Identidades y sujetos: entre carencias y posibilidades. Resumen. ENTIMEMAS | Sociedad, cultura e identidad. Identities and subjects: between gaps and potential. RECEPCIÓN: ACEPTACIÓN 14.03.13 14.04.13 FACUNDO GIULIANO [email protected] Licenciado en Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires. Docente adscripto en las materias Filosofía de la Educación, Psicología General y Psicología Psicoanalítica de la carrera Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires. Investigador en formación del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la UBA (IICE-UBA), miembro Titular de la Junta Consultiva del IICE-UBA. Miembro del equipo de investigación UBACyT, proyecto 20112014: “Intersecciones entre distintas prácticas y dispositivos tutoriales destinados a jóvenes y adolescentes. Vulnerabilidad, síntomas psico-sociales y proyectos de reconstrucción del lazo social.” El siguiente trabajo intenta plasmar algunos de los debates y análisis surgidos en torno al significante “carencia” en el marco del seminario de Investigación Educativa “Desigualdades y diferencias en el campo pedagógico” de la carrera de Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires, en el año 2013. Se propone interpelar y problematizar sus sentidos hegemónicos desde diversas posturas pero adoptando una mirada crítica que permita desnaturalizar o deslocalizar sus efectos predicativos sobre sujetos en contextos tan diversos como adversos, dando lugar a una interpretación éticapolítica que comprenda a un sujeto de la posibilidad. Por tal fin utilizamos variantes de la metodología hermenéutica para trabajar con las diferentes fuentes de análisis. Palabras claves: identidad – carencia – sujeto – posibilidad – discursos. Abstract. This paper aims to capture some of the discussions and analysis that emerged around the signifier “lack” in the context of the Educational Research seminar “Inequalities and differences in the pedagogical field” of the Education Sciences career, Faculty of Philosophy and Letters – University of Buenos Aires, in 2013. Is proposed to interpellate and problematize its hegemonic meanings from different positions but taking a critical look allowing denature or deterritorialize their predicative effects on subjects in diverse as adverse contexts, giving rise to an ethical-political interpretation that comprise a subject of the possibility. For this end we use variants of hermeneutic methodology to work with the different sources of analysis. Keywords: identity – lack – subject – possibility – discourses. ARGENTINA Revista semestral de investigación de la Corporación Internacional para el Desarrollo Educativo - CIDE Vol. 1. No. 12. Año 7 | Julio—diciembre de 2013. ISSN 1909-955X A papá y a mamá, primeras personas en fundamentar (mis) carencias y posibilidades. La Carencia: esa acompañante juzgada en la vida social. (sub) Carencia -del latín carere, “faltar”- es un término polisémico, que se aplica a distintos ámbitos, tanto naturales como sociales: en todos ellos con el significado de la insuficiencia a la hora de cubrir una necesidad; o la ausencia, falta o privación de un elemento indispensable o algo necesario. Palabra antónima de abundancia y sinónima de falta, vacío, laguna, privación, escasez, penuria, insuficiencia, déficit. Bastante suele escucharse, mirarse, de-gustarse, tocarse, de-clamarse, dispararse cuando de “carencia” hemos de dialogar. Palabra cargada de sentidos probablemente negativos o estigmatizantes para quien le toque ser sujeto de tan estruendoso predicado. Quizá en boga o famosa en ciertos discursos de las ciencias sociales por lo que han dejado (caer) o acrecentado (faltas) las décadas neo-liberales en lo que a condiciones materiales de existencia refiere, en perjuicio de diferentes colectivos de personas, comunidades diversas, alteridades por-venir, subjetividades particulares, entre (nos)otros. Quizá con algún aspecto filosófico –la incompletud- fogueado antagónicamente por el mercado de consumo para vender esa imagen especular de un ser (in)existente, aparecido sólo en pasajes imaginarios: ser de completud, quimérico para quien se reconoce como Humano. ¿Carencia dónde habitas? Algunos análisis para deslocalizar las demarcaciones territoriales. Delimitar topológicamente los territorios signados por la pauperización y/o trazar imaginariamente sobre el mapa social las líneas de pobreza (líneas de carencias) que distinguen con nitidez aquellos grupos sociales