el nombramiento del tribunal constitucional

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EL NOMBRAMIENTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
José María Román
Director General de FUNCIVA
Hemos observado durante estos últimos tiempos –muchos meses- cómo la clase
política española ha sido incapaz de asumir sus responsabilidades en orden a renovar
el Tribunal Constitucional, contribuyendo con ello al deterioro de las instituciones, de
su prestigio y por consiguiente de la calidad democrática de nuestro país. Esto está en
vías de terminar con el nombramiento, comprometido por el actual Presidente del
Gobierno, de nuevas personas para ocupar los puestos de los que hace ya tiempo han
concluido su mandato. Pero ese arreglo no viene a solucionar lo que se ha visto como
un claro defecto de nuestro sistema. Instituciones como el Tribunal Constitucional,
creadas precisamente para garantizar el normal funcionamiento de nuestra sociedad y
el respeto a los principios básicos que hemos tenido a bien otorgarnos, no puede estar
a expensas precisamente de esos avatares que impiden que la sociedad funcione
normalmente y con garantías democráticas.
Es hora por lo tanto de buscar una solución definitiva, que dé garantías más estables y
que generen mayor confianza para la sociedad. En este orden y aprovechando los
mimbres que ya ofrece nuestro propio texto constitucional querría proponer dos
modificaciones que cambiarían sustancialmente el panorama actual y evitarían
presumiblemente la repetición de tan lamentables situaciones.
La primera propuesta es conceder a la Corona un papel más activo que traduzca en
hechos el papel que le otorga nuestra Constitución en su artículo 61: El Rey… arbitra y
modera el funcionamiento regular de las instituciones. Esta prerrogativa regia debe
tener alguna eficacia cuando se pone en riesgo el funcionamiento regular de las
instituciones y máxime si es una de las instituciones capitales. Según nuestro texto
constitucional El Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por
Fundación Ciudadanía y Valores
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el Rey (art. 159). El Rey los nombra a propuesta de diversas instancias como dice el
mismo artículo. Pues bien, se trataría de que si esas instancias que deben efectuar la
propuesta, por problemas políticos o de cualquier orden devienen incapaces de
efectuar esa presentación en un plazo determinado, pongamos que dos meses, el Rey
vendrá obligado en hacer ese nombramiento directamente, consultando con quien
estime oportuno, en el plazo de un mes y siempre que los nombrados tengan las
características que nuestra ley superior exige.
Esto permitiría, en primer lugar, que jamás haya una crisis institucional que se
prolongue en el tiempo. Que el Rey pueda ejercer en efecto su función de moderar el
normal funcionamiento de las instituciones y, en tercer lugar, que lo haga sin sustituir
ni suplir a las mismas. No sería una excepción democrática, sino un mecanismo
democrático de eficiencia y buen gobierno. En ningún momento serían sobrepasadas
las otras instituciones democráticas en su papel y responsabilidades. Simplemente se
supliría su incapacidad de ejercerlas en un momento determinado.
La segunda propuesta consiste en que esos miembros tengan carácter vitalicio, según
las condiciones que las leyes marcan de condiciones físicas y psíquicas para el
desempeño de las actividades de este tipo. El que tengan carácter vitalicio supone por
un lado una mayor independencia pues con el paso del tiempo el juez se va
desvinculando de la realidad sociopolítica en la que accede al cargo y porque al ser una
circunstancia no programada es muy difícil una renovación homogénea de muchos
puestos al mismo tiempo lo cual acentúa la imagen de imparcialidad e independencia.
También esto hace que la necesidad de intervención de la Corona sea menor, más
espaciada en el tiempo y como decimos al ser más aleatoria y menos programada
tenga, previsiblemente, menos carga política determinante en el momento en que se
ejercita.
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