La frontera del debate de la historia, en los albores del nuevo milenio

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La frontera del debate de la historia,
en los albores del nuevo milenio
Micheline Cariño1
Una corriente relativamente amplia de historiadores consideramos que el siglo
en 1990. Su nacimiento se parece al de todo ser humano, ya que
comparte las terribles sensaciones de incertidumbre y desorientación. Pero así
como los pequeños sienten un asidero reconfortante al reconocer a su madre,
nosotros al nacer a un nuevo siglo y enfrentarnos a un nuevo milenio, nos
remitimos a la historia: aquella madre que infaliblemente resguarda nuestra
identidad y proyecta el sentido más profundo de nuestra existencia en tanto que
humanidad.
No obstante, para que la historia sea capaz de tener esta función es
indispensable que sufra una renovación que la llene del aliento vital innovador
que las sociedades le requieren. Tales transformaciones deben llevarse a cabo
desde lo más profundo de su ser hasta sus expresiones más generales.
Por ello, en tanto que manifestación de la cultura de la humanidad y área
de conocimiento básico, la historia es hoy día –y desde hace algunos añosdebatida y reconstruida por un amplio colectivo internacional de intelectuales
que participan desde 1993 en el movimiento de La Historia a Debate (HAD).
Después de años de trabajo, el coordinador y fundador de este movimiento, en
colaboración con algunos colegas, ha dado a luz el Manifiesto de este
movimiento. Dicho documento tiene por objetivo plasmar los principios
historiográficos, teóricos y metodológicos que orientan el movimiento
internacional de HAD. Para los que compartimos el nacimiento de dicho
movimiento y de su Manifiesto, resulta de suma importancia que esos
principios sean conocidos, discutidos y enriquecidos por el debate del mayor
número posible de colegas y estudiantes. Por ello se publica aquí el Manifiesto.
Previamente, nos pareció importante dar una breve reseña de lo que es y ha
XXI comenzó
––––––––––––––
1
Micheline Cariño Olvera es profesora-investigadora del Departamento de Humanidades
de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Doctora en Historia y Civilizaciones de la
École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, Francia.
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sido HAD, con la finalidad de aportar una breve visión de la historia que
sustenta al Manifiesto.
En ese sentido presentamos en este trabajo un sintético comentario de las
ponencias expuestas en los dos congresos internacionales de HAD, así como las
discusiones y propuestas planteados en ellos y en torno a ellos. Nos
interesaremos, en especial, en extraer los principales elementos que definan el
derrotero por el cual, parece, transitará en el futuro cercano el quehacer
historiográfico y el estudio de la historia.
Debido a la amplitud del tema que nos ocupa, es evidente que en el
espacio aquí dedicado sólo será posible presentar un esbozo de la cuestión. No
obstante, es importante mostrar las grandes líneas en torno a las cuales gira el
movimiento de HAD. A grandes rasgos, éstas tienen tres vertientes:
− El análisis y cuestionamiento de los paradigmas historiográficos del siglo
XX.
− Los retornos de algunos géneros tradicionales bajo un renovado enfoque.
− El surgimiento de consensos que cimentarán la estructura y el sentido de la
historia del presente siglo.
Es sobre el último punto que me parece más justificado centrar el interés
de este trabajo, no porque los demás carezcan de importancia, sino porque
además de ser el más polémico, es sobre la base de esos debates y consensos
como surgió el Manifiesto de HAD que este trabajo presenta. Sin embargo,
antes de comentar las tendencias que los más destacados historiadores del
mundo consideran tendrá la construcción histórica en el siglo XXI, nos parece
importante hacer un breve recuento del surgimiento y la evolución del
movimiento de HAD.
I. La Historia a Debate
Este movimiento debe su nacimiento a la iniciativa de un grupo de historiadores
encabezados por Carlos Barros, profesor-investigador de la Universidad de
Santiago de Compostela, en España. El Comité Científico que organizó el I
Congreso de La Historia a Debate, estaba formado por historiadores españoles,
franceses, italianos, ingleses, mexicanos, brasileños y argentinos, representantes
de las más destacadas instituciones de investigación y enseñanza superior.
Este I Congreso se celebró en julio de 1993 en el marco de las
festividades del año Jacobeo y su principal financiador fue la Xunta de Galicia.
En él fueron aceptadas más de 180 ponencias y comunicaciones de
historiadores provenientes de los cinco continentes y colaboraron 44 entidades
científicas. Hubo tres tipos de sesiones: las conferencias magistrales, las
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ponencias y las mesas redondas. Esta última modalidad, poco usual en los
congresos de tan amplia envergadura, tuvo por objeto suscitar el debate,
principal objetivo perseguido por los organizadores y asistentes.
A través de las diferentes sesiones del congreso se pretendía hacer un
balance crítico de la historiografía del siglo XX, discutir la eficacia de las
principales corrientes teóricas y metodológicas, así como cuestionarse las
razones y las formas en las que se manifestaban hacia finales del siglo XX los
retornos de géneros historiográficos considerados obsoletos.
En la convocatoria lanzada en 1992, los organizadores anunciaban ya las
razones por las cuales era indispensable someter la historia a debate:
Vivimos un momento histórico e historiográfico particularmente apasionante y
paradójico. Mientras unos anuncian el final de la historia, ésta se acelera. Mientras
la colaboración con otras ciencias sociales estimula la renovación historiográfica,
vuelven con inusitada fuerza temas y enfoques de la historia del siglo XIX. Mientras
la especialización y multiplicación de los objetos fragmenta sin cesar la disciplina
histórica, se alzan cada vez más voces en favor de la explicación y la comparación,
la síntesis y la historia global, la teoría y la epistemología de la historia. El desenlace
final dependerá no poco de la capacidad de los historiadores para optar, para
encontrar que tienen en común renovaciones historiográficas a veces dispares, para
influir sobre aquello que mueve la historia mundial hacia el futuro.
Asimismo, enunciaban los objetivos mínimos a cubrir: “delimitar
problemas, informar de alternativas, encauzar debates, conocer planteamientos
recientes, mostrar, en suma, cómo, pese a todo, la historia continúa, lucha, se
renueva”.
Sin lugar a dudas, los resultados obtenidos fueron plenamente
satisfactorios para asistentes y promotores. Se confirmó que las corrientes
historiográficas dominantes en el corto siglo XX (1914-1989) habían sido las
promovidas por las tres generaciones de Annales y aquellas suscitadas por las
diferentes acepciones del marxismo. Otras corrientes historiográficas como las
de origen estructuralista, las nacientes de la historia económica y otras un tanto
originales como la microhistoria italiana y la historia contrafactual
norteamericana, aunque con menos adeptos, fueron reconocidas como
corrientes de relativa importancia. Los métodos sobre los que más se debatió
fueron la historia comparada, la sociología y la antropología históricas.
