TEMA 4 ARTE ISLÁMICO TEMAS -La concepción religiosa y política en el mundo islámico: la mezquita y el palacio. -El significado de la decoración en el arte islámico. El arte musulmán no introduce en la historia del arte una transformación radical y, sin embargo, tiene unos rasgos perfectamente identificables como estilo. Habrá que averiguar las claves de esta aparente contradicción. Carece de tradición artística propia pero aporta programas nuevos derivados de su carácter cortesano y ritual. Conquista con rapidez zonas de cultura superior a la suya de origen y se coloca como una malla sobre ellas copiando lo que se ajusta a sus intereses. El eclecticismo resultante es evidente. Como los principales estilos artísticos, es un ARTE DE SÍNTESIS pero esa síntesis es siempre EN BENEFICIO DE LO ORIENTAL, permaneciendo impermeable a Occidente. Si el arte europeo va a tomar algunos rasgos del Islam, el camino inverso pocas veces será andado sino todo lo contrario. Concentrará, para dar nueva vida, toda la tradición de Oriente Medio, desde la antigua Mesopotamia y, sobre todo, Persia de la que sacó la mejor savia: de Bizancio heredará la exhuberancia de la decoración y la suntuosidad de los materiales; de los persas el sentido de la nobleza y de la proporción. Un caso particular y privilegiado en todo Occidente lo constituye la Península Ibérica. Aquí la formación que se denomina AlÁndalus supondrá el único enclave donde, por la fuerza de los hechos, las tradiciones árabes se van a implantar con fuerza. © Carlos Más Arrondo INTRODUCCIÓN: EL ISLAM ARTE DE LA FE El Islam como movimiento religioso surge gracias a la predicación de Mahoma en la península arábiga en el siglo VII. Su expansión territorial es rápida y en menos de un siglo forma una enorme unidad política que abarca desde el Indo hasta el Atlántico. La expansión del Islam condicionó el arte en cuanto al lenguaje formal y a las soluciones artísticas que se emplearon. Esta enorme dimensión territorial favoreció que surgieran distintos focos locales a la vez que un mismo lenguaje se extiende a lo largo de un dilatado espacio de tiempo. El Islam medieval abarca desde el siglo VII hasta el XV cuando los turcos conquistan Constantinopla y el imperio bizantino cae bajo la órbita musulmana. Pero no termina ahí: hoy podemos seguir hablando de arte islámico. La palabra islam significa “someterse a Dios” de igual manera que su sinónimo, musulmán, significa “creyente”. Ambas acepciones clarifican que el arte islámico es una expresión íntimamente ligada al fenómeno religioso. No existe diferencia entre lo laico y lo sagrado y en la expresión artística se observa que todo se configura a través de la fe, de su concepto de divinidad y del influjo constante que sobre la vida y las acciones del musulmán ejerce el Corán, libro sagrado del Islam que constituye su credo y su norma de comportamiento. La concepción religiosa de la vida traerá, como veremos, múltiples consecuencias. ¿Habéis visto alguna vez una imagen de Alá o de Mahoma? Difícil porque lo más significativo de este estilo es su ICONOCLASTIA, prohibición de reproducir imágenes religiosas figurativas. Es el polo opuesto a la tradición occidental que se forjó con fuerza en el arte clásico y que eclosionará nuevamente en el Renacimiento hasta el siglo XIX. El Dios único en el que creen los musulmanes sólo y exclusivamente puede ser conocido a través de la palabra revelada en el Corán y, por tanto, no es posible su representación gráfica. La invasión musulmana a comienzos del siglo VIII de la Península Ibérica va a cambiar su trayectoria más o menos paralela hasta entonces a la de otras partes de Europa Occidental. Durante ocho siglos dos culturas, la cristiana y la musulmana, van a coexistir en el mismo suelo (tres, si incluimos la hebrea) lo que le dará una fisonomía única e interesante. © Carlos Más Arrondo 1. ARQUITECTURA MUSULMANA: EL PAPEL DE LA DECORACIÓN El arte islámico se ha expresado, sobre todo, en la arquitectura y en las artes aplicadas. La falta de un desarrollo notable de la pintura y la escultura se entiende teniendo en cuenta el papel en que queda la imagen figurativa en el arte religioso y que antes comentábamos. RASGOS GENERALES DE LA ARQUITECTURA ISLÁMICA • • • Manifiesta poco interés por los problemas constructivos y dedica mayor atención a la decoración entre otras variadas razones porque no se plantea construcciones para la