Universidad Nacional Abierta Dirección de Investigaciones y Postgrado Maestría en Educación Abierta y a Distancia Unidad Curricular: Filosofía de las Ciencias PARTE I EL CONOCIMIENTO OBJETIVO: LA CRISIS DEL MACANICISMO Ortiz, J. R. (1990). La Lógica del caos. Caracas: Universidad Nacional Abierta (Compilación con fines instruccionales) JOSÉ RAMÓN ORTIZ I EL CONOCIMIENTO OBJETIVO: La Crisis del Macanicismo∗ ∗ Un extracto de este ensayo fue publicado en la Revista Imagen Nº 100-16, marzo 1986 1 LA LÓGICA DEL CAOS 2 JOSÉ RAMÓN ORTIZ LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD “Debo crear mi propio sistema o ser esclavo del de otro hombre” WILLIAM BLAKE Si la búsqueda de la verdad, cualquier cosa que ésta sea no ha sido la principal fuerza motora civilización, al menos como excusa ha levantado mucho polvo; y el conocimiento de esa verdad ha sido el pan de cada día de toda filosofía y la justificación final de todo poder. Así ciencia, considerada como una estrategia Para indagar y explicar el mundo, fundamenta su razón de ser en esa búsqueda ¿e la verdad, esta vez con el viso de verdad objetiva y racional en contraposición a la verdad subjetiva del místico. Si aceptamos como axioma esta mentira a medias, podríamos concluir que toda historia del conocimiento humano y en particular el “conocimiento científico" ha sido un enfrentamiento entre el dogmatismo y el escepticismo. Entre los dogmáticos que sostienen que podemos encontrar la verdad y saber que la hemos hallado, bien sea por el poder de nuestro intelecto o por la experiencia de nuestros sentidos, y los escépticos que niegan la 3 LA LÓGICA DEL CAOS pretensión de todo dogma y sostienen que no podemos encontrar la verdad absoluta o al menos que nunca podremos saber que la hemos encontrado. Como dudamos de la objetividad de quien escribe y creemos que todos los principios son una excusa para justificar cualquier comienzo, empezaremos poniendo las cartas sobre la mesa y si el lector considera que hacemos trampa, por favor no hale del gatillo, simplemente haga como sugiere nuestro héroe romántico William Blake y construya su propio sistema, su propio paradigma, su propio programa de investigación, en fin, su propio juego y juegue conmigo. Todo empezó porque se me ocurrió leer a Wittgenstein demasiado temprano, mucho antes de encontrarme "nel mezo del camin" de la vida, y esas lecturas tempraneras le madruga a uno los sueños. Fue así que mientras hojeaba la ópera prima y más popular de Ludwig Wittgenstein, el Tractatus Lógico-Philosophicus, me asaltó desde una de sus páginas la siguientes proposición: "Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. La limitación lógica del lenguaje limita lo puede ser expresado o pensado y en consecuencia limita lo existente. Eso fue un golpe bajo que me dejó pensando, y según Ortega y Gasset pensar es una erección, lo cual aumentó mi amor por el lenguaje y como un adolescente enamorado traté de acapararlo por los extremos: la lógica y la poesía. A posteriori puedo decir la historia en estos casos siempre es acomodaticia, que sin ponérmelo ése fue y sigue siendo mi programa vital de investigación. Después de confundirme superlativamente con la lectura del 4 JOSÉ RAMÓN ORTIZ Tractatus, para muestra un pensamiento: "lo que no podemos pensar no podemos pensarlo; tampoco podemos, pues, decir lo que no podemos pensar", y avanzando, así sin pensar, en el laberinto de sus proposiciones, justamente al voltear la última página, encontré la siguiente estocada: "Mis proposiciones son elucidaciones en el siguiente sentido: cualquiera que me entienda eventualmente reconoce que ellas no tienen sentido, cuando las ha usado como peldaños para ascender más allá de ellas (es decir, debe arrojar la escalera después de haber ascendido)" (Wittgenstein, 1974, Pág. 74). De esta forma el Tractatus desaparecería metafóricamente de entre mis manos, convirtiéndose en una especie de anti-libro, de libro paradoja, utilizaba el lenguaje para expresar lo que el lenguaje no podía expresar. Cada página del Tractatus decía: no te preocupes por lo que digo, lo realmente importante es lo que dejo de decir. A pesar de que Wittgenstein con el tiempo cambió la tesis del Tractatus, realizando una especie de giro empirista, permutando la relación entre la realidad y el lenguaje: "Los límites de mi mundo significan los límites de mi lenguaje", es decir, nuestro lenguaje depende de nuestra concepción del mundo. En lo personal no fue de mucha ayuda, ya el mal estaba hecho: había empezado confundido y terminaba confundido a un nivel superior. ¿Y la escalera? La había arrojado. No había forma de bajar (al menos sin caerse). Siguiendo mi programa como estudiante de Lógica y Matemáticas en la Universidad de Sussex (Inglaterra) me tocó asistir a un curso identificado como PPPS, explícitamente Principios y Perspectivas de las Ciencias Físicas (Principies and Perspectives 5 LA LÓGICA DEL CAOS of Physical Science), donde el físico renegado Brian Easlea exponía las ideas que más tarde dio a la luz en su libro: La Liberación Social y los Objetivos de la Ciencia (Easlea. 1976) a una audiencia de futuros científicos aún ingenuos creyentes de la invulnerabilidad del método científico. Brian Easlea, como el Flautista de Hamelín, nos condujo a través de la historia de la ciencia, interpretando en su flauta romántica la famosa partitura de Kuhn sobre la estructura de las revoluciones científicas, demostrando que la música de las esferas no era tan cristalina y pura como se creía y de vez en cuando desafinaba. Siguiendo esquemáticamente el modelo kuhniano, podríamos resumir, abusando de la simplicidad y la estructura sinfónica de los tres movimientos, la historia de la ciencia hasta nuestros días, como la historia de tres grandes paradigmas, comenzando con el hermoso y duradero paradigma aristotélico, constituido por un mundo orgánico y substancial, equilibrado por una sociedad de temperamentos donde la tierra era el centro del universo finito dispuesto en esferas cristalinas de movimiento eterno, cada astro en una esfera, con la esfera correspondiente a la luna demarcando el mundo celestial y el mundo terrenal, dos submundos completamente diferentes, llenos de materias diferentes y gobernados por diferentes leyes. Un submundo celestial y divino, inmutable y eterno y un submundo terrenal, temporal y cambiable, de generación y corrupción, de nacimiento y muerte. Tanto la materia como el movimiento de las esferas celestiales eran perfectos, todo el cambio de la tierra era causado y gobernado por el movimiento uniforme de las esferas celestiales: por la región divina. La física celeste gobernaba la física 