historia Devolver Bien Por Mal

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DEVOLVER BIEN POR MAL
Una vez un hombre muy respetado, generoso, y honorable de una
ciudad estaba celebrando su cumpleaños. Sus hijos y sus sirvientes
estaban muy ocupados saludando a los invitados y recibiendo los
regalos que le traían. Un pobre ladrón, que fue huérfano y
abandonado de niño, sabiendo que llegarían regalos muy valiosos,
entró a la casa sin que nadie se diera cuenta y se escondió en el
techo, recostándose en una viga, una madera larga justo debajo del
techo. Desde allí, podía ver todo lo que ocurría en la fiesta y todos los regalos de
telas finas, joyas y piedras preciosas que le traían al señor. Se fijó bien donde
pusieron los regalos más finos para poderlos encontrar después de que acabara la
fiesta y todos se fueran a dormir.
Más tarde esa noche, cuando los huéspedes y toda su familia se había retirado, el
señor que cumplía años se vino a la sala para decir oraciones antes de acostarse y
para agradecer todo lo que se le había dado en la vida. Cuando se inclinó el señor, el
ladrón aprovecho ese momento para estrechar la cabeza hacia abajo para ver mejor
los regalos. Sin darse cuenta, se había puesto en una posición en que su cabeza hizo
una sombra en el suelo justo donde estaba inclinándose el dueño de la casa.
El señor no dio ninguna señal de haber visto la sombra, pero al terminar sus
oraciones llamó a un sirviente y le pidió que pusiera la mesa para que una persona
comiera. Entonces trajo la mejor comida y bebida que tenía en su casa. Dirigiéndose
hacia el techo donde el ladrón estaba recostado, e inclinando la cabeza
respetuosamente hacia él, dijo, "Al orar me percaté que había una presencia en el
cuarto además de la mía. Usted debe ser el ángel que vi al orar. Por favor, debes
tener hambre. Baja de tu lecho y come algo."
No había nada que el ladrón podía hacer más que acceder. Bajó, y su anfitrión lo
condujo a la mesa y le brindó la fantástica comida que había preparado. Cuando el
ladrón había comido todo lo que quería, el señor le dio una bolsa de monedas de
plata y le rogó hacer buen uso de ellas y de la oportunidad que se le había dado.
Entonces, le condujo con mucha cortesía a la puerta y se despidió de él.
Diez años pasaron, y de nuevo, el señor tuvo una gran celebración para su
cumpleaños. Durante todo el día muchas personas vinieron a felicitarle y traerle
regalos. Para este tiempo el señor ya era muy viejo y no podía recibir personalmente
a cada persona que llegaba. Por lo tanto, su nieto recibía a los invitados y los invitó a
volver en la noche para cenar juntos con el señor.
Al final de la tarde, llegó un hombre que el nieto
no conocía. Traía regalos muy finos de oro y
piedras preciosas. No quiso dar su nombre pero
insistió en ver personalmente al viejo señor.
El hombre fue conducido a la habitación del
distinguido señor, donde se puso muy feliz al verlo,
aunque viejo, con buena salud. El anfitrión no
reconoció su huésped, y, pidiendo disculpas, le preguntó cuál era su nombre.
El hombre sonrió y dijo, "Soy un hombre honesto. He aprendido a vivir una vida
correcta. Pero no siempre fue así. ¿No se acuerda esa vez que me pidió que bajara
del techo para comer un manjar que me preparó?"
El anfitrión estaba asombrado, más aún al conocer como un simple acto de
amabilidad hacia el entonces ladrón, había cambiado su vida de una vida de robos a
una vida de rectitud y honor. El hombre había usado las monedas de plata para
emprender un pequeño negocio que había prosperado y dado trabajo a muchas
personas y riqueza personal a él.
El anfitrión invitó al hombre a quedarse para cenar con ellos, y, esta vez, no cenó
sólo.
PREGUNTAS:
1. ¿Por qué robaba el ladrón?
2. Por qué se ocultó el ladrón debajo del techo?
3. ¿Qué hizo el dueño de la casa cuando se dio cuenta que estaba allí el ladrón?
4. ¿Que hizo que el ladrón se volviera un hombre honesto?
5. ¿Qué nos enseña esta historia acerca del poder de un solo acto de bondad?
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