Liderazgo: ideas y convicciones

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ALVARO PEZOA B.
PH.D., IESE, UNIVERSIDAD DE NAVARRA
PROFESOR TITULAR DE LA CATEDRA DE ETICA Y RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL FERNANDO LARRAIN VIAL
Liderazgo: ideas y convicciones
Diario Pulso
26 de noviembre de 2013
Una mirada atenta a la realidad nacional deja entrever la imperiosa necesidad en nuestra patria
de liderazgos con ideas y convicciones profundas. Tanto en la actividad política como en el
quehacer empresarial, dos de los ámbitos más relevantes por su influencia en el devenir de la
sociedad, se aprecian escasos ejemplos de conducción iluminada por ideas claras, al tiempo que por
principios sólidos e intransables.
Pocos días atrás un hombre de conocida trayectoria de vocación pública, no necesariamente
cercana en todo al pensamiento del autor de estas líneas, hacía notar que en Chile se lee muy poco y
que, en términos generales, abunda la ignorancia. La persona mencionada hacía especial referencia
a aquellos grupos que en la actualidad detentan posiciones de élite y dirigencia social. Suena duro,
pero guarda una gran verdad. Y, más preocupante aún, es cada vez más notoria esa ausencia.
Por estas fechas, por ejemplo, muchos se preguntan por qué la derecha política ha perdido tanto
terreno electoral. Más todavía si el Gobierno en ejercicio ha realizado una buena gestión, arguyen.
Se trataría, posiblemente, de una falencia comunicativa o una falta de coordinación del Ejecutivo
con los partidos oficialistas. Puede ser, al menos parcialmente.
Con todo, la respuesta a esa interrogante parece tener una explicación plausible en la carencia de
ideas que fundamenten la acción política y en el evidente exceso de acento económico de la misma.
¿En qué cree realmente esta derecha?, ¿son sus ideas y principios efectivamente distintos de las de
sus adversarios políticos? ¿O es cuestión, más bien, de énfasis diversos nada más? Para el
observador agudo no resulta para nada diáfano que haya un ideario permanente que guíe sus
decisiones y conductas en el transcurso del tiempo, menos con visión de largo plazo. A menos que
se pretenda reducir aquel a la pasión por la eficacia y la eficiencia. Contenido demasiado pobre para
configurar una propuesta intelectual-moral valiosa, al tiempo que movilizadora de multitudes.
Hay quienes, inmersos y convencidos en este reduccionismo, insisten en que las ideas
predominantes en Chile son aquellas propias de la derecha. Esto es, economía libre de mercado,
propiedad privada, iniciativa emprendedora, etc. Más aún, sostienen que la izquierda ha hecho suya
la valoración de tales realidades, aunque encubriéndola en un discurso populista más afín a sus
raíces históricas. Al fin de cuentas, en esta perspectiva, los conceptos que primarían en nuestra
sociedad serían aquellos que identifican a la derecha.
Los hechos, parecen desmentir tales argumentos. Desde luego en el plano económico las
corrientes marcadamente estatistas y asistencialistas que se escuchan cada vez con mayor fuerza,
conllevan una suerte de mentís explícito. Sin embargo, siendo relevante este aspecto del debate no
es el más decisivo. Cuando se atiende a los temas que se discuten en el ágora pública y en los
medios de comunicación masivos se aquilata con nitidez que la “agenda” la ha ido fijando
sistemáticamente el contendor, consciente este último del peso y gravitación de la cultura: de las
ideas y de los, así denominados, “valores”. Incluso, a este respecto, no importa mayormente quien
gobierne, pues el marco de referencia –el “rayado de la cancha”- donde se dilucidan los rasgos
esenciales de la vida social es puesto por la izquierda ideológica.
¿De qué se está hablando en los últimos tiempos en la sociedad chilena? De un igualitarismo
radical, de ideología de género, de un profuso y ambiguo listado de derechos humanos
“fundamentales”, de ecología profunda, de qué es el matrimonio y la familia, de uniones civiles
homosexuales, del inicio y término de la vida humana, de su interrupción, de la interpretación
histórica del pasado… Los tópicos de la izquierda y, sobretodo, presentados bajo su peculiar prisma
interpretativo.
¿Y, entretanto, en qué andan los dirigentes de la derecha?, ¿qué principios defienden?, ¿con qué
vigor lo hacen?, ¿cuáles argumentos esgrimen? En la mayoría de ellos se ve demasiada “corrección
política”, pocos conceptos, principios febles. Además, más personalismo que auténtico proyecto
común.
Sí, faltan líderes en el genuino sentido del término: con ideas y convicciones. Estas últimas
hacen que el dirigente sea no sólo capaz de sumar y aunar voluntades, sino que también sepa
conducir al bien -a la excelencia- posible. Ellas le ayudan a no caer incautamente en el terreno
querido por el adversario y, en cambio, a establecer los términos de la discusión pública. Le
permiten discernir lo fundamental de lo accesorio, las batallas que han de ser ineludiblemente
libradas de las escaramuzas inconducentes, aquello imposible de claudicar de lo prescindible.
Durante los días corridos desde la noche del pasado 17 de noviembre han proliferado los análisis
y las sugerencias. Se oye de unidad, cercanía con la ciudadanía, acento popular, mejor
comunicación de las realizaciones, incorporación de jóvenes y más. Todo plausible. Pero, nada
bueno cabe esperar si no existen los férreos pilares para la acción política que constituye las ideas y
los principios. Menos todavía, sin líderes que los encarnen con lucidez y fortaleza. Si esto es así,
dos caminos se yerguen como obvios: la incorporación a la política de personas preparadas y
decididas que hasta ahora se han sustraído de participar activamente en este señalado servicio a la
patria. Y la puesta en marcha de una tarea formativa de largo aliento de nuevos cuadros de
dirigentes políticos.
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