Reseña POR JUAN PABLO ARANDA Los partidos políticos E l 16 de septiembre de 1939 y el 5 de mayo de 1989 constituyen dos fechas simbólicas de la transición democrática que México experimentó a partir del último cuarto del siglo pasado. Respectivamente, las fundaciones del Partido Acción Nacional (PAN) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD) marcan dos hitos sin los cuales la historia moderna del país es incomprensible. Nacidos bajo ideologías e ideales distintos aunque unidos por la exigencia de la democratización; uno bajo la lógica de derechas, oposición que perdía toda elección, centro ideológico más que maquinaria electoral; el otro con pretensiones de refundación del espíritu revolucionario, popular y de masas, aguerrido y de liderazgos carismáticos. Seis décadas después de su fundación, el primero obtiene la Presidencia de la República en un 2 de julio cubierto de gloria; el otro, 17 años después de erigirse en instituto político, superó por vez primera al otrora partido hegemónico y obligó a un final de fotografía en la contienda por la Presidencia más cerrada de nuestra historia. Maurice Duverger, sociólogo francés nacido en 1917, publicó en 1951 Les partis politiques, obra que pasaría a formar parte del acervo obligatorio de cualquier politólogo. La obra consiste en un detallado estudio sobre la formación y funcionamiento de los partidos políticos, su clasificación y actividad dentro de los sistemas electorales. Asimismo, realiza un estudio de los sistemas electorales, de donde se desprende la llamada Ley de Duverger, que identifica una correlación entre un sistema de la elección —a saber, la de mayoría simple— y la formación de un sistema bipartidista. 34 ENTORNO La coyuntura nacional exige echar mano de todo el instrumental teórico que ayude a explicar los fenómenos que vienen ocurriendo. La importancia de rescatar un libro como Los partidos políticos, reseñado cientos de veces sin lugar a dudas, estriba en el cruce que con él y la realidad mexicana podemos realizar. De esta manera, lejos de intentar una reseña, me ha parecido interesante el retorno aplicado a una dos conjuntos conceptuales: la distinción entre partidos de masas y de cuadros y la ley de Duverger. Comúnmente en jerga política se habla de la diferencia organizativa de un partido de masas y uno de cuadros. Duverger deja bastante clara la distinción: el reclutamiento de sus miembros presenta para el partido de masas un carácter fundamental, desde el doble punto de vista político y financiero. Trata, en primer lugar, de realizar la educación política de la clase obrera, de sacar de ella una elite capaz de tomar en sus manos el gobierno y la administración del país. Desde el punto de vista financiero, el partido descansa esencialmente en las cuotas que pagan sus miembros. La técnica del partido de masas tiene como efecto sustituir al financiamiento capitalista de las elecciones, con un financiamiento democrático. En lugar de dirigirse a algunos donadores privados, reparten la carga sobre un número lo más elevado de miembros. El partido de cuadros responde a una noción diferente. Se trata de reunir notables para preparar las elecciones, conducirlos y mantenerlos en contacto con los candidatos. El Partido de la Revolución Democrática funciona como un partido de masas, mientras que el Partido Acción Nacional como Los partidos políticos Maurice Duverger FCE uno de cuadros. La derecha y la izquierda —especialmente la latinoamericana— han funcionado comúnmente bajo este esquema. Cabe, no obstante, una precisión: el párrafo segundo del artículo 41 constitucional establece que “la ley señalará las reglas a que se sujetará el financiamiento de los partidos políticos y sus campañas electorales, debiendo garantizar que los recursos públicos prevalezcan sobre los de origen privado”. El contenido de este artículo modifica sustancialmente la naturaleza del sistema de partidos en nuestro país, tanto que actualmente el financiamiento de los partidos, así como la duración de las campañas, constituyen puntos neurálgicos de la reforma política. Bajo la premisa de un financiamiento asegurado —a diferencia, por ejemplo, de lo que sucede con los partidos en Estados Unidos— los partidos políticos en México se comportan sobre el supuesto de financiamiento garantizado, lo que en algún sentido modifica los incentivos de los partidos a constituirse como partidos de masas o de cuadros. ¿A qué se debe, entonces, que los partidos más beneficiados en la elección del 2006 se ubiquen en los polos del espectro ideológico mexicano? La reflexión duvergeriana puede aportar elementos para su comprensión. Partiendo de la definición de Anthony Downs, los partidos políticos son grupos de interés cuyo objetivo es la maximización de los votos en las elecciones. Si observamos la distribución ideológica en nuestro país, será sencillo entender el fenómeno ocurrido en 