15. El Quinto Mandamiento

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El Quinto Mandamiento Pregunta: ¿Qué significa el quinto Mandamiento? I. Información: a. Primero veamos lo que nos dice el Diccionario Bíblico Adventista. El 5o ordena el respeto y la sumisión a los padres, a quienes Dios ha designado como agentes para la transmisión de su voluntad revelada a las generaciones sucesivas (véase Dt. 4:9; 6:7). b. Ahora veamos algunas Citas Bíblicas. Éxodo 20:12 (Reina-­Valera 1960) 12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. Levítico 19:3 (Reina-­Valera 1960) 3 Cada uno temerá a su madre y a su padre, Éxodo 21:17 (Reina-­Valera 1960) 17 Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá. Efesios 6:1-­4 (Reina-­Valera 1960) 1 Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. 2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; 3 para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. 4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Colosenses 3:20 (Reina-­Valera 1960) 20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Proverbios 1:8 (Reina-­Valera 1960) 8 Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; Proverbios 13:1 (Reina-­Valera 1960) 1 El hijo sabio recibe el consejo del padre; Mas el burlador no escucha las reprensiones. Proverbios 15:5 (Reina-­Valera 1960) 5 El necio menosprecia el consejo de su padre; Mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Proverbios 22:6 (Reina-­Valera 1960) 6 Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Proverbios 22:15 (Reina-­Valera 1960) 15 La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él. Proverbios 29:15 (Reina-­Valera 1960) 15 La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Proverbios 19:18 (Reina-­Valera 1960) 18 Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo. Proverbios 13:24 (Reina-­Valera 1960) 24 El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige. Hebreos 12:11 (Reina-­Valera 1960) 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Mateo 22:39-­40 (Reina-­Valera 1960) 39 ...Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. c. Ahora, veamos lo que nos dice el Comentario Bíblico Adventista. Éxodo 20:12. Honra a tu padre. Habiendo abarcado con los cuatro primeros mandamientos nuestros deberes para con Dios, ahora entramos en la segunda tabla de la ley, que trata de nuestros deberes para con nuestros prójimos (Mat. 22: 34-­‐40). Puesto que antes de la edad cuando se tiene responsabilidad moral los padres son para sus hijos como los representantes de Dios (PP 316), es lógico y adecuado que nuestro primer deber que atañe al hombre se refiriera a ellos (Deut. 6: 6, 7; Efe. 6: 1-­‐3; Col. 3: 20). Otro propósito de este mandamiento es crear respeto por toda autoridad legítima. Un respeto tal comienza con el concepto que los niños tienen de sus padres. En la mente del niño esto se convierte en la base para el respeto y la obediencia que se deben a los que tienen una autoridad legítima sobre él para toda la vida, particularmente en la iglesia y en el estado (Rom. 13: 1-­‐
7; Heb. 13: 17; 1 Ped. 2: 13-­‐18). Está incluido en el espíritu de este mandamiento el pensamiento de que los que gobiernan en el hogar y fuera de él debieran conducirse de tal manera que sean siempre dignos del respeto y de la obediencia de quienes dependen de ellos (Efe. 6: 4, 9; Col.3:21; 4: 1). (Comentario Bíblico Adventista, Tomo1, Pág. 617) d. Por último, veamos lo que nos dice el Espíritu de Profecía. "Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años sobre la tierra que te ha de dar el Señor Dios tuyo." Se debe a los padres mayor grado de amor y respeto que a ninguna otra persona. Dios mismo, que les impuso la responsabilidad de guiar las almas puestas bajo su cuidado, ordenó que durante los primeros años de la vida, los padres estén en lugar de Dios respecto a sus hijos. El que desecha la legítima autoridad de sus padres, desecha la autoridad de Dios. El quinto mandamiento no sólo requiere que los hijos sean respetuosos, sumisos y obedientes a sus padres, sino que también los amen y sean tiernos con ellos, que alivien sus cuidados, que escuden su reputación, y que les ayuden y consuelen en su vejez. También encarga sean considerados con los ministros y gobernantes, y con todos aquellos en quienes Dios ha delegado autoridad. Este es, dice el apóstol, "el primer mandamiento con promesa" (Efes. 6: 2.) Para Israel, que esperaba entrar pronto en Canaán, esto significaba la promesa de que los obedientes vivirían largos años en aquella buena tierra; pero tiene