6 JOSÉ RAMÓN ORTIZ terrenal, activada por una búsqueda de la "normalidad, por un movimiento de lo potencial a 10 actual, de lo anormal a lo normal. Una piedra caía porque buscaba la tierra, su lugar natural, la piedra es tierra y busca la tierra, su movimiento se acelera por la acentuación del vinculo afectivo de pertenencia; la rapidez del movimiento aumenta a medida que el hijo-tierra se acerca a la madretierra, o usando la metáfora favorita de Aristóteles- "cual caballo que galopa de regreso a su establo". Después de dos milenios de vigencia', la concepción aristotélica del mundo se viene abajo. La física aristotélica se hace metafísica, pseudociencia, bajo los nuevos cánones del "paradigma mecanicista” que incurre tras la revolución científica del sigo XXVII y que establece la noción de ciencia que tenemos hoy en día. Este paradigma inicia el nuevo ideal del conocimiento científico, influido por la mecánica newtoriana y el sistema cosmológico copernicano, que caracteriza la concepción mecanicista del universo como un gran engranaje, articulado por una estructura determinista de causa y efecto en un marco de referencia absoluto de espacio y tiempo. La mecánica newtoriana era una descripción del cambio, una reorganización del caos en función del tiempo. La ciencia “f (t) = d” había nacido. La idea de una fórmula matemática para describir un sistema físico desplazada al dios supervisor de la conducta temperamental del mundo aristotélico. Usando el nuevo lenguaje matemático proporcionado por el cálculo infinitesimal, un lenguaje apropiado para representar los fenómenos susceptibles de un cambio continuo, un científico podría predecir la conducta futura del universo así como su 7 LA LÓGICA DEL CAOS comportamiento pasado, arribando de esta forma a un modelo dinámico y determinista. Como la extensión y el movimiento eran expresables matemáticamente, se infería que todo fenómeno natural podría ser descrito matemáticamente, por lo cual a partir de la extensión y el movimiento se podría construir el universo. Más precisamente, suponiendo conocidas la posición (condiciones iniciales) y movimiento de todas las partículas materiales y, suponiendo conocidas las leyes que gobiernan las fuerzas entre estas partículas, entonces podríamos calcular (describir) la historia completa del universo. La figuración aristotélica del cosmos como una sociedad de temperamentos divinos y humanos, de coexistencia armónica, daba paso a un mundo inanimado y mecánico, el mundo como un gran mecanismo de relojería, donde, si el espíritu religioso lo requería, se podía introducir a dios como relojero o simplemente como un buen matemático. Esta transición de un mundo estático de naturaleza orgánica y temperamental a un mundo material y dinámico, y de un hombre que buscaba la esencia de las cosas a un hombre que aspira controlar la naturaleza, puede verse como una consecuencia de la articulación del mismo paradigma mecanicista y su concepto de evolución temporal. Esa concepción mecanicista del universo, consiste principalmente en una matematización del fenómeno natural y da origen al ideal de la representación del mundo por medio de un sistema formal completo y cerrado, un sistema axiomatizado y formalizado por un cálculo deductivo. Como concluye Dijksterhuis en su libro The Mechanization of the World Picture: “La mecanización de la visión del mundo (world picture) durante la 8 JOSÉ RAMÓN ORTIZ transición de la ciencia antigua a la ciencia clásica significa la introducción de una descripción de la naturaleza con la ayuda de los conceptos matemáticos de la mecánica clásica” (Dijksterhuis, 1969, pág. 501). Mientras el paradigma o programa aristotélico se orientaba hacia la búsqueda de la sustancia, de la naturaleza verdadera de las cosas, el programa mecanicista se orienta hacia la búsqueda del funcionamiento de la naturaleza. Esto significa un rompimiento epistemológico, un salto cuántico en la concepción del mundo, un cambio entre el “pensamiento sustancial” aristotélico y el “pensamiento funcional” que caracteriza el paradigma mecanicista, que desea saber cómo funciona esa gran maquinaria del universo, con el fin de estructurar ese funcionamiento y de esta forma controlar el mecanismo de la naturaleza. Después de casi dos siglos de feliz articulación del paradigma mecanicista, en el cual la mecánica newtoniana había adquirido el estatus antipático de mecánica clásica, una serie de anomalías empezaron a desajustar aquel gran mecanismo de relojería. En 1905 un empleado de la Oficina Suiza de Patentes de Berna, publica en la revista alemana Annalen der Phisik un artículo titulado “Sobre la Electrodinámica de los Cuerpos en Movimiento”, refiriéndose en él a un aspecto de las ecuaciones de Maxwell que, según su autor, el señor Albert Einstein, le parecía carente de atractivo estético. Dicho artículo comenzaba: “Sabido es que al aplicar la electrodinámica de Maxwell – tal como se suele entender hoy en día – a cuerpos en movimiento, aquella conduce a ciertas “asimetrías” que no parecen ser inherentes a los fenómenos”. Y más adelante señalaba; “Ni los fenómenos de la electrodinámica ni los de la mecánica poseen propiedades que se 9 LA LÓGICA DEL CAOS correspondan con la idea de reposo absoluto”. (Easlea, 1976, pág. 95). La insatisfacción de Einstein con el paradigma mecanicista, pareciera ser en principio por razones estéticas formales, por carencia de belleza matemática y sólo en segundo lugar por razones experimentales. De cualquier manera, este artículo traía como consecuencia el principio del derrumbamiento del marco de referencia absoluto de tiempo y espacio, el cual formaba parte del núcleo duro del programa de investigación mecanicista y, comenzaba la articulación de un nuevo paradigma que denominaremos “relativista – cuántico”. Sin pretenderlo, el artículo de Einsterin servía de detonador a la más grande revolución científica que se conoce hasta el día de hoy y cuyos principales protagonistas han sido las teorías general y especial de la relatividad y la teoría cuántica. Según la teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio dejaban de ser absolutos; se perdían así los parámetros esenciales de la representación mecanicista. La masa física perdía su valor absoluto e intercambiaba su naturaleza al transformarse en energía. La luz no viajaba en línea recta, ser curvaba por efecto de los inmensos campos de fuerza dispersos en un espacio que requería una representación en cuatro dimensiones. Por su parte, la teoría cuántica rompía la relación temporal de la causa y el efecto. El principio de incertidumbre demostraba racionalmente la imposibilidad de un mundo determinista