mesa redonda. la voz de la experiencia: cómo actuar Retraso madurativo neurológico Jaime Campos-Castelló Introducción. Los primeros años de vida, esencialmente los primeros tres, están presididos por una serie de hechos anatomofuncionales que expresan el progresivo enriquecimiento de la conducta a través del proceso de maduración neurológica, expresado como el alcanzar en cada etapa del desarrollo el máximo nivel funcional a través del aprendizaje. Sección de Neurología Pediátrica. Hospital Clínico San Carlos. Madrid, España. Desarrollo. A partir de la experiencia personal, se abordan los principales aspectos conceptuales que definen la maduración neurológica tanto en los aspectos de la normalidad, es decir, sus límites, como sus desviaciones patológicas, precisando límites conceptuales del llamado retraso madurativo. Se analizan los conceptos de ‘niño de riesgo’, y su control neuroevolutivo y factores de pronóstico. Correspondencia: Dr. Jaime Campos Castelló. Diego de León, 59, 1.º A. E-28006 Madrid. Conclusiones. El fin último y primordial de todos los estudios longitudinales es la detección precoz de todas las anomalías neurológicas –incluido el retraso madurativo– que permita un tratamiento precoz, curativo o paliativo, evitando generar ‘falsos positivos’ y, si la patología neurológica queda definida como residual, establecer la ayuda al paciente y su entorno familiar para que ambos se adapten adecuadamente a esta situación. Palabras clave. Factores predictivos. Maduración neurológica. Niño de alto riesgo. Pronóstico global. Retraso madurativo. Seguimiento neuroevolutivo. Introducción Los primeros años de vida del hombre están presididos por una serie de hechos anatómicos y funcionales que expresan el progresivo enriquecimiento de la conducta a través del proceso de maduración neurológica, expresado como el alcanzar en cada etapa del desarrollo el máximo nivel funcional a través del aprendizaje [1,2]. En este proceso, que abarca esencialmente la etapa de los primeros tres años, se establecen las bases sobre las que se va a construir el comportamiento humano, a partir de unas estructuras anatomofuncionales que se van a perfeccionar progresivamente gracias a factores innatos –genéticamente determinados– sobre los que se producirá el incremento de los adquiridos a través del aprendizaje. Este proceso, durante el que existe un enriquecimiento progresivo en la cantidad y la calidad de la conducta, se realiza en el contexto de un período de tiempo en el que el cerebro es especialmente sensible a cualquier tipo de estímulo –período ‘crítico’ en lenguaje etológico– [1,3], en el que se están produciendo una serie de cambios anatómicos y fisiológicos, de los que los más importantes son la multiplicación neuronal y glial, y se crean redes neurogliales a través de las cuales se va a transmitir información que permitirá –de manera progresivamente www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 compleja– la aparición de formas parciales de comportamiento, concebidas en su proyección temporoespacial como una transformación evolutiva (criterio de evolutividad), que es la que regula el proceso de la maduración. Este progresivo perfeccionamiento se establece paralelamente desde el punto de vista sociogénico, ascendiendo la actividad humana los peldaños de las distintas categorías conductuales de manera jerarquizada, a través de actividades prioritarias, que sirven para conseguir un fin, sustentadas por otras subordinadas que sirven de apoyo para esta consecución, en dos etapas sucesivas: una de preparación y otra de consecución. En este trabajo se pretenden definir, a partir de la experiencia personal, los principales aspectos conceptuales que definen la maduración neurológica tanto en los aspectos de la normalidad, es decir, sus límites, como de las desviaciones patológicas, y precisar los límites conceptuales del llamado retraso madurativo, y todo ello para su uso en la clínica práctica diaria. E-mail: [email protected] Declaración de intereses: El autor manifiesta la inexistencia de conflictos de interés en relación con este artículo. Aceptado tras revisión externa: 31.05.13. Cómo citar este artículo: Campos-Castelló J. Retraso madurativo neurológico. Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-9. © 2013 Revista de Neurología Maduración en neurobiología Al estudiar la conducta humana, desde el punto de vista neurológico, se analiza esencialmente una se- S211 J. Campos-Castelló rie de cambios funcionales que corresponden a distintos niveles de integración funcional. Estos cambios se definen, al ser estudiados de manera global, con diversos términos, como ‘crecimiento’, ‘desarrollo’ y ‘maduración’. Estos términos, aparentemente sinónimos, no lo son realmente en su aspecto definitorio: ‘crecimiento’ se refiere a un aumento por adición (el cerebro crece, aumentando su peso y volumen), mientras que ‘desarrollo’ es un incremento que implica una organización (el cerebro se organiza como un órgano para que pueda soportar determinadas funciones), y ‘maduración’ supone estrictamente un crecimiento y desarrollo natural completos, es decir, una puesta a punto del órgano para la función, y por ello es un término semánticamente superior, al comportar el alcance de una