eternidad: ni la mezquita ni el palacio lo son. La arquitectura islámica está ligada al suelo: no busca la elevación salvo en el alminar que, como veremos, tiene la función de la llamada. Es una arquitectura que evita la sensación de macizos por lo que los planos arquitectónicos son movidos o calados o bien embellecidos por decoraciones. Los materiales empleados por los arquitectos árabes eran muy variados pero generalmente pobres. La piedra fue muy poco usada porque su trabajo y extracción resultaban costosos y preferían construir deprisa. Debe tenerse en cuenta que las construcciones eran de poca elevación y peso por lo que los elementos sustentantes no precisaban tener una gran resistencia. Por todo ello los materiales preferid os eran el LADRILLO, la MAMPOSTERÍA, la MADERA y el YESO. • Como elementos sustentantes usaron tanto los pilares como las columnas; éstas suelen ser de fuste delgado debido a la ligereza de las cubiertas. Los capiteles son diversos y van desde el corintio hasta el visigodo ya que aprovechaban la arquitectura de las culturas anteriores. Crearon también capiteles propios como el cúbico o el de MOCÁRABES (pequeños prismas a modo de estalactitas) muy bien representado en la Alhambra. • De los elementos sustentados destacan el arco, la cúpula y la bóveda. En lo que se refiere al arco ningún otro estilo dispone de una variedad tan extensa. Usaron el de herradura, el lobulado, apuntado, el de mocárabes, el de arcos entrecruzados y el mixtilíneo, entre otros. © Carlos Más Arrondo ARCOS ENTRECRUZADOS Y POLILOBULADOS BÓVEDA DE ARCOS ENTRECRUZADOS Y DE GALLONES CÚPULA DE MOCÁRABES La cúpula fue muy empleada por su simbolismo relacionado con la divinidad. Se usa tanto en palacios como en mezquitas. Suele ser de pequeñas dimensiones y tiene un carácter decorativo más que constructivo. Se construían normalmente de materiales ligeros. Los tipos de bóvedas también son muy diversos: semiesférica o de cañón, gallonada, de mocárabes, o de arcos cruzados con un hueco central cubierto con bóveda de gallones. ___________________________________________________________________ Queda claro que la arquitectura musulmana no se caracteriza por la estructura de sus elementos constructivos sino por la decoración. Cúpulas -techumbres aparentemente cupuladas-, bóvedas -techumbres aparentemente abovedadas-, arcos o falsas paredes que al no sostener en realidad ningún techo pueden estar materialmente perforados. Son en sí mismos decoración que ocultan materiales pobres y superficies cerradas exclusivamente con ladrillo. Nos referiremos ahora a la DECORACIÓN en sentido estricto sin ninguna función constructiva. Los sistemas son diversos y variados: YESERÍAS Elementos decorativos realizados en yeso y por regla general con motivos geométricos. En muchas ocasiones están adosadas al muro y tienen aspecto de red de rombos producida al entrecruzarse las líneas o bien arcos lobulados y entrecruzados que dan lugar a la formación de un arco falso. ALICATADO O BARRO VIDRIADO El material ya no es yeso sino barro vidriado. La técnica consiste en una especie de mosaico o alicatado en el que cada elemento decorativo era una pieza independiente de barro vidriado que se unía al muro. Se usa sobre todo para cubrir las partes bajas de los muros, formando zócalos. Es una combinación de línea y color en la que se observa la simetría y la reiteración y, también, la abstracción. © Carlos Más Arrondo ATAURIQUE Es una decoración de motivos vegetales, generalmente tallos con hojas alargadas que se enroscan y cubren toda la superficie de manera muy fina. Estos motivos vegetales (ataurique) pueden aparecer reflejados tanto en yeso como en barro vidriado. LACERÍA La técnica decorativa de la lacería está plenamente formada en el siglo XII y alcanza su plenitud en el XIV. Es una decoración geométrica y policromada realizada en madera. Nuevamente estamos ante líneas entrecruzadas que dan lugar a polígonos o estrellas ordenadas con un ritmo continuo y siguiendo ciertas leyes geométricas. EPIGRÁFICA En la parte superior de los muros, junto al techo, o bien encima de los alicatados separando la parte inferior del muro de la intermedia, nos encontramos en muchos edificios árabes textos que, en múltiples ocasiones, son versículos del Corán y, a veces, poesías. Es escritura por lo que reciben el nombre de decoración epigráfica. Son, pues, muchas las estrategias decorativas de este