y la dualidad partícula – onda resquebrajaba la realidad sólida y “cosística” del mundo mecanicista. Llegando a esta pasión, Brian Easlea recurría al corazón, por que la razón demostraba que todo paradigma se constituía para ser 10 JOSÉ RAMÓN ORTIZ superado. La partitura de la más alta factura positivista para interpretar el desarrollo de la ciencia, producía disonancias históricas que rompían la pretendida armonía establecida en la partitura. La ciencia no progresaba continua y acumulativamente sino que sufría discontinuidades, cambios cuánticos, revoluciones, que reestructuraban todo el conocimiento científico anterior. Así que después de parodiar al gato de Schrodinger con una vaca mal dibujada en el pizarrón, Brian, con estoicismo histriónico, se declaraba románticamente partidario del paradigma aristotélico, porque lo entendía de corazón y tomando la tiza en su mano la dejaba caer reafirmado: “la tiza es tierra y va a la tierra”, y llevando su mano al corazón retaba a la audiencia: “¿Quién está en desacuerdo?” 11 LA LÓGICA DEL CAOS 12 JOSÉ RAMÓN ORTIZ EL IDEAL POSITIVISTA “Admitir la aparición de cualquier fenómeno que no sea consecuencia lógica de los fenómenos antecedentes inmediatos, según esas reglas definidas, descubiertas o no, a las que denominamos “leyes de la naturaleza”, sería un acto de autodestrucción por parte de la ciencia”. T. H. HUXLEY EL axioma fundamental de la ciencia positivista afirmaba que no existe, ni ha existido, ni existirá desorden alguno de la naturaleza, ya que, como apuntara T. H. Huxley a finales del siglo XIX: “Admitir la aparición de cualquier fenómeno que no sea consecuencia lógica de los fenómenos antecedentes inmediatos según esas reglas definidas, descubiertas o no, a las que denominamos “leyes de la naturaleza”, sería un acto de autodestrucción por parte de la ciencia” (Easlea, 1977 pág. 114). O como lo expresaran un poco más tarde el mismo Einstein e Infeld: “Sin la creencia de que es posible asir la realidad con nuestras construcciones teóricas, sin la creencia en la armonía de nuestro mundo, no podría existir la ciencia”. (Easlea, 1977, pág. 118). El ideal positivista de la ciencia, principal sustento del paradigma 13 LA LÓGICA DEL CAOS mecanicista, partía del axioma fundamental de que el mundo era susceptible de una explicación lógica, coherente y completa. Aunque no conozcamos las leyes del universo, no podemos inferir que éstas no existen. El modelo de causa y efecto supone que todo efecto es producido por una causa, por lo tanto, según este ideal positivista, cualquier efecto del mundo, cualquier fenómeno, cualquier problema que estuviese bien planteado debería tener una respuesta, tan solo bastaba buscar las causas ocultas, revelar lo inmanente, sacar a flote la realidad del mundo, depurar la pregunta hasta que la respuesta fuera cónsona. Sin embargo, si aceptamos literalmente las consecuencias del paradigma actual del programa de investigación relativista-cuántico, llegamos a la conclusión de que el mundo de nuestra experiencia, de nuestra percepción, no es el único mundo posible; junto a éste coexisten un número infinito de posibles mundos, no sólo contendores con posibilidad de realidad sino que, en cierta forma, están relacionados e interactúan con el mundo percibido como realidad. La realidad es, simplemente, el orden aceptado por consenso. El espacio y el tiempo pueden cambiar su forma y extensión de manera aleatoria y no controlable e, independientemente de lo que experimentemos mentalmente, el tiempo no existe, ni existe pasado ni presente ni futuro. Lo cual rompe la concepción evolucionista del paradigma mecanicista y el ideal de la ciencia como una representación objetiva del mundo “exterior”. La realidad parece haberse derrumbado para ser reemplazada por algo tan extraño y revolucionario que sus consecuencias aún no han sido completamente encaradas, no sólo por el público en 14 JOSÉ RAMÓN ORTIZ general sino por los mismos científicos protagonistas de esta revolución. Para describir y explicar la realidad bajo el influjo mecanicista, el positivismo recurre a la representación formal de dicha realidad. Si la realidad es racional, sujeta a reglas, a leyes naturales invariables, entonces un sistema formal podría atrapar el mecanismo del universo. De esta forma el ideal positivista requería una teoría de la verdad que identificara el sistema formal con el mundo. Necesitaba establecer la correspondencia entre el mundo físico de los objetos materiales y el modelo formal de signos y símbolos. Debía construir un puente entre la consistencia del sistema formal y la supuesta coherencia de la realidad. Así, los positivistas lógicos del Círculo de Viena hacen a la teoría de la verificación la base de su filosofía: “El sentido o significación de una proposición es el método de su verificación”. Es decir, debemos establecer por qué métodos intersubjetivos las proporciones significativas (aquellas proposiciones con contenido empírico) podrían ser verificables. Es por ello que las filosofías empiristas de la ciencia, desde los empiristas lógicos hasta el inductivismo lógico de Carnap y el falsacionismo de Popper, tratan de ratificar este ideal positivista que evolucionó del crudo inductivismo a realzar la necesidad lógica del mecanismo, el lenguaje formal que impone la dualidad de la verdad en el sistema y que induce la dualidad en la naturaleza, demarcando lo que es y lo que no es, lo verdadero y lo falso. Después de observar muchos gatos de color pardo durante la noche podemos concluir que “Durante la noche todos los gatos son pardos”. Esto quiere significar que debe haber alguna 15 LA LÓGICA DEL CAOS necesidad lógica en la naturaleza para que de noche todos los gatos sean pardos. Lo cual nos garantizaría una ley universal: “De noche todos los gatos son pardos”. Y a partir de ella podríamos predecir que el gato que se cruzará mañana en la noche en nuestro camino va a ser indudablemente de color pardo. Pero cómo justificar racionalmente esta garantía inductiva, cómo podemos pasar de lo finito, de la observación de un número n de gatos nocturnos, a una ley que sintetiza la propiedad que tienen los gatos de hacerse pardos durante la noche. Esta ley nos acota la experiencia y cierra la posibilidad de la aparición, en cualquier noche futura, de un gato azul o amarillo. ¿Cómo garantizar este paso al infinito? ¿Cómo pasar de una observación parcial a una conclusión total? Rudolph Carnap pretende romper la dicotomía verdadero-falso, tratando de unir los dos extremos con un continuo, construyendo una lógica inductiva basada en el cálculo de probabilidades. Si no podemos estar en un ciento por ciento