máxima perfección funcional no sólo teniendo en cuenta los factores intrínsecos del sistema nervioso, sino también los aportados por el entorno a través del aprendizaje, lo que culmina la relación entre lo innato y lo adquirido. Desde el punto de vista neuroevolutivo, existiría una ‘micromaduración’ de carácter esencialmente estructural o molecular a través de redes neurogliales que se establecen de manera totalmente determinada o indeterminada, y una ‘macromaduración’ holística, molar y conductual, que depende de factores no sólo genéticos, sino también de los adquiridos externos o etógenos a través del aprendizaje. Dicho de otra manera, en la filogenia, la conducta se regula por la evolución, mientras que en la ontogenia los cambios cronológicos individuales se regulan a través de la maduración [1]. Maduración normal en el área tonicomotriz Uno de los aspectos esenciales en salud infantil es la valoración de la maduración del niño, lo que implica conocer su normalidad para reconocer sus variaciones y poder diagnosticarlas precozmente. Esto permite valorar la conducta en las diversas etapas cronológicas del niño ya en el período neonatal, su proceso de maduración neurológica en los primeros años de vida y los hechos clínicos más significativos que permiten orientar de manera correcta una entidad determinada en cualquier momento, sea su presentación aguda, crónica o progresiva. Es clásico el concepto de que el recién nacido, tanto a término como pretérmino, llega a la vida aérea con órganos que precisan una maduración posnatal para cumplir con plenitud sus funciones. Para el sistema nervioso, el desarrollo y la maduración son procesos largos, por lo que una lesión en esta época de la vida es doblemente grave, tanto por S212 los aspectos inmediatos como por los pronósticos a largo plazo. Por ello, los aspectos neuroevolutivos son el punto de partida para un primer diagnóstico de normalidad o anormalidad. La semiología clínica neurológica neonatal expresa el grado de perfeccionamiento adquirido por el sistema nervioso hasta ese momento, y su valoración muestra un nivel de conducta no a través de una sola manifestación funcional, sino de múltiples, y no es la suma de todas ellas, sino su organización, la que nos permite concluir la normalidad o anormalidad de su conducta. Desde hace 40 años venimos aplicando la metodología que nos mostró la escuela de André-Thomas a través de sus discípulos Saint-Anne Dargassies [4] y Lamote de Grignon [1], y a la que ya hemos dedicado otros trabajos [3] sobre la sistemática de su aplicación. Aquí no pretendemos repetir los datos exhaustivos de dichas publicaciones sobre la valoración del nivel de vigilancia, tono muscular y las llamadas actividades primitivas (automatismos, sinergias y reflejos), sino puntualizar los datos semiológicos esenciales que permiten determinar la normalidad o anormalidad del recién nacido. Permanecemos fieles a las tres reglas básicas de nuestra escuela: – Jerarquización de los signos clínicos. – Asociación de éstos. – Su control evolutivo. Como resumen que permite valorar nuestra orientación entre lo normal y lo patológico en este proceso de maduración, nos remitimos a las tablas I a VI, que estimamos de utilidad práctica en el seguimiento de la maduración normal neurológica y sus trastornos. Maduración del lenguaje Llama la atención cómo un niño es capaz de aprender el o los lenguajes de su entorno cultural de manera rápida, eficaz y con aparente facilidad; sin embargo, el problema del nacimiento del lenguaje todavía, hoy en día, sigue sin estar resuelto, y lo mismo sucede con las diferentes etapas de su adquisición. Por ello, se ha formulado una serie de teorías, de las que se da preponderancia a las de origen psicolingüístico, que presupone un origen innato paralelamente a otras competencias intelectuales. Esta predisposición para adquirir el lenguaje se complementaría con un aspecto creativo dependiente del propio niño, de manera que el lenguaje aparecería no como fruto de una repetición de normas, sino que el niño –si tiene su cerebro adecuadamente es- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Mesa Redonda. La voz de la experiencia: cómo actuar tructurado– va a seleccionar y organizar su propio lenguaje. Por supuesto, existen otras teorías, como las de origen cognitivo, que señalan la importancia de determinadas estrategias en la adquisición con las que el niño se ‘apodera’ del lenguaje, aproximaciones de tipo psicológico o lingüístico puras, y finalmente teorías que proponen un modelo interaccionista, que pretende armonizar la existencia de una capacidad innata con la capacidad del niño para llegar al conocimiento de esa información innata. En todo caso, los niños normales adquieren el lenguaje entre los 18 y 30 meses de edad, y esta regularidad cronológica hace pensar en la existencia de una predisposición biológica en su adquisición. Esta adquisición se lleva a cabo a lo largo de diversos estadios, en los que la comprensión va por delante de la producción, madurando de manera armónica, pero en el tiempo, los aspectos fonológicos (los ‘sonidos’ del habla) que permiten el aprendizaje de una palabra cada vez entre los 10 y 13 meses, si bien su significado puede ser más amplio conceptualmente