La Dinastia Omeya (HA) Al poco tiempo de la muerte de Alí, Mu’awiyah, el líder de los omeyas, reclamó el califato. La mayoría de los musulmanes, llamados suníes, llegaron a aceptarlo. Pero una minoría de musulmanes, conocidos como chiíes, o el “partido” de Alí, rehusó hacerlo. Ellos creían que sólo los descendientes directos de Mahoma, a través de su hija Fátima y de su yerno Alí debían ser califas. La división entre los suníes y los chiíes ha perdurado hasta hoy día. Mu’awiyah aplastó la revuelta de los partidarios de Alí. Él no se deshizo del cargo de califa. También fundó la dinastía Omeya. En el 661, los omeyas trasladaron su capital a Damasco, en Siria. Desde ahí, los califas gobernaron el enorme imperio de los musulmanes durante aproximadamente 100 años. Poco a poco, las tierras del imperio musulmán adquirían más elementos de la cultura arábiga. Los musulmanes introdujeron la lengua árabe. Junto con el islam, la aceptación de la lengua árabe ayudaba a unificar los pueblos diversos del imperio. Además, los árabes se apoderaron de los puestos oficiales más altos. La gente compraba artículos con las nuevas monedas árabes. Aunque los musulmanes no obligaban a la gente a convertirse al islam, algunos no musulmanes se convirtieron a la nueva fe por una serie de razones. Esto incluía la fe personal en el mensaje del islam y la presión social por pertenecer a la misma religión de la clase dirigente. El imperio musulmán seguía extendiéndose. Los califas omeyas enviaban ejércitos al Asia central y al noroeste de la India. En el año 711, los ejércitos musulmanes empezaron su conquista del territorio actual de España. Sin embargo, en la Batalla de Tours en el 732, fuerzas al mando del rey franco Carlos Martel les impidieron el paso a los musulmanes en Francia. Esta batalla puso un límite a la expansión musulmana en Europa, más allá de España. Los musulmanes mantuvieron el control de muchos territorios en España, donde el poder islámico duró casi 800 años. Los musulmanes de España construyeron algunas de las más grandes ciudades de la Europa medieval. La ciudad capital, Córdoba, llegó a ser un centro del saber donde compartían sus ideas eruditos musulmanes, judíos y cristianos. Gracias a sus labores, la cultura musulmana hizo enormes avances en las artes, las ciencias, la tecnología y la literatura.