LA LOCURA MANÍACO-DEPRESIVA PUBLICADA EN EDICIÓN N° 29 DE CONTEXTO PSICOLOGICO Para quienes puedan leer este artículo y la palabra locura les haga vibrar el tímpano generando sensaciones desagradables, quiero decirles que no están solos. Desde los primeros momentos de la psiquiatría francesa la palabra se usó sin ningún tipo de cuestionamientos, parecía la más apropiada para denominar esas raras especies que crecían en el jardín de los alienistas. Pero como desde los tiempos de la revolución francesa hasta hoy muchas cosas han cambiado, las palabras también se han ido deslizando en sus significaciones o se han cargado de otras nuevas. Esto exige un permanente trabajo de revisión. Antes de avanzar, quiero compartir con ustedes el comentario que el Dr. Alonso-Fernández vertía sobre el tema. “Toda designación de esta enfermedad en la que figure el vocablo “locura” me parece inaceptable. Baso mi postura en dos razones. Primera: esta palabra está cargada de significaciones peyorativas, por lo que debiera excluirse del nomenclador psiquiátrico. Segunda: precisamente por la índole de su lastre semántico, da una idea equivocada de lo que la mayoría de estos enfermos afectivos esencialmente son”. (1) En el desarrollo histórico de un concepto que articule manía y melancolía como caras de un mismo proceso patológico, la obra de Emil Kraepelin (1856-1926) tiene un lugar protagónico. Sus formulaciones acerca de una entidad a la que llamó locura maníacodepresiva, representan el corolario de toda una vida de investigación. Numerosos y respetables autores se ocuparon de seguir la huella de su trabajo desde los primeros días, haciendo, un minucioso estudio comparativo de las sucesivas ediciones de su tratado. El objetivo de este artículo es abordar algunos aspectos fundamentales de su obra. Cuento para ello con un recurso muy valioso: la primera traducción al español de la octava edición, que tiene apenas trece años. Vaya mi reconocimiento a las personas que hicieron posible este privilegiado encuentro con la obra Emil Kraepelin: las traductoras Graciela Fiorilo y Alicia Guerra y a Juan Carlos Stagnaro quien tuvo a su cargo la edición y revisión técnica del libro. Por lo que pude indagar en lo escrito sobre él, y en el propio texto de Kraepelin, estamos ante un investigador nato, siempre permeable a las críticas, a tal punto que, en función de ellas y de sus propias observaciones, revisó, corrigió, reformuló y reescribió su obra tantas veces como fue necesario, y la hizo crecer desde aquel básico kompendium inicial, a los cuatro importantes volúmenes finales de 2.500 páginas. En esta octava edición, Kraepelin comentaba que, con el paso del tiempo, fue tomando fuerza la convicción de que varios cuadros clínicos que recibían diversas denominaciones, no eran otra cosa que “manifestaciones de un mismo proceso patológico”. Hacia 1908, decidió agruparlos bajo la denominación de locura maníacodepresiva, con un planteo bastante parecido al que hiciera Jean Pierre Falret (17941870) manifestando su desacuerdo con las clasificaciones que le daban estatuto de entidades diferentes a cuadros como la manía y la melancolía, que para él no eran más que estados sintomáticos provisorios. A la hora de definir el campo de la “locura maníaco-depresiva”, Kraepelin tomó dos entidades descriptas por Falret: la locura periódica y la locura circular. Incluyó, además, “la manía simple, la mayor parte de los estados patológicos que se designan con el nombre de melancolía y también una cantidad considerable de casos de amentia”. (2) Distinguía cuatro formas clínicas que se repetían o se alternaban en la diacronía: los estados maníacos, los depresivos, los mixtos y los fundamentales. A la hora de ordenar y aclarar la masa de datos de la experiencia clínica, tarea que reconocía hacer de un modo artificial, arbitrario y muy grosero, apeló a cierta fórmula en la que muchos advierten la marca de W. Wundt, por cuyo taller de psicología experimental pasó Kraepelin poco después de recibirse de médico (1876). Simplificando la fórmula al extremo, su observación se centraba, básicamente, en tres datos clínicos: el humor, el pensamiento y la actividad. Si los tres se presentaban en más, estaba ante un estado maníaco (hipomanía, manía aguda, manía delirante, manía confusa). Si los tres se presentaban en menos, estaba ante un estado depresivo (melancolía simple, estuporosa, grave, confusa…). Cuando los elementos de ambos estados (manía y melancolía ) se asociaban en la sincronía, estaba ante un estado mixto . La posibilidad de combinación es amplia. Tristeza vital, culpa, ideas de ruina y autorreproches con una gran actividad motora y verborragia, podría ser un ejemplo. En algunos casos extremos los pacientes mismos se extrañan por la simultaneidad de pensamientos opuestos como, por ejemplo, “me quiero morir”/ “qué linda es la vida”. La denominación de estados fundamentales ha perdido vigencia. Kraepelin llamaba así a las “modificaciones poco sensibles, pero reales que hallamos en el intervalo de los accesos propiamente dichos y por las que se expresa el estado psicopatológico fundamental de la locura maníaco-depresiva” (3). Paul Bercherie comenta que, en el contexto de la octava edición, constituían un aporte valioso para el autor ya que confirmaban la naturaleza constitucional de la entidad, a igual que aquellos casos en los que los accesos se repiten con cierta regularidad y con cierta independencia de toda influencia exterior. Se incluyó en esta categoría a la depresión y la excitación constitucionales, el temperamento ciclotímico y la irritabilidad constitucional. Sobre