Impresionismo musical: Debussy, Ravel y Falla.

Anuncio
IMPRESIONISMO|DEBUSSY, RAVEL Y FALLA.
Al llegar el siglo XX, la música cambia, a veces radicalmente. Los
parámetros en que se sustentaba la música clásica varían sustancialmente:
la melodía, la textura, el timbre y el ritmo, asumen nuevas formas,
evolucionan como lo hacen los rasgos estilísticos de las demás artes. No
obstante, siglo ecléctico como pocos, el XX acoge, junto a las nuevas
músicas rupturistas, tendencias conservadoras o de recuperación del
pasado. Por eso, también se da en ese siglo un Neoclasicismo practicado,
entre otros, por el más ecléctico de los compositores de la pasada centuria:
Igor Stranvinsky.
La nueva física de Einstein, el descubrimiento del inconsciente por
Freud, la muerte de Dios que anuncia la filosofía de Nietzsche... sumen al
siglo XX en el inestable mundo de lo relativo. Muchas certezas que parecían
inamovibles se derrumban, y esto influye en al arte.
La primera ruptura, el primer cambio en los lenguajes musicales del
XX, surge con el Impresionismo, que originalmente fue un movimiento
pictórico creado por pintores como Monet, Manet, Degas y Renoir. De la
misma forma que estos pintores cuestionan el concepto anterior de línea
para potenciar las texturas, los colores y la luz, los músicos impresionistas
cuestionan el valor de la línea melódica para potenciar las texturas
armónicas, los timbres y las dinámicas.
Claude Debussy (1862-1918), primero en poner en práctica estos
principios, aporta obras que han quedado como símbolos del Impresionismo
Musical. Preludio a la siesta de un fauno (1894) es su primera composición
orquestal madura, escrita a los 32 años y basada en un poema del escritor
simbolista Stéphane Mallarmé. El músico fue un lector de Charles
Baudelaire, Paul Verlaine y otros; así, la música que Debussy componía
tenía una afinidad esencial con la obra de estos maestros de la literatura. Su
ópera Peleas y Melisenda, basada en la obra teatral del mismo nombre del
poeta belga Maurice de Maeterlinck, data de 1902 y le otorgó a Debussy el
reconocimiento como músico de prestigio. La forma en que la partitura
realzó la cualidad abstracta y ensoñadora de la obra original de Maeterlinck
fue extraordinaria. Considerada como una fusión perfecta entre la música y
el drama, se ha llevado a escena en numerosas ocasiones. Entre 1902 y
1920 Debussy compuso casi de forma exclusiva obras para piano. De su
producción de este periodo destacan Estampas (1903), Imágenes (dos
series, 1905 y 1907) y varios preludios. Se alejó del tratamiento tradicional
del piano como instrumento de percusión y le dio más importancia a sus
cualidades expresivas.En 1909 le diagnosticaron un cáncer del que murió el
25 de marzo de 1918 durante los acontecimientos de la I Guerra Mundial. La
mayoría de sus composiciones de este periodo son para música de cámara.
Entre ellas tenemos el extraordinario grupo de sonatas (para violín y piano,
violonchelo y piano, y flauta, viola y arpa), en las que la esencia de su
música se destila en estructuras más sencillas, próximas al estilo neoclásico.
La música de Debussy, en su fase de plena madurez, fue la
precursora de la mayor parte de la música moderna y lo convirtió en uno de
los compositores más importantes de finales del siglo XIX y comienzos del
XX. Sus innovaciones fueron, por encima de todo, armónicas. Su
tratamiento de los acordes fue revolucionario en su tiempo; los utilizaba de
una manera colorista y efectista, sin recurrir a ellos como soporte de
ninguna tonalidad concreta ni progresión tradicional. Esta falta de tonalidad
estricta producía un carácter vago y ensoñador que algunos críticos
contemporáneos calificaron de impresionismo musical, dada la semejanza
entre el efecto que producía esta clase de música y los cuadros de la
escuela impresionista. Entre otras obras importantes destacan la música
incidental para El martirio de San Sebastián, (1911) de Gabriele d'Annunzio,
la música para ballet Juegos (1912), el poema orquestal El mar (1905) y las
canciones Cinco poemas de Baudelaire (1889).
También Maurice Ravel (1875-1937) fue un músico impresionista.
Aunque no sólo cultivó ese estilo, por sus características de timbre,
armonías y asociaciones extramusicales, su música suele asociarse a
menudo a la de Debussy. El impresionismo de Ravel se aprecia
especialmente en las suites para piano Espejos (1905) y Gaspar de la noche
(1908) y en la Rapsodia española para orquesta (1908). Su gran talento
para evocar épocas pasadas se pone de manifiesto en obras como la Pavana
para una infanta difunta (1899), Valses nobles y sentimentales (1911) y La
tumba de Couperin (1917), composiciones todas ellas para piano que
posteriormente fueron orquestadas. Su neoclasicismo se aprecia en la obra
para piano Juegos de agua (1902), con una estructura de sonata clásica y
una textura brillante y virtuosística, así como en el Cuarteto para cuerda
(1903), la Sonatina para piano (1905) y obras de cámara posteriores como
la Sonata para violín y violonchelo (1922). Entre la obra escénica de Ravel
cabe citar las óperas La hora española (1911) y El niño y los sortilegios (con
libreto de la escritora francesa Colette, 1925), el famoso Bolero (1928),
escrito en principio como acompañamiento para la interpretación solista de
la bailarina Ida Rubinstein, y el ballet impresionista Dafnis y Cloe (1912),
encargo del empresario ruso Sergei Diáguilev. Diáguilev había ya
escenificado arreglos de obras anteriores de Ravel como la suite Mi madre la
oca (para dos pianos, 1910, y para orquesta, 1912). En los años veinte la
colaboración de Ravel con George Gershwin ejerció una fuerte influencia en
ambos compositores. La orquestación de las últimas obras de Gershwin es
más pulida y en las dos últimas obras de Ravel se observa una sutil
influencia jazzística: el Concierto para piano en sol y el Concierto para piano
en re para la mano izquierda (1931), mucho mas sombrío y que fue escrito
para el pianista vienés Paul Wittgenstein que había perdido su mano
derecha en la I Guerra Mundial.
En España hablar de impresionismo nos lleva al nacionalista Manuel
de Falla (1876-1946). Aunque se dice a menudo que el impresionismo es
una fase evolutiva del autor gaditano (que evoluciona desde el nacionalismo
hasta el neoclasicismo), lo cierto es que parece más bien una constante en
él desde La vida breve hasta su obra inacabada, La Atlántida, pasando por
Noches en los jardines de España (1915) o El concierto de clave y cinco
instrumentos (1926), obra que por cierto nos habla ya en su título de otra
característica impresionista: el gusto por los timbres de las músicas
antiguas. La admiración de Falla por el impresionista por excelencia, es
decir, por Debussy, se manifiesta en la única obra que el gaditano escribió
para guitarra: Le tombeau de Debussy.
Descargar