que en edades ulteriores (semántica), mientras que la maduración de la morfosintaxis se desarrolla entre los 2 y 3 años, al adquirir la capacidad de asociar dos o más palabras. Se establece así una relación semanticosintáctica que permitirá al niño llegar al desarrollo de un sistema práctico de comunicación. La maduración se completará cuando sepa evaluar el contenido de una frase (aptitud metalingüística). De esta manera, el niño, según va creciendo, pone en marcha la función ejecutiva del lenguaje, entendiendo por función ejecutiva una actividad mental que le permite fijar una meta y dar los pasos necesarios para su consecución. Al principio, el niño habla en voz alta sólo mientras recuerda cómo realizar una tarea, pero, posteriormente, convierte en privada esta función y la interioriza (pensamiento), lo que sucede al llegar a los estudios primarios, si bien puede quedar bajo forma de susurro hasta los 10 años. No hay que olvidar que el lenguaje que aparece en el primer año de vida no sólo depende de los factores que hasta hora venimos señalando, sino también de su interacción ambiental, que ya existe antes de su aparición. En efecto, el niño, a lo largo del primer año de vida, es capaz ya de comunicarse no verbalmente con su familia, en especial con la madre, y ello supone una maduración del lenguaje de carácter funcional antes que del estructural. Con frecuencia, en nuestro país, donde existen muchos niños bilingües tanto por su situación ambiental (catalán, euskera, gallego...) como por la es- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Tabla I. Maduración neurológica: período neonatal. Normal Patológica Buen nivel de vigilancia Vigilancia inadecuada Reactividad sensorial positiva Reactividad sensorial pobre Llanto vigoroso y bien tolerado Llanto anormal (agudo, corto, etc.) Inhibición satisfactoria del llanto Ausencia de inhibición del llanto Sin inestabilidad neurovegetativa Crisis de cianosis o de palidez Cuádruple flexión de las extremidades Actitud en hiperflexión o en deflexión Cabeza apoyada sobre el occipital Ladeamiento o hiperextensión cefálica Dedos de las manos activos en semiflexión Manos cerradas, dedos en garra o lacios Dedos de los pies sin abaniqueo ni hiperflexión Dedos de los pies en garra Rotación cefálica activa Ausencia de rotación cefálica Motilidad provocada viva y persistente Motilidad provocada pobre Sin movimientos anormales Motilidad anormal Automatismos eficientes (succión) Dificultad de succión/deglución Sinergias completas (Moro) Sinergias incompletas o de mala difusión Estática cervical efectiva Hipotonía cervical Ausencia de rigidez troncal Opistótonos Enderezamiento troncal progresivo Ausencia de enderezamiento Perímetro craneal dentro de los percentiles Micro o macrocefalia (± 3 desviaciones estándares) Tabla II. Maduración neurológica: primer trimestre. Normal Patológica Perfeccionamiento visual Afectación sensorial visual Sonrisa mimética y social Sonrisa pobre, reactiva Lenguaje prelingüístico, vocalización Llanto excesivo, irritabilidad Inicio de la empatía Empatía pobre Motilidad espontánea rica, global, amplia Motilidad anormal Disolución de automatismos y sinergias Persistencia de reacciones primarias Postura: flexoadducción a flexoabducción Aberración tónica de extremidades Estática cervical sólida Aberración tónica axial (hipo o hiper) Enderezamiento troncal rápido Manos cerradas Liberación de los miembros superiores Ritmo nictameral inadecuado Prepraxias manuales colarización (idioma extranjero), se plantea con frecuencia si un niño está capacitado para aprender dos idiomas a la vez. En realidad, los niños bilingües comparten rasgos comunes con los monolingües, es decir, que el aprendizaje de varias lenguas, bien sea simultánea o sucesivamente, no se lleva a cabo de una manera S213 J. Campos-Castelló Tabla III. Maduración neurológica: segundo trimestre. Normal Patológica Diálogo vocal, mímico y táctil (gorjeo) Empatía pobre, hiperexcitabilidad Juega con su propio cuerpo Indiferencia, atención intermitente Estática cervical sólida Hipotonía cervical y troncal Convergencia de globos oculares Coordinación visuomanual pobre Praxias manuales: aposición frontal Ausencia de prensión manual Prensión: barrido cubital y radial Motilidad anormal Transferencia contralateral objeto Aberración tónica de las extremidades inferiores Miembros superiores en extensión Persistencia de sinergia tonicoflexora de la mano Astasia/abasia fisiológica (‘saltador’) Estereotipias Desaparecen las reacciones primarias Persistencia de reacciones primitivas Inicio de sedestación con cifosis dorsal No inicia el equilibrio biisquiático Tabla IV. Maduración neurológica: tercer trimestre. Normal Patológica Empatía electiva Empatía pobre, indiferencia Inicia el juego con juguetes Atención lábil Visión macular fina y reflejo a la amenaza Incoordinación oculomotora Lenguaje: lalación y balbuceo Persistencia de gorjeo Enderezamiento troncal funcional Fallo de adquisiciones motoras Sedestación sólida Aberración del tono pasivo: hipertonía Reacciones paracaidistas Ausencia de paso de obstáculos Aptitud estática de los miembros inferiores: inicia bipodal Hipotonía axial Desplazamiento autónomo de gateo Prensión manual radial e inicio de pinzas