esta base de trabajaría luego Kretschmer, para quien la ciclotimia es aquella modalidad de temperamento fluctuante entre la alegría y la tristeza. Uno de los elementos ordenadores de la nosografía kraepeliniana era el par de opuestos “exógeno-endógeno”, que permitía agrupar las enfermedades mentales desde una elemental y, a la vez imprecisa idea de causalidad. Las enfermedades exógenas eran aquellas en cuya génesis operaba una noxa proveniente desde el exterior: intoxicaciones, infecciones, traumatismos; y las endógenas “no son ocasionadas desde afuera sino que surgen de causas internas”. La locura maníaco-depresiva correspondía a este último grupo. La noción de herencia quedaba subsumida dentro del amplio y vago concepto de lo endógeno, y parecía respaldada por la alta frecuencia (80% según Kraepelin) de familiares con antecedentes de cuadros similares. Esto hizo que la locura maníacodepresiva sea pensada como la más hereditaria de las psicosis. El psiquiatra alemán escribía: “Debido a la unidad de la locura maníaco-depresiva es que las diferentes formas que abarca pueden remplazarse unas a otras hereditariamente. En los miembros de una misma familia encontramos muy a menudo una cerca de la otra a locuras periódicas o circulares bien caracterizadas, trastornos del humor o estados de confusión que aparecen una sola vez y por fin, leves oscilaciones del humor regulares o un estado anormal permanente de la vida emocional”.(4) Pero, ante tanta endogenicidad… ¿Dónde situar las vicisitudes propias de la relación del sujeto con el objeto perdido? Sabemos que, en su tramo final, la obra de Kraepelin sufrió la influencia de algunas concepciones psicoanalíticas de la época. Si bien esto fue mas evidente en el campo de la demencia precoz ( o grupo de las esquizofrenias), podríamos inferir que, cuando presentaba el grupo de la locura maníaco-depresiva e incluía, entre otros cuadros, “la mayor parte de los estados patológicos que se designan con el nombre de melancolía”, en tanto decía “la mayor parte” y no “todos”, dejaba un espacio para las consideraciones que, sobre el tema, venía desarrollando un contemporáneo y gravitante psicoanalista vienés llamado Sigmund Freud. Otro criterio privilegiado por Kraepelin y, en buena medida, organizador de su nosografía, era el llamado criterio clínico- evolutivo. La presentación del paciente era importante a la hora de establecer un diagnóstico, pero tanto o más valioso era el modo de desarrollo de la enfermedad en el tiempo y, sobre todo, su desenlace. Esto le permitió establecer dos grandes grupos: un grupo que evolucionaba hacia un debilitamiento psíquico profundo que afectaba sobre todo el terreno de el juicio, lo emocional y lo volitivo, y no tanto el terreno de la memoria, la orientación y la comprensión, grupo al que llamó demencia precoz, denominación muy cuestionada ya que el debilitamiento psíquico en cuestión no tenía las características clínicas de una demencia , ni la condición de precoz era válida para la edad de inicio de todos los casos. El otro grupo, el de la locura maníaco-depresiva, con accesos que “nunca llevan a un debilitamiento intelectual profundo, aun cuando se desarrollan sin interrupción durante toda la vida. En general todos los síntomas desaparecen completamente después del acceso. Si excepcionalmente no sucede así, vemos instalarse un debilitamiento psíquico muy leve, de naturaleza particular”. (5) Entre la séptima edición (1904) y la octava, que casi duplicó en páginas a la anterior, Kraepelin corrigió y reestructuró su sistema clasificatorio, considerando las críticas, consciente de trabajar con un material que se atrapaba y se escurría permanente. Las formulaciones tenían siempre un carácter provisorio, pasible de volver a ser revisado o enriquecido con nuevos aportes. Sin embargo su obra continuó generando reacciones a favor y en contra. Algunas provenían de sus contemporáneos, otras fueron y son más recientes. Karl Leonhard en su “Clasificación de las psicosis endógenas y su etiología diferenciada” bombardeó la obra de Kraepelin con munición gruesa. Opinaba que muchas dificultades que se planteaban en la investigación clínica tenían su origen en la perjudicial clasificación en dos grupos. Pero aclara: “Si bien él mismo (alude a Kraepelin) efectuó, más allá de la clasificación en dos partes muchas separaciones más sutiles, sus sucesores no le prestaron atención; ellos vieron sólo la división grosera en demencia precoz o esquizofrenia y la enfermedad maníaco-depresiva”. (6) Sobre los aportes de los que continuaron y de los que criticaron la obra de Kraepelin, trataré de avanzar en nuestro próximo encuentro. Hasta entonces. (1) Fundamentos de la psiquiatría actual. Profesor Dr. Francisco Alonso-Fernández. Tomo II. Editorial Paz Montalvo. (2) (3) (4) (5) La locura maníaco-depresiva/ la catatonía/ la hebefrenia. Emil Kraepelin / Karl Kalhbaum / Ewald Hecker. Editorial Polemos. (6) Clasificación de las psicosis endógenas y su etiología diferenciada. Karl Leonhard. Editorial Polemos. BIBLIOGRAFIA -La locura maníaco-depresiva/ la catatonía/ la hebefrenia. Emil Kraepelin/ Karl Kalhbaum/ Ewald Hecker. Editorial Polemos. -Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber psiquiátrico. Paul Bercherie. Editorial Manantial. - Fundamentos de la psiquiatría actual. Profesor Dr. Francisco Alonso-Fernández. Tercera edición. Editorial Paz Montalvo. - Enciclopedia Iberoamericana de psiquiatría. Vidal, Alarcón. Lolas. Editorial médica panamericana. - Trastornos Bipolares. Akiskal, Cetkovich-Bakmas, García-Bonetto, Strejilevich, Vazquez. Editorial médica panamericana.