ubicados por encima o por debajo de la misma para luego catalogarlos, junto al bagaje de cifras e indicadores que describen estos procesos, no permite captar su magnitud y profundidad. En el espacio escolar esto se puede observar en como las “fronteras educativas” profundizan aquellas diferencias que produce la pobreza como frontera social –el concepto de frontera refiere a la idea de borde, límite, pasaje, cruce, margen, de interioridad y exterioridad-, condensando sentidos respecto a “ser pobre” (relacionado con ser carente en alguna de las variables sociales por excelencia, pero fundamentalmente en la económica) los sujetos se ven transformados discursivamente en “marginales” o “excluidos”, asociando estas categorizaciones a la violencia y al “riesgo” (Redondo y Thisted, 1999). La conversión de la pobreza (la carencia) en un rasgo diferencial del otro, reordena los elementos de las relaciones educativas, cambia la visibilidad de ese otro que es objetivado (corporizado) y alejado, operación que permite destituir el enigma del otro como alteridad (Serra, 2003). Suele leerse1 que los sectores populares están expuestos –e inferiorizados- por carencias varias, situación contextual que incita a que muchos discursos la(s) territorialicen, dotando a determinadas comunidades de esa palabra con sentido tajante que termina por configurar un GPS social para que alerte cuando entramos en el territorio de lo diverso -comúnmente asociado a carencias-, para que nos alerte cuando la singularidad (carente) se acerca, cuando esa otredad (inferiorizada) nos interpela. Y es que hay una extraña lógica de pensar-nos sujetos extraños a la carencia, una lógica que habla desde las primeras personas del singular y del plural (yo, nosotros) en detrimento excesivamente de “ellos”, los “otros”, los vulnerables, los carentes, siempre terceras personas, terceros en discordia y terceridades mayormente ignoradas… En discursos académicos o tradiciones teóricasepistemológicas pueden verse distintas categorías –como por ejemplo la de múltiples pobrezas2que amplían el rango de alcance de la carencia (y con ésta, de la pobreza en su cercanía discursiva), remitiendo y calificando ciertos espacios sociales, delimitando zonas -e identidades- a intervenir o a “investigar” para generar (o degenerar) conocimiento y así “transformar” sus realidades desde algún “campo de conocimiento”. Habría que preguntarse quizá: ¿Quiénes enuncian dichas categorías y desde dónde? ¿Hasta qué punto es ética la idea de investigar para transformar si se califica lo que es “pobre” o “carente” desde comodidades discursivas e intelectuales que terminan por fetichizar o estigmatizar identidades? ¿Habrá alguna posibilidad de inmiscuirse en la relación con las diferencias sin teleologías reduccionistas o violentas? ¿O a lo mejor se trate de compartir para aprender (o quizá desaprender) con los “otros”? Recurrir por momentos a estudios posmarxistas, posestructuralistas, antropológicos y psicoanalíticos permitirá aproximarnos -a partir de la interpretación hermenéutica3- a algunas respuestas tanto para estos interrogantes como para problematizar la lógica planteada. Es necesario comprender la constitución (singular) de los sujetos para ver el papel que juega(n) la(s) falta(s) como condición de posibilidad para su existencia, sujetos que se los puede pensar como barrados ($), atravesados por procesos educativos que los constituyen como sujetos sociales pedagógicos -o pedagogizados- Cite este artículo como: Giuliano, F; (2013). Identidades y sujetos: entre carencias y posibilidades., Ed.) Revista de Investigación Silogismo, 1(12), 64- 71 Disponible en http://www.cide.edu.co/ojs/index.php/silogismo. 73 inmersos en complejas tramas de relaciones. ENTIMEMAS | Sociedad, cultura e identidad. La carencia como falta: sujetos de la falta. Los aportes del psicoanálisis, en particular de su corriente lacaniana, permiten una profundización de la noción de falta comúnmente asociada y sinónimo principal de la idea de carencia (o incluso de la de pobreza). En la obra de Lacan el término “falta” siempre está relacionado con el Deseo4, es una falta que causa el surgimiento del deseo, sin embargo la naturaleza precisa de lo que falta varía –curiosamente- en el transcurso de su enseñanza. En el comienzo de su(s) uso(s), y con la influencia paralela de Sartre, el término designa primero y principalmente una falta de Ser, lo que se desea es el ser mismo, el deseo es una relación del