seguros de la verdad, al menos podemos aproximarnos a la verdad; así lo verdadero daba paso a los probablemente verdadero. A mayor número de observaciones del fenómeno, bajo la mayor variedad de condiciones, mayor probabilidad de verdad de la generalización inductiva. De esta manera, la verdad se presentaba como una operación límite en la realidad. Verificar da paso a confirmar o corroborar: confirmar es mostrar una o más observaciones que harían crecer o decrecer la probabilidad de verdad o falsedad de una proposición universal pero sin establecer definitivamente su verdad o falsedad. Cuando mayor sea el número de gatos pardos que observemos durante diferentes noches, en diferentes sitios del planeta, bajo diferentes condiciones atmosféricas, 16 JOSÉ RAMÓN ORTIZ etc., mayor será la probabilidad de que “durante la noche todos los gatos sean pardos”. La concepción probabilística, y en última instancia la lógica inductiva de Carnap. sucumben ante el hecho que "lo que probablemente ocurrirá" no es una aproximación (continua) de lo que ocurrirá con certeza. Es decir, la predicción probabilística no se aproxima a una predicción veritativa; los dos métodos son divergentes y de ninguna manera convergen. Por su parte, la escuela de Popper transforma la teoría de verificabilidad en una teoría de refutabilidad, evitando así el problema de justificar la inducción. No podemos realizar un número infinito de experimentos para verificar una ley universal, pero sí podemos refutar una ley universal a partir de una proposición sobre un particular. Supongamos nuestra proposición universal: "De noche todos los gatos son pardos" y consideremos la proposición: "Un gato que no era pardo, fue observado en el lugar X, durante la noche". Entonces lógicamente podemos concluir que nuestra proposición universal era falsa: "De noche no todos los gatos son pardos". Así el ideal positivista lleva a Popper a construir un modelo hipotético deductivo de la ciencia, una ciencia de la ciencia, donde las teorías son construidas como conjeturas especulativas para resolver problemas. Donde las hipótesis se van corroborando o refutando de acuerdo a su correspondencia con los hechos, a su continuo contraste a través del experimento. Esta correspondencia con los hechos, este contraste de la teoría con la realidad, esta depuración de las teorías científicas al ser contrastadas con los hechos garantiza, según Popper, el progreso de la ciencia hacia la verdad. 17 LA LÓGICA DEL CAOS De acuerdo con la teoría de verdad por correspondencia, una proposición es verdadera si y sólo si se "corresponde” con los hechos. Por ejemplo, la proposición "Ese gato es pardo”, es verdadera si el gato a que se hace referencia es de color pardo. Cualquier teoría de verdad involucra mucho más que esto pero esta propiedad de correspondencia con lo hechos debe ser satisfecha por cualquier definición de "verdad". Esta relación o correspondencia a la manera tarskiana (Tarski, 1956), es válida cuando comparamos lenguajes formales; no tiene el mismo sentido cuando relacionamos una proposición con un objeto material o con un fenómeno natural. Además, la teoría de verdad de Tarski presupone un isomorfismo entre dos totalidades bien definidas: el lenguaje y el mundo. Las proposiciones pueden ser comparadas con proposiciones pero no realidad inexpresable. El problema principal de la verdad es que ésta es creación humana, el mundo no es falso ni verdadero, el mundo es. Como señalara T. Hobbes en el Leviatán a mitad del siglo XVIII: "Porque verdad y falsedad son atributos del lenguaje cosas. Y donde no hay lenguaje no hay tampoco verdad ni falsedad". La lógica no dice nada de la verdad, tan sólo estudia el buen tráfago de la verdad por los canales deductivo. Un sistema formal es un juego simbólico con reglas explícitas que evitan toda ambigüedad, donde a partir de un conjunto de proposiciones que constituyen los axiomas del sistema, se derivan teoremas de acuerdo a reglas fijas de deducción. Esta orientación formalista también es decisiva en la fundamentación de la matemática a la de la matemática y, así vemos que B. Russell pretende reducir la matemática a la lógica, a un lenguaje formal puro, y Hilbert 18 JOSÉ RAMÓN ORTIZ (Heijenoot, 1977) construye una metamatemática como una sintaxis del lenguaje matemático. Este programa formalista, basado en la construcción de lenguajes formales para describir e interpretar la estructura de las teorías científicas y matemáticas, ha producido resultados con consecuencias impresionantes desde el punto de vista limitativo. Así, el ideal de completitud del formalismo en función de la coherencia interna del sistema, es decir, de su consistencia, fue socavado por Kurt Gödel (Gödel, 1981) en 1931. Una teoría axiomática formal es consistente si está exenta de la posibilidad de que alguna proposición p junto con su negación no-p sean deducibles como teoremas, es decir, probadas a partir de los axiomas y por medio de las reglas de inferencia explícitamente postuladas por la teoría. Esto impide la producción de contradicciones dentro del sistema. El teorema de incompletidud de Gödel prueba que en un sistema formal consistente (que incluya la aritmética) existen proposiciones que no son ni verdaderas ni falsas, es decir, el sistema formal produce teoremas que no pueden ser probados en el sistema (una proposición tal, que ni ella ni su negación pueden ser probadas en el sistema). Como consecuencia de este teorema tenemos la imposibilidad de construir una teoría axiomática completa del conjunto de toda la Matemática. La prueba de Gödel utiliza la capacidad recursiva de todo lenguaje, la propiedad de auto-referencia, la propiedad que tiene todo lenguaje de hablar de sí mismo, de hablar del habla. Esta propiedad de autoreferencia inherente a todo lenguaje, y cuyas consecuencias explota Gödel en su prueba, es también la causa de la mayoría de las paradojas, desde la antigua paradoja de 19 LA LÓGICA DEL CAOS Epiménides conocida como la paradoja del mentiroso: "Epiménides el cretense dijo: Todos los cretenses son mentirosos”. Hasta las paradojas de Cantor y Russell surgidas de la teoría axiomática de conjuntos-, la de éste último popularizada por el barbero de un pueblo que solo afeitaba a los habitantes del pueblo que no se afeitaban a si mismos. Entonces ¿Quién afeitaba al barbero? O más crudamente: "Esta proposición es falsa Si la proposición es verdadera, ésta es falsa, y si es falsa la proposición es verdadera. En general cuando estas paradojas son interpretadas apropiadamente en un sistema orinal consiste, siempre producen resultados de incompletitud, es decir, resultados limitativos que