Alta Traición No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos. José Emilio Pacheco Vine Para Decir Tu Primavera... Vine para decir tu primavera Digo para nombrar dulce tus aves Por abrirte las flores que tú sabes Para hacerte de todas la primavera Era hermosa la tarde y cómo era Sí la evoco de pronto ya ni cabes Eres tarde infinita ya sin llaves Estás en donde esté y yo te quiera Que estás en donde estoy hoy y te quiero Ya no me importará decir me muero Porque no será cierto de seguro Pero vino no más para decirte Que ya no podrás irte ni morirte Por más que se haga triste y se ponga oscuro Juan Cunha Cómo No Estás En Mis Arterias Si eres flor cómo no estás fija en un tallo Apenas balanceada por este aliento que abrasa Si eres paloma cómo zureando no huyes Cuando se acerca el cazador rojo de furia roja Si eres vela cómo te vas ligera Cuando las velas que el río se lleva entre sus dedos Si eres mi sangre cómo no estás en mis venas Pasando y repasando mi corazón que no duerme Juan Cunha Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes. Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes, tristes. Miguel Hernández Alguien se salva por escuchar al ruiseñor Digamos que una tarde el ruiseñor cantó sobre esta piedra porque al tocarla el tiempo no nos hiere no todo es tuyo olvido algo nos queda Entre las ruinas pienso que nunca será polvo quien vio su vuelo o escuchó su canto Giovanni Quessep Medianoche Medianoche, no encuentro los caminos que dan al patio, ni al pozo de agua viva donde bajan las nubes y el pasado. Digo canciones a una sombra para volver siquiera soñando, pues sólo en sueños la muerte nos deja entrar en su barco sin dar al polvo lo que es del polvo ni a la mar los remos blancos. Pierdo la casa (prodigios de encantadores) y no me hallo sino en el patio que daba al cielo y en el agua del pozo y el naranjo. Giovanni Quessep Escrito para ti, en tu nombre Pudiera ser que un día retornaras al tiempo, cubierta por las flores que recogiste en el perdido sueño. Pudiera ser también, Violeta, siempre en el cántico nombrada, que me dijeras de la blanca orilla donde ahora es pasión y amor tu alma. ¿Me contarás en qué país nocturno cantas para que el cielo se desvele, o abra sus puertas al dolor del hada que hila en tu corazón para la muerte? Pudiera ser que recordaras escrito para ti, en tu nombre, aquel madrigal de la vida que habla de un cuerpo entre las flores. Giovanni Quessep Poema A Un Gato No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido, desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa. En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño. Jorge Luis Borges Poema Ausencia Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo, yo tendré que quebrarlas con mis manos. ¿En qué hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin ocaso, brilla definitiva y despiadada? Tu ausencia me rodea como la cuerda a la garganta, el mar al que se hunde. Jorge Luis Borges Despedida Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros. No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches esperanzadas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viendo y perdiendo… Definitiva como un mármol entristecerá tu ausencia otras tardes. Jorge Luis Borges El Enamorado Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, lámparas y la línea de Durero, las nueve cifras y el cambiante cero, debo fingir que existen esas cosas. Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron. Debo fingir las armas y la pira de la epopeya y los pesados mares que roen de la tierra los pilares. Debo fingir que hay otros. Es mentira. Sólo tú eres. Tú, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura. Jorge Luis Borges A Todos, A Vosotros... A TODOS, a vosotros, los silenciosos seres de la noche que tomaron mi mano en las tinieblas, a vosotros, lámparas de la luz inmortal, líneas de estrella, pan de las vidas, hermanos secretos, a todos, a vosotros, digo: no hay gracias, nada podrá llenar las copas de la pureza, nada puede contener todo el sol en las banderas de la primavera invencible, como vuestras calladas dignidades. Solamente pienso que he sido tal vez digno de tanta sencillez, de flor tan pura, que tal vez soy vosotros, eso mismo, esa miga de tierra, harina y canto, ese amasijo natural que sabe de dónde sale y dónde pertenece. No soy una campana de tan lejos, ni un cristal enterrado tan profundo que tú no puedas descifrar, soy sólo pueblo, puerta escondida, pan oscuro, y cuando me recibes, te recibes a ti mismo, a ese huésped tantas veces golpeado y tantas veces renacido. A todo, a todos, a cuantos no conozco, a cuantos nunca oyeron este nombre, a los que viven a lo largo de nuestros largos ríos, al pie de los volcanes, a la sombra sulfúrica del cobre, a pescadores y labriegos, a indios azules en la orilla de lagos centelleantes como vidrios, al zapatero que a esta hora interroga clavando el cuero con antiguas manos, a ti, al que sin saberlo me ha esperado, yo pertenezco y reconozco y canto. Pablo Neruda Poema 15 Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Pablo Neruda A Emma No sientas que te falte el don de hablar que te arrebata el cielo, no necesita tu belleza esmalte ni tu alma pura más extenso vuelo. No mires, niña mía, en tu mutismo fuente de dolores, ni llores las palabras que te digan ni las palabras que te faltan llores. Si brillan en tu faz tan dulces ojos que el alma enamorada se va en ellos, no los nublen jamás tristes enojos, que todas las mujeres de mis labios, no son una mirada de tus ojos… José Martí Amor de Tarde Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios tú con el tizne azul