ser con la falta, la falta es la falta de ser, no es la falta de esto o aquello sino la falta de ser por lo cual el ser Existe (Evans, 2007). Luego Lacan plantea que el deseo es la metonimia5 de la falta de ser, contrastando ésta última con la falta de tener que se relaciona con la demanda, la falta pasa a designar la falta de un significante en el Otro “el significante de la falta en el Otro”. Por más significantes que se añadan a la cadena significante, ella es siempre incompleta; le falta siempre el significante para completarla. Este “significante que le falta” es constitutivo de los sujetos. En sintonía con Laclau (1996) hablamos de “sujetos” en el marco de la proliferación de finitudes concretas cuyas limitaciones son la fuente de su fuerza, comprendiendo que el vacío que “el Sujeto” tenía que colmar era imposible de ser colmado. Momento en que se disuelve el terreno de una subjetividad absoluta, yace la imposibilidad misma de seguir refiriendo a un centro trascendental expresiones concretas y finitas de subjetividades multifacéticas. Múltiples identidades están emergiendo y proliferando en nuestro mundo contemporáneo, en sociedades en que la plenitud –el momento de su universalidad- es inalcanzable, existe una dimensión de universalidad resultante del carácter incompleto de las identidades diferenciales que no puede ser eliminada. A su vez, Laclau sostiene que esta dimensión es un lugar vacío que unifica al conjunto las demandas equivalenciales (Laclau, 1996). De este modo podemos notar como la falta, el vacío, la limitación, el antagonismo, o tal vez en plural: las faltas, las limitaciones, los vacíos, las limitaciones, los antagonismos; son constitutivos y condiciones de posibilidad para la existencia de los sujetos, para la articulación de subjetividades en los diversos espacios sociales y para la educación como acción histórica de colectivos culturales. ¿Acaso “falta(s), vacío(s), antagonismo(s)” no formarán parte de la Cadena Significante que nos causa y nos encausa a compartir otras posibilidades de existencia en el encuentro-desencuentro entre unos y otros, y en lo que habita en medio de ese “entre” o terceridad? La carencia como incompletud: sujetos de la incompletud. Si la carencia implica una “falta” nos encontramos posiblemente frente algo que no está completo. Pues aquí partimos de una rara duplicidad que trata de la (supuesta) incompletud6 del otro y (la necesidad educativa y pedagógica) de su completamiento. Carlos Skliar (2007) señala que en estos procesos redundan tres movimientos performativos diferentes, aunque íntimamente solidarios entre sí, de pensamiento/discurso pedagógico afirmadores de prácticas: a) la incompletud del otro (sea este otro la infancia, la juventud, la discapacidad, la raza, género, clase social, etnia, cuerpo, sexualidad, entre otros) se configura como dato un inicial, habitual, naturalizado; b) toda incompletud debe ser vista, necesariamente, como negativa; c) es función básica y crucial de la educación promover el completamiento del otro, es decir que la educación es el completamiento del otro. Se pone en juego una relación jerárquica, grave, casi abrumadora, que se establece -definitivamenteen todo proceso de instrucción y de – formación. Compartiendo las palabras de Skliar (2007) “se revela ese carácter de completud7 y supremacía del yo que enseña y forma y esa incompletud del otro, ese rebajamiento del otro, ese empequeñecimiento del que no sabe y que, además, no sabe qué es lo que debería saber”. Así la educación parece ser la necesidad de hacer del otro aquello que no está siendo, no estuvo siendo y, tal vez, nunca podrá estar siéndolo. Por ejemplo la infancia suele estar representada como un estado de imposibilidad temporal para ser-algo, para saber-algo, decir-algo, pensar-algo. Imposibilidad convertida rápidamente en inferioridad, entonces, habría que dejar de ser infancia para decir, para pensar, para saber y para ser (Skliar, 2007). Como sostiene Nuria Pérez de Lara (2001): En efecto, la diferencia, la desviación, la inclinación hacia lo no idéntico, que conforma la intimidad de cada uno, nos aleja de la identidad que los otros nos dan y, en lo más íntimo de cada cual, quizá todos sabemos que no somos nadie. Sin embargo, la educación se impone el deber de hacer de cada uno de nosotros alguien: alguien con una identidad bien definida por los cánones de la normalidad, los cánones que marcan aquello que debe ser habitual, repetido, recto, en