nos indican que el lenguaje formal es incapaz de hacer ciertas cosas, tales como probar todas sus proposiciones verdaderas o formular su propia semántica su propia interpretación, es decir, no puede construir proposiciones que cuestionen su propia verdad, sin caer en inconsistencias. Utilizando argumentos parecidos, Alfred Tarski demostró en 1931 lo cual sirve para resumir todo lo dicho anteriormente, que dentro de un sistema formal no podemos demostrar la verdad de dicho sistema formal, es decir, que no podemos construir un lenguaje universal de la ciencia que sea completo, y si lo hacemos completo introducimos paradojas. De acuerdo con Tarski, si un lenguaje es semánticamente cerrado, entonces es contradictorio. Es decir, ningún lenguaje (formal) consistente puede contener, dentro de si mismo, los medios para hablar acerca de la verdad o el sentido (significado) de sus propias expresiones. Si queremos definir verdad para un lenguaje formal, que llamaremos lenguaje objeto, debemos formular esta definición en otro lenguaje, que llamaremos 20 JOSÉ RAMÓN ORTIZ meta-lenguaje. El metalenguaje es más rico, desde el punto de vista lógico, que el lenguaje objeto. En este metalenguaje podemos hablar acerca del primer lenguaje, el lenguaje objeto, al cual queremos darle una definición de verdad. Cuando el lenguaje objeto y el metalenguaje son idénticos-tal es el caso de los lenguajes naturales— entonces tenemos un lenguaje semánticamente cerrado. En estos lenguajes, semánticamente cerrados, aparecen las paradojas, ya que en ellos es siempre posible reproducir la paradoja del mentiroso de Epiménides. De acuerdo con esto, y siguiendo el argumento de Tarski, para evitar las paradojas semánticas debemos hacer énfasis en que nuestro lenguaje natural, español, debe ser considerado en realidad como una cadena de lenguajes: español 1, español 2, español 3,... Esto quiere decir que en español 1 podemos hablar de gatos y perros y muchas cosas más, pero no podemos hablar del español 1. Para hablar acerca del español 1 necesitamos el español 2, que puede hablar de todas las cosas que hablaba el español 1, y además sobre el lenguaje español 1. De la misma forma, el lenguaje español 3 puede hablar de todas las cosas que hablaba el español 2 y además sobre el lenguaje español 2 y, así sucesivamente. Según este esquema, el español n + 1 es el metalenguaje del español n. Por ejemplo la siguiente oración en español: "Designación en español, designa en español designación en español" puede ser reescrita (evitando la paradoja) de acuerdo con nuestro esquema anterior de la siguiente manera: "Designación en español 1, designa en español 2 designación en español I". 21 LA LÓGICA DEL CAOS Tarski recomendaba esta distinción de los lenguajes para evitar las paradojas semánticas, aunque es interesante señalar que esta distinción puede ser derivada de la teoría de tipos de Russell. De esta forma, la ciencia como una tentativa de representación del mundo real por medio de un sistema formal, es limitada. El descubrimiento y la adquisición de los conocimientos científicos es un proceso ' 'cuántico" de ruptura/que abre el sistema y lo reestructura nuevamente de acuerdo a un nuevo sistema formal cerrado. La ambición de todo dogma sobre la ciencia es llevar la bandera del último descubrimiento, de la última revolución, ya que los sistemas formales permanecen cerrados mientras no pretendamos representar con ellos nada que no esté contenido apriorísticamente en su totalidad. El formalismo que busca la coherencia interna del sistema a través de la consistencia no quiere dejar cabos sueltos y debe hacerse estructura cerrada (completa); pretende la verdad y no acepta ambigüedades, pero cuando le pedimos a ese sistema formal que nos permita su estructura para descubrir los vínculos del mundo real que pretende describir, cuando buscamos la correspondencia, la interpretación, encontramos cosas ambiguas que alteran su coherencia interna. Estas ambigüedades producidas por el formalismo del lenguaje sólo quiere advertirnos, manera de paradojas, que estamos tratando de interpretar lo parcial con pretensiones de totalidad. Así Max Born nos previene, que el principio de incertidumbre de Heisenberg (Bronowki, 1981, pág. 116) es el resultado de forzar el simbolismo que representa al electrón, por medio de la posición y el momento, más allá de lo posible. De esta forma, la imposibilidad de 22 JOSÉ RAMÓN ORTIZ medir el momento y la posición del electrón al mismo tiempo, es una falla de nuestro sistema formal de representación, el cual hace a partición teórica de la "totalidad real" del electrón, en función de su posición y su momento. Si fuera posible representar la totalidad del universo por medio de un sistema formal, podríamos construir una máquina para producir todas las proposiciones verdaderas acerca del universo y, paradójicamente, nada nuevo podría ser descubierto. Además, de acuerdo con un resultado de Turing (Bolter, 1984) quien al estudiar mecánicamente los sistemas formales demostró que cualquier máquina (computador), que podamos concebir se comporta como un sistema formal, y ya vimos que según el teorema de incompletitud de Gödel, no se puede construir un sistema formal para producir toda la matemática, mucho menos toda la realidad y por lo tanto la máquina o cualquier mecanismo sólo podrá procesar algorítmicamente lo parcial. Un sistema formal sólo puede modelar o representar la parte deductiva y mecanizable de la realidad. Volviendo a Wittgenstein, el lenguaje limita cualquier representación total del universo, es decir, el intelecto tiene limitaciones. el mecanicismo es la concepción del mundo como un mecanismo y su interés es el funcionamiento de este mecanismo con el fin de controlar la naturaleza. El lenguaje científico de corte mecanicista es una especie de red que le arrojamos al mundo para atraparlo; un cuadriculado de parámetros que aproxima la realidad racional por medio de una unidad de medida básica, que pretende homogenizar y ordenar el caos. A pesar de que no podamos encerrar la realidad en el lenguaje sí podemos utilizar el lenguaje para soslayar pequeñas vistas. Si un lenguaje nos sirve para describir un trozo de la realidad, 23 LA LÓGICA DEL CAOS entonces la estructura de ese lenguaje nos sirve para conocer algo de esa parte de la realidad. De la misma forma que los sistemas formales sólo pueden representar parcialmente el mundo, también nuestra percepción humana es parcial, ya que sólo podemos percibir con nuestro sentidos una porción finita de la totalidad del universo. En términos de William Blake, nuestras puertas de la percepción nos acotan los horizontes: Si las