El bosque protector

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El bosque protector
Resina: una industria actual
Pequeñas gotas doradas fluyen
desde el corazón del árbol, pegajosas,
van deslizándose perezosamente por la
superficie anaranjada del tronco.
Esta sustancia aromática es la
resina de un pino. Brota como reacción
a los traumatismos sufridos por el árbol,
habitualmente causados por insectos,
ayudando a cicatrizar las heridas que
aquejan a la planta.
Además de su función fisiológica,
se trata de una materia prima que ha
sido empleada por la humanidad desde
hace miles de años.
Millones de pinos como éste
contribuyeron a que la industria de la
resina fuera una de las industrias más
singulares y a las vez más pujantes del
sector forestal. De hecho España llegó a
ser el tercer productor mundial, hasta
que en la década de los 60 entró en una
profunda decadencia.
En este capítulo se aborda el pasado, el presente y el futuro de la industria de la resina. Una industria que ha
constituido un claro ejemplo de compatibilidad entre aprovechamiento y conservación del bosque.
Entre las provincias de Valladolid
y Segovia, un denso manto arbóreo se
extiende a lo largo de miles de hectáreas.
Esta densa alfombra vegetal da
nombre a la comarca, se trata de Tierra
de Pinares.
Las gentes de este lugar no sólo
han aprovechado la madera del bosque,
sino también su sangre.
Lacerando los árboles de manera controlada, se extrae la resina, que al mezclarse con diversas impurezas, se conoce con el nombre de miera.
Es un recurso renovable que
constituye la materia prima de la colofonia y el aguarrás, ambas resultantes
del proceso de destilación de la miera e
imprescindibles para la elaboración de
multitud de productos de nuestra vida
cotidiana.
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La resina de las coníferas es la
más apreciada. En la Península Ibérica la
especie resinera por excelencia es el
pinus pinaster, que con justicia se ha
ganado el apodo de pino resinero.
La extracción de la resina ha sido una actividad tradicional del medio
rural.
Sin embargo, la verdadera producción industrial de derivados de la
miera no apareció en España hasta el
último tercio del siglo XIX.
En Coca, Segovia, los hermanos
Falcon oriundos de Francia, fundaron en
1861 la primera industria resinera moderna del país y fueron responsables de
la introducción del método Hugues.
Dicha técnica, inventada en
1840, consiste en desprender finas láminas de madera de forma longitudinal para después recoger la miera en potes de
barro, en lugar de hoyos en el suelo como se hacía hasta ese momento.
Con este método menos agresivo
para el árbol se consigue un producto
mucho más puro.
A mediados del siglo XX, se resinaba en 20 provincias españolas y existían 87 fábricas distribuidas por todo el
territorio peninsular.
Es en esta época cuando se comienza a introducir un nuevo método
que poco a poco se iría haciendo un
hueco entre los profesionales de la resina.
Es el método de pica de corteza,
que se caracteriza por realizar incisiones
transversales, previo descortezado del
pino, y por usar un estimulante ácido
para provocar la salida de la miera.
La primera actividad que se debe
realizar es el descortezado o desroñe.
Posteriormente se hace una hendidura
que permita colocar la grapa, una pieza
metálica que conducirá la resina hasta el
recipiente, generalmente de barro denominado pote, sujeto por un clavo y la
propia grapa.
Con un trazador se marca el espacio a resinar, que posee unos 12 centímetros de anchura y unos 20 de altura.
En Abril, el resinero comienza a
dar las picas que harán sangrar al pino.
La herramienta utilizada para ello es la
escoda.
Las picas son seguidas de la
aplicación de ácido sulfúrico diluido en
agua, cuyo objetivo es mantener abiertos los canales resiníferos y ralentizar la
cicatrización natural de la planta.
Actualmente, el ácido se mezcla
con yeso, dando lugar a una pasta que
evita que la substancia salte a los ojos y
aumenta el intervalo entre pica y pica.
El proceso de picado se repite cada 12
días aproximadamente. Normalmente,
las nuevas incisiones se realizan de manera ascendente sobre la superficie previamente delimitada.