cada uno de nosotros. Hay aquí por un lado, un movimiento de pensar al otro como incompleto, de hacerlo incompleto, de fabricar y producir más y más su incompletud, de – marcar, controlar, evaluar y vigilar todos los detalles Revista semestral de investigación de la Corporación Internacional para el Desarrollo Educativo - CIDE Vol. 1. No. 12. Año 7 | Julio—diciembre de 2013. ISSN 1909-955X que suponen que hacen del otro un ser incompleto, un casi no-ser, un sujeto desprovisto de sí mismo y despojado de su relación con los otros; por otro lado, se despliega el movimiento de completamiento, la necesidad de completamiento, la violencia de completamiento, la voracidad del completamiento. Entonces nos preguntamos junto a Skliar (2007), ¿es la incompletud aquello que determina la necesidad del completamiento? ¿O es exactamente lo contrario, esto es, la propia racionalidad de la completud aquello que genera incompletudes por doquier? Podríamos acercarnos a algunas respuestas considerando que quizá se trate de pensarnos como incompletud, de percibirnos como humanos en tanto y en cuanto somos incompletos: que la incompletud, la finitud, el límite, la frontera, es aquello que nos torna humanos -tal vez se trate de pensar la incompletud como acontecimiento y no como un problema (Skliar, 2007). Cabe preguntarse el porqué de la necesidad nuestra, desde tiempos inmemoriales, por definir, medir, detallar, etiquetar, clasificar, evaluar y corregir la incompletud de los demás. Sin duda, la operación de la incompletud/completamiento tiene que ver con aquello de resguardarse de “lo otro” para conservar lo propio como lo bueno, lo deseado, lo esperado, lo completo, como aquello que puede ser definido como “lo normal”, mientras que la incompletud del otro nos sirve para sabernos, sentirnos y percibirnos a nosotros mismos como completos (Skliar, 2007). La carencia como anormalidad: sujetos de la anormalidad Hace tiempo más que un siglo atrás en el marco de la plena hegemonía positivista y la universalización de la escuela pública, con el surgimiento de las pruebas de inteligencia como modo de legitimar ciertas acciones para con determinados sujetos, se sentaron las bases para hacer visibles a aquellos que se escapaban de la norma o de lo normal (generalmente por algún déficit -o carencia- física, cultural, social, intelectual, entre otros) -mismidad que no podría dejar a escapar a ningún sujeto que no pase por procesos de normalización-. Deficientes, indígenas, mujeres, niños, padecieron –o padecentodo tipo de tecnologías destinadas a hacer de ellos un sujeto normal, “adecuado” o “apto” para vivir en una sociedad normalizada. Se marcaron y trazaron los límites para detectar y diferenciar todo ser humano que se sujeta a la norma, y todo aquel que no, convirtiendo a éste último en un anormal, quedando sujetado a tratamientos específicos para normalizarlo, léase dotarlo lo más posible de la norma (social) –de la cual carece-. De aquí se vuelve necesario compartir algunas ideas disparadoras para enjuiciar (vorazmente) a la normalidad y repensar la anormalidad: Porque la normalidad es un cuerpo que apenas si se percibe y la anormalidad es un cuerpo intensamente vuelto centro de la percepción. Porque la normalidad es un cuerpo de cuya existencia indecible nada decimos y la anormalidad es la existencia de un cuerpo decible y dicho y vuelto a decir (…) Porque la normalidad es un cuerpo que está vestido y la anormalidad es un cuerpo desnudado y desnudo. Porque la normalidad es un refugio para el cuerpo refugiado y la anormalidad siempre está puesta en el exilio (Skliar, 2007). Se trata de ese momento (o multiplicidad de instantes) en que un cuerpo humano se deshumaniza a partir de una única palabra, de un único nombre, de una simple mirada, de una única razón privilegiada. Esa palabra, ese nombre, esa razón, es la normalidad, es la norma, es lo normal y es, también, la normalización. Bajo el imperio de la norma parecen sucumbir todas y cada una de las singularidades. Por su tiranía, parecen deshacerse las complejidades, las multiplicidades, los desencuentros, las diferencias, las incongruencias, las ambigüedades. Y es que somos un cuerpo cuyo tiempo y espacio finito, que es contingencia, que es acontecimiento de la existencia, nace abierto pero fragmentario, vive incompleto pero expuesto a la abertura: cuerpo que se protege de su mirada apaciguada y que abusa de su mirada hacia los demás (Skliar, 2007). Y es que fue