TEMA 7. FUNDAMENTOS DEL SER HUMANO Aproximación al concepto de RAZÓN «El corazón tiene razones que la razón no entiende.» Pascal. Definir con exactitud qué entendemos por razón resulta difícil. La dificultad reside en que es uno de los términos más usados, tanto en la reflexión filosófica como en la vida cotidiana. Su pluralidad de usos conlleva, además, una pluralidad de sentidos. Veamos algunos de ellos. Como facultad. Cuando alguien dice del ser humano que es un animal racional, está diciendo que dispone de una capacidad que sólo posee él, la facultad de pensar reflexiva y lingüísticamente. Es decir, el ser humano es un animal dotado de razón: puede pensar y expresar con palabras sus pensamientos. Razón es, entonces, una facultad intelectual que lo caracteriza y que se asocia a la capacidad lingüística y a la inteligencia. Este sería el sentido más habitual de razón. Como método. Si alguien dice: «No eres nada racional al creer que, sin haber estudiado, el amuleto que llevas te hará aprobar», es porque no considera que ser racional sea poseer razón o facultad de pensamiento, sino usarla de una determinada forma. Dicho de otra manera, no está valorando la razón como una facultad, sino como un método para aplicarla que permite que los pensamientos sean coherentes. Por eso, cuando alguien no está utilizando adecuadamente su razón, podemos decir que no es racional. Y es que estar dotados de razón no garantiza que seamos racionales; sólo cuando la usamos de una determinada forma, se puede decir que lo somos. Como causa o motivo. Es el sentido que encontramos en expresiones de este tipo: «¿Tienes alguna razón para hacer esto?». En esta frase está claro que razón no se refiere a la facultad de pensar, ni siquiera a una determinada forma de hacer uso de ella. Aquí, razón sería aquello que provoca un fenómeno o motiva una acción. Otro ejemplo: «La razón de que haya venido es que quería verte». En este caso, razón es la causa que provoca la acción (venir a verte). Como prueba. Este sentido de la palabra razón está muy relacionado con el caso anterior. Así, cuando alguien dice: «Puedo demostrar mi opinión con buenas razones», el término razón se usa como sinónimo de prueba capaz de justificar y demostrar nuestras creencias'. Como acierto. Se utiliza en expresiones como la siguiente: «Pedro tenía razón, Marisa ha llegado tarde». En este tipo de frases, decimos de alguien que tiene razón porque sus creencias son verdaderas, están justificadas o han sido demostradas, y no por tener la facultad de pensar. En esta unidad, cuando hablemos del ser humano como un ser racional, utilizaremos la noción de razón en el primero de los sentidos: como facultad intelectual. Reservaremos el término racionalidad para el segundo: como una determinada forma de utilizar la razón. Repaso histórico a la concepción de razón Además de los distintos usos y sentidos que puede tener la noción de razón en la actualidad, a lo largo de la historia de la filosofía han abundado distintas concepciones y valoraciones de ésta. La cuestión de exponer en qué consiste la condición racional del ser humano se complica al darnos cuenta de que cada pensador le ha atribuido una función y un valor distintos. Veamos las principales concepciones: Idealismo platónico Fueron los filósofos griegos los primeros que identificaron la esencia del ser humano con la razón. Afirmaron que éste era un animal racional. La razón humana es una facultad que nos diferencia del resto de los animales y, gracias a la cual, el ser humano es capaz de decir y explicar lo que son las demás cosas y actuar conforme a lo que le es propio y específico. Entre los filósofos clásicos, Platón es el máximo exponente del carácter racionalista del pensamiento griego. Distingue dos tipos de conocimiento: el intelectual y el sensible. Además, valora positivamente el primero en detrimento del segundo, que es considerado poco fiable, pues es el conocimiento de un mundo imperfecto, cambiante y en el cual todo es perecedero. Platón, recogiendo una tradición que se inicia en Parménides, afirma que la razón es la responsable del conocimiento intelectual o conocimiento verdadero. Es verdadero por ser el conocimiento de la auténtica realidad (mundo ideal), de la que el mundo