puertas de la percepción fueran depuradas todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito. (Blake, 1961) Los conceptos científicos no pueden ser permanentes ya que éstos son apenas la representación parcial de los fenómenos naturales. Cuando la ciencia aisla un fenómeno natural para investigarlo, toma una parte de la totalidad de la naturaleza, es decir, hace una partición de esa totalidad en dos conjuntos disjuntos; en uno colocamos todos los hechos relevantes al fenómeno en estudio y dejamos en el otro (complemento del primero, con respecto a la totalidad supuesta como real) el resto de los hechos considerados como irrelevantes. De esta forma, al construir el modelo teórico que representa el fenómeno en cuestión, por medio de un sistema cerrado, estamos desechando de la teoría las posibles conexiones de la parte con la totalidad, las posibles aberturas que tarde o temprano van a hacer sucumbir nuestro sistema formal cerrado, porque el todo siempre es más que la suma de sus partes. 24 JOSÉ RAMÓN ORTIZ La física moderna ha puesto de manifiesto la interconexión de diferentes sistemas físicos separados en el espacio. Esta idea de interconexión total del universo fue preconizada por el físico E. Mach (1960) quien estableció, en lo que hoy se conoce como principio de Mach, que las propiedades inerciales de la materia terrestre, están determinadas por la masa total del universo que lo rodea. Más recientemente se ha demostrado que cuando dos partículas subatómicas interactúan saliendo disparadas en direcciones contrarias, la interferencia de una afecta la otra, independientemente de la distancia que las separa. Todo esto conlleva a una nueva noción de totalidad, una totalidad completamente interconectada, lo cual niega la clásica idea mecanicista del análisis del universo en función de sus partes interdependientes. Por lo tanto, la totalidad es necesaria para el estudio de las partes, así como las partes son importantes para el estudio de la totalidad. Cada vez que aumentamos el conjunto de los hechos relevantes para el fenómeno, es decir, cuando tratamos de abarcar un trozo más de la totalidad del universo, debemos abrir nuestro sistema y reestructurar nuestra representación y, quizás sea ésta la única noción de progreso que podamos concebir. De tal forma vemos que ni la experiencia adquirida por medio de nuestros sentidos ni el poder de nuestro intelecto, son suficientes para alcanzar la verdad. Esto relativiza la verdad y el conocimiento, pero permite la concepción del mundo en su continúo devenir y, el valor de la explicación científica, al ser relativa, no justifica ningún dogmatismo. Esto no le resta importancia a la ciencia como estrategia, pero sí limita su alcance y nos hace más suspicaces, como señalara Aldous Huxiey en 25 LA LÓGICA DEL CAOS LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN : “El razonamiento sistemático es algo que tal vez no podemos prescindir ni como especie ni como individuos. Pero tampoco podemos prescindir, si hemos de permanecer sanos, de la percepción directa, cuanto menos sistemática mejor de los mundos interior y exterior en los que hemos nacido” (Huxley, 1976, pág. 75). 26 JOSÉ RAMÓN ORTIZ LA EMERGENCIA DEL PARADIGMA RELATIVISTA-CUÁNTICO “En esta etapa lo que corresponde es simplemente admitir que el mecanismo no es una solución al problema del universo, sino una estrategia” J. BRONOWSKY EL paradigma de la ciencia mecanicista influyó determinantemente en la concepción filosófica de la ciencia y del conocimiento científico, al tender hacia una filosofía de la ciencia mecanicista, es decir, una ciencia de la ciencia, que utilizaba el mismo método científico para elucidar las preguntas concernientes a la validez de las teorías científicas y a la justificación formal de todo conocimiento significativo. Así observamos que Francis Bacon a principios del siglo XVII trató de organizar y articular el método de la ciencia, sistematizando las mismas bases inductivas del método científico, por lo cual es considerado como el primer positivista moderno. En el siglo XIX el influjo mecanicista y el ideal positivista quedan plasmados en el escuela positivista que funda Augusto 27 LA LÓGICA DEL CAOS Comte, bajo la influencia de la obra de Bacon y el empirismo británico. El positivismo sostiene que la ciencia es la única fuente de conocimiento y el método científico el único medio para lograrlo. La metafísica queda relegada como un juego especulativo y vacío de conocimiento. Todo esto desemboca, a principios del siglo XX, en el positivismo o empirismo lógico que se centra en el Círculo de Viena alrededor de la figura de Moritz Schilck. El positivismo considera como objeto de la filosofía, la clasificación lógica del pensamiento; en cierta forma se busca la justificación mecanicista del conocimiento racional. Ante la emergencia del paradigma relativista-cuántico los filosófos de la ciencia del siglo XX no escapan a su influjo. Cualquier "metodología racional" acerca de la ciencia, cualquier filosofía de la ciencia tratada metodológicamente como una teoría sobre las teorías científicas, falla su objetivo en dos direcciones contrapuestas, como pusiera de manifiesto Bachelard (1978). Si estrechamos las normas, las reglas que rigen nuestra racionalización, llegamos con suerte a una sistematización formal, a una matematización del lenguaje que no puede escapar a las limitaciones formales de todo lenguaje que pretende representar o modelar el fenómeno natural, nos alejamos de la realidad supuesta y caemos en una concepción de la ciencia como instrumento, en la visión de la ciencia como una máquina formal, a una realidad convencional que nos lleva bruces al idealismo conceptual. Por otro lado, si debilitamos las normas de nuestra racionalización y dejamos que la experiencia, la observación del fenómeno natural modele nuestras teorías, perdemos el control 28 JOSÉ RAMÓN ORTIZ formal sobre el fenómeno y creamos una teoría parcial de la experiencia, de esa realidad percibida por nuestros sentidos y, así las reglas de nuestra racionalidad se van sustituyendo por la utilidad de la racionalización y tendemos a caer en un irracionalismo pragmático. Las corrientes filosóficas de corte historicista que irrumpieron en la década de los sesenta, representadas principalmente por Kuhn y Feyerabend, destacan la dificultad de congeniar la "descripción" del método científico, según los hechos de la ¡historia de la ciencia, con la reconstrucción lógica, "normativa", impuesta por la misma metodología científica. Así encontramos que Kuhn señala: "Ningún proceso histórico descubierto hasta ahora por el estudio histórico del desarrollo científico se parece en nada al estereotipo metodológico de la demostración de falsedad, por medio de la comparación directa con la naturaleza" (Kuhn, 1962, pág 77). Y Feyerabend va más allá, cuestionando no sólo una metodología particular (como hace Jun en la cita precedente con el falsacionismo popperiano), sino cualquier metodología: "La idea de un método científico que contenga principios científicos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos, entra en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. En ese momento nos encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea ni por firmemente basada en la epistemología que venga, que no sea infringida en una ocasión o en otra. Llega a ser evidente que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que no son el resultado de un conocimiento insuficiente o de una falta de atención que pudieran haberse evitado. Por el contrario, vemos que son necesarias para el progreso". (Feyerabend, 1975, pág. 15). 