necesario dar nombre a la mirada de ese cuerpo que traza normalidades: estadística, hipoplasia, eugenesia, disfunción, evolucionismo, autismo, psiquiatría, erotratismo, peritaje, etc., y con esos nombres ser capaces de atrapar de una vez la mirada y retenerla, y obligarla, a absorver cada detalle, a desoír al otro, a sospechar de cada arruga, de cada letra diferente, de cada movimiento prófugo, de cada pensamiento no esbozado, a anteponer el experimento a la experiencia, mi cuerpo a tu cuerpo, el éste al aquel, el nosotros a ellos. Fue necesario inventarse a sí mismo como norma para despacharse a gusto a cerca de la anormalidad del otro. Fue imprescindible someter la mirada al juicio, someter el ojo a la medición, someter el misterio al descubrimiento, someter al otro a lo mismo (Skliar, 2007). Y tal vez para atravesar ese dilema de la completud y la incompletud, de la normalidad y la anormalidad, de lo correcto y lo incorrecto, sea necesario educar la mirada, comprendiendo que la incompletud quiebra la mirada… La carencia como actitud: originarios de la mesura. sujetos Si recurrimos a la Antropología o -mejor dichoa algunos estudios antropológicos, podríamos situarnos en espacios otros, temporalidades otras, cosmovisiones otras y así visualizar otredades Cite este artículo como: Giuliano, F; (2013). Identidades y sujetos: entre carencias y posibilidades., Ed.) Revista de Investigación Silogismo, 1(12), 64- 71 Disponible en http://www.cide.edu.co/ojs/index.php/silogismo. 75 ENTIMEMAS | Sociedad, cultura e identidad. históricas de todo tipo que han sufrido y sufren todo tipo de opresiones: colonizaciones, reducciones, violencias simbólicas-físicas-psíquicas, exterminio, persecución, entre otras. Este podría ser el caso del pueblo originario Qom8, del que podríamos aprender (o posiblemente desaprender) actitudes varias en lo que por ejemplo hace al relacionamiento social y a las formas de vincularse entre nos-otros en medio de faltas y carencias (quizá) compartidas. En este sentido Florencia Tola (2008) afirma desde profundas investigaciones etnográficas que los “blancos” son para los qom el emblema de las conductas que denotan una ausencia de autocontrol y la codicia extrema, los toba suelen ubicarse respecto de los “blancos” en la posición de carentes en la medida que no fueron ni son codiciosos y desmedidos. Por el contrario, ellos vehiculizan en sus prácticas sociales valores como la mesura, la falta de dominación sobre el otro, la compasión y el evitamiento del exceso. Desde esta perspectiva, la construcción de uno mismo como aquél que es ‘objeto de la compasión’ (choxodaq) se funda en un ethos en el que se suelen exaltar valores como la compasión y el deseo de no ejercer dominación. La construcción de la propia imagen como choxodaq es central en la afirmación de sí, sin embargo las relaciones con los “blancos” –como con todo ser de mayor poderno son tan lineales y estables como pareciera sino que cambian según los contextos, las edades y las necesidades y con ellas también cambian los dispositivos relacionales desplegados. Es decir que si por momentos se recurre a recursos que buscan despertar la compasión para obtener en lo inmediato bienes y beneficios de parte de los “blancos”, en otras ocasiones la actitud de sometimiento propia de aquél que no es predador sino presa no es bien valorada. Esta forma de presentarse ante “el blanco” en un plano de igualdad y no en el registro de la sumisión se evidencia en diferentes aspectos de las interacciones: el tono elevado de voz, el uso deliberado de “palabras cerradas” (difíciles), el pedido constante y desmedido, la ausencia de vergüenza, etc. En las interacciones entre tobas, actitudes como éstas suelen ser vistas como provocadoras y se constituyen en objeto de crítica. Sin embargo, en contextos de enfrentamiento abierto con los blancos actitudes que denotan coraje y valentía son altamente valorizados en los jóvenes líderes. Por su parte, desde otra (con)vivencia y perspectiva Luis María De La Cruz (1997) en su compartir con las comunidades originarias Wich afirma que satisfechas las necesidades de agua y alimento, no desear es, al fin, no carecer. En este sentido, con un bajo nivel de deseo y un hábitat relativamente abundante, diría que, más que falta de carencias, los sistemas productivos de los Wichí reflejan opulencia y mucho tiempo libre. La irrupción de las ofertas del mercado de consumo han introducido el imperio de la necesidad de