estilo. Su importancia deriva tanto de la necesidad de cubrir y embellecer unos materiales pobres como de una voluntad estética. El temor a la idolatría (adorar la imagen en sí misma y no lo que representa) y el ambiente iconoclasta ayuda a que la escultura y la pintura no se desarrollen. Además debemos tener en cuenta que la doctrina de Mahoma es sencilla y no requiere como el cristianismo de largos ciclos narrativos. Ahora bien; si la doctrina facilita que no haya imágenes figurativas en el arte religioso nada dice de la decoración geométrica y éste es el sustrato de las principales técnicas que hemos visto. Saquemos de ellas algunas características generales: 1) Disposición reiterativa y repetitiva de los motivos que se multiplican hasta el infinito. La repetición tiene una base religiosa: la constancia de un mismo elemento contribuye como estrategia de oración a poner la mente en blanco; una vez “borrada” la vida cotidiana por la reiteración es más posible el encuentro con la divinidad. 2) El realismo ha dado paso a la estilización tanto de los motivos florales como de los geométricos o los epigráficos. © Carlos Más Arrondo 3) La densidad ornamental es constante (horror vacui). Se tiende a llenar todas las superficies no dejando nada exento de decoración. 4) Búsqueda de supresión de la materia. La decoración hace desaparecer el sentido y la pesantez del muro. Esta desmaterialización se consigue en ocasiones jugando con el factor inmaterial por excelencia: la luz. Los brillos y sus juegos lo consiguen por ejemplo en los alicatados; también se alcanza por el juego de entreluces por medio de las celosías que tamizan la luz y recrean efectos destellantes en los interiores que suscitan el movimiento del espacio y su apariencia mudable. Todo nos remite aL INTELECTUALISMO DEL ISLAM. Nada es dejado al azar; las decoraciones son complicadas. Para apreciarlas hay que analizar sus articulaciones porque todas ellas van a responder a un plan director fruto de un cálculo matemático. La repetición voluntaria de motivos simétricos atraerá y fijará irresistiblemente la mirada en una sensación de infinito. DECORACIÓN DE MOCÁRABES © Carlos Más Arrondo 2. LA MEZQUITA La arquitectura religiosa se expresó en el Islam a través de la MADRASA que es una escuela coránica, los CONVENTOS FORTIFICADOS, el MAUSOLEO FUNERARIO y la MEZQUITA CON ALMINAR, sin duda el edificio más característico. Uno de los pocos preceptos que impone la religión islámica a sus conversos es la ORACIÓN. Esta oración puede hacerse en cualquier lugar, en la casa que se habita o al aire libre, siempre que se realice a las horas establecidas: amanecer, mediodía y anochecer. Pero el Corán manda también que una vez por semana (mediodía del viernes) todos los miembros de la comunidad religiosa se reúnan para rezar colectivamente después de una predicación. De este precepto de orar en común surge la necesidad de un edificio lo suficientemente amplio como para acoger a toda la comunidad. Este templo es la mezquita del viernes (MEZQUITA ALJAMA) que también servirá para administrar justicia, como lugar de enseñanza coránica y refugio de sabios y peregrinos. No estamos ante un templo al uso como el de las demás religiones: ni se desarrollan sacrificios, ni hay nada que ver, ni está presente la divinidad. Es únicamente un “lugar para arrodillarse” (que ésta es la traducción de mezquita). La planta responde a esta sencillez: un patio (SAHN) en el que uno de los lados se desarrolla más; en él se establece la sala de oración (HARAM) con naves que miran hacia la Meca. El muro final que señala esta dirección se llama muro de la Kibla y en él está el MIHRAB un pequeño nicho vacío pero lleno para el musulmán de la presencia de Mahoma. Fuera del mihrab, pero cerca de él, se sitúa el MIMBAR que es un púlpito elevado desde el que el imán preside la oración y la MAQSURA, espacio acotado dentro del haram y enfrente del mihrab reservado al califa o a las autoridades. El único elemento verticalista es el ALMINAR o minarete desde el que el almuédano invita al rezo a voz en grito. Si el templo cristiano tiene un solo eje predominante en la mezquita observamos múltiples ejes y cambios de dirección: frente al espacio unitario, un ESPACIO DIVIDIDO. © Carlos Más Arrondo La mezquita más importante de la formación musulmana en la Península Ibérica, Al-Ándalus, es la Mezquita de Córdoba correspondiente al periodo