un significado más amplio, pues incluye a todo el Israel de Dios, y promete la vida eterna sobre la tierra, cuando ésta sea librada de la maldición del pecado. (Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, Pág. 316) "Elí no administró su casa de acuerdo con los reglamentos que Dios dio para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio. El padre indulgente pasó por alto las faltas y los pecados de sus hijos en su niñez, lisonjeándose de que después de algún tiempo, al crecer, abandonarían sus tendencias impías. Muchos están cometiendo ahora un error semejante. Creen conocer una manera mejor de educar a sus hijos que la indicada por Dios en su Palabra, fomentan tendencias malas en ellos y se excusan diciendo: "Son demasiado jóvenes para ser castigados. Esperemos que sean mayores, y se pueda razonar con ellos". En esta forma se permite que los malos hábitos se fortalezcan hasta convertirse en una segunda naturaleza. Los niños crecen sin freno, con rasgos de carácter que serán una maldición para ellos durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en otros. No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a los niños que hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por sus padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre, y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás." (Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, Págs. 625-­‐626) "Se les ha de enseñar a los niños que sus capacidades les fueron dadas para honra y gloria de Dios. A este fin deben aprender la lección de la obediencia; porque únicamente mediante vidas de obediencia voluntaria pueden prestar a Dios el servicio que él requiere. Antes que el niño tenga suficiente edad para razonar, ya se le puede enseñar a obedecer. Debe inculcársele el hábito mediante esfuerzos amables y persistentes...Muéstrese a los niños que la verdadera reverencia se revela por la obediencia. Dios no ha ordenado nada que no sea esencial, y no hay otra manera de manifestarle reverencia tan agradable fuera de la obediencia a lo que él dijo. La madre es la reina del hogar, y los niños son sus súbditos. Ella debe gobernar sabiamente su casa, en la dignidad de su maternidad...Decid a vuestros hijos exactamente lo que requerís de ellos. Luego hacedles comprender que deben obedecer a vuestra palabra. De esta manera les estaréis enseñando a respetar los mandamientos de Dios, que declaran sencillamente: "Harás" y "No harás". Pocos padres empiezan bastante temprano a enseñar a sus hijos a obedecer. Generalmente se permite que el niño tome la delantera a sus padres en dos o tres años, al olvidarse de disciplinario, pensando que es demasiado joven para aprender a obedecer. Pero durante todo ese tiempo, el yo se está fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día la tarea de los padres para obtener el dominio se hace más difícil. Desde una edad muy temprana, los niños pueden comprender lo que se les dice con sencillez y claridad; y manejándolos con bondad y juicio se les puede enseñar a obedecer. Nunca debe permitírselas que manifiesten falta de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión. El futuro bienestar del niño requiere una disciplina bondadosa, amante, pero firme...Los padres sabios no dirán a sus hijos: "Sigue tu propia elección; ve adonde quieras, y haz lo que quieras", sino: "Escucha la instrucción del Señor". A fin de que no se eche a perder la belleza de la vida del hogar, deben hacerse y aplicarse reglas sabias en él...Los niños serán, bajo la debida disciplina, más felices, mucho más felices, que si se les permitiese hacer como se lo sugieren sus impulsos irrefrenados. Las verdaderas virtudes de un niño consisten en la modestia y la obediencia, en oídos atentos para escuchar las palabras de dirección, en pies y manos voluntarios para andar y trabajar en la senda del deber...Sobre todas las cosas, los padres deben rodear a sus hijos de una atmósfera de alegría, cortesía y amor. Los ángeles se deleitan en morar en un hogar donde vive el amor y éste se expresa tanto en las miradas y las palabras como en los actos." (Elena G. de White, Consejos Para los Maestros, Págs. 106-­‐109) "La educación comienza en el hogar. