¿Quién era la bailarina que hizo degollar

Anuncio
MSJ BIBLIA
¿Quién era la bailarina que hizo Salomé se hizo famosa tras
bailar en la fiesta de cumpleaños
de Herodes y pedir como pago
por su actuación la cabeza del
predicador, convirtiéndose su
imagen en la de una mujer
sexualmente diabólica. Pero
¿qué hay de cierto en ello?
U
Gustave Moureau, Salomé bailando, 1886
30 414
na de las bailarinas más famosas
del mundo es sin duda Salomé.
No sabemos si bailaba bien o
mal. Solo tenemos claro que por una
única danza se volvió mundialmente
célebre. Fue en la fiesta de cumpleaños
de Herodes, el gobernador de Galilea,
donde pidió como pago por su actuación
la cabeza de Juan el Bautista.
Este macabro acontecimiento marcó
su fama para siempre. Desde entonces
muchos artistas la han pintado con la
cabeza ensangrentada de Juan sobre su
falda, y una sonrisa satisfecha. Otros la
representaron en el dramático instante
del baile, excitando la imaginación de
Herodes con sus movimientos. También
la literatura, el teatro y la ópera la han
elegido como tema central en muchas
ocasiones. Es la favorita de decenas de
películas desde los comienzos mismos del
cine. Y su baile se volvió tan popular, que
la famosa “Danza del vientre” y el “Baile
de los siete velos” dicen inspirarse en el
espectáculo que ella brindó.
Todo esto la ha convertido en el símbolo de la mujer sexualmente diabólica,
y en la personificación del incesto y la
depravación. Pero ¿qué hay de cierto en
ello? ¿Quién fue en verdad Salomé?
SEPTIEMBRE 2009
degollar a Juan el Bautista?
Ariel Álvarez Valdés
Doctor en Teología Bíblica, Santiago del
Estero, Argentina
SU VIDA EN ROMA
Salomé era una princesa judía, descendiente de una familia real extraña y
compleja. Su padre se llamaba Herodes
y era hijo del famoso rey Herodes que
había ordenado matar a los niños de Belén al nacer Jesús. Pero Herodes junior,
a diferencia de su padre, no se dedicaba
a la política. Era un tranquilo ciudadano que vivía en Roma consagrado a su
familia. La madre de Salomé se llamaba
Herodías y era hija de otro hijo del rey
Herodes (Aristóbulo). O sea, el padre y
la madre de Salomé eran tío y sobrina.
Y Salomé era a la vez... ¡nieta y biznieta
del rey Herodes!
La niña vino al mundo alrededor del
año 16 d.C. en el lujoso palacio que su
familia tenía en la capital romana. Desde
muy pequeña fue educada en la tradición
y en las costumbres judías. Pero, por
vivir en Roma, Salomé recibió también
una educación más liberal, propia de las
muchachas romanas. Aprendió a leer, a
escribir, y tomó clases de baile y de música. Toda su formación tenía un único
propósito: conseguir un buen matrimonio. Por eso su madre Herodías, mujer
ambiciosa y ávida de poder, buscaba
desposarla con el hombre más influyente
posible, con alguien que permitiera a
toda la familia ascender aún más en la
escala social.
año 27, llegó de visita a su casa un tío de
la niña, hermano de su padre, llamado
Herodes Antipas. Se trataba de un personaje importante, puesto que era nada
menos que tetrarca (es decir, casi un rey)
de la provincia más rica de Palestina:
Galilea. Él realizaba periódicamente
viajes a Roma y siempre se alojaba en
la casa de su hermano Herodes. Como
Palestina era una región que dependía
políticamente de la capital imperial,
Antipas solía ir a rendir cuentas al emperador Tiberio de su administración
y, de paso, aprovechaba para criticar a
otro gobernador de Palestina, Poncio
Pilatos, quien mandaba sobre el territorio de Judea, al sur de su provincia. Este
último sabía de los malos informes que
Antipas solía llevar al emperador sobre
él y por eso estaba enemistado a muerte
con Antipas (Lc 23, 12).
Pero aquel año la visita de Antipas
a Roma tuvo un giro inesperado. Se
enamoró locamente de su cuñada y,
movido por la pasión, le propuso que
abandonara a su marido y se fuera con él
a Galilea. A Herodías no le pareció mal
la idea. En Roma llevaba una vida oscura
y monótona; en cambio, en Palestina
llevaría el título casi de reina y tendría
una vida social activa en el ambiente
político local, con grandes posibilidades
de encumbrarse más aún. De manera
que decidió aceptar la propuesta.
