Alina Cabrera - Pontificia Universidad Javeriana

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Rogoff, B. (1993). Aprendices del Pensamiento. El desarrollo cognitivo en el contexto
social. Barcelona: Ediciones Paidós. Cap. 7 (Pp.179-194).
Barbara Rogoff es profesora de Psicología de la Universidad de California. Su libro está
dirigido a un público académico de psicólogos, educadores y estudiantes de estas
disciplinas. El propósito del capítulo es abordar el papel de la interacción social en el
desarrollo cognitivo de los niños, apoyándose en las teorías de Piaget y Vygotsky. El
texto está estructurado en tres partes: primero, describe las diferencias y semejanzas de
los mecanismos propuestos por ambos autores para explicar la influencia de la
interacción social en el desarrollo cognitivo. Segundo, se centra en la interacción con el
experto y la relación con personas del mismo nivel y tercero, comenta las diferencias
entre los planteamientos de Piaget y Vygotsky acerca de cómo la interacción social en la
infancia puede contribuir al desarrollo individual.
Rogoff sugiere que la participación de los niños y los adultos en actividades compartidas
contribuye al progreso de los niños en cuanto a su socialización y desarrollo intelectual
en la sociedad en que viven. Sin embargo, advierte que es necesario estudiar cuáles son
las características de la interacción niño-adulto, ya que la sola relación no necesariamente
fomenta el aprendizaje y el desarrollo individual del niño. Rogoff plantea, que “buena
parte de lo que los niños son capaces de hacer exige que estén inmersos en su cultura”
(Rogoff, 1993, p.180). Pero es un error pensar que los procesos socioculturales conducen
a la variabilidad y que los procesos biológicos llevan a los universales. Por ejemplo, los
fundamentos de la comunicación social, como poder tomar turnos al hablar o poner
atención a las intenciones de los otros, pueden ser rasgos innatos (Trevharten, citado por
Rogoff, 1993).]
Para estudiar las características de la interacción entre niño y adulto o entre iguales,
Rogoff hace una comparación entre las teorías de Piaget y Vygotsky sobre los
mecanismos de influencia social. Las perspectivas de estos autores difieren en los
mecanismos fundamentales de influencia social. Mientras que Vygotsky parte de la base
social de la mente, Piaget toma al individuo como punto de partida. Vygotsky concibe el
desarrollo como un proceso de aprendizaje relacionado con el uso de instrumentos
culturales. En este contexto, el modelo de interacción social más eficaz es la resolución
conjunta de problemas bajo la guía de una persona más capaz, sea un adulto, o un
compañero con mayores destrezas. Al trabajar con un experto, el niño comparte procesos
cognitivos y destrezas que le resultarían inaccesibles si trabajara de forma individual. En
el proceso, el niño interioriza aquellos conocimientos y habilidades que construye con la
ayuda del experto.
En cambio, para Piaget, lo que promueve el desarrollo intelectual del niño es la
interacción entre iguales. Al enfrentarse con otros puntos de vista, se genera un conflicto
cognitivo que le permite al niño descartar una creencia determinada y considerar otra
cualitativamente diferente, logrando así un cambio de perspectiva. Dicho cambio de
perspectiva implica “abandonar una comprensión del fenómeno para adoptar otro punto
de vista que contrasta con el original” (Piaget, citado por Rogoff, 1993, p.184). Por
ejemplo, el niño cambia de perspectiva cuando deja de creer que la cantidad de agua
cambia si se vierte en un vaso de forma diferente y entiende que ésta no varía a pesar de
que cambie la forma del recipiente. Para que el individuo cambie de perspectiva, es
necesario que haya una insatisfacción con la comprensión alcanzada hasta el momento y
que se puedan vislumbrar las ventajas que ofrece otra perspectiva.
La interacción social juega un papel muy importante en la presentación de perspectivas
alternativas, pero para que haya un equilibrio en el intercambio intelectual se requieren
tres condiciones: 1) que los compañeros tengan una escala común de valores intelectuales
que les permita comprender el sentido de los términos utilizados; 2) que los que
participan en la interacción reconozcan la conservación de sus frases para evitar que se
contradigan, y 3) que exista una reciprocidad entre los compañeros para que las frases de
cada uno puedan considerarse intercambiables. Según Piaget, durante la etapa
egocentrista no es posible que se den estas condiciones. El intelecto de los niños sólo se
beneficia de la interacción social a partir de los 7 años, que es cuando los niños pueden
empezar a cooperar con los demás e intercambiar puntos de vista distintos.