También se formuló un consenso respecto a la necesidad de trabajar de forma
colectiva e individual en la construcción de teorías propias de la disciplina
histórica, como uno de los medios para superar la crisis paradigmática del
oficio de historiar. En las discusiones sobre el tema de los retornos
historiográficos se concluyó la falsedad de percepción en la que se había
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incurrido al considerar la vigencia de enfoques historicistas y positivistas, ya
que en términos generales el renovado interés por la biografía, por la historia
política, militar y narrativa, en la mayoría de los casos, se daba considerando
los progresos de la historia global y multideterminada, pero tomando en cuenta
la importancia del sujeto.
Los seis años que transcurrieron entre el primero y el segundo congreso
no fueron de inactividad. Por el contrario, lo que fue una iniciativa para la
celebración de un congreso multitudinario se convirtió en un movimiento que
mantuvo encendida la llama de la discusión y el debate del hacer y el quehacer
de la historia. En Santiago de Compostela se formó un seminario para tal
efecto, al cual acudieron historiadores de distintas partes del mundo que
habiendo o no asistido al I Congreso compartían las inquietudes del Comité
Científico que lo había organizado. La comunicación entre buen número de
colegas se mantuvo también. Por ello no es de extrañar que la respuesta a la
convocatoria para el II Congreso de La Historia a Debate, fuera amplia y
entusiasta.
Antecediendo a la celebración de éste en julio de 1999, el Comité
Organizador adoptó dos nuevos desafíos. Por un lado, lanzó una encuesta
internacional en la que se solicitó a la comunidad global de historiadores
respuestas sobre los temas que se debatieron en el I Congreso y que serían
debatidos en el segundo. Los resultados de esta encuesta aún no han sido
revelados pero sin lugar a dudas fungieron como un aperitivo muy motivador
para peregrinar nuevamente a Santiago. Por otra parte, inauguraron una página
electrónica de debate y análisis de los mismos temas. El uso de esta página
antes, durante y después del II Congreso se ha convertido en un foro en el que
esa comunidad se expresa activamente y comparte sus inquietudes, desafíos,
problemas y demás temas de interés colectivo. Ambas iniciativas han
enriquecido inconmensurablemente el movimiento internacional de La
Historia a Debate.
La asistencia al II Congreso fue mayor que al primero, pero éste se
desarrollo inusitadamente de manera muy diferente. La participación en las
mesas redondas fue mucho mayor. Asistieron menos personalidades del medio
historiográfico, pero hubo una más nutrida participación de todo tipo de
colegas en todas las sesiones. Respecto a los temas debatidos se perfiló un
cambio bastante significativo: la dicotomía Annales-Marxismos cedió el lugar
a una discusión en términos generales mucho más sólida desde el punto de
vista teórico y metodológico. Además, las mesas dedicadas exclusivamente a
estos temas revelaron considerables avances en la construcción de teorías y
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metodologías propias de la historia. Asimismo, los antes llamados retornos
fueron ya considerados como corrientes historiográficas hasta cierto punto
instituidas y autónomas. Finalmente, el espacio dedicado a la enseñanza de la
historia y a los problemas que presenta fue mayor que en el I Congreso y, sin
lugar a dudas, fue uno de los temas que mayor interés suscitó entre los
asistentes.
En breve, podemos afirmar que el movimiento de La Historia a Debate
es ya una referencia importante en el ámbito internacional que revela las
tendencias presentes de un gran número de historiadores. Los medios de
comunicación electrónica han hecho posible, como nunca antes lo fue, la
participación constante de colegas ubicados en los cinco continentes. Sólo ante
tal perspectiva podemos considerar que las conclusiones a las que se llegan en
los largos y acalorados debates personales y electrónicos tienen una validez
digna de ser tomada en cuenta, sin que por lo mismo éstas revistan carácter
definitorio alguno. Por el contrario, el paradigma de la historia en construcción
es actualmente, y por las condiciones antes mencionadas, más verdadero y
dinámico que lo que pudo haber sido en cualquier otra época. La historia sigue
el tiempo de la historia, el ritmo acelerado de los procesos sociales ha sido
finalmente seguido por un contingente significativo de historiadores
vanguardistas. La Historia a Debate revela así, hoy por hoy, la frontera de la
historia.
II. Esbozo de los temas y paradigmas que se perfilan para
la historia del siglo XXI
Cuando Francis Fukuyama en el verano de 1989 publicó el artículo The end of
History?, no debe haber imaginado que tal arenga lanzada a los historiadores
daría origen a más de una década de polémicas y los motivaría a realizar trabajos
capaces de demostrar la falsedad de sus propósitos. La crisis ideológica que
desencadenaron los acontecimientos del periodo 1989-1991, además de colocar
a la historia en el centro del huracán, favoreció la creación historiográfica que,
tras un breve lapso de estupor, reaccionó con un brío inusitado. Era indispensable
encontrar en el pasado, analizado bajo la mayor cantidad posible de enfoques,
elementos capaces de explicar aquellos trascendentes acontecimientos.
En la búsqueda de respuestas a innumerables interrogantes el oficio de
historiar entró en crisis, no por incapacidad, sino por la variedad de alternativas
que sugería el cuestionarse sobre la validez de éstas. Se perfiló así la necesidad
de hacer balances críticos que permitieran examinar, comparativa y
críticamente, las formas y los medios de hacer historia. Debido a que la historia
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“avanza a saltos y no por simple acumulación, según las decisiones
consensuadas en cada momento por la comunidad de historiadores”, el
resultado de ese balance sugirió la necesidad de una nueva formulación de los
criterios que deberían regir en adelante sobre la investigación y la enseñanza de
la historia.
De esta manera, se perfilará el paradigma común de los historiadores en
el siglo XXI como un conjunto de compromisos compartidos respecto a
elementos teóricos, metodológicos y normativos, creencias y valores, formado
por paradigmas parciales e integrador de una pluralidad de enfoques. Este
carácter incluyente de la noción de paradigma es, además de inevitable, el
factor que enriquecerá la creación historiográfica de este nuevo siglo, ya que la
pluralidad teórica y metodológica permitirá la convivencia y mutuo
enriquecimiento de las diferentes escuelas historiográficas y de las
historiografías nacionales.
Algunas premisas parecen perfilar lo que podrá constituir el paradigma
de la historia del siglo XXI; entre las más importantes podemos considerar las
siguientes:
− Superar las contradicciones y los fracasos del paradigma
historiográfico del siglo XX.
− Ahondar en la construcción teórica de la historia en tanto que
disciplina autónoma, pero sin omitir la importancia de la inter, pluri y
transdisciplinariedad que se requiere en su investigación y enseñanza,
tanto con las ciencias sociales como con las naturales.
− Pasar “de la determinación simple a la determinación global y
compleja, concreta y revisable de los hechos históricos”.
− Combatir la fragmentación de la historia en múltiples objetos
desconectados entre sí.
− Hacer una historia más global y transnacional, que concrete el
horizonte de la historia total.
− Crear y aplicar estrategias globales de investigación y divulgación de
los procesos históricos.
− Que los historiadores se comprometan a demostrar la utilidad crítica y
social de la historia, a través de la educación y de la divulgación.