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o el mal. Son, en muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder abarcante para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar!" (Elena G. de White, Consejos para los Maestros, Pág. 83) "De la Palabra de Dios y de los testimonios de su Espíritu se ha estado difundiendo luz, de modo que ninguno necesite errar en cuanto a su deber. Dios requiere de los padres que eduquen a sus hijos para que lo conozcan y respeten sus derechos; deben educar a sus pequeños, como los miembros más jóvenes de la familia del Señor, para que adquieran belleza de carácter y disposición amable, para que sean aptos para brillar en las cortes celestiales. Al descuidar su deber y permitir que sus hijos se desarrollen en el mal, los padres cierran para ellos las puertas de la ciudad de Dios. Estos hechos deben penetrar en la comprensión de los padres; deben levantarse para reasumir la obra que han descuidado durante tanto tiempo." (Elena G. de White, Testimonios Para la Iglesia, tomo 5, Págs. 325-­‐326) "Doquiera voy, me siento apenada por el descuido de la debida disciplina del hogar y de las restricciones. Se permite que los niñitos contesten, que manifiesten falta de respeto e impertinencia, que usen un lenguaje que nunca debiera permitirse que un niño empleara para contestar a sus superiores. Los padres que permiten el empleo de un lenguaje impropio son más dignos de reproche que sus hijos. Ni una sola vez debiera tolerarse la impertinencia en un niño. Sin embargo, padres y madres, tíos y tías y abuelos se ríen cuando un niñito de un año manifiesta su ira. Su expresión imperfecta de falta de respeto, su terquedad pueril, son tomadas como algo divertido. Así se confirman los hábitos erróneos y el niño crece para convertirse en un objeto de disgusto para todos los que lo rodean." (Elena G. de White, Conducción del Niño, Págs. 270-­‐271) II. Resumen: Éxodo 20:12 (Reina-­Valera 1960) 12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. El quinto Mandamiento nos pide que honremos y respetemos a nuestros padres (Éxodo 20:12; Levítico 19:3). En el Israel de antaño, quebrantar este Mandamiento no era cosa leve. La misma Ley, dada a Moisés por Dios, condenaba a muerte a todo hijo que quebrantaba este Mandamiento: Levítico 20:9 (Reina-­Valera 1960) 9 Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá; a su padre o a su madre maldijo; su sangre será sobre él. Es interesante que el primer Mandamiento que nos dice cómo debemos amar a nuestro prójimo, después de los primeros 4 que nos dicen cómo debemos amar a Dios, es el Mandamiento que habla acerca de nuestros padres. Dios castigaba de igual manera (con la muerte) tanto al que maldijera a Dios (blasfemaba), como al que maldijera a sus padres: Levítico 24:16 (Reina-­Valera 1960) 16 Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera. Veamos esta cita del Espíritu de Profecía para tratar de entender por qué era esto así: "Se debe a los padres mayor grado de amor y respeto que a ninguna otra persona. Dios mismo, que les impuso la responsabilidad de guiar las almas puestas bajo su cuidado, ordenó que durante los primeros años de la vida, los padres estén en lugar de Dios respecto a sus hijos. El que desecha la legítima autoridad de sus padres, desecha la autoridad de Dios." (EGW, Patriarcas y Profetas, Pág. 316) Después de leer esta cita no es difícil entender por qué se castigaba de igual manera al que maldijera a Dios o a sus padres. Después de Dios, nuestros padres tienen el papel más importante en nuestra vida. Dios mismo nos pide no solo honrar y respetar a nuestros padres, sino que también nos pide amarlos obedecerlos, ser tiernos con ellos, aliviar sus cuidados, cuidar la reputación de ellos (no hablar mal de ellos), ayudarlos, consolarlos y jamás abandonarlos cuando lleguen a la vejes. Tan importante son nuestros padres, que incluso llegan a toman el lugar de Dios durante los primeros años de nuestra vida. Pero este gran privilegio que Dios da a los padres, al ponerlos en tan elevado puesto, también viene acompañado de una gran responsabilidad; si los padres desean ser honrados por sus hijos, ellos deben hacerse merecedores de esa honra. El respeto no se puede ganar por la fuerza. "Un respeto tal comienza con el concepto que los niños tienen de sus padres. En la mente del niño esto se convierte en la base para el respeto y la obediencia que se deben a los que tienen una autoridad legítima sobre él para toda la vida...Está incluido en el espíritu de este mandamiento el pensamiento de que los que gobiernan en el hogar y fuera de él debieran conducirse de tal manera que sean siempre dignos del respeto y de la obediencia de quienes dependen de ellos." (Comentario Bíblico Adventista, Tomo1, Pág. 617) No solo pide Dios a los padres crear respeto en sus hijos hacía ellos, sino también hacía Él Mismo (nuestro Padre celestial), y