Persistencia de reacciones primarias Reflejos patológicos Mala calidad prensora Esquema corporal elemental automática, sino por su conocimiento y cultura a través del patrimonio común de la programación cerebral que posee todo niño normal y que antes hemos enunciado. Por lo tanto, los niños bilingües deben desarrollar estrategias de comunicación en las variables fonológicas, morfosintácticas y semánticas dentro de unos límites aceptables, partiendo de una identidad constitucional, que supone una preparación innata para adquirir todo lenguaje a través de la llamada gramática universal, que determina que –prácticamente en todas las lenguas–, al considerar el orden sujeto-verbo-objeto, el sujeto siempre precede al objeto, pudiendo el verbo ocupar distintas posiciones. S214 Por ello, la adquisición de una segunda lengua no está retrasada ni facilitada a priori por las características de la lengua de origen. Lo mismo sucede en cuanto a la adquisición fónica, que es siempre la misma, independientemente de la lengua que se trate. Por supuesto que existe un parentesco entre determinadas lenguas que hace más fácil el aprendizaje simultáneo (por ejemplo, un holandés aprenderá más fácilmente el alemán que el euskera), pero, para solucionar este problema, existen varias posibilidades a través de las cuales las gramáticas particulares de cada lengua son las que impulsan inicialmente la adquisición de la primera lengua y establecen las reglas fundamentales de una interlengua que facilitan el aprendizaje simultáneo o sucesivo de otras lenguas. Esta interlengua supone una utilización de las mismas estrategias, bien reutilizándolas porque son similares, bien recreándolas para aplicarlas en otros supuestos si difieren mucho o reconstruyéndolas para ajustar su desarrollo. El aprendizaje bilingüe es más fácil antes de los 6 años, y sólo algo más difícil a partir de esta edad. Se ha señalado que el niño bilingüe posee ciertas ventajas, como mayor creatividad y flexibilidad cognitiva o un aumento de la percepción discriminativa fonémica, grafémica y semántica, pero también efectos negativos, como dificultades escolares, si bien estas últimas están casi siempre ligadas a factores socioculturales, por lo que hay que matizar ‘el efecto de casta’ que pueda tener una lengua sobre otras, como sucede en el caso de los emigrantes, efecto que se suprime cuando las condiciones de discriminación se eliminan. En este sentido, el nivel de presión que escolarmente se hace con una lengua determinará una primacía de ésta sobre otras y, en especial, si la segunda lengua se utiliza sólo de manera oral y no es próxima a la dominante, como sucede con inmigrantes árabes, por ejemplo. Esto confirma que el desarrollo de una lengua está ligado a procesos más íntimos e inseparables, como son el pensamiento y la cultura, y por ello existen más semilingüismos que equilingüismos. Por tanto, el bilingüismo posee ventajas que sobrepasan a los inconvenientes, y es deseable inducir al niño a este aprendizaje bilingüe o multilingüe cuanto más temprano mejor, es decir, ya desde la época preescolar. No existe ninguna razón para interrumpir esta situación si aparece un problema de retraso del lenguaje, pero con la condición de que el logopeda sea doblemente competente en ambas lenguas; en caso contrario, habrá que renunciar a favor de la lengua dominante. También algunos pedagogos señalan que, en el caso del aprendizaje de varias lenguas, éste proceda de fuentes distintas. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Mesa Redonda. La voz de la experiencia: cómo actuar Tampoco es cierto que el bilingüismo predisponga o condicione una dislexia. Es cierto que el aprendizaje de una o varias lenguas no sólo se refiere a su aspecto hablado, sino también al lectoescrito, y –en efecto–, si el bilingüismo ha sido correctamente adquirido, hay que valorar otros aspectos, en especial dispedagógicos, al no utilizarse las normas adecuadas, ajustándose a la cuota que posee cada una de las lenguas. El niño también tiene acceso al multilingüismo, situación en la que se llega a través de una trayectoria similar a la expuesta para el bilingüismo, si bien con líneas de razonamiento más complejas. Por todo lo que se ha señalado, no hay inconveniente en introducir precozmente una segunda lengua cuando se trata de niños monolingües iniciales, ya que de esta manera se predispone y sensibiliza al niño para su aprendizaje. Una vez adquirido el segundo o varios lenguajes, en la época especialmente sensible en que el cerebro puede realizar esta tarea, permanecen de manera constante siempre –claro está– que se utilicen. Pero, aun si se dejan de utilizar, quedan engramas en el cerebro que permiten su reutilización, y un ejemplo de ello es un adulto que, tras un accidente vascular cerebral, perdió su lenguaje habitual y, sin embargo, era capaz de hablar palabras de un idioma extranjero que jamás utilizó… pero que correspondían al lenguaje de una niñera que tuvo en la infancia. Concepto de retraso madurativo neurológico El retraso madurativo neurológico representa la expresión de una amplia variedad de situaciones en las que se produce una alteración en el funcionamiento del sistema nervioso, al que afectan en la fase de su maduración, y el momento de