− Relacionar la teoría de la historia con la práctica de la historia
incrementando las asignaturas de metodología, historiografía y teoría
de la historia, así como ampliando más el estrecho diálogo que existe
entre la filosofía y la historia.
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− Potenciar el debate de la historia para lograr nuevos consensos y más
amplios balances críticos de la historiografía del siglo XX, buscando
constituir el paradigma de la historiografía del siglo XXI como una
nueva síntesis.
Ni remotamente es nuestra intención comentar estos importantes elementos en el
breve tiempo que nos resta, se requerirían varias horas para lograr medianamente
explicar sus implicaciones. No obstante, el enunciarlos muestra la tendencia
general de la renovación historiográfica que estamos viviendo.
Un comentario muy general sobre estos componentes del paradigma de
la “Historia que viene”,2 nos muestra que se pretende aprender de los errores
del pasado para consolidar los principios de una nueva historia. Esta requiere
ser más científica y comprometida, características que a pesar de tener causas
distintas son indisociables.
Es indispensable que la investigación y la enseñanza de la historia se
centren en torno del sujeto (social, mental y tradicional), evitando la
fragmentación de temas, géneros y métodos, comprometiéndose a mostrar que
analizando globalmente el pasado es posible encontrar explicaciones a los
problemas del presente y respuestas a las incertidumbres del futuro. La validez
de una historia con estas características dependerá de la profundidad que se
logre en el análisis concreto de cada proceso con una base teórica sólida, mas
no rígida, y mediante el empleo de la mayor cantidad pertinente de enfoques
metodológicos. De esta manera, será posible construir una historia socialmente
útil, capaz de ofrecer explicaciones transdisciplinarias, narradas amenamente,
que permitan la comprensión global del pasado.
La disyuntiva del historiador del futuro es: o dedicar una parte del tiempo de trabajo
a conocer y producir obras de metodología, de historiografía y de teoría de la
historia, en competencia y colaboración con las disciplinas vecinas, o sucumbir
definitivamente a la marginalidad en el seno de la ciencia y de la sociedad3 Agotada
en buena medida la innovación temática, a la historia le queda la metodología y,
sobre todo, la teoría, continente persistentemente ignorado, para seguir progresando
y para cumplir con sus responsabilidades científicas y sociales.
Es tarea de la historia hoy en día, demostrar que siempre hubo futuros plurales; que
nada es seguro, que todo cambia, a veces sorprendentemente… Hay pues futuro
porque hay historia. Hay esperanza porque hay historia. Pensar históricamente el
futuro, es luego transformar el presente, empezando por impedir que se repitan los
––––––––––––––
2
Carlos Barros, “La historia que viene” en Historia a debate, t. I, España,
1995, pp. 95-117.
3
Ibíd., p. 112.
HAD,
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grandes errores del siglo XX: el fascismo que rebota en Italia, y el racismo, en
ascenso por todos lados. Se demanda un nuevo racionalismo, una nueva ilustración,
que nos permita seguir progresando, y la historia y los historiadores no podemos
permanecer al margen de esa demanda intelectual y social. El primer compromiso
del historiador preocupado por el futuro es inquietarse por su propia disciplina: es
menester volver a demostrar la utilidad crítica y social de la historia. La aldea global
que viene, sin la historia y las ciencias humanas, será el futuro de las cosas, jamás
el futuro de los hombres.4
La historia como disciplina científica no puede permitirse el lujo de renunciar a la
comprensión global del pasado. El papel de la historia en la sociedad, en la
educación, y en la investigación, es inversamente proporcional a su
desmigajamiento disciplinar. Una piedra de toque del nuevo paradigma
historiográfico será, en conclusión, su aptitud para crear y aplicar estrategias
globales de investigación, y de divulgación, de los hechos de la historia.5
Un amplio grupo de historiadores coincidimos plenamente con Carlos
Barros al desear promover una redefinición paradigmática que incorpore las
fructíferas herencias de la historiografía del siglo XX, pero que parta de
principios insoslayables para crear una “ciencia histórica con sujeto, tolerante y
con debate; innovadora y tradicional; empírica y teórica; unificada,
interdisciplinar y global; beligerante contra el futuro inhumano que dicen que
nos espera”6. Estos principios han sido formalizados en el Manifiesto de
Historia a Debate que enseguida presentamos.
––––––––––––––
4
Ibíd., pp. 110-111.
Ibíd., p. 107.
6
Ibíd., p. 117.
5
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Manifiesto Historia a Debate
Después de ocho años de contactos, reflexiones y debates, a través de
congresos, encuestas y últimamente Internet, hemos sentido la urgencia
de explicitar y actualizar nuestra posición en diálogo crítico con otras
corrientes historiográficas, asimismo desarrolladas en la última década
del siglo XX: 1) el continuismo de los años sesenta-setenta, 2) el
posmodernismo, y 3) el retorno a la vieja historia, la última “novedad”
historiográfica.
Estamos viviendo una transición histórica e historiográfica de resultados
todavía inciertos. Historia a Debate como tendencia historiográfica, quiere
contribuir a la configuración de un paradigma común y plural de los
historiadores del siglo XXI que asegure para la historia y su escritura una
nueva primavera. A tal fin hemos elaborado 18 propuestas metodológicas,
historiográficas y epistemológicas, que presentamos a los historiadores y a las
historiadoras del mundo para su debate y, en su caso, adhesión crítica y
posterior desarrollo.
METODOLOGÍA
I. Ciencia con sujeto
Ni la historia objetivista de Ranke, ni la historia subjetivista de la
posmodernidad: una ciencia con sujeto humano que descubre el pasado
conforme lo construye.
Tomar en consideración las dos subjetividades que influyen en nuestro
proceso de conocimiento, agentes históricos e historiadores, es la mejor
garantía de la objetividad de sus resultados, necesariamente relativos y
plurales, por lo tanto rigurosos.
Ha llegado la hora de que la historia ponga al día su concepto de
ciencia, abandonando el objetivismo ingenuo heredado del positivismo del
siglo XIX, sin caer en el radical subjetivismo resucitado por la corriente
posmoderna a finales del siglo XX.
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La creciente confluencia entre las “dos culturas”, científica y
humanística, facilitará en el siglo que comienza la doble redefinición de la
historia, como ciencia social y como parte de las humanidades, que
necesitamos.
II. Nueva erudición
Somos partidarios de una nueva erudición que amplíe el concepto de fuente
histórica a la documentación no estatal, a los restos no escritos de tipo material,
oral o iconográfico, a las no-fuentes: silencios, errores y lagunas que el
historiador y la historiadora ha de valorar procurando también la objetividad
en la pluralidad de las fuentes.
Una nueva erudición que se apoye con decisión en el conocimiento no
basado en fuentes que aporta el investigador. La historia se hace con ideas,
hipótesis, explicaciones e interpretaciones, que nos ayudan además a
construir/descubrir las fuentes.