sensible o material que nos rodea es una mera copia imperfecta. Así, en el pensamiento platónico la razón se asocia a lo verdadero y auténtico, mientras que los sentidos se relegan a lo imperfecto, aparente y perecedero. La razón es la base de la moral. La moral consiste en dominar el cuerpo para fortalecer el alma y llegar al conocimiento, pues conocer el bien es hacerlo (Intelectualismo moral). Optimismo racionalista “Pienso, luego existo” La filosofía moderna racionalista, que se desarrolla en Europa a partir del siglo XVII, se caracteriza por el optimismo racional. ¿En qué consiste dicho optimismo? En creer en la capacidad ilimitada de la razón para conocer todo aquello que se propone y para gobernar de manera eficaz la acción humana. Tradicionalmente, los filósofos que mantienen esta postura han sido considerados pensadores racionalistas, pues lo más característico de su pensamiento es la consideración de que a la razón le es posible, por sí sola, conocer la totalidad de la realidad. El mundo puede ser conocido y sus misterios, resueltos gracias a la poderosa máquina de la razón. El más claro exponente de esta concepción racionalista es Descartes. Según su sistema filosófico, a partir únicamente del ejercicio de la razón, se puede levantar todo el edificio del conocimiento humano. Para ello, sólo es preciso usar metódicamente la razón. Así, propone un método que consiste en aceptar sólo como válidas aquellas ideas que se nos presentan de forma evidente, es decir, como ideas claras y distintas. Para Descartes, este uso metódico de la razón no sólo nos permite conocer la realidad, sino que, además, permite y debe orientar la acción humana. Así, la razón es tanto la guía del conocimiento como de la acción moral. Empirismo radical “Nihil est in intelecto quod primus non fuerit in sensuo”. Es una actitud bastante alejada del optimismo racional. Para los empiristas, no sólo la razón no es ilimitada, sino que además, existen dudas en cuanto a su capacidad para proporcionar un conocimiento seguro acerca de cualquier realidad. Esta actitud radicalizada puede conducir a una posición escéptica que se caracteriza por la desconfianza en las posibilidades de la razón. Veamos el pensamiento de uno de los escépticos más conocidos: El escepticismo de Hume es producto de un empirismo radical quiere decir que, según él, sólo podemos conocer aquello de lo que hemos tenido experiencia sensible. Aquellas ideas que no proceden de ninguna impresión sensible de la experiencia no pueden ser conocidas; ni tampoco las relaciones entre fenómenos, pues todas nuestras impresiones se nos presentan de manera independiente las unas otras. La razón, al verse limitada al conocimiento de impresiones: sólo puede proporcionar un conocimiento provisional y poco seguro. Hume es escéptico tanto en el ámbito del conocimiento como en el ámbito de la acción; el emotivismo moral sería consecuencia de esta actitud. Esta teoría ética consiste básicamente, en negar que sea la razón sea la que determina nuestra conducta. Son los sentimientos de aprobación o de rechazo) los que guían nuestra acción. Criticismo ilustrado La Ilustración, además de una época histórica, es una corriente filosófica que resalta el protagonismo de la razón en todos los ámbitos de lo humano. Para el pensamiento ilustrado, la razón es la luz que ilumina las tinieblas del fanatismo, la credulidad y los prejuicios humanos. Por eso, el ideal ilustrado de racionalidad se resume en alcanzar la autonomía de la razón. Cuando estos autores hablan del carácter autónomo de la razón, están diciendo que ésta debe ser, sin ninguna limitación, la que determine el proceder humano. La razón no debe obedecer ninguna otra autoridad (religiosa, política...) que no sea ella misma. Debe tomar, por tanto, libremente sus propias decisiones. Para alcanzar esta autonomía, tiene que asumir como función principal la crítica. Esta crítica debe realizarse a todo aquello que obstaculice la autonomía y la libertad: autoritarismos, supersticiones, tradiciones... Kant hace suyos los ideales ilustrados y los lleva hasta sus últimas consecuencias. No sólo arremete contra todos aquellos elementos que puedan coaccionar a la razón; además, critica la razón misma para establecer