la agresión etiológica. Su duración y su intensidad se superponen a factores individuales preexistentes para determinar la gravedad del déficit y su extensión, tanto en los aspectos cognitivos, que pueden acompañarse de otras alteraciones, como en los motores, sensitivos y conductuales. Es primordial que este término no se use para etiquetar definitivamente una situación, ya que contiene una limitación en el tiempo, al suponer la posibilidad de un catch-up, un reatrapamiento de la normalidad y, por tanto, su uso define una situación transitoria en el tiempo, y si no alcanza esa normalidad su carácter de cronopatía debe sustituirse por el diagnóstico definitivo del proceso patológico. Al lado de la importancia que se ha dado a los factores orgánicos determinantes del retraso madu- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Tabla V. Maduración neurológica: cuarto trimestre. Normal Patológica Empatía ‘a distancia’ Empatía pobre Juego con carácter ‘investigador’ Ausencia de lenguaje Lenguaje: jerga propositiva, morfemas Indiferencia al aprendizaje Inicia su ‘carácter y personalidad’ Desaferentación, observación pobre Autonomía motora: bipodal, marcha Equilibrios inadecuados Sinergia entre las extremidades Ausencia de sinergia mano/pie Manipulación: gesto complejo Manipulación torpe y repetitiva Tabla VI. Maduración neurológica: 12 a 18 meses. Normal Patológica Empatía: acepta, rehúsa, abraza Afectivo pobre Lenguaje: 2-10 morfemas Actividad lúdica estereotipada Juego organizado Ausencia de iniciativa y atención lábil Atención y concentración Fijación unipersonal Perfeccionamiento de equilibrio Lenguaje de comprensión limitada Equilibrio entre agonistas/antagonistas Torpeza motora, equilibrio inadecuado Marcha liberada Ausencia de adquisiciones motoras Manipulación: praxia ideomotora Manipulación torpe, estereotipada Normalización de situaciones ‘límite’ Persistencia de retraso madurativo rativo neurológico, y que son los más conocidos, existe una serie de factores ambientales (etogénicos), especialmente psicosociales, y que también hay que considerar al valorarlo etiopatogénicamente. Así, el hábitat hipoestimulante, la deprivación cultural y el rechazo social como fenómeno de feed­ back negativo en el retraso ligero constituyen otros tantos factores que se deben considerar, tan importantes como la malnutrición o la deprivación de cuidados maternos y aun el maltrato, que de manera especial va formando parte de la etiología habitual del retraso mental. La importancia de la detección de estos factores etogénicos es que su prevención y/o modificación determinan la normalización inmediata o a corto plazo, lo que no es tan habitual en los otros factores etiológicos considerados de carácter orgánico. Finalmente, queremos mencionar un hecho importante, como ha sido la aparición del concepto de niño de ‘riesgo’ [5,6] y su seguimiento neuroevolutivo. El valor predictivo de la exploración neurológica neonatal ha quedado definitivamente demos- S215 J. Campos-Castelló trado en numerosos trabajos, y ello es de gran interés para todos los servicios de neonatología, que están especialmente interesados en tener un sistema de follow-up para conocer la bondad de su nivel asistencial y encontrar los criterios de ‘alto riesgo’ a través de los cuales identificar al niño que pueda beneficiarse de una atención temprana todavía más estricta y perfecta. Hoy en día se define arbitrariamente como niños de ‘alto riesgo’ a aquellos que sufren complicaciones pre o perinatales que pueden determinar retrasos en su maduración neurológica o déficits definitivos. Seguimiento y pronóstico neuroevolutivo en el siglo xxi Los criterios de mortalidad y morbilidad perinatal han pasado a ser, en algunos casos, un problema secundario, mientras se intenta valorar aspectos de las funciones corticales superiores cuya estimación debe realizarse en edades más avanzadas de la vida. Este hecho ha surgido al comprobarse que la mortalidad y la morbilidad no son necesariamente cifras paralelas, en especial cuando se consideran las repercusiones a medio y largo plazo, que son las que pueden definir con mayor precisión la calidad de la atención perinatal. Por otra parte, la eficacia de la neurorrehabilitación depende de su inicio temprano, y esto es especialmente cierto en el período en el que el sistema nervioso está en fase de maduración, período crítico definido como del ‘brain growth sport’, en el que existe una máxima vulnerabilidad y al mismo tiempo una máxima sensibilidad a los estímulos para el aprendizaje. Es un período, por otra parte, en el que la existencia de una plasticidad cerebral es más verosímil. El reconocimiento de este período crítico determinó la aparición del concepto de alto riesgo, en un intento de conseguir un diagnóstico de los trastornos del desarrollo neurológico de manera precoz, y en especial de los más numerosos, representados por las secuelas de la patología pre y perinatal, con el fin de iniciar su tratamiento, asimismo precoz. Así, se han impuesto los estudios de seguimiento mediante la utilización de equipos multidisciplinarios para conseguir su máxima eficacia. Uno de los problemas más importantes que condicionan tales estudios es el de generar una gran cantidad de información