Una nueva erudición que vaya más allá de la historiografia renovadora
de los años sesenta y setenta incorporando la nueva relación con las fuentes
aportada por la historia de las mujeres, la historia oral, la historia ecológica,
la historia mundial/global y otras novedades productivas surgidas o
desarrolladas en los años ochenta y noventa, así como la “nueva
historiografía” que está naciendo en Internet y de la cual formamos parte.
Una nueva erudición que, reconociendo que el necesario trabajo
empírico no decide la verdad histórica más que a través de las comunidades
de historiadores, desenvuelva el debate y el consenso en ámbitos colectivos.
Una nueva erudición, en suma, que nos permita vencer el “giro
positivista” y conservador a que nos ha conducido, recientemente, la crisis de
las grandes escuelas historiográficas del pasado siglo, y que amenaza con
devolver a nuestra disciplina al siglo XIX.
III. Recuperar la innovación
Urge un nuevo paradigma que recobre el prestigio académico y social de la
innovación en los métodos y de los temas, en las preguntas y en las respuestas,
en resumen, en la originalidad de las investigaciones históricas. Una nueva
historiografía que mire hacia adelante y que devuelva al oficio de historiador el
entusiasmo por la renovación y por los compromisos historiográficos.
Brotarán nuevas líneas de investigación si pensamos con nuestra propia
cabeza: considerando que nada histórico nos es ajeno; avanzando mediante el
mestizaje y la convergencia de los métodos y de los géneros; llenando los
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odres viejos con vino nuevo, desde la biografía hasta microhistoria; prestando
atención a las necesidades científicas y culturales, sociales y políticas, de una
sociedad sujeta a una profunda transformación.
La historiografía del siglo XXI precisa de la ilusión y de la realidad de
enfoques auténticamente innovadores si no quiere quedar convertida, como la
mujer de Lot, en una estatua de sal.
IV. Interdisciplina
La nueva historiografía que proponemos ha de acrecentar la
interdisciplinariedad de la historia, pero de manera equilibrada: hacia adentro
de la amplia y diversa comunidad de historiadores, reforzando la unidad
disciplinar y científica de la historia profesional; y hacia afuera, extendiendo el
campo de las alianzas más acá y más allá de las ciencias sociales clásicas.
Es menester tender puentes que comuniquen el vasto archipiélago en
que se ha convertido nuestra disciplina en las últimas décadas. Al mismo
tiempo, la historia ha de intercambiar métodos, técnicas y enfoques, además
con las ciencias sociales, con la literatura y con la filosofía (de la historia y de
la ciencia, sobre todo), por el lado de las humanidades, y con las ciencias de
la naturaleza, por el lado de las ciencias. Sin olvidar las disciplinas
emergentes que tratan de las nuevas tecnologías y de su impacto
transformador en la sociedad, la cultura, la política y la comunicación.
Aprendiendo de experiencias pasadas, tres son los caminos que hay que
eludir, en nuestra opinión, para que la interdisciplinariedad enriquezca a la
historia: 1) perseguir una imposible “ciencia social unificada” alrededor de
cualquiera otra disciplina, sin menoscabo del máximo desarrollo
interdisciplinar tanto individual como colectivo; 2) hacer del diálogo historiaciencias sociales la receta mágica de la “crisis de la historia”, que nosotros
entendemos como cambio de paradigmas; 3) diluir la historia en tal o cual
disciplina exitosa, como nos proponen hoy en día los narrativistas extremos en
relación con la literatura.
V. Contra la fragmentación
El fracaso de la “historia total” de los años sesenta y setenta abrió la vía a una
fulgurante fragmentación de temas, métodos y escuelas, acompañada de
crecimiento y caos epistemológico, que pareció detenerse en los años noventa y
resulta cada vez más anacrónica en el mundo que viene, basado en la
interrelación y la comunicación global.
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Nuestra alternativa es avanzar, en la práctica historiográfica, nuevas
formas de globalidad que hagan converger la investigación histórica
atravesando espacios, géneros y niveles de análisis.
Para hacer posible una historia a secas, integral, hay que experimentar,
pues, iniciativas de investigación que adopten lo global como punto de
partida, y no como “horizonte utópico”: líneas mixtas de estudio en cuanto a
fuentes y temas, métodos y especialidades; incorporación a la historia general
de los paradigmas especializados más innovadores; combinar enfoques
cualitativos y cuantitativos; articular temporalidades (que engloben presente y
futuro) y escalas diversas; escrutar la globalidad a través de conceptos y
métodos, aún potencialmente abarcantes, como mentalidad y civilización,
sociedad, red y cambio social, narración y comparación, y crear otros nuevos;
indagar la historia mundial como un nuevo frente de la historia global;
servirse de las nuevas tecnologías para trabajar a la vez con escritos, voces e
imágenes, juntando investigación y divulgación; impulsar la reflexión y el
debate, la metodología y la historiografía, como terreno común a todas las
especialidades históricas y punto de contacto con otras disciplinas.
HISTORIOGRAFÍA
VI. Tarea historiográfica
Sabiendo como sabemos que el sujeto influye en los resultados de la
investigación, se plantea la necesidad de indagar al propio historiador en aras
de la objetividad histórica. ¿Cómo? Procurando integrar los individuos en
grupos, escuelas y tendencias historiográficas, implícitas y explícitas, que
condicionan, se quiera o no, la evolución interna de la historia escrita.
Estudiando a los historiadores y a las historiadores por lo que hacen, no sólo
por lo que dicen; por su producción, no sólo por su discurso. Aplicando, con
matices, tres conceptos clave de la historia de la ciencia pospositivista: el
‘paradigma’ como conjunto de valores compartidos; la “revolución científica”
como ruptura y continuidad disciplinar; la ‘comunidad de especialistas’ por su
poder decisorio, a su vez condicionada por el entorno social, mental y político.
Practicando, en conclusión, una historiografía inmediata que procure ir por
delante de los acontecimientos históricos que inciden en los cambios
historiográficos que estamos viviendo.
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VII. Historiografía global
El agotamiento de los focos nacionales de renovación del siglo XX ha dado paso
a una descentralización historiográfica inédita, impulsada por la globalización
de la información y del saber académico y superadora del viejo eurocentrismo.
La iniciativa historiográfica está hoy más al alcance de todos. El auge, por
ejemplo, de una historiografía latina crítica y de una historiografía poscolonial,
lo demuestran. Las comunidades transnacionales de historiadores, organizadas
en Internet, juegan ya un papel importante en la formación de nuevos consensos
en detrimento del anterior sistema de dependencia de unas historiografías
nacionales de otras y de intercambios académicos elitistas, jerárquicos y lentos.
No entendemos la globalización historiográfica como un proceso
uniformador, pensamos y ejercemos la historia, y la historia de la historia,
como docentes e investigadores, en diferentes ámbitos superpuestos e
interrelacionados:
local,
regional,
nacional,
continental
e
internacional/global.