de mi carbónico. Mario Benedetti -Me quieres? -Te quiero… mira… -Mira… no! basta, te quiero… -Pero… -No, nada de pero; pero es disfraz de mentira. Miguel de Unamuno Otra vez Amarilis El tiempo ha pasado y vuelves a mi memoria. Tu auto trepando hacia la sierra, la Cream-Rica ¿recuerdas?, volteando a la derecha, todos esos moteles. Entonces éramos nosotros; no tú, no yo. Me quiérote, te gózame, me amándonos, decíamos. ¿A quién llevas ahora? Contigo entre las piernas ¿quién pega de alaridos y triza los espejos donde nos repetíamos bestiales y dulcísimos? ¿Qué otro vientre recibe tu miel mía, peruano? Di qué frívola puta, qué sórdida hipócrita limeña, qué casada cuidadosa del cornudo. Hijo de perra, ¿lo haces? Pero allí no, nunca, con nadie vuelvas a la habitación 35. Que se te muera para siempre, que se te pudra si regresas. Una vez dije allí no ¿recuerdas?, dije después donde quieras. Tú me observabas igual que un entomólogo, eras un médico lascivo examinando una muchacha muerta de amor: no hables, eres una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me tocabas probándome y fui un durazno de esos que se abren con la mano. Un durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la tarde, separando con suavidad mis carnes, descubriendo lo que ni yo conozco, mi zona más oscura, la que guarda esa caricia atroz, obscena y tuya que no olvido. Júralo: no has de volver a esa cama con nadie. Me has negado tu cuerpo, el que gustaba mirar impúdico y erecto viniendo a mí, el tuyo que era el mío. Concédeme esto entonces: anda a otro sitio a hacer tus porquerías. O vuelve a la habitación 35. El tiempo ha pasado, ya no hay sino recuerdos y Amarilis qué puede sino juntar palabras. Ahora somos tú y yo, no existe más nosotros. Uno y uno, dos solos: yo y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado. Margara Sáenz El paseo con mi hijo Porque nunca más sentiré este pasado próximo del paseo que tú y yo, hijo, por los pinos acabamos de dar en la tarde de marzo hundidos en la esencia del tomillo y el níscalo que crecen a la sombra de los troncos robustos me he venido a escribir. Porque se irá por el olvido, queriéndolo, esta dicha que todavía siento de haber ido contigo, viviendo entre los pinos, y en él perecerá ella que sólo fuera de voz y de latidos cima leve, levísima, más con fuerza sublime me he venido a escribir. Porque si más fuerte que piedra pudo entonces alzar lo más grande, la dicha de coincidir, difícil, en el tiempo y la sangre y el sitio, este paseo que dimos y ahora erige sólo ya a aquel suceso de paz, como a otra paz, de desdén otro templo me he venido a escribir esta extrañeza, hijo. Francisco Pino EPITAFIO IDEAL DE UN MARINERO Hay que buscar, para saber tu tumba, por el firmamento. (Llueve tu muerte de una estrella. La losa no te pesa, que es un universo de ensueño.) En la ignorancia, estás en todo (cielo, mar y tierra) muerto. Juan Ramón Jiménez RIMA VI. Como la brisa que la sangre orea sobre el oscuro campo de batalla, cargada de perfumes y armonías en el silencio de la noche vaga Símbolo del dolor y la ternura del bardo inglés en el horrible drama, la dulce Ofelia, la razón perdida, cogiendo flores y cantando pasa. Gustavo Adolfo Bécquer Menos solicitó veloz saeta destinada señal, que mordió aguda; agonal carro por la arena muda no coronó con más silencio meta, que presurosa corre, que secreta a su fin nuestra edad. A quien lo duda fiera que sea de razón desnuda, cada sol repetido es un cometa. ¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías en seguir sombras y abrazar engaños. Mal te perdonarán a ti las horas; las horas que limando están los días, los días que royendo están los años. Luis de Góngora Orilla ¿Si no fuera por la rosa frágil, de espuma blanquísima, que él, a lo lejos se inventa, quién me iba a decir a mí que se le movía el pecho de respirar, que está vivo, que tiene un ímpetu dentro, que quiere la tierra entera, azul, quieto, mar de julio? Pedro Salinas UNOS CUERPOS SON COMO FLORES Unos cuerpos son como flores. Otros como puñales, Otros como cintas de agua; Pero todos, temprano o tarde, Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, Convirtiendo, por virtud del fuego, a una piedra en un hombre. Pero el hombre se agita en todas direcciones, Sueña con libertades, compite con el viento, Hasta que un día la quemadura se borra, Volviendo a ser piedra en el camino de nadie. Yo, que no soy piedra, sino camino Que cruzan al pasar los pies desnudos, Muero de amor por todos ellos; Les doy mi cuerpo para que lo pisen, Aunque les lleve a una ambición o a una nube, Sin que ninguno comprenda Que ambiciones o nubes No valen un amor que se entrega. Luis Cernuda Despedida Muchachos Que nunca fuisteis compañeros de mi vida, Adiós. Muchachos Que no seréis nunca compañeros de mi vida, Adiós. El tiempo de una vida nos separa Infranqueable: A un lado la juventud libre y risueña; A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; De viejo la he aprendido y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa. Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo. No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires. Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles. Que ya tan sólo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. Luis Cernuda Contra Jaime Gil de Biedma De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación -y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar la casa? Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento -seguro de gustar- es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos. Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo! Jaime Gil de Biedma