cuya utilización inadecuada produce efectos negativos en la puesta a punto de los programas de rehabilitación. Entre estos efectos adversos señalaríamos la elección inadecuada de factores de selección de la muestra, la inadecuada transferencia de información entre los diversos pro- S216 fesionales y la creación con ello de medicinas paralelas por la duplicación de servicios en una misma área comunitaria [7]. En nuestra opinión, la muestra debe ser de una población definida, y el porcentaje de casos seguidos debe alcanzar a un 80% de la muestra seleccionada y, finalmente, abarcar un período no inferior a los 5-6 años. No hay que olvidar que los cocientes de desarrollo obtenidos antes de esa edad no poseen una correlación exacta con el cociente intelectual y otras pruebas neuropsicológicas que valoran las funciones corticales antes mencionadas. Existen otros problemas, diríamos que de carácter técnico, y que hay que retener, como el hecho de que la realización de estudios de casos y controles sufre la influencia, con el paso del tiempo, de otros factores, además de los perinatales. En nuestra experiencia, queremos destacar que la primera valoración neurológica, si se efectúa en las primeras 24 horas de vida, se refiere básicamente a una situación de disfunción neural aguda y, por tanto, desde el punto de vista predictivo, posee un valor pronóstico vital (como el test de Apgar), mientras que los datos que se obtienen a las 72 horas de vida poseen un valor pronóstico a largo plazo. Nuestra conclusión básica es que la valoración de la situación neurológica en las primeras 24 horas proporciona un exceso de falsos positivos en cuanto al valor predictivo a largo plazo. El grado de valor predictivo, por otra parte, ha aumentado para aquellos casos falsos negativos, al aplicar en niños con factores de riesgo los modernos métodos complementarios de neuroimagen, pero este esperado aumento en la eficacia no depende de los métodos complementarios aislados, sino de su unión a la semiología clínica, no debiendo valorarse aisladamente la imagen técnica y dependiendo todavía en gran medida el diagnóstico de la evaluación clínica del paciente, a su vez dependiente de la edad gestacional, de la gravedad del agente etiológico y de la duración de su efecto (el ejemplo de la corioamnionitis y su relación con la leucomalacia periventricular); con ello se han descrito distintos patrones de accidente vascular cerebral isquémico y hemorrágico en el pretérmino y en el neonato a término [8]. Por otra parte, y en relación con la utilidad de la neuroimagen en el niño de riesgo, tanto a término como pretérmino, los estándares de calidad [9] señalan que la ecografía cerebral es el método de elección para el pretérmino, mientras que la resonancia magnética es precisa con frecuencia para la adecuada identificación de las lesiones en el niño a término, especialmente en el caso de la encefalopatía hipoxicoisquémica, a partir de la primera semana de vida del término previs- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Mesa Redonda. La voz de la experiencia: cómo actuar to. Se ha estudiado esta relación entre los hallazgos de la resonancia magnética y posteriores secuelas [10], y se han encontrado patrones semiológicos de afectación neurológica correspondientes a formas de tipo leve, moderado y grave. Se obtiene la mayor seguridad cuando a los 15 días de vida la exploración neurológica es normal, lo que confirma, una vez más, la importancia de la clínica sobre los medios complementarios. Los mismos razonamientos son válidos para otros métodos complementarios de diagnóstico, como los neurofisiológicos, en los que los trazados caracterizados por hipoactividad eléctrica, inmadurez, con descargas interictales o ictales no suelen tener valor pronóstico, dependiendo éste del tiempo transcurrido entre la agresión y el electroencefalograma (EEG), la edad concepcional y la etiología, siendo de más valor pronóstico el EEG normal en el neonato a término que en el pretérmino. El trazado inactivo desde hace años posee un alto valor pronóstico, y lo mismo cabe decir del trazado burstsupression [11-13]. Más recientemente [14] se ha señalado una mayor predictibilidad con los estudios seriados con EEG. Los potenciales evocados visuales poseen una alta correlación pronóstica [15], mientras que los evocados somatosensoriales sólo tienen valor pronóstico cuando son anormales [16]. La asociación de métodos neurofisiológicos y de neuroimagen [17] ha mostrado, asimismo, su eficacia, y en fechas muy recuentes [18] se ha demostrado que la valoración de los cambios regionales en la perfusión cerebral, de manera no invasiva con arterial spin labeling MR, guarda estrecha relación con la edad gestacional y, por tanto, se usa como medida de la maduración cerebral. Entre los factores bioquímicos [19], los valores más predictivos y discriminativos parecen ser los índices lactato/creatinina e hipoxantina/creatinina urinarias, y en el líquido cefalorraquídeo, la determinación de la fracción específica de creatincinasa cerebral, LDH, aminoácidos excitadores, proteína ácida de los filamentos de la glía, interleucina 6, enolasa específica neuronal, oxipurinas y AMPc, si bien existe la impresión bastante generalizada de que estos