bienes de consumo no existentes en el medio natural circundante. A su vez, la devastación de los hábitats, los cambios en los patrones demográficos y la inmovilidad desalienta la búsqueda de recursos naturales, pues se torna cada vez más azaroso y difícil obtenerlos. El deseo además se alimenta de lo mágico. La opulente abundancia de objetos de los “blancos” atrae y maravilla: anhelan acceder a tal exuberancia de recursos sin apreciar que para eso, ellos mismos han sido expoliados. La generación del deseo de lo innecesario, la sedentarización, la destrucción de los hábitats y la expoliación de los medios y sitios productivos anteriormente aprovechados, transformaron la opulencia en escasez, modificaron los regímenes alimenticios y crearon sentimientos de vergüenza y marginalidad. De aquí que el sentimiento de nocarencia sea valorado y reconocido como virtud al interior del grupo. De este modo podemos observar cómo la carencia puede ser pensada también como actitud, constituyendo cierta filosofía basada en la mesura. La carencia como posibilidad: sujetos de la posibilidad (para concluir sin clausurar). En contextos históricos tan adversos como contingentes, Serra (2003) plantea no admitir tan rápidamente los diagnósticos que se ofrecen, para ensayar otro modo de trabajar con la alteridad: insistir en sostener al otro como enigma o incógnita, desdibujar las jerarquías presentes en el binarismo nosotros/otros, desarmar la mismidad, de modo de ubicarnos nosotros mismos como otros. Implica, como sostiene Redondo (2004), comprender los procesos sociales y económicos que producen la situación de desigualdad social para abrir un espacio de resistencia inscripto en un lenguaje de la posibilidad. Significa la articulación de estrategias, tácticas que pongan en movimiento a las instituciones y a los sujetos con su capacidad para alterar lo dado en tanto eventuales constructores de otras realidades, repensando el quehacer y los modos de enfrentar la realidad, configuración de un colectivo que otorga direccionalidad a su accionar hacia objetivos comunes, y que hace posible que exista un territorio imaginario que opere desterritorializando la pobreza –que se conforme desde un cambio de posición asignado al “otro”. Redondo y Thisted (1999) desde sus investigaciones sostienen que pensar al contexto como factor limitante de las posibilidades de educar conlleva un cercenamiento de la posibilidad y nos permiten comprender que los cambios que producen las instituciones que intentan generar estrategias superadoras de su realidad educativa tejen lazos de pertenencia que permiten sostener un análisis crítico Revista semestral de investigación de la Corporación Internacional para el Desarrollo Educativo - CIDE Vol. 1. No. 12. Año 7 | Julio—diciembre de 2013. ISSN 1909-955X de la escuela y potenciar todo aquello que permita constituir nuevos significados alrededor de la misma. A su vez muestran cómo la idea de “horizonte” abre un espacio entre lo real y lo ilusorio que posibilita diferentes búsquedas y direccionalidades en la vida de las instituciones y los sujetos. El potencial de las imágenes de futuro en relación al diseño de estrategias de supervivencias permite recuperar la utopía y ubicar a los maestros que trabajan en contextos críticos como educadores que dirimen en la cotidianeidad de sus prácticas los sentidos de la educación en la construcción de otros futuros posibles. Se trata de hacer referencia a una posibilidad: un educador, una institución, una política educativa que sostiene frente a un otro un posicionamiento contra lo inexorable, contra todo futuro definido de antemano, contra cualquier profecía tecnoestadística, contra cualquier anticipación que pretenda fijar un destino (Martinis, 2006). El hecho de que seamos sujetos de una inteligencia abre posibilidades: abrir una posibilidad supone concebir al otro como capaz de habitar esa posibilidad, ser un sujeto de la posibilidad (posición opuesta a visualizar o concebir al sujeto como carente). Se trata de trascender lo dado, lo que hay, para poner a disposición lo extraño, lo exótico, lo improcedente; aquello que es derecho de todos y no privilegio de algunos, imaginación radical que permite pensar algo que todavía no está pero que puede existir, pensar en un futuro que no está (el futuro nunca está) pero que puede ser. Rescate y apertura de una posibilidad suponen una acción educativa capaz de trascender la inmovilidad que “parece” inmodificable, se