VIII. Autonomía del historiador
Conforme los proyectos colectivos del siglo XX fueron entrando en decadencia,
sin ser todavía reemplazados por un nuevo paradigma común, ha crecido de
manera exagerada la influencia del mercado editorial, de los grandes medios de
comunicación y de las instituciones políticas, en la escritura de la historia, en la
elección de temas y métodos, en la formulación de hipótesis y conclusiones, con
un sentido cada vez más evidente de promoción de la vieja historia de los
“grandes hombres”.
Recuperar la autonomía crítica de los historiadores y de las
historiadoras respecto de los poderes establecidos para decidir el cómo, el
qué y el porqué de la investigación histórica nos exige: reconstruir tendencias,
asociaciones y comunidades que giren sobre proyectos historiográficos, más
allá de las convencionales áreas académicas; utilizar Internet como medio
democrático y alternativo de comunicación, publicación y difusión de
propuestas e investigaciones; observar la evolución de la historia inmediata,
sin caer en el presentismo, para captar las necesidades historiográficas,
presentes y futuras, de la sociedad civil local y global.
IX. Reconocer tendencias
La vía más nociva para imponer la propia tendencia historiográfica,
normalmente conservadora, es negar que existan o que deban existir tendencias
historiográficas. El imaginario individualista, los compartimentos académicos y
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las fronteras nacionales, ocultan lo que tenemos de común, muchas veces sin
saberlo o sin decirlo: por formación, lecturas, filiaciones y actitudes. Somos
partidarios y partidarias, en consecuencia, de sacar a la luz las tendencias
actuantes, más o menos latentes, más o menos organizadas, para clarificar
posiciones, delimitar debates y facilitar consensos. Una disciplina académica sin
tendencias, discusión y autoreflexión, está sujeta a presiones extraacadémicas,
con frecuencia negativas para su desarrollo. El compromiso historiográfico
consciente nos hace, por lo tanto, libres frente a terceros, rompe el aislamiento
personal, corporativo y local, favorece el reconocimiento público y la utilidad
científica y social de nuestro trabajo profesional.
X. Herencia recibida
Nos oponemos a hacer tabla rasa de la historia y de la historiografía del siglo
XX. El reciente retorno de la historia del siglo XIX hace útil y conveniente
rememorar la crítica de que fue objeto por parte de Annales, el marxismo y el
neopositivismo, aunque justo es reconocer también que dicho “gran retorno”
pone en evidencia el fracaso parcial de la revolución historiográfica del siglo XX
que dichas tendencias protagonizaron. El imprescindible balance, crítico y
autocrítico, de las vanguardias historiográficas no anula, por consiguiente, su
actualidad como tradiciones necesarias para la construcción del nuevo
paradigma. Porque simbolizan el “espíritu de escuela” y la militancia
historiográfica, así como el ejemplo de una historia profesional abierta a lo
nuevo y al compromiso social, rasgos primordiales que habremos de recuperar
ahora en otro contexto académico, social y político, con unos medios de
comunicación muy superiores a los existentes en los años sesenta y setenta del
ya pasado siglo.
XI. Historiografía digital
Las nuevas tecnologías están revolucionando el acceso a la bibliografía y a las
fuentes de la historia; desbordando las limitaciones del papel para la
investigación y la publicación; posibilitando nuevas comunidades globales de
historiadores. Internet es una poderosa herramienta contra la fragmentación del
saber histórico si se utiliza de acuerdo con su identidad y posibilidades, esto es,
como una forma interactiva de transmitir información instantánea de manera
horizontal a una gran parte del mundo.
Según nuestro criterio, la historiografía digital ha de seguir siendo
complementada con libros y demás formas convencionales de investigación,
difusión e intercambio académico, y viceversa. Este nuevo paradigma de la
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comunicación social no va a reemplazar, en consecuencia, las actividades
presenciales y sus instituciones seculares, pero formará parte de una manera
creciente de la vida académica y social real.
La generalización de Internet en el mundo universitario, y en el conjunto
de la sociedad, así como la educación informática de los más jóvenes irán
imponiendo esta nueva historiografía como factor relevante de la inacabada
transición paradigmática entre el siglo XX y el siglo XXI.
XII. Relevo generacional
En la segunda década de este siglo tendrá lugar un considerable relevo
generacional en el cuadro de profesores e investigadores a causa de la
jubilación de los nacidos después de la II Guerra Mundial. ¿Supondrá esta
transición demográfica la consolidación de un cambio avanzado de
paradigmas? No lo podemos asegurar.
La generación del 68 fue más bien una excepción. Entre los estudiantes
universitarios actuales contemplamos parecida heterogeneidad historiográfica
e ideológica que el resto de la academia y de la sociedad. Podemos
encontrarnos con historiadores e historiadoras mayores que siguen siendo
renovadores, y jóvenes con conceptos decimonónicos del oficio de historiador
y de su relación con la sociedad. Nuestra responsabilidad como formadores de
estudiantes que serán mañana profesores e investigadores es, a este respecto,
capital. Nunca fue tan crucial continuar explicando la historia con enfoques
avanzados –también por su autocrítica– desde la enseñanza primaria y
secundaria hasta los cursos de posgrado. La historia futura estará
condicionada por la educación que reciben aquí y ahora los historiadores
futuros: nuestros alumnos.
TEORÍA
XIII. Historia pensada
Es esencial para el historiador pensar el tema, las fuentes y los métodos, las
preguntas y las respuestas, el interés social y las implicaciones teóricas, las
conclusiones y las consecuencias, de una investigación.
Somos contrarios a una “división del trabajo” según la cual la historia
provee de datos y otras disciplinas reflexionan sobre ellos (o escriben relatos
de amplia difusión). Las comunidades de historiadores profesionales tienen
que asumir su responsabilidad intelectual tratando de completar el ciclo de los
estudios históricos, desde el trabajo de archivo hasta la valoración y
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reivindicación de su impacto en las ciencias sociales y humanas, en la
sociedad y en la política.
El aprendizaje de los estudiantes universitarios de historia en cuestiones
de metodología, historiografía, filosofía de la historia y otras disciplinas con
base teórica, es el camino para elevar la creatividad futura de las
investigaciones históricas, subrayar el lugar de la historia en el sistema
científico y cultural y fomentar nuevas y buenas vocaciones historiográficas.
Nuestra meta es que el historiador que reflexione intelectualmente haga
trabajo empírico, y que el historiador que investiga con datos concretos piense
con alguna profundidad sobre lo que hace, obviando así la fatal disyuntiva de
una práctica (positivista) sin teoría o de una teoría (especulativa) sin práctica.
Una mayor unidad de la teoría y la práctica hará factible, por lo demás, una
mayor coherencia de los historiadores y de las historiadoras, individual y
colectivamente, entre lo se dice, historiográficamente, y lo que se hace,
empíricamente.
XIV. Fines de la historia
La aceleración histórica de la última década ha reemplazado el debate sobre el
“fin de la historia” por el debate sobre los “fines de la historia”.