califal. Como edificio se va completando a lo largo de un amplio periodo que abarcaría desde el siglo VIII al X, a través de una serie de reformas y ampliaciones que nos hacen contar hasta cuatro mezquitas. Todas estas ampliaciones (en las que no vamos a entrar) tienen como objetivo incrementar la capacidad del edificio: ampliar las naves (primera mitad del IX); hacer más grande el patio y construir nuevo minarete (mediados del siglo X); prolongar las naves hacia el sur, en tiempos del califa Al-Hakem II; ampliar el edificio hacia el Oeste en tiempos de Almanzor a fines del siglo X. Ya bajo dominio cristiano se inscribe en su sala de oración una catedral gótica con lo que el edificio cobra su actual aspecto a la vez que el alminar se cubre con una torre más alta convertida en campanario. MEZQUITA DE CÓRDOBA 833 MEZQUITA DE CÓRDOBA DEFINITIVA 1492-1523 © Carlos Más Arrondo MEZQUITA DE CÓRDOBA 945-961 Vamos a centrarnos en algunos puntos de interés. En primer lugar el exterior. Está hecho de sillares de piedra y en él destacan contrafuertes y el remate de almenas escalonadas. Se sigue la tradición musulmana de que el exterior no deje atisbar la riqueza del edificio en su interior; los únicos elementos que merecen decoración son las puertas de acceso. Aquí nos encontramos con arcos de herradura de proporciones califales enmarcados en alfiz profusamente decorado. Arriba una galería de arcos ciegos de herradura entrecruzados y a derecha e izquierda unas ventanas con celosía calada rematadas con arcos trilobulados ciegos. Una perfecta combinación, sometida a la simetría, de lo curvo y lo rectilíneo. Pasemos al interior, al haram o sala de oración constituida definitivamente por un recinto cubierto de 19 naves separadas por columnas. Destaca un sistema de arquería que parece inspirado en el acueducto de los Milagros de Mérida. Se aprovecharon las columnas de una basílica, la de san Vicente, que eran de procedencia romana o visigoda y tenían generalmente el capitel corintio. Sin embargo, sus dimensiones no eran lo suficientemente grandes para permitir elevar mucho la altura de las naves. Para solucionarlo se inventó un ingenioso sistema. Sobre ellas se levanta una pilastra lo que permite superponer dos hileras de arcos que están enjarjados, es decir, embutidos en los soportes. Abajo los arcos de herradura y arriba de medio punto. Las dovelas de los arcos alternan el blanco y el rojo debido al material utilizado para su construcción: ladrillo y arenisca blanca. El resultado es un espacio espectacular, lleno de ritmo y color, en el que los arcos y las columnas se multiplican como si de un bosque se tratara. En la maqsura los elementos arquitectónicos se usan como decoración y la ornamentación señala la importancia litúrgica del lugar. Destaca el juego de arcos lobulados y entrelazados, revestidos de relieves con ataurique. El espacio lo cierran cúpulas de crucería califal con nervios muy gruesos que no se cruzan en el centro. Aquí vemos dentro de un gran arco polilobulado, arcos polilobulados entrecruzados que dan una gran vistosidad al conjunto y en donde se sigue con el juego del dovelaje marcado en la arquería. © Carlos Más Arrondo Artesanos de Constantinopla vinieron a fijar los mosaicos de tipo epigráfico y vegetal que decoran la magnífica puerta del mihrab de la mezquita. Un arco de herradura con dovelaje marcado dentro de un alfiz y, sobre él, arcos lobulados ciegos. Los recursos decorativos se combinan en esta hermosa puerta que prefiere el mármol como material. Los temas más utilizados son la epigrafía y el ataurique. Sobre dos columnas adosadas parece apearse un arco de grandes proporciones con dovelas de mármol de distintos colores. Las enjutas del arco tienen decoración de ataurique en el fondo con coloración distinta al alfiz muy marcado que en su parte superior muestra la decoración epigráfica con textos coránicos. Difícil encontrar una puerta más hermosa y, a la vez, más abstracta. Todo es color y forma. Si dejamos atrás la fachada del mihrab nos encontramos en el interior del recinto cerrado con cúpula de crucería –al igual que el área de la maqsura-. Es un espacio vacío que aumenta la voz del imán cuando lee el Corán. La cúpula sobre el mihrab cierra un espacio octogonal de singular riqueza también decorado con mármol venido de Bizancio. Los arcos de crucería parten de un tambor en el que se abren ventanas alternadas con arcuaciones ciegas. En el centro una hermosa cúpula de gallones. 