trata de intervenir en tanto sujetos de más allá del contexto, dirá Martinis (2006). En tanto sujetos deseantes, movidos por aquella(s) falta(s) constitutiva(s), es que van surgiendo las estrategias que abren paso a la posibilidad. Por esta razón discutimos la idea de que ser sujeto de la posibilidad y -a su vez- visualizarle como carente, no son posturas o situaciones mutuamente excluyentes sino que forman parte de un antagonismo constitutivo del sujeto. Sin embargo, hay diferencia en que ello implique alguna postura esencialista de clausura definitiva que sostenga a un sujeto carente en detrimento de sujeto de la posibilidad, o viceversa. Consideramos aquí una posición éticaepistemológica que reconozca la carencia o “falta” como la que moviliza al sujeto y es su condición de posibilidad. Pues tiempo antes o tiempo después, uno mismo, nosotros, somos sujetos de la carencia, incompletos, anormales, mesurados, de posibilidad(es) que siempre son y pueden ser por y con otros. ________________________________________________ Notas 1. En una publicación reciente del CIPPEC en conjunto con UNICEF se sostiene que los seres definidos por sus carencias son sujetos de necesidad antes que sujetos de derecho y se encuentran, por lo tanto, en una posición de dependencia e inferioridad. Argumentan que en la Argentina, los alumnos de sectores populares tienen importantes carencias de diverso tipo en sus hogares, que en ciertas dimensiones se ven duplicadas por las carencias de las escuelas a las que asisten (Veleda, Rivas, y Mezzadra, 2011). 2. Múltiples pobrezas es un concepto elaborado por María Teresa Sirvent (2001) que se relaciona con carencias en la satisfacción de necesidades humanas que van desde lo económico hasta cuestiones referidas a: pobreza política o de participación social (individualismos, internismos, fragmentación, escepticismo político y desmovilización), pobreza de protección (inseguridad, violencia y cultura de la amenaza: inestabilidad laboral – sanción por el disenso) y pobreza de comprensión o entendimiento (factores que dificultan el manejo reflexivo de la información y la construcción de un conocimiento crítico sobre nuestro entorno cotidiano). 3. Metodología que implica la hermeneusis o exégesis de textos seleccionados como fuentes para los análisis planteados. 4. Cuando Lacan habla de Deseo se refiere al inconsciente, ámbito enteramente sexual (del Otro) en el que la articulación con la palabra permite traer a la existencia aquel deseo, este proceso permite al sujeto reconocer y nombrar su deseo creando/engendrando una nueva presencia en el mundo. A diferencia de una necesidad que puede ser satisfecha y deja de motivar al sujeto hasta que surge otra necesidad, el deseo no puede ser satisfecho; es constante en su presión y eterno. La realización del deseo no consiste en “satisfacerlo” sino en reproducirlo como deseo. Una de las fórmulas más reiteradas de Lacan es: “El deseo humano es el deseo del Otro”, la cual puede entenderse de múltiples modos complementarios; “deseo del deseo del otro”, lo que significa deseo de ser objeto del deseo del otro, y deseo de reconocimiento por otro. Lacan toma esta idea de Hegel vía Kojeve (Deseo humano, antropogénico es en última instancia una función del deseo de “reconocimiento”), es decir que el sujeto desea desde el punto de vista del otro y el efecto es que el objeto del deseo humano es un objeto deseado por algún otro. Lo que hace deseable un objeto no es ninguna cualidad intrínseca de la cosa en sí sino simplemente el hecho de que es deseado por otro. El deseo del otro es lo que hace a los objetos equivalentes e intercambiables; esto tiende a reducir la importancia especial de cualquier objeto particular, pero al mismo tiempo saca a la luz la existencia de objetos innumerables. El deseo hacia un objeto natural es humano en la medida en que es mediado por el deseo del Otro dirigido hacia el mismo objeto: es humano desear lo que otros desean; al desear lo que desea otro puedo hacer que reconozca mi derecho a desearlo también. Siempre es “deseo de alguna otra cosa”, puesto que es imposible desear lo que uno ya tiene, el objeto de deseo es continuamente pospuesto, por lo cual el deseo es una metonimia. El deseo es un producto social, no es el asunto privado que parece ser sino que siempre se constituye en una relación dialéctica con los deseos percibidos de otros sujetos (Evans, 2007). 