cuáles son realmente sus capacidades y límites. En definitiva, tras la dicotomía abierta por racionalistas y empiristas, este pensador considera primordial aclarar de una vez por todas cuál es el poder real de la razón. De ahí, la necesidad imperiosa que siente de juzgar o criticar la capacidad racional. Kant llega a una conclusión media entre racionalistas y empiristas: la razón no es ilimitada pensaban los racionalistas, sino que se limita a la información recibida por los sentidos; pero, así y todo, es capaz de proporcionar un conocimiento fiable y seguro (a diferencia de lo que pensaban los empiristas radicales). Por ello, una moral crítica sólo debe aceptar mandatos categóricos. “Actúa de modo que tu obrar pueda ser tomado como norma universal” Características de la racionalidad La racionalidad es una forma de pensar y actuar que presupone un uso determinado y correcto de la razón. Este uso de la razón ha de tener como consecuencia el poder dar razones (pruebas, justificaciones...) de lo que se cree, piensa o hace. Pero ¿qué diferencia la racionalidad de formas de proceder? Sistematicidad. Porque nada se da aisladamente, cuando somos racionales consideramos y exploramos todas las dimensiones implicadas (positivas, negativas, pasado...) de nuestras crreencias y acciones. Coherencia. Ser racionales es ser consecuentes de manera que no se produzcan contradicciones ni incompatibilidades entre varias de nuestras creencias y acciones. Crítico y tolerante. Considera sus resultados revisables y criticables. Las creencias racionales no se aceptan de forma dogmática, como si fueran verdades incuestionables, sino como verdades probables y provisionalmente satisfactorias. Así, es propio del comportamiento racional un talante crítico y abierto. Autonomía. Es independiente de toda presión externa. Cuando nos conducimos racionalmente, sólo hemos de tener en cuenta criterios establecidos por la propia racionalidad, no necesitamos dictámenes externos de otras instancias: la autoridad política, la tradición, las supersticiones, los ritos, los prejuicios... Ambitos de la racionalidad La razón humana es una y única, pero se puede considerar que ejerce dos funciones distintas: guiar el conocimiento y guiar la acción. Por ello, se diferencian dos ámbitos de racionalidad. La racionalidad teórica. Es la forma de proceder cuando conocemos, es decir, cuando formamos nuestras creencias sobre el mundo sobre nosotros mismos. este ámbito de la racionalidad es el que menos problemas plantea; pocos son los que dudan de la función de la razón en la tarea de conocer realidad. La racionalidad práctica. Es una forma de proceder cuando decidimos el modo de actuar más adecuado de acuerdo con unas circunstancias y unos intereses Este ámbito de la racionalidad tiene algunos problemas como la relación entre medios y fines. ¿Es legítimo reducirlas a una sola? Racionalidad de los medios. Es el método que nos permite escoger los medios más adecuados para alcanzar el fin que nos hemos propuesto. Así, es racional quien queriendo aprobar u examen, estudia. Hay pensadores que consideran que la racionalidad práctica es, sólo, una racionalidad de medios. Racionalidad de fines. ¿El fin justifica los medios?. Es el método que nos permite escoger como objetivos fines racionales. Esto es, los que coinciden con los intereses universales: salud, afecto... Así, es racional quien escoge como objetivo dejar de fumar; y no quien quiera superar el record mundial de ayuno. Por eso, otros pensadores piensan que no se puede hablar de racionalidad de medios o de fines aisladamente, sino que se afectan los unos a los otros. Conexión de la racionalidad teórica y práctica. Actualmente, se considera que entre el conocimiento y la acción se da una dependencia mutua. No sólo la acción depende del conocimiento, sino que también se da la relación inversa. Nuestras creencias influyen en nuestras acciones. Si creemos que va a llover, seguramente cogeremos el paraguas. Pero, también actuando en el mundo, vamos formando muchas de nuestras creencias. Por ejemplo, la creencia de que va a llover porque el cielo está nublado ha sido formada gracias a nuestra experiencia cotidiana en el mundo. La LIBERTAD Hemos visto cómo la condición racional del ser