La cooperación permite ordenar las operaciones del pensamiento lógico y promueve la
no-contradicción, ya que es más fácil contradecirse cuando uno piensa para sí mismo, que
cuando los compañeros están presentes para recordarle lo que ha dicho. En el estadio de
operaciones formales se avanza de la cooperación al pensamiento colectivo, que está
fundamentado en un lenguaje común y matemático que se aprende en la interacción
social. Por el contrario, Vygotsky afirma que la interacción social promueve la
comunicación y el aprendizaje de los niños desde los primeros años de vida. Según
Vygotsky, “el hecho más importante en el desarrollo del pensamiento y del lenguaje del
niño ocurre aproximadamente a los dos años de edad” (Vygotsky, 1987, citado por
Rogoff, 1993, p.189), que es cuando la palabra llega a ser intelectual y el pensamiento
verbal.
Piaget y Vygotsky le conceden distinta importancia al papel del adulto y de los iguales.
Para Piaget, las discusiones de los niños con los adultos no conducen a la reestructuración cognitiva debido a las diferencias de poder entre ambos que hacen que la
interacción sea asimétrica y dificultan la cooperación. Dado que las ideas de los niños
están formuladas de forma más pobre, en una discusión con un adulto, se terminarían
imponiendo las ideas que propone el adulto. Según Piaget, sólo en la adolescencia los
niños pueden discutir con sus mayores en un plano de igualdad. En cambio, Vygotsky
plantea que los compañeros ideales son los adultos o los compañeros con mayores
destrezas, ya que en las interacciones con una persona que maneje los instrumentos
culturales, el niño puede conocerlos y aprender a utilizarlos.
Los enfoques de Piaget y Vygotsky se parecen en que enfatizan la importancia de
compartir perspectivas o pensar conjuntamente, pero difieren en su concepción de
subjetividad. Para Vygotsky, el pensamiento compartido proporciona la oportunidad para
tomar decisiones de manera conjunta, mientras que para Piaget, “el encuentro de mentes
implica dos individuos separados, cada uno de ellos operando sobre sus propias ideas”
(Piaget, citado por Rogoff, 1993, p.193) y alternando su punto de vista con el del otro.
Según Forman (1987), desde la perspectiva vygotskiana la intersubjetividad tiene lugar
entre personas, mientras que desde la piagetiana, se considera un proceso individual que
hace aportes a la sociedad. Para Piaget el desarrollo cognitivo es producto de lo
individual, mientras que para vygotsky, es producto de la interacción social. Después de
revisar ambas posturas, Rogoff concluye que si se toma al individuo como la unidad
básica, no se alcanza “una perspectiva global del contexto social en el que se produce el
desarrollo cognitivo” (Rogoff, p.194).
En mi opinión, lo más valioso de la obra reseñada es el reconocimiento de que,
independientemente de la perspectiva teórica que se adopte, el papel de la interacción
social en el desarrollo cognitivo es innegable. Tanto la teoría de Piaget como la de
Vygotsky plantean las ventajas que tiene el hecho de resolver problemas de manera
conjunta, ya sea con un igual o con una persona que tenga mayores destrezas en un área
de conocimiento. El texto logra recoger los planteamientos principales de estos autores
frente a la interacción social, estableciendo una comparación que permite reflexionar
sobre las ventajas y desventajas de ambas perspectivas. Quiero resaltar la relación que
sugiere Piaget entre la discusión y el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico,
como la capacidad de expresar un punto de vista y la capacidad de reconocer que existen
puntos de vista diferentes. No obstante, la perspectiva de Piaget parece implicar que las
discusiones entre profesor y alumnos no son una estrategia adecuada para jalonar el
pensamiento del alumno, ya que al haber una asimetría de poder, el estudiante termina
renunciando a su punto de vista y reproduciendo el punto de vista del docente. Considero
que esta situación llega a presentarse cuando los profesores utilizan modelos de
transmisión del conocimiento y conciben a los estudiantes como receptores del mismo y
no como sujetos de su propio aprendizaje. Pero si el docente promueve la participación
activa de los alumnos y la cooperación entre éstos, los estudiantes pasan de ser objetos de
la educación a ser aprendices autónomos con capacidad de decisión.
Autora de la reseña: Alina Cabrera, Psicóloga, Universidad Javeriana.
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