Asumiendo que la historia no tiene metas preestablecidas y que, en 1989,
dio comienzo un profundo viraje histórico, cabe preguntarse, también desde la
historia académica, adónde nos lleva éste, quién lo conduce, en favor de qué
intereses y cuáles son las alternativas.
El futuro está abierto. Es responsabilidad de los historiadores y de las
historiadoras ayudar a que los sujetos de la historia construyan mundos
futuros que garanticen una vida libre y pacífica, plena y creativa, a los
hombres y mujeres de todas las razas y naciones.
Las comunidades de historiadores han de contribuir pues a construir una
“nueva Ilustración” que, aprendiendo de los errores de la historia y de la
filosofía, piense teóricamente sobre el sentido del progreso que hoy demanda
la sociedad, asegurando a las grandes mayorías del Norte y del Sur, del Este y
Oeste, el disfrute humano y ecológico de los avances revolucionarios de la
medicina, la biología, la tecnología y las comunicaciones.
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191
SOCIEDAD
XV. Reivindicar la historia
El primer compromiso político de los historiadores debería ser reivindicar, ante
la sociedad y el poder, la función ética de la historia, de las humanidades y de
las ciencias sociales, en la educación de los ciudadanos y en la formación de las
conciencias comunitarias.
La historia profesional ha de combatir aquellas concepciones
provincianas y neoliberales que todavía pretenden confrontar técnica con
cultura, economía con sociedad, presente con pasado, pasado con futuro.
Los efectos más notorios de las políticas públicas de desvaloración social
de la historia son la falta de salidas profesionales, el descenso de las
vocaciones y los obstáculos a la continuidad generacional. Las comunidades
de historiadores debemos aceptar como propios los problemas laborales de
los jóvenes que estudian y quieren ser historiadores, cooperando en la
búsqueda de unas soluciones que pasan por la revalorización del oficio de
historiador y de sus condiciones de trabajo y de vida, en el marco de la
defensa y desarrollo de la función pública de la educación, la universidad y la
investigación.
XVI. Compromiso
En tiempos de paradójicos “retornos”, queremos constatar y alentar la “vuelta
al compromiso” de numerosos académicos, también historiadores, en diversos
lugares del mundo con las causas sociales y políticas vinculadas a la defensa de
valores universales de educación y salud, justicia e igualdad, paz y democracia.
Actitudes solidarias indispensables para contrarrestar otros compromisos
académicos con los grandes poderes económicos y políticos, mediáticos y
editoriales. Contrapeso vital, por lo tanto, para conjurar una virtual escisión de
la escritura académica de la historia respecto de las mayorías sociales que
financian con sus impuestos nuestra actividad docente e investigadora.
El nuevo compromiso que preconizamos es diverso, crítico y con anhelos
de futuro. El historiador y la historiadora han de combatir, desde la verdad
que conocemos, aquellos mitos que manipulan la historia y fomentan el
racismo, la intolerancia y la explotación de clase, género, etnia. Resistiendo,
desde el conocimiento del pasado, los futuros indeseables. Cooperando, y
rivalizando, con otros científicos sociales y humanistas, en la construcción de
mundos históricamente mejores, como profesionales de la historia, pero
también como ciudadanos.
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La relación del historiador con la realidad que nos rodea pasa por su
análisis en un contexto temporal continuo. Si se acepta que la objetividad de la
ciencia de la historia es inseparable de la subjetividad (plural) del
historiador, debemos concluir que no existen grandes diferencias cualitativas
entre una historia inmediata y una historia mediata, entre una historia más
contemporánea y una historia más antigua. Todo es historia, si bien cuando
más nos distanciamos de lo actual mayor es la carga que recae sobre
nosotros, historiadores, por ausencia de las disciplinas más presentistas.
XVII. Presente y futuro
Nuestro objeto de estudio (hombres, mujeres y medio natural humanizado) está
evidentemente en el pasado, pero nosotros estamos en el presente, y estos
presentes están preñados de futuros. El historiador no puede escribir con rigor
la historia al margen del tiempo vivido, y de su fluir permanente.
Contemplamos varios niveles en la relación del historiador con la
inmediatez histórica: compromiso social y político, tema de investigación,
historiografía de intervención o criterio metodológico general para la
investigación. Hace medio siglo que los fundadores de la escuela de Annales
lo formularon: “comprender el pasado por el presente, comprender el
presente por el pasado”. Hoy es preciso, además, poner el mismo énfasis en la
interrelación pasado/futuro.
La caída de la filosofías finalistas de la historia, sean socialistas sean
capitalistas, ha puesto de relieve un futuro más abierto que nunca. El
historiador ha de asumir un papel en su definición con sus experiencias y
argumentos históricos, con hipótesis y apuestas desde la historia. Edificar el
futuro sin contar con la historia nos condenaría a repetir sus errores, a
resignarnos con el mal menor o a edificar castillos en el aire.
XVIII. Nuevo paradigma
La historiografía depende de los historiadores y de la historia inmediata. El
cambio de paradigmas historiográficos que venimos proponiendo, desde 1993,
cabalga sobre los cambios históricos acelerados iniciados en 1989. Entre
diciembre de 1999 (Seattle) y julio de 2001 (Génova) hemos observado los
comienzos de un movimiento global sin precedentes, contra los estragos de la
globalización, que busca ya alternativas de sociedad: el pensamiento único es
ahora menos único. Son muchos los que califican de cambio de civilización la
globalización y sus críticos, la sociedad de la información, la nueva revolución
científico-tecnológica y el movimiento social global: no es fácil entrever lo que
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nos depara el mañana pero hay razones para la esperanza. Todos debemos
colaborar.
Historia a Debate es parte activa de este proceso transformador:
queremos cambiar la historia que se escribe y coadyuvar a cambiar la historia
humana. Según evolucione el debate historiográfico, y la historia más
inmediata, nuestras propuestas recibirán más o menos consenso académico,
las variaremos o no según interese, si bien hay planteamientos que, aun siendo
por el momento minoritarios, nos parecen ineludibles para condicionar
críticamente el nuevo paradigma en formación: el conjunto plural de valores y
creencias que va a regular nuestra profesión de historiador en el nuevo siglo.
Por todo ello, la historia nos absolverá, esperemos.
Son firmantes de este Manifiesto historiográfico hasta agosto
de 2002:
1. Carlos Barros, Universidad de Santiago de Compostela, España
2. Israel Sanmartín, Instituto Padre Sarmiento, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Santiago, España
3. Jérôme Baschet, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, Francia, y
Universidad Autónoma de Chiapas, San Cristóbal de las Casas, México
4. Boris Berenzon, Universidad Nacional Autónoma de México, México, DF.
5. Micheline Cariño, Universidad Autónoma de Baja California Sur, La Paz, México.
6. Francisca Colomer, Centro de Profesores y Recursos, Murcia, España.
7. Amelia Galetti, Instituto de Enseñanza Superior, Paraná, Argentina.
8. Sergio Guerra, Universidad de La Habana, Cuba.
9. Elpidio Laguna, University of Rutgers, Newark, New Jersey, USA
10. Germán Navarro, Universidad de Zaragoza, España.
11. Gonzalo Pasamar, Universidad de Zaragoza, España.
12. Juan Paz y Miño, Pontificia Universidad Católica, Quito, Ecuador.
13. Eugenio Piñero, University of Wisconsin, Eau Claire, USA.
14. Norma de los Ríos, Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico, DF.
15. Reinaldo Rojas, Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Barquisimento, Venezuela.
16. José Javier Ruiz Ibáñez, Universidad de Murcia, España.
17. Juan Manuel Santana, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.
18. Cristina Segura, Universidad Complutense, Madrid, España.
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19. Miguel Somoza, Universidad Nacional de Educación a Distancia Madrid,
España.