marcadores bioquímicos no superan en valor discriminativo y predictivo a los de evaluación clínica neurológica, EEG y de neuroimagen, probablemente por no haberse encontrado todavía un marcador realmente específico. En este seguimiento neuroevolutivo es imprescindible que los servicios de neonatología tengan sus criterios propios de riesgo, que proporcionan datos valiosos para el autocontrol en la metodología clínica, diagnóstica y terapéutica, mientras que sirven www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 para la selección de los factores de ‘alto riesgo’. En nuestra experiencia, el empleo de estos criterios permite reducir la frecuencia de secuelas definitivas, al introducir variaciones en la praxis habitual. En cuanto a los factores de riesgo en sí mismos, son variables para cada servicio de neonatología en función de sus condiciones intrínsecas. También es interesante conocer que el valor predictivo de estos factores no depende sólo del riesgo que éstos determinan per se (sensibilidad), sino que también guardan una relación con su especificidad. La metodología de los seguimientos neuroevolutivos es un tema que ha abordado ampliamente la pediatría desde los estudios pioneros de Gesell, y en los últimos 30 años se han popularizado los llamados tests o escalas de desarrollo. Uno de ellos, el test de Denver, se utiliza de manera amplia en Estados Unidos y sus países de influencia, y en su revisión, denominada Denver II [20], se ha criticado la versión inicial por la dificultades para administrar algunos de los ítems o para aplicarla en niños con desventajas, e incluso esta revisión no ofrece resultados óptimos [21], por lo que el test de Denver no es un instrumento de cribado en el sentido tradicional, y es más bien un instrumento que apoya la vigilancia del desarrollo infantil, que es un concepto más flexible que no intenta predecir un futuro ni diagnosticar un presente, sino introducir un elemento más de observación dentro de la atención multiprofesional que el desarrollo infantil –incluido el neurológico– precisa. Por ello, nuestra recomendación es no limitarse a la aplicación de una escala de desarrollo determinada, sino llevar a cabo un estudio neurológico clínico que valore no sólo aspectos negativos, sino que paralelamente tenga en cuenta la evolución de la pauta madurativa en cada etapa de la vida analizada. Las características semiológicas del lactante, desde el punto de vista neurológico, deben considerarse globalmente con la cuantificación de una pauta de maduración [1,22] o mediante madurogramas [23]. La metodología de los seguimientos neuroevolutivos es otro tema que rebasaría la competencia de este capítulo. Algunas escuelas, en especial la de Groninga, en lugar de considerar las condiciones adversas, han propuesto valorar las favorables y han elaborado el concepto de ‘optimicidad’ obstétrica y neurológica neonatal, incrementándose el riesgo cuanto más se aleje de la ‘optimicidad’. Conclusión Para terminar, señalaremos que el fin último y primordial de todos los estudios longitudinales es la S217 J. Campos-Castelló detección precoz de todas las anomalías neurológicas –incluido el retraso madurativo– que permita su pronto tratamiento [24-26], tanto en sus aspectos curativos como paliativos, evitando que este tipo de seguimiento genere ‘falsos positivos’, con el impacto sociofamiliar que ello implica; y en los casos en que la patología neurológica queda definida como residual, traspasados los límites cronopáticos de la maduración, emitir un diagnóstico definitivo –bien sindrómico, bien de una entidad bien precisada– para establecer la ayuda al paciente y su entorno familiar, para que ambos se adapten adecuadamente a esta situación. No hay que olvidar que los handicaps asociados se encuentran en un 40-50% de los casos de retraso mental grave y en un 25-30% de las formas leves. En este último grupo es muy frecuente encontrar signos neurológicos menores (23%) y trastornos conductuales (31%). El hallazgo de una etiología definida, teniendo en cuenta la situación estática de las lesiones encefalopáticas, no sólo debe orientar hacia medidas terapéuticas, sino que deben conocerse las preventivas para determinar las medidas correspondientes para conseguir disminuir numérica y cualitativamente las causas más frecuentes, dado su importante trasfondo socioeconómico [27]. Bibliografía 1. Lamote de Grignon C. Neurología evolutiva. Barcelona: Salvat; 1980. 2. Campos-Castelló J. La neurología evolutiva, base para la detección de la subnormalidad. Rev San E Hig Pub 1970; 44: 193-209. 3. Campos-Castelló J. Neurología evolutiva normal y anormalidad de la prematuridad. Acta Pediatr Esp 1970; 327: 175-208. 4. Saint-Anne Dargassies S. Neurological development in full-term and premature infant. Amsterdam: Elsevier; 1977. 5. Campos-Castelló J. L’enfant à haut risque. IVème Congrès de la Société Européenne de Neurologie Pédiatrique; 1989. 6. Camp BW, Broman SH, Nichols PL, Leff M. Maternal and neonatal risk factors for mental retardation: defining the ‘at risk’ child. Early Hum Dev 1998; 50: 159-73. 7. Campos-Castelló J. The role of the paediatric neurologist in neurorehabilitation. GENYSI computerized evaluation in neurorehabilitation. Dev Med Child Neurol 1995; 37 (Suppl 72): S3-18. 