los dominados, les priva de la capacidad de unión y de análisis, de reconocerse, de ubicarse en su realidad, de tomar conciencia de su condición. Siendo así, la crítica de los dominados tiene que ser destructiva y agresiva, de tal forma que impida el análisis que crea conciencia, que afina la visión. Y sobre todo la crítica burguesa fragmenta e impide la unión de los humildes, indispensable para sustituir el sistema burgués. Es una crítica dirigida a la persona y no a las ideas, guiada por el odio y no por la fraternidad, destructiva y no formativa. La crítica liberadora se basa en la fraternidad, como dijo Martí: "criticar es amar". No va a las personas, juzga las ideas, señala los errores, prestigia los aciertos, todo con el ánimo de avanzar. En la revolución, que es un enorme esfuerzo por fundar otro mundo, es imprescindible la crítica como guía para la rectificación de errores y afirmación de los aciertos. Sin embargo, si es empleada como la dominación nos acostumbró, lejos de ser un elemento para avanzar se constituye en arma de destrucción de la posibilidad revolucionaria. La crítica entonces debe ser la búsqueda de la comprensión de un fenómeno, no arma de venganza, de retaliación, ni oportunidad para la "cacería de brujas". La crítica malsana, la que afirma a la dominación puede acabar con una Revolución, es también indicio de una falla de formación en las filas liberadoras, una incomprensión del nuevo tipo de relación que supone una Revolución. La Revolución está en una fuerte confrontación con el enemigo oligarca, es necesario un balance de lo andado. Es imprescindible la crítica, de ella depende afinar las fuerzas para futuros triunfos. Allí están las dos maneras de criticar. Si en esta oportunidad la asumimos con las reglas de la dominación, buscando culpables en las personas o instituciones, y no rectificando ideas, acusando sin bases, dando rienda a los instintos disolventes, entonces, nos estamos condenando a la derrota, ayudando a la oligarquía, sembrando dudas, desconfianza en nuestras filas, comportándonos como inconscientes dominados. El rumor sin base, la acusación anónima, el amparo en la sombra de lo colectivo, no son críticas revolucionarias, son oportunidades para la infiltración del pensamiento contrarrevolucionario, hacen daño. La Revolución debe abrir cauce a la crítica formadora, protegerla, sólo así conseguiremos las ideas para construir. ¡Resteaos con Maduro!