humano le convierte en un ser capaz de pensar por sí mismo. Por este motivo, decimos también que es capaz de decidir frente a las opciones vitales a las que se enfrenta. Sin embargo, llegados a este punto, nos asaltan ciertas dudas: ¿realmente somos libres de elegir ante diversas opciones, o en nuestra elección estamos determinados por nuestro carácter, circunstancias ambientales, código genético, familia, astros celestes, o karma? Aproximación a la noción de libertad Habitualmente, se emplea el término libertad, como mínimo, de dos maneras distintas. Por esta razón, suele hacerse la distinción entre libertad externa y libertad interna. - Libertad externa. También llamada libertad de acción. Consiste en la ausencia de trabas externas que dificulten la acción; es decir, se trata de poder hacer lo que queremos sin que nada ni nadie nos lo impidan. Por ejemplo: hay libertad cuando quiero manifestarme contra los vertidos tóxicos y puedo hacerlo; en cambio, no hay libertad cuando, a pesar de que me gustaría hacerlo, las fuerzas de seguridad me lo impiden. - Libertad interna. También llamada libertad de elección o libre albedrío. Consiste en la capacidad o posibilidad de decidir o querer esto o lo otro sin determinaciones considerables. Por ejemplo: cantar o no en la ducha cuando estoy solo. Se ve reforzada por el conocimiento, el adiestramiento, las circunstancias adecuadas, la autoestima.... Estos dos tipos de libertad (externa e interna) no son algo completamente distinto y ajeno. Entre ambas existe una estrecha y mutua relación. “ Así el ebrio cree decir por libre decisión de su alma lo que ya sobrio quisiera haber callado, y asimismo el que delira, la charlatana, el niño y otros muchos de esta laya creen hablar por libre decisión del alma, siendo así que no pueden reprimir el impulso que les hace hablar [...]. Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan.” Spinoza, Ética. La ausencia de libertad (Determinismo) Consideramos que la existencia de libertad es algo de sentido común y, por lo tanto, incuestionable. Sin embargo, la convicción de que poseemos libertad no deja de ser una creencia y, por muy sólida que nos parezca, podemos ponerla en duda. Creer que somos libres no demuestra que lo seamos (a menudo nuestras creencias son falsas) y, además, ¿cómo podemos estar seguros de que podríamos haber actuado de otro modo, si no lo hemos hecho? El determinismo es una concepción filosófica que afirma que todo está inevitablemente causado. Por lo tanto, niega la existencia de libertad. Para ello, se basa en el principio de causalidad. Según este principio, todo acontecimiento del mundo está causado. Consideramos que un acontecimiento C causa el acontecimiento E. Así, es imposible que, dándose C, no se derive E. De esta forma, todo lo que ocurre en el mundo forma parte de una cadena de causas y efectos. Según este principio, también las acciones están determinadas por un factor en cuya presencia se dan inevitablemente. Incluso los acontecimientos mentales, tienen una causa. Así, también mis decisiones están causadas. La razón de que consideremos que nuestras creencias, deseos y elecciones no están causados es la dificultad de establecer sus causas. Sin embargo, que sea difícil hallar la causa de algo no significa que carezca de ella. A continuación, vamos a ver algunas de las posiciones deterministas. Determinismo teológico Defiende la existencia de algo que está por encima del ser humano y que determina sus acciones. Todo lo que hacemos está ya previsto y fijado de antemano, ya sea por un hado o destino (como afirman los estoicos) o por una voluntad superior o divina (como defienden varias religiones). El ser humano no es dueño de sus actos: es una marioneta en manos del hado o la divinidad, y lo único que puede hacer es representar lo mejor posible un drama que ya ha sido escrito. “La voluntad humana es, por decirlo así, una bestia entre dos amos. Si Dios está encima de ella, quiere y va donde Dios manda [...]