“¿Remedio para el alma?” ¿Qué es el Yagé? ¿Planta medicinal? ¿Un laxante? ¿Un ritual esotérico? ¿Una planta con poderes sagrados? ¿Un recurso terapéutico genérico? ¿Un toxico? ¿Un alucinógeno? ¿Un Enteogénico? ¿Una experiencia mística? “Yagé” término de origen quechua que se descompone en aya: alma, espíritu; y huasca: bejuco, liana. Se podría traducir entonces, como “bejuco del alma” o “liana del espíritu”. El brebaje es preparado por cocción de dos plantas: Banisteropsis caapi y Diplopteris cabrerana. Su sabor es amargo. Su olor es acre, avinagrado. La mezcla es utilizada, de manera tradicional, por los chamanes indígenas; un ritual nocturno que ellos dirigen y que está acompañado por cantos arcaicos e invocaciones, sahumerios, toques de música con armónicas, rondadores, flautas y bombos. El ritual se inicia con la repartición de la dosis para cada participante. El brebaje comienza a hacer su efecto pasada una media hora, luego el Taita ofrece una segunda dosis para quienes no hayan tenido los efectos del trance y los estados modificados de conciencia como se le llama frecuentemente. Los tomadores de yagé más veteranos pueden tomar en una misma sesión hasta unas 4 ó 5 veces. El momento culminante del ritual es el procedimiento de sanación o “limpia” que es el desalojo de todas las sensaciones acumuladas en el inconsciente y una confrontación con la dimensión del misterio, con ese dios interior. El taita ayudado por un ramo de hojas llamado wairasacha, canta y danza alrededor del paciente sentado con el torso desnudo, soplando y chupando en sitios determinados del cuerpo para ejecutar la limpieza. Los componentes señalados ubican el yagé como un sicotrópico, o sea una sustancia que influye sobre el sistema nervioso central. Los sicotrópicos son definidos en tres categorías: Activantes (anfetaminas, cocaína, heroína); Depresores (alcohol, marihuana) y Visionarios o enteógenos (éntheos: que tiene a un dios dentro y génos: origen, tiempo de nacimiento). El yagé se ubicaría dentro de este último grupo, junto con los hongos psilocíbicos, el peyote, el sampedro, el yopo, las brugmansias y entre los sintéticos el LSD y el éxtasis. Tiene toxicidad por la cantidad de Dopamina, Noradrenalina y Serotonina que suben la presión arterial, aumentando el pulso y las alucinaciones. Según los tratados de derechos humanos la libertad de manifestar la religión no es absoluta. Dicha libertad podrá ser legalmente limitada cuando ello sea necesario para proteger los derechos de los demás, o para tutelar ciertos bienes superiores, como la salud pública. Existen ciertas prácticas ancestrales que son nocivas como la mutilación genital femenina, el matrimonio precoz, el infanticidio de niños gemelos, la incineración de la viuda en la pira funeraria del marido. El derecho internacional ha fijado su atención en estas prácticas tradicionales cuyo efecto es dañino para una agrupación social por ser perjudiciales. Muchos chamanes afirman que ese brebaje se ingiere dentro de actividades rituales, y que el Estado, por ser incompetente en materia religiosa, carece de atribuciones para prohibir su consumo ceremonial. Con el respeto debido a estas prácticas ancestrales, y aunque algunos propugnaran el respeto por la identidad cultural, creo que el ejercicio de la libertad de religión no puede invocarse para justificar actos mediante los cuales se lesiona la vida o la integridad de otras personas. . A los relativistas culturales debe recordárseles que el derecho a la libertad religiosa no hace parte la libertad para intoxicar mi propio cuerpo con el criterio que es un camino eficaz para tener una experiencia de tipo espiritual. Padre Pacho [email protected]