LA VISITA QUE
CAMBIÓ TODO
POR UN PREDICADOR
INOPORTUNO
Cuando Salomé tenía apenas once
años de edad ocurrió un hecho que
cambió para siempre su vida. Hacia el
Herodías, luego de acordar un
divorcio a la rápida, abandonó a su
marido y tío, y se marchó con su nuevo
SEPTIEMBRE 2009
esposo —y también tío—, Antipas. Sin
entender muy bien qué pasaba, marchó
igualmente la pequeña Salomé.
La maniobra de Antipas debía enfrentar aún otro obstáculo. El tetrarca
estaba casado y su mujer era una princesa
árabe, hija del rey Aretas IV, vecino de
su provincia. Cuando esta se enteró de
que su marido regresaba a casa con otra
mujer, temiendo por su vida y su futuro,
resolvió huir y buscar refugio en la casa
de su padre, en Nabatea. Así, cuando
Antipas llegó a su residencia se encontró
con que su esposa se había marchado,
dejándole el terreno libre y despejado
para empezar a vivir su nuevo matrimonio. Entonces, Herodías y Salomé se
instalaron inmediatamente y sin mayores problemas en el palacio de Antipas,
en la recientemente construida capital
de Galilea, Tiberíades, sobre la margen
occidental del lago de Galilea.
Allí la niña llevó una vida llena de
lujos y comodidades, propia de una
verdadera princesa, alternando con
miembros de las familias aristocráticas
de la sociedad palestina.
Pero el segundo matrimonio de
Antipas provocó un gran escándalo en
todo el país, pues violaba abiertamente la
Ley de Moisés que prohibía a una mujer
casarse con el hermano de su marido (Lv
20, 21). Para la mentalidad judía, lo de
Antipas y Herodías era un incesto. Y
semejante inmoralidad no escapó a los
reproches de un fogoso predicador, llamado Juan el Bautista, quien empezó a
denunciar en sus sermones el vergonzoso
matrimonio de la pareja gobernante, diciendo: “No te es lícito tener la mujer de
tu hermano” (Mc 6, 18). Así, la paz para
la recién llegada Herodías se acabó.
415 31
MSJ BIBLIA
COMIENZA LA LEYENDA
Por pedido de Herodías, que se sentía
ultrajada con las denuncias, su marido
hizo apresar a Juan el Bautista. Pero no
quiso matarlo. Antipas sentía cierto respeto e incluso veneración por el profeta
judío, al que de vez en cuando solía ir
a escuchar en la cárcel. Por eso prefirió
mantenerlo vivo (Mc 6, 17-20).
Pero unos meses más tarde, hacia
fines del año 28, tuvo lugar el acontecimiento que daría origen a la leyenda de
Salomé y que marcaría para siempre su
destino. Antipas celebró una gran fiesta
de cumpleaños e invitó a los personajes
más notables de la corte y de la tetrarquía,
gente en su mayor parte adinerada pero
provinciana y, por lo tanto, ansiosa de
conocer y admirar los refinamientos de
la capital. Herodías, a quien le gustaba
jactarse del nivel cultural adquirido en
la metrópolis del imperio, encontró la
forma de asombrar a los comensales y, de
paso, mostrar la jerarquía de la corte de
su marido. Preparó a Salomé, que en la
alta sociedad de Roma había aprendido
atractivos bailes —de los que aquella gente tosca no tenía la menor idea— para que
ofreciera un espectáculo original. Así, en
medio del festín, cuando los humores del
vino y el embotamiento por la comilona
se habían apoderado de los invitados, la
pequeña Salomé, casi sin saber lo que
pasaba, fue introducida en la sala del
banquete para hacer su representación.
LA CABEZA
COMO SALARIO
Los Evangelios nos dan una pista
sobre la edad que Salomé podía tener
en aquella oportunidad. Marcos, cuando habla de ella, usa la palabra griega
korásion (Mc 6, 22). Normalmente, las
biblias la traducen por “muchacha” o
“joven”; pero en realidad el término se
usa para referirse a una niña pequeña,
a alguien que aún no ha llegado a la
pubertad. Por lo tanto, Salomé debió de
haber tenido alrededor de once o doce
años la noche en que salió a bailar. Esto
queda confirmado por el episodio de la
32 416
resurrección de la hija de Jairo; allí Marcos también llama korásion a la niñita
resucitada y dice que “tenía doce años”
(Mc 5, 42). Así se explica que al terminar
de bailar, cuando Antipas, orgulloso de
contar con semejante espectáculo en su
corte, le promete regalar cualquier cosa
que ella quiera, “aunque sea la mitad de
mi reino”, la niña, desconcertada, se dirija a su madre preguntándole: “Mamá,
¿qué pido?”. Una Salomé mayor, como
la ha imaginado el arte a lo largo de los
siglos, o como parece deducirse de la
palabra “muchacha” con que traducen
erróneamente los Evangelios, no se
habría mostrado tan vacilante y habría
sacado mejor provecho del generoso
ofrecimiento de Antipas.