20 Guillermo Turner, Dirección de Estudios Históricos, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, México D. F.
21. Luz Varela, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
22. Francisco Vázquez, Universidad de Cádiz, España.
23. Jose Giraldo Vinci de Moraes, Universidade Estadual Paulista Sâo
Paulo, Brasil.
24. José Polo Acuña, Universidad del Atlántico, Colombia
25. Germán Yépez Colmenares, Instituto de Estudios Hispanoamericanos,
Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela
26. Bernardino Herrera, Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco)
Facultad de Humanidades y EducaciónUniversidad Central de Venezuela, Caracas,
Venezuela.
27. Floren Dimas Balsalobre, Centro de Documentación de la Guerra Civil, Lorca,
Murcia, España
28. Antonio Dupla, Dpto. de Estudios Clasicos, Universidad del País Vasco/EHU,
Vitoria-Gasteiz, España
29. Juan Eduardo Romero, Universidad del Zulia
Maracaibo-Estado Zulia, Venezuela
30. Javier Fernández Palacios, Universidad de Málaga, España
31. Pablo Chaves, Profesor de enseñanza media, Madrid, España
32. Ignacio Abal, Universidad de Santiago de Compostela, España
33. Roberto López, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela
34. José Gabriel Zurbano Melero, Universidad de Extremadura, Cáceres, España
35. Pablo Serrano Álvarez, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la
Revolución Mexicana (INEHRM), México
36. Arsenio Dacosta, Adobe, Gestión de Patrimonio Histórico S.L.Salamanca, España
37. Carmen Leal, IES La Besana de Corral de Almaguer (Toledo),Aranjuez, Madrid
38. Johhny Alarcón Puentes, Departamento de Ciencias Humanas Facultad
Experimental de Ciencias Universidad del Zulia, Venezuela
39. José L. Monzant Gaviria, Universidad Católica Cecilio Acosta, Venezuela
40. Norberto Olivar, Facultad de Humanidades de La Universidad del Zulia
y Universidad Católica Cecilio Acosta, Venezuela
41. Antonio Soto Ávila, Departamento de Historia Facultad de Humanidades y
Educación, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela
42. Luis A. Alarcón Meneses, Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia
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195
43. Rigoberto Rodríguez Benítez, Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán,
México
44. Dario A. Vispe Viñuela, Escuela Normal Superior República de México San
Justo, Argentina
45. Raúl Dargoltz, Universidad de Santiago de Estero y Conicet, Argentina
46. Julio Pérez Serrano, Universidad de Cádiz, España
47. Antonio Padilla Arroyo, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México
48. Waldo Ansaldi, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires,
Argentina
49. Hilda N. Agostino, Universidad Nacional de La Matanza, Argentina
50. Domingo Garí Hayek, Universidad de La Laguna, Islas Canarias (España)
51. Jorge Saab, Universidad Nacional de La Pampa, Santa Rosa (LP), Argentina
52. Gabriel M. Santos, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México
53. Marina Sánchez, Universidad de Alicante, España
54. Juan P. Rivera Pizano, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
México
55. Susana H. Gutiérrez, Facultad de Ciencias Económicas-Universidad Nacional de
Río Cuarto, Argentina
56. Miguel Beas, Universidad de Granada, España
57. Belin Vázquez de Ferrer, Universidad del Zulia. Centro de Estudios Históricos,
Maracaibo, Venezuela
58. Ariel Arnal, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades - Universidad
Autónoma de Puebla, Puebla, México
59. Jorge Maiz Chacón, Universidad de las Islas Baleares, Palma de Mallorca,
España
60. Ernesto Pajares Rivera, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú
61. David Igual Luis, Facultad de Humanidades de Albacete, Universidad de CastillaLa Mancha, Albacete, España
62. Jorge Oriola, Universidad de la Patagonia, Argentina
63. Marta I. Barbieri Brunet, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán,
Argentina
64. Joselias Sanchez, Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Manta, Ecuador
65. Liliana Regalado, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Perú
66. Wilfredo Kapsoli, Universidad Ricardo Palma, Lima, Perú
67. Cristina Flórez, Universidad San MarcosUniversidad de Lima, Lima, Perú
68. César Espinosa Claudio, Universidad de San Marcos, Lima, Perú
69. Pedro Jacinto Pazos, Universidad Ricardo PalmaUniversidad de San Marcos,
Lima, Perú
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70. Daniel C. Argemi, Escuelas E.G.B. y PolimodalTandil- Provincia de Buenos
Aires, Argentina
71. Serxio Paz Roca, Universidade de Santiago de CompostelaSantiago de
Compostela, Galicia, España
72. Hebert Mourigán, Profesor de Secundaria, Montevideo, Uruguay
73. José Lores Rosal, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago, España
74. Teodoro Hampe Martínez, Pontificia Universidad Católica del Perú y
Universidad Científica del Sur, Lima, Perú
75. Milton A. Zambrano Pérez, Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia
76. Beatriz Rivas, Patronato da Cultura Gallega, Montevideo, Uruguay
77. Sergio Maydeu, Universitat Rovira i Virgili, Tarragona
78. Ana C. Ramos Martínez, Historiadora, San José, Costa Rica
79. Georgina Calderón, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, México
80. Arlindo Fa Fernandes, Universidad de Coimbra, Coimbra, Portugal
81. Fernando Chavarría Múgica, Instituto Universitario Europeo, Florencia, Italia
82. Juan Santiago Iglesias Sanlés, Universidad de Salamanca, Salamanca, España
83. Gloria Chávez, Universidad Francisco Marroquín, Ciudad Guatemala, Guatemala
84. Gerardo Mora, Escuela Normal Superior de México, México, DF, México
85. Jorge Castañeda Zavala, Intituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora,
Ciudad de México, DF, México
86. Daniel Jaremchuk, Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Río Gallegos,
Argentina
87. María Mercedes Tenti, Universidad Católica de Santiago del Estero Universidad
Nacional de Santiago del Estero, Santiago del Estero, República Argentina
88. Diana Rengifo de Briceño, Núcleo Universitario "Rafael Rangel", Universidad de
Los Andes en Trujillo, Trujillo, Estado de Trujillo, Venezuela
89. Maria Alvarez-Solar, Universidad de Bergen, Bergen, Noruega
90. Joan Corbalán, Associació d'Historiadors Independents, Barcelona, España
91. Ricardo León García, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez,
Chihuahua, México
92. Virgilio Caldela, Universidad de Alicante, España
93. Adriana Mónica Mori, Universidad de Buenos Aires, Argentina
94. Lohania Aruca, Tertulias de HistoriaUnión Nacional de Escritores y Artistas de
Cuba, La Habana, Cuba
95. Manuel Ortiz Heras, Universidad de Casatilla La Mancha-UCLM, Albacete,
España
96. Marijke van Rosmalen, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de
México, México
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97. Luis A. López Rojas, Universidad de Puerto Rico, Humacao, Puerto Rico