29 LA LÓGICA DEL CAOS De esta forma Feyerabend cuestiona el mismo paradigma científico como tal, es decir, cuestiona el programa propuesto por Kant y de tanta influencia en la filosofía de occidente, esto es: la suposición de que la matemática y la ciencia constituyen nuestro conocimiento y que la tarea de la teoría del conocimiento es examinar ambas y explicar su estatus cognoscitivo. Aun Lakatos, quien construye una de la mejores metodologías normativas de la ciencia, representada por sus programa de investigación, tiene que admitir: "También mi metodología (y cualquier otra) puede ser falseada por la sencilla razón de que ningún conjunto de juicios humanos es completamente racional y, por tanto, ninguna reconstrucción racional puede coincidir nunca con la historia real" (Lakatos, 1978). Es decir, una de las metodologías racionales más sofisticadas demuestra que no existe tal metodología. Así, el modelo hipotético-deductivo de la ciencia de Popper y la metodología de la ciencia de los programas de investigación de Lakatos, al igual que la idea evolucionista del progreso científico, son modelos mecanicistas de la ciencia y sus respuestas dejan de ser solución en el nuevo paradigma relativista-cuántico. Kuhn, al cuestionar estos modelos con base en la historia de la ciencia, cae en el relativismo del conocimiento y en la concepción discontinua, cuántica, del desarrollo de la ciencia, estas ideas se asemejan, al menos metafóricamente, a las nuevas concepciones del paradigma relativista-cuántico. Y el irracionalismo, la anarquía epistemológica de Feyerabend sólo preconiza la búsqueda de un nuevo racionalismo no mecanicista. Por su lado Bachelard propone un racionalismo en perpetua construcción (o destrucción). 30 JOSÉ RAMÓN ORTIZ El ideal positivista, para garantizar el supuesto progreso de la ciencia, debe establecer criterios racionales y escoger entre estructuras científicas competentes, llamémoslas teorías científicas (Popper), o paradigmas (Kuhn) o programas de investigación (Lakatos). Es decir, se requiere un mecanismo racional, que decida objetivamente entre estructuras científicas competentes. Bajo esta concepción, las teorías o estructuras científicas son como una especie de espejos en los que reflejamos la estructura del mundo y pretendemos que la naturaleza se mire en él y diga; "sí esa soy yo" o al menos "se parece a mí”. Pero este mecanismo no ha sido racionalmente establecido y nadie ha demostrado que los factores subjetivos no desempeñan un papel importante en la evaluación de las estructuras científicas en competencia. La razón de recurrir a estructuras cada vez más complejas, para describir el desarrollo de la ciencia, se debe principalmente a las rupturas estructurales (revoluciones) que presenta la ciencia en su recuento histórico. Feyerabend trata de demostrar que toda continuidad histórica es quebrantada normativamente en los principales avances científicos. Esta posición le hace rechazar cualquier pretensión metodológico-normativa impuesta por un modelo continuo de desarrollo. La epistemología anarquista explora el espacio abierto por la ruptura, por la discontinuidad y acepta la proliferación de teorías en todo momento, bajo su punto de vista pluralista, tiene la ventaja de explotar la comparación de teorías con teorías y no teorías con resultados de la observación. Bachelard, por su lado, acepta también la ruptura epistemológica y trata de describir el progreso de la ciencia colocando la 31 LA LÓGICA DEL CAOS continuidad en otra parte, en el cambio de una racionalidad que evoluciona, que cambia continuamente. Para Bachelard, el fracaso de los modelos continuistas no es un fracaso del racionalismo, porque éste ha colocado la racionalización en otra vía. La pretendida armonía del universo no se puede establecer objetivamente, desestimando la armonía del ojo que la contempla. Vivimos la articulación de un nuevo paradigma, el programa de investigación que hemos denominado relativista cuántico, que apunta hacia una nueva visión del universo, como lo demuestra la física, al menos a nivel subatómico, donde la materia permanece en un estado de animación suspendida de irrealidad hasta que una medida u observación es realizada. Esta incertidumbre lleva al observador, al sujeto, dentro de la teoría rompiendo otro ideal mecanicista: la objetividad de todo mecanismo, la ciencia como un proceso sin sujeto. Francés Yates señala que: "el mago se diferencia del científico en que quiere atraer el mundo hacia su interior mientras que el científico persigue lo contrario, exteriorizarlo e impresionarlo, separando al sujeto de la totalidad". (Yates, 1983, pág. 514) Para el mecanicismo la objetividad es establecida por la máquina; si una máquina puede establecer que dos cosas son diferentes, entonces las dos cosas se pueden diferenciar objetivamente (son diferentes). De esta forma la noción de objetividad recurre al mecanismo como juez y jurado y, el sujeto se lava las manos. Sin embargo, en el nuevo paradigma relativista-cuántico, dos observadores situados en sistemas diferentes, moviéndose uno con respecto al otro, perciben el mundo en formas diferentes, así el observador, el sujeto, interfiere en la realidad 32 JOSÉ RAMÓN ORTIZ física. El científico espectador se hace partícipe del sistema en estudio. Más aún, de acuerdo con la teoría cuántica, la mente del observador es un elemento necesario en la descripción de un evento físico. La concepción mecanicista del universo elimina la voluntad del hombre y la vida. Siguiendo el dualismo cartesiano de cuerpo y mente, materia y conciencia, el reduccionismo positivista iguala el organismo con un mero mecanismo. La biología se