La niña terminó pidiendo algo
sin valor para ella, aunque sí para su
madre. Esta, viendo que se presentaba
la gran oportunidad de deshacerse del
predicador que tanto la criticaba, ordenó a su hija que pidiera la cabeza del
Bautista. Y así fue como aquella tarde el
desdichado profeta fue decapitado y su
cabeza presentada ante la bailarina. Ella
habrá recibido con horror aquel macabro
regalo y, sin comprender demasiado,
lo habrá entregado en las manos de su
satisfecha madre.
ECOS LEJANOS
DE SALVACIÓN
Los meses fueron pasando y Salomé
siguió llevando una vida apacible y tranquila en casa de su padrastro. Ocupaba
su tiempo en reuniones sociales, tertulias
de ocio y, sobre todo, en el chismorreo,
uno de los pasatiempos preferidos en
el palacio herodiano, donde nunca faltaban los escándalos. Precisamente por
aquel tiempo circulaban los rumores
sobre un campesino de Galilea, llamado
Jesús, que recorría el país predicando
un nuevo mensaje de salvación. Toda la
elite herodiana estaba alarmada porque
Jesús, al igual que Juan el Bautista, no
tenía miedo de criticar el poder, de denunciar el modo en que eran tratados
los más pobres y de anunciar la llegada
del Reino de Dios.
Pero sobre todo había un detalle
de Jesús que lo había convertido en la
comidilla de las mujeres del palacio. Y
este era que Juana, la esposa de Cusa,
el superintendente de Antipas (más o
menos equivalente al Ministro de Economía), se había vuelto seguidora suya
y lo ayudaba con sus bienes a costear sus
gastos (Lc 8, 2-3). O sea que Jesús estaba
recibiendo apoyo financiero de la propia
casa herodiana. Podemos imaginar la
conmoción y los comentarios que habrá
levantado semejante noticia. Incluso es
posible que Salomé haya oído hablar de
Jesús a través de la propia Juana. Pero
no debió de haberlo visto en persona,
puesto que Jesús nunca fue a predicar a
Tiberíades. La razón es que esta ciudad
estaba construida sobre un antiguo cementerio, lo cual la volvía impura y ningún judío habitaba en ella. Por lo tanto,
Jesús, que dirigía su mensaje sobre todo
a los judíos, no debió de haber tenido
motivos para ir a predicar allí.
UNA BODA
DESAGRADABLE
A comienzos del año 30, Salomé
tenía ya catorce años, edad en que las
adolescentes solían casarse; y su madre
SEPTIEMBRE 2009
La pintura se encarnizó con
ella. Mientras en los cuadros
más antiguos la cabeza del
Bautista aparece pintada en
manos de Herodías, a partir del
Renacimiento se halla sostenida
por Salomé, atribuyendo a la
infausta princesa el crimen de
su madre.
Sandro Botticelli, Salomé con la cabeza de San Juan el Bautista, 1488
Herodías encontró el candidato ideal
para su hija en su propia familia: un tío
de Salomé, llamado Filipo, hermano de
su padre y de su padrastro. Este también
era tetrarca y gobernaba la región que se
hallaba al norte de Galilea. En ese sentido, se trataba de una magnífica unión ya
que le permitiría seguir ocupando uno
de los escalones más altos de la pirámide
del poder.
Pero el novio de Salomé tenía un problema: era unos cincuenta años mayor
que ella. Es decir, la adolescente se vio
de pronto envuelta en una situación muy
incómoda, comprometida con alguien
que podía haber sido su abuelo. No sabemos si aceptó su destino con resignación,
o si lloró y suplicó a su madre para que
cambiara de opinión. Lo cierto es que,
llegado el momento, Salomé abandonó
Tiberíades y se trasladó a la ciudad de
Cesarea de Filipo, unos noventa kilómetros al norte, donde vivía su nuevo
marido, para concretar el matrimonio.
Nunca se enteró de que, por esa misma
fecha, en la lejana Jerusalén crucificaban
al predicador galileo que un día había
conquistado el corazón de Juana y del
que tanto había oído hablar en sus ratos
libres de Tiberíades.
SEPTIEMBRE 2009
LA ÚNICA IMAGEN
DE MUJER
El marido de Salomé era un hombre
bueno, justo y recto gobernante. Pero
el tiempo pasaba y no le daba hijos a
Salomé, la cual esperaba ansiosamente
un heredero para asegurar su posteridad y justificar su presencia en la corte.
Finalmente, tras un corto período de
matrimonio, su marido murió en el año
34. Con apenas dieciocho años, Salomé
se convirtió en una viuda sin hijos. Y,
aunque le permitieron quedarse en el
palacio, su situación corría peligro. Tenía
que volver a casarse lo antes posible.
Para colmo de males, poco después
le llegó de Tiberíades la triste noticia de
que Herodías y Antipas habían caído en
desgracia ante el emperador de Roma y
eran desterrados a las Galias (Francia).
