Nº 31, julio de 2014 Actualidad profesional La mediación: un camino para la solución del conflicto intersubjetivo En todo caso, la primera crítica que merece esta regulación viene inevitablemente determinada por el contenido de la formación del mediador, que la ley fundamenta en la básica posesión de título universitario oficial o de formación profesional superior. Deja así abierta la puerta, a cualquier “titulado oficial” de cualquier profesión o especialidad, que previa realización de “uno o varios cursos”, se aventure en la ardua tarea de solucionar conflictos, aunque sea como mediador decantado por cursillos. Juan Carlos Rodríguez Maseda Abogado Socio de Dictum Abogados L a deriva de nuestro legislador, inherente a la motorización legislativa a la que nos somete, pretende aportar una nueva vía para la solución de los conflictos intersubjetivos, civiles o mercantiles ¿Una nueva vía? Si acudimos a las fuentes, comprobaremos que la tradición autocompositiva en nuestro Ordenamiento jurídico y nuestra práctica profesional, han establecido una constante que ha permitido, siempre con la intervención y dirección de juristas, la resolución, sin injerencia judicial, de innumerables conflictos. Por ello, no podemos ver en la mediación una institución nueva, ni tampoco ajena. Al contrario, y más allá de las profundas críticas que merece su regulación positiva en el ámbito civil y mercantil –articulada fundamentalmente en la Ley 5/2012–, debemos y podemos utilizarla como un camino más de solución de conflictos intersubjetivos, que nos va a conceder algunas ventajas. La crítica se vuelve extrema y necesariamente radical cuando, buceando en la norma, abordamos el contenido del Título que regula la ejecución de los acuerdos alcanzados en el procedimiento de mediación. En él se establece que, para llevar a cabo la elevación a escritura pública del acuerdo de mediación, el notario verificará el cumplimiento de los requisitos exigidos “en esta Ley” y que su contenido “no es contrario a Derecho” (art 25.2 Ley 5/2012): ¿Qué su contenido no es contrario a Derecho, a estas alturas? Con tal exigencia se viene a reconocer, de forma implícita, el problema estructural derivado de la propia concepción del mediador en el ámbito jurídico y la deficiente o insuficiente formación que se le exige. Efectivamente, entendemos que un mediador, en un conflicto intersubjetivo dado, no puede ser un maniquí que simplemente haga gala de un intenso autodominio personal, grandes dotes de inteligencia emocional y refinadas técnicas propias de un tratamiento psicológico. El mediador debe ser un jurista. Un profesional del Derecho, en ejercicio, que sea capaz de alcanzar un acuerdo en el seno de un procedimiento de mediación y, a la vez, evitar que el acuerdo pueda resultar ilegal o que verse sobre materias expresamente excluidas del ámbito de aplicación de la Ley de Mediación (art. 2 Ley 5/2012). www.dictumabogados.com Nº 31, julio de 2014 Ciertamente, que si el lector está conforme con esta argumentación, elegirá, en el mercado de la mediación, a las instituciones que ofrezcan profesionales del Derecho para la prestación de este servicio, altamente especializado y con implicaciones jurídicas de tal calado que no puede quedar en manos de advenedizos, avezados en aprovechar la desorientación de nuestro débil legislador. En todo caso, convendrán conmigo que será el mercado –que siempre decanta los mejores– el encargado de depurar esta omisión deliberada y nada inocente. Cuando un profesional del Derecho prepara una mediación o recomienda a su cliente, previa valoración jurídica del conflicto –como puede hacerlo el propio órgano jurisdiccional– la conveniencia de acudir a esta vía de solución, el análisis previo y eficaz es necesariamente jurídico y tiene como premisa previa la valoración de los hechos y actos con relevancia jurídica y la posibilidad de transacción. En Dictum, exploramos siempre todas las alternativas posibles para evitar la judicialización de un conflicto. Por ello, aplaudimos la creación de institutos preconcursales que nos permitan acometer con éxito refinanciaciones que permitan la continuidad de empresas y sociedades. Porque la insolvencia es un ámbito en el que la mediación puede tener un desarrollo importante en los próximos años. En los peores momentos de la crisis, empresarios y profesionales hemos padecido la actitud huidiza de las entidades financieras ante las enfermedades económicas de sus clientes, con lamentable abandono de sus obligaciones y de su condición de acreedores profesionales. Se generaban así largas negociaciones, en las que los titulares del pasivo financiero simplemente buscaban información –más aún de la que ya tenían– o el mantenimiento a ultranza de las condiciones individuales de cada entidad, obligándonos a los profesionales a crear verdaderos engendros, que llamábamos préstamos sindicados, unidos por un banco agente, absolutamente desautorizado, en el marco de una sistemática voluntad de acumulación de garantías. Si la dinámica cambia, y las entidades financieras aprehenden y aplican, con buena fe, las nuevas instituciones, la mediación puede ser una institución útil para encauzar las refinanciaciones. Así, ya sea en el marco del artículo 5 bis de la Ley Concursal, ya en negociaciones previas para la refinanciación –que en todo caso habrán de cumplir las exigencias del artículo 71 bis LC–, los principios informadores de la mediación (Título II) contribuirán al éxito de las negociaciones. Y entre ellos destaca sobremanera, el de confidencialidad (art. 9 Ley 5/2012), que afecta a todas las partes y al mediador y garantiza que los datos aportados y sus soportes no serán utilizados con otros fines, más allá de los derivados del proceso negociador, especialmente si consideramos que las partes sujetas a mediación actuarán entre sí conforme a los principios de lealtad, buena fe y respeto mutuo (art. 10 Ley 5/2012). La aplicación de estos principios debería evitar que el pasivo financiero se siente en la mesa de negociación consciente de la imposibilidad de concluir una verdadera refinanciación. Y concurriendo el mediador como jurista, especializado en Derecho de la insolvencia, instruirá a las partes sobre el cauce legal al que se someten y sobre el propósito firme de desarrollar una negociación técnicojurídica ciertamente intensa, pero también capaz de llegar a la conclusión mediante un acuerdo. Estimamos, así, que es posible acudir a la designación de un mediador en el ámbito preconcursal. El único problema, ciertamente importante, es el riesgo de que resulte designado un profesional sin suficiente formación jurídica y económica cuando el proceso negociador discurre en el marco del art. 5 bis o en momentos incluso anteriores. Otra cosa ocurre con el novedoso acuerdo extrajudicial de pagos, que establece una figura que denomina “mediador concursal”, pero que realmente no es un mediador, puesto que funciona como un componedor o gestor del conflicto al que la Ley Concursal (arts. 231 y ss.) le impone efectuar la convocatoria de las partes a una reunión para la negociación, la elaboración de un plan de pagos con propuestas de quita y espera y tomar la decisión sobre la finalización del proceso de mediación, con inicio, en su caso, del concurso consecutivo (entre otras obligaciones). Para esta figura, sí que concurre la exigencia de una mínima formación técnico-jurídica y económica, puesto que debe cumplir con las condiciones legales para ser administrador concursal. En definitiva, la mediación civil y mercantil es cosa de juristas. Cuando nos acercamos a la mediación en el ámbito de la insolvencia, el mediador debe desarrollar una intensa labor de atención a la evolución del conflicto. Y siendo fiel al principio de neutralidad, el mediador debe transmitir a las partes consignas que les recuerden el alcance y contenido del concepto de “refinanciación”, así como las graves consecuencias jurídicas que deparan los pactos que huyan de las exigencias del nuevo artículo 71 bis. Lo dicho, cosa de juristas, bien formados. www.dictumabogados.com