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La campaña resinera sigue unos
ciclos que van en armonía con el ritmo
biológico del pino y que han permanecido inalterados durante más de un siglo.
La resinación se inicia en el periodo final
del invierno, cuando los árboles despiertan de su letargo invernal.
El conjunto de árboles que cada
resinero tiene bajo su cargo se conoce
como mata y lo normal es que sean varios miles de pinos.
Cada árbol tiene una fisiología diferente
y por tanto una producción de resina
distinta aunque lo más habitual es que
se obtengan sobre 4 o 5 Kg de resina
por pino y año.
La producción de miera del pinar
depende de la temperatura exterior. Con
la llegada del calor del verano los árboles excretan cada vez más resina.
A medida que los potes se van
llenando, el resinero tiene que remasar,
es decir , recoger su contenido en grandes latas de 25 litros.
Cuando las latas están al máximo de su
capacidad, se transportan mediante el
carretillo.
El líquido se vierte en depósitos
más grandes que posteriormente serán
llevados a la fábrica.
Al aproximarse el invierno, la bajada de las temperaturas hace que los
pinos vayan paralizando sus funciones
vitales, lo que provoca que la producción de resina sea cada vez más escasa.
A finales de Octubre se suspenden las labores de picado. Todas las picas que se le han realizado a los árboles
desde Abril conforman lo que se denomina una entalladura.
Cuando dé comienzo la nueva
temporada, se trabajará la porción del
tronco situada justamente encima de la
entalladura anterior.
Cada tronco alberga normalmente 5 entalladuras por cada una de sus
cinco caras, de este modo, cada pino
tiene una vida útil de 25 años.
A pesar del esplendoroso pasado
de la industria resinera, hoy la resinación
es una actividad prácticamente testimonial que tan solo se mantiene en los pinares segovianos.
A principios de los sesenta empleaba a unas 4.800 personas de forma
directa y producía unas 55.000 toneladas de miera al año.
La puesta en escena de países
como China, Brasil o Indonesia con una
mano de obra más barata, produjo prácticamente la desaparición de la industria
de la resina en nuestro país.
El hundimiento de la extracción
de resina fue absolutamente imparable y
aunque en los 70 y 80 todavía se siguió
resinando, a partir de los 90 el oficio fue
desapareciendo de muchas de las provincias españolas.
Las viejas chimeneas de las fábricas que aún hoy se yerguen en algunos pueblos segovianos, son un mudo
testigo de esta historia de decadencia.
No obstante, es en esta provincia
donde la industria de la resina se resiste
a desaparecer.
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Gracias a la iniciativa de algunas
cooperativas, algunas cuadrillas de trabajadores pueden seguir viviendo de
esta actividad.
De las 4 fábricas activas en España en 2008, la de Coca, heredera de
la antigua Unión Resinera, fundada a
finales del XIX, es la que posee en la
actualidad una mayor producción de
productos derivados de la miera.
Al llegar a la planta, los barriles
que contienen la miera recogida por los
resineros se descargan en el muelle,
donde se registra su número de serie y
su tara, para después poder determinar
la cantidad de materia prima traída por
cada trabajador.
El pegajoso contenido se vierte
en un depósito capaz de albergar hasta
45.000 Kg. de producto.
Del depósito se traslada al tanque de lavado, donde se le añade una
solución de limpieza compuesta de
aguarrás, agua y ácido oxálico.
La solución se calienta a 90 grados y mediante filtración o cribado, se
retiran las impurezas sólidas.
Una vez retirados los residuos, la
mezcla se deja decantar 24 horas, y tras
separar el agua del lavado, queda un
producto que se conoce como trementina.
La trementina se destila en grandes alambiques de los que resultarán los
dos productos finales del proceso, por
un lado la colofonia que constituye el
70% y por otro el aguarrás, que se obtiene mediante evaporación de la parte
volátil de la trementina y que tras su
condensación, supone el 20% del producto.
El 10 por ciento restante lo componen diversas impurezas que acompañan a la sustancia y que no se habían
eliminado en las fases anteriores.