hacía toda autoridad legitima; ministros, ancianos, maestros, diáconos y sobre todo diaconisas que están al cuidado del orden en la iglesia. Y aunque los padres piensen que un niño pueda ser demasiado pequeño para poder aprender estas lecciones, veamos qué nos aconseja el Espíritu de Profecía: "Antes que el niño tenga suficiente edad para razonar, ya se le puede enseñar a obedecer...hacedles comprender que deben obedecer a vuestra palabra. De esta manera les estaréis enseñando a respetar los mandamientos de Dios, que declaran sencillamente: "Harás" y "No harás"...Pocos padres empiezan bastante temprano a enseñar a sus hijos a obedecer. Generalmente se permite que el niño tome la delantera a sus padres en dos o tres años, al olvidarse de disciplinarlo, pensando que es demasiado joven para aprender a obedecer. Pero durante todo ese tiempo, el yo se está fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día la tarea de los padres para obtener el dominio se hace más difícil...Nunca debe permitírselas que manifiesten falta de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión...Los niños serán, bajo la debida disciplina, más felices, mucho más felices, que si se les permitiese hacer como se lo sugieren sus impulsos irrefrenados." (EGW, Consejos Para los Maestros, Págs. 106-­‐109) "La educación comienza en el hogar...Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o el mal...Si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar!" (EGW, Consejos para los Maestros, Pág. 83) Tristemente vemos hoy día con mayor frecuencia, que no existe mucha diferencia entre los niños del Pueblo de Dios y los niños del mundo. Aun en la casa de Dios, podemos ver que ellos no se conducen con el debido respeto y reverencia ante la presencia de nuestro Señor. Pero los niños no son tan culpables de esto, como lo son sus padres como nos dice la siguiente cita: "Doquiera voy, me siento apenada por el descuido de la debida disciplina del hogar y de las restricciones. Se permite que los niñitos contesten, que manifiesten falta de respeto e impertinencia, que usen un lenguaje que nunca debiera permitirse que un niño empleara para contestar a sus superiores. Los padres que permiten el empleo de un lenguaje impropio son más dignos de reproche que sus hijos." (EGW, Conducción del Niño, Págs. 270-­‐271) Sin embargo, esto nunca debería de ser así. Todos tenemos un ejemplo a seguir; alguien que siempre honro a su Padre y a su madre, y cumplió no solo este, sino TODA la ley en su totalidad. Jesús honro y obedeció a su madre en todo momento. Él incluso complació a su madre al convertir agua en vino, en las bodas de Caná, aun cuando no había llegado el tiempo de que comenzara su ministerio aquí en la tierra. (Juan 2:1-­‐12). Nuestro Señor se preocupó, y vio por el bienestar de su madre hasta el último momento de su vida. Antes de morir, cuando colgaba de la cruz, Jesús le encomendó su madre al Apóstol Juan, para que ella no quedara sola, "Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa." (Juan 19:26-­‐27). Jesús también obedeció siempre a su Padre y lo agradó, como está escrito en Colosenses 1:19, "por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud." Aun el Padre Mismo declaró, "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia." (Mateo 3:17). Jesús agradaba y permanecía en el amor de su Padre guardando sus mandamientos, "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor." (Juan 15:10). De igual manera, siendo todos hijos de Dios, debemos obedecer y demostrarle amor a nuestro Padre celestial guardando sus mandamientos, "Si me amáis, guardad mis mandamientos." (Juan 14:15). Quebrantar uno de los Mandamientos es quebrantarlos todos, "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos." (Santiago 2:10). Pero cumplimos con todos, y no sólo con este Mandamiento, cuando el amor es la fuerza motivadora en nuestras vidas. Mateo 22:37-­40 (Reina-­Valera 1960) 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Alegrémonos todos en saber que este Mandamiento es el único que viene con una promesa, "para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da." (Éxodo 20:12). "Para Israel, que esperaba entrar pronto en Canaán, esto significaba la promesa de que los obedientes vivirían largos años en aquella buena tierra; pero tiene un significado más amplio, pues incluye a todo el Israel de Dios, y promete la vida eterna sobre la tierra, cuando ésta sea librada de la maldición del pecado." (EGW, Patriarcas y Profetas, Pág. 316) 
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