Desidia

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Desidia
El timbre impertinente del teléfono separó la mano de Graciela de la
humeante taza de té. Provenía del comedor y el sólo hecho de cruzar el
pasillo la fastidiaba. Entre el llamado y ella, se interponía un campo
minado de crayones, marcadores y cartulinas. Tomás, abstraído por su
imaginación, no notó la presencia de su madre que buscaba sortear los
obstáculos. Sin aminorar la marcha, en el instante que pasó a su costado, lo
retó ligeramente por no jugar en su cuarto. El instante fue tan fugaz que
apenas advirtió que Tomás tenía un marcador que sangraba tinta azul en su
boca. Pero, insistente el teléfono, se apoderaba de sus sentidos y en
consecuencia de sus preocupaciones. Eran los de la compañía telefónica
para informarle que le cortarían momentáneamente la línea por unos
arreglos. Esbozó un improperio.
Al regresar encontró el pasillo vacio. Tomás la había obedecido. Ahora era
la televisión quien le hablaba. Una mujer en dos dimensiones batía una
masa blanca pegajosa, con una sonrisa que nacía de una oreja y terminaba
en la otra. Era una sonrisa contagiosa, una que sólo podía sintonizar buenas
vibraciones. Entonces, ya relajada y sonriendo alzó la taza de té sin apartar
la vista de la pantalla. Sin embargo, antes que pudiera probar el té, su nariz
encontró un objeto extraño en el interior de la taza. Se trataba de un
ahogado marcador sin capuchón.
_ ¡Tomas! Gritó desencajada.
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Con el marcador en la mano emprendió rumbo al cuarto de su hijo. La
puerta entreabierta le enseñó todo el panorama. Una reacción química
paralizó sus ojos, el temor la arrodilló cerca de él. El rostro de Tomas
estaba azul y no por la tinta sino por asfixia. La ausencia del capuchón en
el marcador ensambló el rompecabezas. Un pedazo de plástico atorado en
su garganta estaba arrebatándoles simultáneamente la vida de los dos poco
a poco.
Convulsionada, levantó a su hijo como si fuera una pluma y lo cargó hasta
el comedor. Sin desprenderse de él, levantó el tubo del teléfono para
llamar a emergencias pero la línea ya estaba muerta.
Barbú, el primer gorila escritor.
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