8. Campos-Castelló J. Accidentes vasculares isquémicos y hemorrágicos cerebrales en el recién nacido a término. Protocolo de estudio y orientaciones terapéuticas. Rev Neurol 2000; 31: 632-44. 9. Ment LR, Bada HS, Barnes P, Grant PE, Hirtz D, Papile LA, S218 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. et al. Practice parameter: neuroimaging of the neonate. Report of the Quality Standards Subcommittee of the AAN and the Practice Committee of the Child Neurology Society. Neurology 2002; 58: 1726-38. Mercuri E, Guzzetta A, Haataja L, Cowan F, Rutherford M, Counsell S, et al. Neonatal neurological examination in infants with hypoxic ischaemic encephalopathy: correlation with MRI findings. Neuropediatrics 1999; 30: 83-9. Lombroso CT. Neonatal poligraphy in full-term and premature infants: review of normal and abnormal findings J Clin Neurophysiol 1985; 2: 105-53. Pezzani C, Radvanyi-Bouvet MF, Relier JP, Monod N. Neonatal encephalography during the first twenty-four hours of life in full-term newborn infants. Neuropediatrics 1986; 17: 11-8. Lombroso CT. Neonatal EEG polygraphy in normal and abnormal newborns. In Niedermeyer E, Lopes da Silva F, eds. Electroencephalography: basic principles, clinical applications and related fields. Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins; 1993. p. 803-75. Zeinstra E, Fock JM, Begeer JH, Van Weerden TW, Maurits NM, Zweens MJ. The prognostic value of serial EEG recordings following acute neonatal asphyxia in full-term infants. Eur J Paediatr Neurol 2001; 5: 155-60. Muttitt SC, Taylor MJ, Kobayashi JS, Macmillan L, Whyte HE. Serial visual evoked potentials and outcome in full-term birth asphyxia. Pediatr Neurol 1991; 7: 86-90. Majnemer A, Rosenblatt B. Prediction of outcome at school entry in neonatal intensive care unit survivors with use of clinical and electrophysiologic techniques. J Pediatr 1995; 127: 823-30. Biagioni E, Mercuri E, Rutherford M, Cowan F, Azzopardi D, Frisone MF, et al. Combined use of electroencephalogram and magnetic resonance imaging in full term neonates with acute encephalopathy. Pediatrics 2001; 107: 461-8. De Vis JB, De Vries LS, Groenendaal F, Kersbergen KJ, Petersen ET, Alderliesten T, et al. Regional changes in brain perfusion during brain maturation measured non-invasively with arterial spin labelling MRI in neonates. Eur J Radiol 2013; 82: 538-43. Castro-Gago M, Rodríguez-Núñez A, Novo-Rodríguez MI, Eirís-Puñal J. Parámetros bioquímicos predictivos de daño neuronal en la edad pediátrica. Rev Neurol 2001; 32: 1141-50. Frankenburg WK, Dodds J, Archer P, Schapiro H, Bresnick B. The Denver II: a major revision and restandardization of the Denver Developmental Screening Test. Pediatrics 1992; 89: 91-7. Glascoe FP, Byrne KE, Archer LG, Johnson KL, Chang B, Strickland B. The accuracy of the Denver II in developmental screening. Pediatrics 1992; 89: 1221-5. Saint-Anne Dargassies S. Le développement neuro-moteur et psycho-affectif du nourrisson. Paris: Masson; 1982. Fernández-Álvarez E. El seguimiento neuroevolutivo de los niños de alto riesgo. Anuario de Neurología Evolutiva. San Sebastián: ASPACE; 1983. Campos-Castelló J. Neurología feto-neonatal. In Fejerman N, Fernández E, eds. Neurología pediátrica. 2 ed. Buenos Aires: Panamericana; 1997. p. 111-203. Shevell MI, Majnemer A, Miller, SP. Neonatal neurological prognostication: the asphyxiated term newborn. Pediatr Neurol 1999; 21: 776-84. Dubowitz L. Methods of follow-up. Eur J Paediatr Neurol 2000; 4: A1. Campos-Castelló J. Seguimiento y pronóstico en neurología neonatal en el siglo xxi. Acta Pediatr 2004; 62: 450-6. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 Mesa Redonda. La voz de la experiencia: cómo actuar Neurological maturation retardation Introduction. The early years of life, more especially the first three, are dominated by a series of anatomical-functional facts that express the progressive enrichment of behaviour through the process of neurological maturation, which is expressed as reaching the maximum level of functioning at each stage of development as a result of a process of learning. Development. One’s personal experience is used to address the main conceptual aspects that define neurological maturation both in its normal aspects, that is to say, its limits, and its pathological deviations, and there is a need for conceptual limits of the so-called maturation retardation. The concepts of ‘risk child’ and his or her neurodevelopmental control and prognostic factors are analysed. Conclusions. The ultimate and primordial aim of any longitudinal study is the early detection of all the neurological anomalies, including maturation retardation, since this makes it possible to establish an early –either curative or palliative– treatment without producing ‘false positives’. At the same time, if the neurological pathology is defined as residual, help can also be established for the patient and his or her family so that both of them can adapt to the situation in a suitable manner. Key words. High-risk child. Maturation retardation. Neurodevelopmental monitoring. Neurological maturation. Overall prognosis. Predictive factors. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (Supl 1): S211-S219 S219