3. EL PALACIO La organización social islámica dio lugar a una serie de edificios de carácter fijo. En cuanto a la arquitectura civil los más importantes fueron los palacios de los soberanos, las hospedarías situadas en lugares de etapa y, a menudo, fortificadas. Nos vamos a centrar en el palacio como el edificio civil más característico. Desde 1238 hasta 1492 la dinastía nazarí gobierna Granada, el último bastión musulmán de la península. Su arte se va a caracterizar por el uso de materiales baratos y frágiles (ladrillo, yeso o madera), ocultos por una recargada decoración que les proporciona una apariencia suntuosa y combinados con una constante presencia del agua y los jardines. La rica variedad de recursos constructivos y ornamentales se pone de manifiesto en la ciudad palatina de la Alhambra, la última gran muestra hispanomusulmana. © Carlos Más Arrondo Las funciones de la Alhambra son múltiples: residencia palaciega, fortaleza, centro de administración y representación y, a la vez, residencia privada. Construida en una de las colinas que domina la ciudad de Granada constituye una auténtica ciudad-palacio formada por una ciudadela o ALCAZABA, cuya función era la defensa militar y que hoy está prácticamente destruida, y el PALACIO propiamente dicho. Todo este conjunto está circunscrito por un vasto recinto amurallado que le da un aspecto externo de fortaleza y que impide adivinar la estructura interna del edificio. La planta es laberíntica por voluntad propia y por influencia y tradición de Oriente Medio. La finalidad defensiva del laberinto es evidente: nunca, cuando estás en una estancia, puedes imaginarte lo que te espera al llegar a la siguiente. Como se puede observar los núcleos que articulan el espacio son los patios. En el PATIO DE LOS ARRAYANES O DE COMARES (3) estamos en el área del diwan que es el sector verdaderamente palaciego porque estaba reservado para las recepciones y da paso al Salón de Embajadores que está en la parte baja de la torre de Comares (2) y es donde se producían las recepciones oficiales. El harem está constituido por las habitaciones privadas del monarca; estancias, baños y pequeños patios se ordenan alrededor de un gran patio, el de LOS LEONES, que constituye su verdadero centro. Hasta hace poco se creía que servía sólo de residencia privada aunque hoy se sabe que también era sede oficial, en este caso de Muhammad V que tenía su despacho en la Sala de las dos Hermanas (6) y el salón del trono en el llamado MIRADOR DE LINDAJARA o de Daraxa (5). No hemos encontrado un centro arquitectónico delimitado y reconocible; el objetivo de esta disposición es impedir la creación de una arquitectura monumental y grandiosa que empequeñezca al hombre. Por ello también no nos hemos encontrado con verticalidad manifiesta y sí con horizontalidad. © Carlos Más Arrondo Vamos a visitar en primer lugar el Patio de Comares (también llamado de Los Arrayanes por los arbustos de esa especie que flanquean el estanque). Tiene una característica forma rectangular y en sus lados menores se abren pórticos cuyos soportes son muy particulares. Los forman columnas sobre basas muy estilizadas realizadas en mármol y que son muy finas. El capitel del que arrancan los arcos presenta una forma cúbica; los hay con hojas de acanto muy estilizadas o con decoración de mocárabes. En ambos casos, más que arcos con función constructiva se trata de auténticas pantallas visuales con profusión de elementos ornamentales, siendo por tanto la sucesión de pilares superpuestos los que en realidad actúan como soporte de la estructura arquitectónica. Pero fijémonos en otros aspectos de interés. El agua a la altura del pavimento se convierte en un espejo en el queda reflejado el espacio. El olor de los arrayanes invade el ambiente. Luz, reflejo y olor: ¿Cómo quedarían las delegaciones que iban a ser recibidas por el califa que les esperaba en el Salón del Trono? Impactados por la luz pasan a una habitación en semipenumbra y el que tiene adaptada la mirada al espacio es el nazarí. Todo un juego sutil del poder. El Patio de los Leones repite el mismo esquema. Presenta planta rectangular con una fuente en el medio que es la que da nombre al palacio. Su aspecto más peculiar es que dispone de una estructura cruciforme con dos templetes en los lados menores que avanzan hacia el patio. No se distingue fácilmente