reduce a la física. Un ejemplo típico del mecanismo es separar la mente del cuerpo y estudiar el cerebro a través de un modelo mecánico que equivale a una máquina de Turing, el modelo teórico de cualquier computador digital. De esta forma, hacemos a la mente objeto, aislamos el cerebro como fenómeno, dejando al resto del ser humano como irrelevante. Aquí se presenta el problema tradicional de la relación entre cerebro y mente, entre un lenguaje que incluye términos como “neurona”, “circuitos” y otro que utiliza conceptos intencionales como “significado” y “creencia”. Algunos científicos consideran que no existe traducción posible entre estos dos universos de discurso; pero otros aceptan la posición reduccionista, que considera que al mejorar nuestros instrumentos para estudiar el conocimiento neurofisiológico, podremos reducir los estados mentales a estados cerebrales, es decir, podremos describir la mente a partir de una decodificación de las inscripciones nerviosas del cerebro. Para comprender esta relación entre mente como concepto y cerebro como objeto se han desarrollado dos metodologías diferentes, una holista, de arriba hacia abajo, que considera el análisis 33 LA LÓGICA DEL CAOS y la experimentación de la persona como un todo y, otra reduccionista, de abajo hacia arriba, que intenta explicar el todo a partir de sus elementos constituyentes. Se puede partir de la mente y trabajar hacia abajo para llegar, a través del análisis, a explicar los constituyentes. Se puede partir de la mente y trabajar hacia abajo para llegar, a través del análisis, a explicar los constituyentes o se puede comenzar con los elementos del cerebro y trabajar hacia arriba, hasta llegar a la mente. De cualquier forma ambas estrategias pretenden comprender la relación entre el cerebro y la mente. Sin embargo, debemos ser cuidadosos ya que no podemos considerar en forma concluyente que la ciencia y la mente sean objetos, sin aclarar qué tipo de objetos son, de la misma forma que un electrón como objeto, en su realidad total es más que una representación en función de su posición y su momento. En la realidad el cerebro no está desconectado del resto del cuerpo; cada nervio está relacionado con determinado músculo o determinado receptor. El ser humano como una totalidad es más que un cerebro aislado cuyo funcionamiento parcial puede equivaler a una máquina digital. Aún si nuestro “software” y “hardvare” fueran comprensibles, no lo sería la relación entre ellos. En estos términos lo más que podemos decir es que un ser humano es un autómata consciente. Y con el afán de objetividad racional, el ideal positivista y mecanicista quisiera que fuera la parte mecánica, la imagen racional de la naturaleza representada por la máquina, el centro decisorio, dejando la parte consciente como irrelevante y subjetiva. Pero, es precisamente la conciencia el extra que posee el hombre sobre la máquina y, la imaginación, ese sortilegio de la conciencia, el gran consuelo del escéptico. Ante la falta de bases racionales fijas que garanticen la objetividad, 34 JOSÉ RAMÓN ORTIZ cobra relevancia la importancia del compromiso científico, no con la razón sino, como quisiera Brian Easlea, con la construcción de un mundo bello, porque la razón debe servir al mundo y no esclavizarlo, en palabras de Hume: “La razón es, y sólo debe ser la esclava de las pasiones y nunca podrá pretender ningún otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. Debemos rehacer la objetividad, la racionalidad en función de las limitaciones; no podemos justificar la verdad, debemos reconocer las limitaciones de toda construcción humana. Como apunta Bronowski; “En esta etapa lo que corresponde es, simplemente, admitir que el mecanicismo no es una solución al problema del universo sino una estrategia” (Bronowski. 1981, p- 100). La opción para el hombre no está entre la lógica y el mito, entre el algoritmo y la metáfora, entre la ciencia y la metafísica sino entre una mitología objetiva, que excluye la participación del sujeto y una mitología subjetiva, que incluye la participación del sujeto en toda estrategia que pretende conocer el universo. El conocimiento humano no crece continua y acumulativamente; la máquina nunca podrá decidir por nosotros, el hombre debe escoger el futuro que desea y esta elección no es un compromiso completamente irracional, simplemente porque no se ciña a unas normas formalmente demostrables. No por eso hacemos más explícito el caos. La naturaleza humana no es determinista y como señalara Hegel: “Cuando más sólido, bien definido y espléndido es el edificio erigido por el entendimiento, más imperioso es el deseo de la vida por escapar de él hacia la libertad” (Feyerabend, 1975, pág. 32). 35 LA LÓGICA DEL CAOS El ser humano, el hacedor de la ciencia, no es una máquina racional y siempre podrá, como el hombre del subterráneo de Dostoiveski, decir que: “dos y dos no son cuatro sin mi voluntad, escupiré el pan de la prosperidad y defecaré sobre el libro de la felicidad y, si alguien me dice que el caos y la oscuridad y la maldición del único animal que sabe insultar, puede ser tabulados a fin de ser remediados, entonces me volveré así el dos y dos son cuatro”. Así como el hombre del subterráneo invoca la irracionalidad para luchar contra un supuesto orden nacional, que oprime su voluntad, Winston, el protagonista de la novela 1984 de George Orwell, implora a la racionalidad para defenderse del irracionalismo totalitario de Big Brother, cuando anota en su diario: “La libertad es la libertad de decir que dos más dos son cuatro” (Orwell, 1981, pág. 200). Lo que el hombre requiere vitalmente es una voluntad independiente, sin importar su costo o a donde lo conduzca esta independencia. El hombre ha dejado de ser “natural”, su voluntad no se ciñe a ninguna ley natural, el hombre posee la capacidad de decir no a cualquier imposición que atente contra su voluntad. Paradójicamente, son las limitaciones del ser humano para explorar la totalidad, las que rompen la identidad entre lo real y lo racional, abriendo un espacio infinito para la capacidad creativa de la imaginación del hombre. Porque sólo la imaginación, esa razón que a mi sinrazón se hace, parece poseer el secreto del infinito, la capacidad de saltar más alto que cualquier metodología racional y hacer racional lo irracional. Es la imaginación, esa capacidad no mecanizable del 36 JOSÉ RAMÓN ORTIZ ser humano, la clave, la llave que abre los sistemas formales para volverlos a cerrar. Todo lo que podemos decir para ser consecuentes con Wittgenstein y no decir más de los que podemos, es que los límites del hombre son los límites de su imaginación. 37