. Si es el Diablo quien esta encima de la voluntad, ésta quiere y va como Satán quiere. Ni está en poder de su propia voluntad el elegir para qué jinete correrá ni a quién buscará. sino que los jinetes mismos disputarán quién ha de obtenerla.” Lutero. De servo arbitrio. Determinismo físico “Una inteligencia que conociera en un momento dado todas las fuerzas que actúan en la naturaleza y la situación de los seres de que se compone, que fuera suficientemente vasta para someter estos datos al análisis matemático, podría expresar en una sola fórmula los movimientos de los mayores astros y de los menores átomos. Nada sería incierto para ella, y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante su mirada.” Laplace P. S., Teoría analítica de las probabilidades. Determinismo genético El comportamiento de un ser está determinado por el código genético que lo define: no somos más que la manifestación de nuestros genes. Éstos determinan nuestra constitución física (tener los ojos azules), pero también nuestro carácter (ser tímidos) y nuestras acciones concretas (salir corriendo ante el peligro). Dawkins (El gen egoísta) afirma que «somos máquinas de supervivencia, autómatas programados a ciegas con el fin de perpetuar la existencia de los egoístas genes que albergamos en nuestras células”. Lo que da a entender que ellos son los verdaderos protagonistas en el comportamiento de los individuos. Determinismo ambiental o educacional “Una persona no actúa sobre el HYPERLINK "http://mundo.es/"mundo, es el mundo el que actúa sobre ella.” Skinner, B. Según esta postura, no son los genes los que determinan nuestra conducta, sino los factores ambientales, que pueden ser de diversos tipos: sociales, culturales, económicos, familiares..., e incluso, factores educacionales y de aprendizaje. Así pues, la educación que he recibido y lo que he aprendido son decisivos en mi comportamiento. Por tanto, salir corriendo o huir no es una conducta que esté determinada genéticamente, sino que lo está por factores ambientales (situación de peligro) y por lo aprendido en situaciones similares. Para los defensores de esta postura, cualquier acción puede entenderse como una respuesta a condiciones ambientales. Por esta razón, es posible modificarla cambiando la influencia de las condiciones ambientales mediante el aprendizaje. La manera de hacerlo será potenciando ciertas acciones mediante refuerzo o premio, o inhibieendo otras mediante castigo. Así, al ser la conducta humana permeable al aprendizaje, es posible cambiarla. Determinismo económico Para los que mantienen esta postura, son factores económicos (formas de producción, sistema de vida, organización productiva, situación económica ... ) los que determinan nuestra conducta. Así, tanto en el plano social como en el individual, todo puede comprenderse recurriendo al funcionamiento de la economía. La clave de las guerras, los cambios sociales, las doctrinas religiosas, los estilos artísticos, la organización política... está en el funcionamiento de la economía. También a pequeña escala, la acción de un delincuente o de un trabajador está determinada por las circunstancias económicas en las que vive. Una de las corrientes que defienden la influencia de los factores económicos en la conducta humana es el marxismo. Influidos por ideas como las que se expresan en el siguiente texto, los seguidores de Marx consideran los factores económicos causas de nuestras acciones. “También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la rnetafisica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden así la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los. hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también su pensamiento y los productos de su pensamiento, al cambiar esta realidad,. No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia.” Marx y Engels. La ideología alemana. La evidencia de libertad A pesar de la consistencia de los argumentos deterministas, muchos pensadores se resisten a aceptar esta concepción y sus consecuencias. Los defensores de la libertad alegan contra los deterministas que éstos han confundido lo que son factores condicionantes con factores determinantes. Factores determinantes. Equivalen a las causas de la acción. El comportamiento humano se considera consecuencia inevitable de factores que él mismo no controla. Por ejemplo: decimos que un factor como el peligro causa la acción de salir corriendo, porque siempre que se da esta situación inevitablemente salimos corriendo. Factores