cuándo empieza el jardín y cuándo acaba la edificación. En los cuatro lados del patio se abren pórticos o galerías, a base de arquerías sobre columnas de mármol particularmente frágiles. Los capiteles responden al mismo esquema ornamental ya visto en el Patio de Comares siendo igualmente de dos tipos (o de hojas de acanto muy estilizadas o de mocárabes). Los arcos forman verdaderas pantallas visuales que nos remiten al bosque. La decoración es igualmente profusa con alicatados en los zócalos y encima yeserías y lacerías que reproducen todo un repertorio infinito de temas epigráficos, atauriques y lacerías. Nos encontramos ante la verdadera imagen del paraiso. Se construye entorno a la fuente primitiva con sus doce leones de piedra a la que van a parar cuatro canales que fluyen en la dirección de los puntos cardinales. Los doce leones son los doce soles del zodiaco, los doce meses que en la eternidad existen todos simultáneamente. Lo terrestre y lo celeste unidos. Decoración-Agua-Color-Luz-OlorJardín… un todo que nos permite hablar de una verdadera “arquitectura ecológica” que incluye elementos que van más allá de lo meramente constructivo y que nos pone delante de unos espacios preparados con una sutileza que no habíamos visto hasta aquí. Estamos en el oasis; vivimos en el paraiso. © Carlos Más Arrondo El Mirador de Lindajara sería el lugar donde tendría su trono Muhammad V. Un gran arco da paso a la estancia; en su intradós decoración de mocárabes estalactíticos. Luce en sus enjutas adornos de estuco. Entramos en un pequeño aposento rectangular. En la parte baja un zócalo de precioso alicatado compuesto por diminutas piececitas de azulejos recortados. Una faja que lleva inscrita en azulejos negros un poema laudatorio para Muhammmad y debajo dibujos geométricos de polígonos y estrellas. En las tres paredes del mirador se abren otras tantas ventanas. La del centro, que es la más ancha, tiene arcos gemelos adintelados que apoyan sobre columnitas de mármol de capiteles cúbicos. Las tres ventanas aparecen inscritas en arcadas de medio punto con intradós de bello mocárabe. Toda la estancia ostenta una preciosa ornamentación de estuco con adorno de figuras geométricas y grandes fajas con inscripciones. La techumbre es de madera labrada y el pavimento conserva restos de la antigua cerámica que lo componía. Los alféizares de las ventanas son bajos para que, sentados en cuclillas a la usanza musulmana, los privilegiados moradores pudieran contemplar el delicioso paisaje que ofrecía el jardín sobre el bosque, el valle del Darro y el arrabal del Albayzín. © Carlos Más Arrondo CONCLUSIÓN * Alfonso II de Aragón (1162-1196) y Enrique IV de Castilla (14541474) vestían a usanza musulmana. La reina Toda se curaba en Córdoba donde se encontraba una de las mejores bibliotecas del mundo. Abderrahman III era rubio y tenía los ojos azules… parece que hay demasiado mito a la hora de analizar la civilización árabe medieval. El error más extendido es juzgarla desde hoy. Occidente mira hacia el mundo musulmán con la industrialización consolidada y ojos de colonizador. En la Edad Media la cultura más desarrollada era la musulmana. ¿Acaso resiste la comparación un castillo cristiano y el palacio que acabamos de comentar? Posiblemente los españoles somos los que, en comparación con el resto de Europa, estamos más obligados a una modificación del enfoque. La mayor parte de la población hispano-romana-visigoda que vivía en la Península se convirtió al Islam. Lo islámico y lo cristiano no son dos mundos aislados cuya única relación sería la bélica sino ámbitos relacionados a todos los niveles. ** El arte del Islam es un claro ejemplo de cómo la pobreza de materiales puede suplirse con el talento en la decoración. La muestra última la tenemos en un estilo tan propio como el MUDÉJAR. Cuando llegamos al arte contemporáneo y decimos no comprender la abstracción, negamos a la vez las muestras de no figuración que ha venido dando el arte a lo largo de los siglos y, en particular, la importancia del arte musulmán. Sancho el Fuerte de Navarra (1194-1234) organizó una expedición guerrera hasta Marruecos sólo porque una princesa musulmana, que se había enamorado de él “de oídas, que non de vistas”, le había pedido ayuda. Nosotros no hace falta que viajemos hasta allí: sólo necesitamos apreciar con la justeza apropiada el patrimonio del que disponemos. © Carlos Más Arrondo