Salomé perdió así a su madre, a quien
nunca más volvió a ver. Ya no tenía a
quién recurrir para consultar sus problemas, como lo hiciera la noche del baile
de cumpleaños.
Pero pronto la suerte volvería a sonreírle. Hacia el año 41, un primo suyo
llamado Aristóbulo se fijó en ella y la
eligió como esposa. Salomé entonces
debió trasladarse más al norte, a un
lugar muy lejos de donde vivía. Pero
estaba feliz. Su nuevo marido era nueve
años menor que ella (tenía solo quince)
y era el futuro rey de la Armenia Menor
(en la actual Turquía), así que Salomé
pronto sería reina. Con ello ascendería
un peldaño más en la escala social: de
esposa de un tetrarca a esposa de un rey.
Y, por si fuera poco, Aristóbulo pudo
darle algo que no había conseguido con
su marido anterior: tres hijos, a quienes
llamó Aristóbulo, Herodes y Agripa.
Su nuevo marido debió haberla querido mucho porque en el año 56 acuñó
en su reino una moneda, en una de cuyas
caras aparecía él y en la otra, ella, con una
inscripción que decía “Reina Salomé”.
Por esta moneda, ella se convirtió en
el único personaje mencionado en los
Evangelios cuyo retrato ha llegado hasta
nosotros. Poco después Aristóbulo emitió una nueva moneda, pero esta vez sólo
con la imagen de él. Quizás su amada
reina había muerto. No había alcanzado
a cumplir 45 años.
CABEZA POR CABEZA
Salomé no fue una mujer perversa.
417 33
MSJ BIBLIA
Salomé debió de haber tenido
alrededor de once o doce años
la noche en que salió a bailar.
Así se explica que al terminar
de bailar, cuando Antipas le
promete regalar cualquier cosa
que ella quiera, “aunque sea
la mitad de mi reino”, la niña,
desconcertada, se dirija a su
madre preguntándole: “Mamá,
¿qué pido?”.
Parece haber sido una buena hija, una
buena esposa y una buena madre. Y
el episodio más famoso de su vida ni
siquiera fue querido por ella sino que se
debió a los deseos de venganza de su madre, que la utilizó para sus propósitos.
Sin embargo, el sentir popular nunca
olvidó aquel incidente y se ensañó con
su memoria. Así, la leyenda medieval
cuenta que un día, mientras ella cruzaba
un río congelado, el hielo se rompió y
ella cayó al agua, con tanta mala suerte
que el afilado borde del hielo cortó su
cabeza, devolviéndole así el destino lo
que ella había hecho con Juan.
También la pintura se encarnizó con
Salomé. Mientras en los cuadros más
antiguos la cabeza del Bautista aparece
pintada en manos de Herodías, a partir
del Renacimiento se halla sostenida por
ella, atribuyendo a la infausta princesa
el crimen de su madre.
Algo semejante ocurrió en la literatura. Ya en 1863, el escritor francés Ernest
Renán, en una biografía de Jesús, la describe como depravada y artista de bailes
eróticos. Más tarde, en 1877, Gustave
Flaubert compuso una breve historia de
Herodías, donde el baile de Salomé es
una especie de “Danza del vientre”. Pero
34 418
Juan de Flandes, La venganza de Herodías, 1496
será Oscar Wilde quien le dará el tiro
de gracia en 1892, con su famosa obra
de teatro “Salomé”. En ella, la imagina
enamorada de Juan el Bautista y, antes
de comenzar la fiesta de cumpleaños,
le declara su amor e intenta besarlo,
pero el austero predicador la rechaza;
entonces decide seducir con su baile a
Antipas para poder pedir la cabeza del
Bautista; y cuando se la traen en una
bandeja, ante el horror de los presentes,
besa los labios fríos e inertes del profeta
decapitado y exclama triunfante: “¡Juan,
al fin besé tu boca!”.
La obra de Wilde fue transformada
en ópera por Richard Strauss. Y, a partir de allí, la novela, el teatro, el ballet,
el cine, la danza, el striptease y cuanto
espectáculo erótico se ha buscado promocionar, ha tenido como anzuelo el
nombre de la princesa judía.
La verdadera Salomé fue solo un
títere en manos de Herodías, que la usó
para saciar su sed de venganza. Pero
hoy, mientras Herodías es casi desconocida, Salomé se ha hecho famosa. La
tradición la ha convertido en símbolo
de perversión y lascivia. Decía Aristóteles: “Enojarse es fácil; pero enojarse
con la persona correcta, por el motivo
correcto y en la medida correcta, es cosa
de sabios”. Tenía razón Aristóteles. Con
Salomé, la tradición se ha comportado
como necia. MSJ
SEPTIEMBRE 2009
Descargar