condicionantes. Equivalen a los motivos de la acción. El comportamiento humano está influido por estos factores externos, pero no se considera un resultado de ellos. Así, una situación de peligro es un factor que motiva que salga corriendo, pero no determina inevitablemente que lo haga, pues podría quedarme paralizado. La defensa de la libertad suele conllevar una defensa del indeterminismo, en el sentido de que nuestras acciones y decisiones no están determinadas, sino condicionadas. Pensar que nuestra elección es indiferente a cualquier factor supondría pensar que nuestra acción es arbitraria e irracional. Uno de los problemas a los que se enfrentan los defensores de la libertad es cómo demostrar su existencia. La creencia fuertemente arraigada en nuestro sentido común de que poseemos libertad de elección y de que, por tanto, podríamos haber elegido de forma distinta de como lo hemos hecho, ¿cómo puede ser probada? Para algunos pensadores, esta pregunta está mal formulada, porque la libertad no necesita demostración. La creencia de que actuamos libre y voluntariamente es una verdad evidente por sí misma. Por esta razón, podemos considerarla un axioma: no se demuestra, pero es la base en la que se sustentan muchas de nuestras creencias acerca del ser humano. Libertad y MORALIDAD Entre las razones que pueden llevar a defender la existencia de libertad, se encuentra la resistencia a aceptar algunas de las consecuencias que tendría su inexistencia. Si el ser humano no poseyese libertad de elección, entonces no sería posible hablar de responsabilidad ni moralidad. Sólo podemos hacer a alguien responsable de sus actos si realmente lo es, es decir, si ha actuado consciente, voluntaria y libremente. Si no poseemos capacidad de elección, si inevitablemente y a pesar de nosotros mismos nos vemos empujados a actuar así, ¿cómo se nos pueden pedir responsabilidades? De la misma manera que no responsabilizamos a la lluvia por las inundaciones, ni al sol por nuestra insolación, ¿por qué seríamos nosotros responsables de haber atracado un banco o de haber mentido, si no podíamos hacer otra cosa? Poseer libertad de elección y tener que responsabilizarnos de nuestras acciones nos convierten en el único animal moral que existe. Kant es uno de los filósofos que ha defendido de forma más brillante esta idea. Expresado de forma kantiana sería: la libertad es un postulado de la razón práctica (moral); es decir, a pesar, de que la libertad resulta indemostrable, es necesario suponerla para que la moral sea posible. «La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades.» Inmanuel Kant La RESPONSABILIDAD “Ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar con las consecuencias de lo que hemos hecho” F, Savater. Intuitivamente, consideramos que la responsabilidad consiste en la obligación de hacernos cargo de nuestras acciones o de la ausencia de ellas. Aunque en situaciones cotidianas atribuimos responsabilidades sin demasiados problemas, no lo es en absoluto. Porque responder de una acción significa responder del resultado previsto y deseado de esa acción; y hacerse cargo, también, de las consecuencias imprevistas. Cualquier jurado atribuiría a los diversos implicados en una acción algún tipo de responsabilidad porque, de alguna manera, tenemos la obligación de prever las consecuencias de nuestras acciones. Edipo, leyenda clásica griega: Un oráculo anuncia que el rey de Tebas, Layo, y su mujer, Yocasta, tendrán un hijo que matará a su padre y se casará con su madre. Por ello, cuando Yocasta pare un hijo, Edipo, lo abandonan. Edipo es luego adoptado por los reyes de Colono. Otro oráculo anuncia a Edipo que matará a su padre y se casará con su madre. Huyendo del aciago presagio, Edipo marcha de Colono y vaga por diversas tierras. Encuentra por el camino a Layo (del que ignora que es su padre) discute con él y en la reyerta lo mata. Llega a Tebas y resuelve el problema de la esfinge. Los tebanos, agradecidos, lo eligen rey y se casa con la reina, Yocasta (de quien ignora que es su madre) y con la que tiene cuatro hijos. Con esto se había cumplido la profecía del oráculo. Al enterarse más tarde de ello, Yocasta se suicida, Edipo se arranca los ojos y huye a Colono con su hija Electra.