98. Aarón Flores Ramírez, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de
México, México
99. José A. Fiallo Billini, Universidad Autonoma de Santo Domingo e Instituto
Tecnologico, Santo Domingo, Republica Dominicana
100. María G. Silva, Universidad Nacional de La Matanza, Buenos Aires, Argentina
101. Amalio Venegas, IES Ramón Carande, Jerez de los Caballeros, España
102. Carlos Alberto Suárez, Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V.
González, Buenos Aires, Argentina
103. Gerardo A. Médica, Zaguán al Sur ---E.G.B. N 92. Simón Bolívar, Isidro
Casanova, Argentina
104. Rubén Darío Pachari Romero, Universidad Nacional de San Agustín, Arequipa,
Perú
105. Luis O. Cortese, Historias de la Ciudad, Revista de Buenos Aires, Argentina
106. Flocel Sabaté, Universidad de Lleida, España
107. Eric E. Palma González, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile
108. Gustavo A. Zapata R., Liceo Juan de Dios Uribe, Andes, Colombia
109. Luciano Alonso, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina
110. Jesús Fernández García, Universidad de Cádiz, España
111. Alejandro Estrella, Universidad de Cádiz, España
112. Ángel Soto, Universidad de Los Andes, Chile
113. Marcos J. Correa, Universidad de Cádiz, España
114. Rafael Valls Montes, Universidad de Valencia, España
115. Alejandro Sáinz Zamora, Instituto Mexicano de Tecnología del Agua Jiutepec,
Morelos, México
116. Ignacio Navarro Marchante, profesor de Secundaria Las Palmas de Gran
Canaria, España
117. Víctor Hugo González Ozuna, Universidad Autónoma de Chiapas, San
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México
118. Carlos Contreras, Pontificia Universidad Católica Instituto de Estudios
Peruanos, Lima, Perú
119. Manuel Ruiz Romero, Universidad de Sevilla, España
120. Ángel Rafael Martínez Alarcón, Escuela Normal Superior Veracruzana,
Xalapa, México
121. María Jesús Castro Valdomar, Universitat de les Illes Balears Palma de
Mallorca, España
122. Ramón Gabarrós, Revista Anthropos, Barcelona, España
123. Crisanto Gómez, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, D. C., Colombia
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124. Javier D. Montoya Martínez, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, D.
C., Colombia
125. Elena Borruel Carbonell, Universidad de Salamanca, Salamanca, España
126. Massimo Modonesi, Universidad Nacional Autónoma de México, México, DF,
México
127. Maráa de Lourdes Cuevas Leyva, Universidad Pedagógica Nacional, México,
Distrito Federal
128. Alberto Moby Ribeiro da Silva, Universidade Estácio de Sá; UniverCidade;
Prefeitura Municipal de Angra dos Reis, Rio de Janeiro; Angra dos Reis, Brasil
129. Susana Vázquez Gersósimo, Facultad de Derecho de la Universidad de la
República, Montevideo, Uruguay
130. José César Fernández Morales, BUAP, Puebla, México
131. María Cristina Angelini, Universidad Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto,
Córdoba, Argentina
132. Adrián Salas, Andros Arte y Cultura, Veracruz, México
133. Gabriela Estela Sánchez, Universidad Nacional de Salta, Salta-capitalArgentina
134. Wilbert Pérez, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe,
Aguada, Puerto Rico
135. Jacobo Contreras Velásquez, Universidad de Guadalajara, Guadalajara,
JaliscoMéxico
136. Octavio Herrera Pérez, Universidad Autónoma de Tamaualipas, Ciudad
Victoria, Tamaulipas, México
137. Nancy Laura Luna Bertado, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México
138. Ignacio Hernández Saldívar, UNAM- CCH Sur, México, DF, México
139. Arturo Luis Alonzo Padilla, Escuela Nacional de Anropología e Historia – INAH,
México, DF, México
140. Daniel Lerín Cristóbal, Universidad de Zaragoza, Huesca, Aragón (Estado
Español)
141. Facundo Eduardo Talagañis, Universidad Autonoma de Entre Ríos, ParanáEntre Ríos, Argentina
142. Esteban Rafael Ortiz, Centro de Invest.Juríd. y Soc.Fac.Derecho.UNC
R.Argentina, Córdoba, Argentina
143. Edeliberto Cifuentes Medina, Universidad de San Carlos de Guatemala,
Guatemala
144. Dionila Valdivieso, Escuela Normal Superior Gral. San Martín Libertador
General San Martín – Jujuy, Argentina
145. Carmen L. Michelena, Fundación John Boulton, Caracas, Venezuela
146. Delia Muñoz, Instituto Superior de Formación Docente núm. 29, Merlo, Pcia de
Buenos Aires, Argentina
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147. Nathan Quiaro, Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela
148. Hugo Klappenbach, Universidad Nacional de San Luis y Conicet, San Luis,
Argentina
149. Daniel Campione, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina
150. Moris Vasquez Araya, Universidad Academia de Humanismo Cristiano,
Santiago de Chile, Chile
151. Lorena Soler, FOSC; UBA, Capital Federal, Argentina
152. José L. Castillo González, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Morelia, Michoacán
153. Dedier N. Marquiegui, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Conicet)- Universidad Nacional de Luján (UnLu), Luján (Buenos Aires)
Argentina
154. Arturo Rodríguez Peixoto, Instituto de Historia de las ideas de la Facultad de
Derecho, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay
155. Ana M. Prieto Hernández, Universidad Pedagógica Nacional, Distrito Federal,
México
156. Ángel R. Martínez Alarcón, Escuela Normal Superior Simón Bolívar, Jalapa,
Veracruz, México
157. Cristina del Carmen López de Albornoz, Universidad de Tucumán, Tucumán,
Argentina
158. Miguel Ángel Urrego, Universidad Central, Bogota, Colombia
159. Ernesto Jiménez Olin, Unión Popular Valle Gómez, AC, Colonia Valle Gómez,
Delegación Venustiano Carranza, México, DF.
160. Marina Caputo, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina
161. Matías Vargas Puga, Doctor en Historia Contemporánea, Rubí (Barcelona)
NOTA: Si deseas suscribir este Manifiesto y/o opinar, criticar, sugerir cuestiones
relativas a su contenido, difusión y desarrollo escríbenos a
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Apartado 26
15702 Santiago de Compostela
España
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