La colofonia por sí sola tiene escaso uso industrial por lo que, según su
uso final, se debe mezclar con diversos
componentes químicos para dar lugar a
colofonias modificadas, ésteres de colofonia y resinas fenólicas.
Una vez hecho esto, el producto
final se enfría y se tritura.
Finalmente se empaqueta quedando listo para su distribución.
Las instalaciones de la fábrica
disponen de un laboratorio donde se
controla la calidad de las partidas y se
investigan las diferentes mezclas que
pueden dar lugar a nuevos productos.
A pesar de disponer de grandes
superficies de pino resinero, España, al
igual que los países de su entorno, importa la mayoría de la colofonia que utiliza.
En los últimos años, la producción de colofonia mundial se ha venido
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1.000.000 de toneladas aproximada-
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mente mientras que la producción de
aguarrás llegó a las 170.000.
El 55% de la colofonia mundial
es producida por China, el 18% por Estados Unidos y de lejos siguen Europa
con el 8% y America Latina con el 7.
El mercado está por lo tanto controlado
por el gigante asiático que tiene un gran
poder de decisión sobre los precios del
producto.
Por otro lado, los mayores consumidores europeos son Alemania y Holanda seguidos de España y Portugal.
La crisis financiera mundial que
ha destruido puestos de trabajo de numerosos sectores, unido al aumento de
la demanda mundial de colofonias y sus
derivados en 2010, ha duplicado el precio de la materia prima y con ello se ha
dado un pequeño impulso a las explotaciones de resina segovianas, que parecen haber iniciado una tímida recuperación.
En este contexto algunos jóvenes
han puesto su mirada en este viejo oficio.
Los productos derivados de la
resina tienen una amplia demanda en el
mercado internacional.
España posee muchas hectáreas
de pinar adaptado a la resinación, así
como mercados geográficamente próximos, por lo que el desarrollo del sector
sería un acicate para la creación de
puestos de trabajo en el medio rural.
El cuidado y limpieza del pinar
que acompaña a la resinación permiten
asegurar su conservación evitando plagas e incendios.
La caza, la micología o el turismo
rural son otras actividades económicas
que se desarrollan alrededor del pinar y
que también son compatibles con la
resinación.
Para paliar la baja competitividad
derivada del coste de la mano de obra,
se han puesto en marcha iniciativas para
comprobar las posibilidades de mecanizar la resinación.
El proyecto eurogem, desarrollado a finales de los años 90 por Francia,
Portugal y Dinamarca, es un ejemplo de
ello.
Este método consiste en utilizar
un taladro para realizar las picas sin necesidad de desroñe.
La miera se recoge con un embudo unido a una bolsa de plástico que
proporciona un producto de gran pureza.
También se han realizado experimentos con un prototipo diseñado en
España para mecanizar el picado.
Mediante el uso de esta máquina
se reduce el tiempo que hay que emplear por árbol. No obstante todavía se
encuentra en fase de pruebas, por lo
que su uso aún no se ha extendido.
Aparte de la incorporación de
nuevas técnicas y los intentos de meca-
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nizar el proceso, se han llevado a cabo
experimentos de mejora genética centrados en la selección y cultivo de los
ejemplares más productivos.
La resinación ha estado apunto
de desaparecer en nuestro país, no obstante en algunos municipios durante los
últimos años parecen estar interesados
en fomentar su recuperación.
La reactivación de este sector
supondría un importante estímulo para el
mundo rural, cada vez más despoblado
y envejecido por la falta de actividad
económica.
El tiempo nos permitirá comprobar si el hombre vuelve a mirar a estos
pinares como siempre lo ha hecho, como un bosque rentable.
La jornada ha terminado, los resineros,
cansados, vuelven a casa.
La tranquilidad y el silencio se
adueñan de nuevo del monte.
Mañana comenzará un nuevo día
de trabajo pero mientras, la sangre de
los pinos seguirá brotando lentamente,
desde lo más profundo del corazón de la
madera… Resina: una industria actual
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