5. Lacan define la metonimia como la relación diacrónica entre un significante y otro en la Cadena Significante, tiene que ver con los modos en que los significantes pueden combinarse/vincularse en una cadena significante –que indica relaciones “horizontales”- (Evans, 2007). 6. Toda palabra con prefijo “in” derivado del latín ya es privación o negación de lo que sigue a continuación. Pero “incompleto” debería referirse de modo intrínseco a lo humano, pues no se es incompleto, ni se está incompleto, se vive en la incompletud. Nuestra experiencia, o al menos un fragmento importante de ella, parece indicarnos que hemos pasado largos e inconsolables tiempos en la búsqueda desesperada, casi enceguecedora, en pos de la completud: completud de lo amoroso, completud de lo Cite este artículo como: Giuliano, F; (2013). Identidades y sujetos: entre carencias y posibilidades., Ed.) Revista de Investigación Silogismo, 1(12), 64- 71 Disponible en http://www.cide.edu.co/ojs/index.php/silogismo. 77 ENTIMEMAS | Sociedad, cultura e identidad. teórico, de lo político, de lo corporal, de lo religioso, de lo comunitario, de lo pedagógico, etc. Lo incompleto pasa a ser visto como imperfección y de aquí que buena parte de la experiencia humana no sea otra cosa que el relato de una indisimulable pérdida de la completud; comenzamos a percibir la entonces dolorosa incompletud de lo amoroso, la incompletud de lo teórico, de lo político, de lo religioso, de lo corporal, de lo comunitario, de lo pedagógico, en fin, la dolorosa incompletud de la vida. Nunca podemos tocar lo completo, porque lo completo no está en la vida, no es de este mundo, sino de un orden mitológico. La incompletud enseña a cerca de lo finito, lo contingente, lo humano. Enseña que todo cuerpo, toda palabra, todo aprendizaje, son, por definición, incompletos. Y enseña, sobre todo, a no juzgar la incompletud de los demás como aquello que les falta, que no tienen, que no pueden, que no saben. Si algo falta, eso que falta, no está allí, está aquí, está en nosotros: donde parece que (nos) hace falta (Skliar, 2011). 7. La completud, estos es, la razón de la totalidad, acabó por transformarse en la enunciación de una virtud entendida como substancial, sustantiva y esencial. A partir de esta forma de racionalidad, aquello que acontece en el presente, como acto y como palabra, solo podrá ser explicado pro su referencia a una completud que no está en el presente, que siempre excede el aquí y el ahora, que siempre acaba siendo un después de sí mismo. (Skliar, 2011). 8. Los toba, pertenecientes a la familia lingüística Guaycurú y autodenominados qom, están ubicados en el Gran Chaco –territorio compartido también con otras comunidades indígenas como las wichí-. El Gran Chaco se extiende sobre los actuales territorios de Argentina, Bolivia y Paraguay. Hacia el oeste está delimitado por las sierras subandinas, hacia el este por los ríos Paraguay y Paraná, hacia el norte por la meseta del Mato Grosso y hacia el sur por la cuenca del río Salado. Desde la época pre-colombina, la mayoría de los grupos indígenas del área practicaban una economía nómada o semi-nómada basada en la caza, la pesca y la recolección. La banda, constituida por un grupo local de familias extensas, es considerada como la unidad básica de la organización social de los grupos del (multi)territorio. La tribu representaba, en cambio, un grupo regional de bandas y era la extensión mayor de los límites de los lazos parentales. Los territorios del Gran Chaco fueron el escenario de diferentes tipos de conquista cuyas manifestaciones pasaron de masacres a la fundación de ciudades y de los trabajos esclavistas en los ingenios a las misiones, de la alternancia de periodos de paz y de guerra entre los grupos indígenas y el ejército, los europeos, los criollos y los paraguayos (Tola, 2007). ______________________________________________________ Bibliografía Redondo, P. y Thisted, S. (1999), «Las escuelas “en los márgenes”. Realidades y futuros», en AA.VV. En los límites de la educación. Niños y jóvenes del fin de siglo. Rosario, Argentina: Homo Sapiens. Redondo, P. (2004) Escuelas y pobreza. Entre el desasosiego y la obstinación. Buenos Aires, Argentina: Ed. Paidós. Serra, S. (2003) “En el nombre del pobre”, en AA.VV. Lo que queda de la escuela. Cuadernos de Pedagogía. Rosario, Argentina: Laborde Editor. Skliar, Carlos. (2007) La educación (que es) del otro: argumentos y desierto de argumentos pedagógicos. 1ª ed. 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