2006. Duverger establece que en sistemas de mayoría simple (el ganador es quien tiene más votos, como en los distritos electorales de México) se crean fuerzas que empujan al sistema de partidos al bipartidismo por la razón de que “winner takes all” (el ganador se lleva todo). Por el contrario, en el sistema de representación proporcional (que forma parte también del sistema mexicano), los incentivos a crear un partido político crecen, ya que el sistema recompensa con escaños legislativos porcentajes de voto pequeños. En los comicios de 2006, seis partidos preexistentes (PRI, PAN, PRD, PT, C Y PVEM) y dos de reciente creación (PASC Y PANAL) compitieron en la elección de 512 diputados, 128 senadores y un Presidente de la República. Ésta última se define por mayoría simple, mientras las otras dos presentan una mezcla de mayoría y representación proporcional (el título III del primer capítulo del COFIPE explica en detalle la forma en que se convierten los votos en escaños). Todos los partidos alcanzaron al menos el 2 por ciento de los votos necesarios para conservar registro (facultad que deben agradecer el PT, C Y PVEM, a la que probablemente deben su permanencia) y acceder al financiamiento público. Aun así, es claro que la elección la ganaron los dos partidos a los que me he referido anteriormente, por márgenes bastante amplios. Dos fenómenos se observan claramente: 1) la elección presidencial se marcó por el bipartidismo; la polarización dividió a la sociedad y, contra muchos que opinaban que el pueblo no saldría a votar por hastío, ésta llenó las calles para manifestar su preferencia; 2) el Congreso de la Unión, aunque reflejó la potencia que la decisión izquierda-derecha tuvo, resultó dividido en razón de la representación proporcional. Tres aprendizajes de Duverger: 36 ENTORNO 1. La ley de mayoría simple se cumplió: la elección se centró en dos partidos —al grado que terminó castigando severamente al partido otrora hegemónico—, ideológicamente bien diferenciados. Esto en razón de que la regla de mayoría incita al ciudadano a efectuar un voto estratégico: lejos de votar por su primera opción, muchos mexicanos votaron por el partido que creyeron mejor para vencer a su peor opción. Aunque aún no contamos con estudios detallados al respecto, será interesante analizar la división del voto priísta y cómo, estratégicamente, se dividió entre PAN y PRD. 2. El comportamiento del PRD apostó, en el periodo postelectoral, por el impulso que las masas le darían para el reclamo de fraude electoral. Su fuerza se manifestó los primeros días bajo el carismático liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, fuerza popular que Felipe Calderón no podría ni soñar. Pasados los días y las semanas, el debilitamiento del movimiento inconforme fue nota en todos los diarios. Una posible conclusión: el perredismo no ha trabajado lo suficiente el tejido de las famosas “redes sociales”, por lo que el apoyo popular resultó escaso, por un lado, y mucho más moderado, por el otro. La radicalización del movimiento lopezobradorista implicó la deserción de la mayoría moderada. 3. El pan también da muestras de confusión. Como partido de cuadros, lo menos que puede decirse es que perdió la noción de “cuadro”. El panismo presenta una crisis de notables, pues cada vez es más difícil encontrar a un gran líder, sin olvidar que Vicente Fox no pertenece al panismo tradicional, sino que hizo uso del partido para catapultarse a la Presidencia de la República. Acción Nacional tiene la ineludible misión de reafirmarse como partido de cuadros, a riesgo de quedar disminuido en su potencial electoral. Gómez Morín, Luis H. Álvarez y Maquío son algunos ejemplos de lo que en algún momento de la memoria nacional significó el blanquiazul. Y aunque el regreso al conservadurismo extremo y a los tiempos donde el partido era más una oposición ideológica que electoral no es una opción seria, la conformación de un bloque intelectual, político y económico de derecha se antoja indispensable para la maximización de la eficiencia del partido. Maurice Duverger debe continuar siendo estudiado, al igual que grandes clásicos de la reflexión sociológica y politológica. Aquí he buscado únicamente referirme a la coyuntura nacional apoyado por su pensamiento. El objetivo es simple: el análisis de la coyuntura no debe centrarse en un maniqueísmo malobueno, sino en la reflexión sobre las condiciones que determinan el comportamiento y funcionamiento de los partidos e instituciones en un país. Es en este sentido que los clásicos cobran valía.E Juan Pablo Aranda estudió Ciencia Política en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. En el Instituto Federal Electoral (IFE) es Jefe del Departamento de Difusión en Radio y Televisión. Ha publicado en la revista Opción, de distribución interna del ITAM, en Estudios de Política y Sociedad y en la revista Caeteris Paribus.