—Bruno Baüer, notable escritor alemán, trata en un libro reciente

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—Bruno Baüer, notable escritor alemán, trata en un libro reciente todas las grandes
cuestiones de la política moderna de un modo brillante y original. No es menos extraño
y atractivo el título del libro: El imperialismo romántico de Disraeli, y el imperialismo
socialista de Bismarck.
—Ha muerto Blüntschli, el gran profesor de Derecho Internacional. Fue un gran
colector, un admirable expositor, y un juicioso innovador. Una de sus más conocidas
obras ha sido traducida al español y concienzudamente anotada por Díaz Covarrubias,
secretario del Despacho en México en tiempo de Lerdo de Tejada. Estudió con Niebuhr
y Savigny, y se adhirió a la escuela histórica. La Academia de Ciencias de Berlín
premió su Tratado de sucesión conforme a la ley romana. Cuando Strauss fue lanzado
de su cátedra después de la publicación de su Vida de Jesús, que Littré ha traducido con
fidelidad notable al francés, Blüntschli defendió con calor al profesor expulso, y la
cátedra libre. Contribuyó mucho a la fama de la Universidad de Zurich, donde enseñaba
leyes desde la fundación de la Universidad en 1833. Estudiaba con igual fervor los
códigos actuales que las costumbres antiguas. Ayudó mucho a los hermanos Grimm en
sus investigaciones sobre tradiciones germánicas. Escribió una obra sobre “las ideas de
los antiguos asiáticos sobre Dios y el universo”.—Propuso reformas en la guerra
moderna, y en casi todas las grandes cuestiones de derecho público. Cuentan entre sus
más celebrados libros La moderna ley de las naciones y La teoría del estado moderno.
Presidió en Dresde en 1861, el Congreso Internacional de Juristas, y enseñó ha poco
Derecho Internacional desde la histórica cátedra de la vetusta Universidad de
Heidelberg. Ha muerto lleno de fama, y de legítimos honores. Sus obras brillan por su
claridad, poder, sensatez, e independencia. Clasificaba con maestría. Tomaba parte real,
apasionada y activa en la contienda humana. Sus libros eran ya antes de su muerte obras
de consulta.
—Henry Ward Beecher, el orador religioso de más renombre de los Estados Unidos,
y uno de los más típicos representantes del carácter y genio norteamericanos, dijo en
uno de sus discursos:—“Me decía mi padre: Enrique, cuando enciendas una hoguera,
nunca eches en ella una brazada de leña de una vez; eso extinguiría el fuego: escoge
astillas que prendan bien, y que estén secas, y echa una, y luego otra, y luego otra, y
poco a poco, tendrás una hoguera tan grande como la que te proponías tener.”
—Formentera, una de las islas Baleares, guardaba en secreto un tesoro artístico. Se
hablaba en la isla de una cueva, y se señalaba el lugar en que estaba, pero los
campesinos huían de ella, creyendo que era un gran nido de serpientes. Un grupo de
atrevidos cazadores hizo lo que los campesinos no habían hecho. Llegaron a la profunda
excavación; apartaron los arbustos, zarzales y raíces que oscurecían la entrada;
removieron con gran dificultad las piedras que impedían el paso al interior de la cueva,
y se hallaron en una hermosa habitación de dibujo morisco, cuyas paredes están llenas
de caracteres desconocidos a los cazadores. Álzanse en medio de la habitación dos
tumbas de admirable labor. Levantaron los exploradores la cubierta de metal que
cerraba las tumbas, y vieron dos colosales cuerpos momificados: era el de la derecha
una mujer; el de la izquierda, un hombre. Brillaba en la cabeza de la mujer, una rica
diadema, cuajada de piedras que parecen ser de extraordinario valor: un collar de
enormes perlas adornaba su cuello; largos pendientes colgábanle de las orejas, y sus
dedos estaban cubiertos con anillos. Ceñía la cabeza del hombre una corona imperial, y
su mano oprimía un cetro. Seis de los descubridores quedaron guardando el tesoro: los
demás partieron para Madrid, a dar cuenta del hallazgo y a pedir órdenes al gobierno.
—Un acto indiscreto del colector de la aduana de Toronto ha dado origen a una acre
y violenta contienda religiosa en el Canadá. El colector decomisó los ejemplares de las
obras de Paine y de Voltaire que llegaron en una reciente remesa a la aduana.—“Sé que
ninguna ley me autoriza a eso,—dijo el funcionario; pero creo que obro en el interés de
la moralidad, y que aprobarán mi acto las gentes honradas.”—Los importadores de los
libros han entablado pleito ante los tribunales contra el atrevido colector; los libres
pensadores han abierto una suscripción para ayudar a los importadores en los gastos del
pleito: los periódicos católicos atacan duramente a Paine, a Voltaire, a Teodoro Parker,
y a Ingersoll, el orador antideísta de los norteamericanos, que goza actualmente de gran
fama. Se ha vendido, como a consecuencia de la agitación, una cantidad considerable de
libros racionalistas. La actual escaramuza es natural resultado de la vehemente lucha
empeñada en el Canadá entre los cultistas y los anticultistas. No ha sido el rasgo menos
curioso de esta campaña la condenación del teatro francés moderno, con ocasión del
viaje de Sarah Bernhardt al país,—por el clero católico del Canadá.
La Opinión Nacional. Caracas, 24 de noviembre de 1881
[Mf. en CEM]
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