A MANUEL A. MERCADO Habana 11 de febrero.—[1877] Mi muy

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A MANUEL A. MERCADO
Habana 11 de febrero.—[1877]
Mi muy querido amigo.
Cuando se va por el mundo, se va haciendo familia:—aquí se halla una
esposa, allí un hermano;—dígame V. cómo no ha de volver el alma los
ojos a donde ha hallado esposa y hermano juntamente.—Cada vez que
recibo carta suya, me aplaudo a mí mismo por haber sabido merecer de
hombre tan puro, tan entrañable afecto.
No he cedido, sin embargo, al impulso de doliente amor que me
llevaba a México:—hay en la esencia del alma una voz solemne e
imperiosa, que se oye en son de inexplicable alegría cuando bien se
obra, y en penetrante palabra acusadora cuando se ha obrado poco
cuerdamente. Estas voces secretas serán siempre, a despecho de las
utilidades humanas, las únicas razones justas a la larga, y poderosas.
Más fuerte que mi deseo, que ni a mis labios hubiera llegado sin la
unánime—y equivocada—excitación de cuantos me quieren,—ha sido mi
propósito de seguir viaje a Guatemala. Mi fe se ha enardecido por mi
desconfianza momentánea de ella:—como todo lo noble, mi fe me
devuelve mi injuria haciéndome un bien.—Voy a esa tierra humilde con el
alma regocijada, clara y entera. No pronto a esperar, sino decidido a
obrar. Yo tengo en mí algo de caballo árabe y de águila:—con la
inquietud fogosa de uno, volaré con las alas de la otra.—Si la concepción
de mi pensamiento de volver a México no hubiere en mí nacido de mi
absoluta certeza de que mi vida está entrañada en la de Carmen, tendría
vergüenza de este—en apariencia—acobardado pensamiento.
No ha venido el Sr. Lerdo a La Habana, ni Manuel Romero ha llegado a
Matanzas. Como hay placer en dar corte a la desgracia, no hubiera yo
dejado, ni dejaría si viniesen, de hacer con ellos lo que por infortunados
les debo.—Romero Vargas salió para New York;—Job Carrillo ha abierto
su taller, que aún no he visto; don Ignacio Mejía no olvida su costumbre
de estrechar la mano a todo el mundo;—allá hizo corte, con fortuna al
principio; pero el concepto brusco que de él tengo, vehementemente por
mí expresado, llegó—bien lo siento—a las regiones que solícito y manso
frecuentaba.—No gusto yo de los hombres hipócritamente humildes.—
Veo a México en camino de una reacción conservadora;—ni es nueva
para V. mi añeja certidumbre de que así había de suceder.— ¡Quién sabe
si el partido liberal—/siempre es desgracia para la libertad que la libertad
sea un partido/—tiene el derecho de sentirlo!—Por V. me preocupo, si
bien no me inquieto. Tal es su valer, y tales sus virtudes, que en su
patria misma, una vez comenzado a conocer, no puede ser verdad para
V. el desamparo.
Envío a mi familia el dinero necesario para su viaje: 220$, aquí
equivalentes a más de 500, para que vengan por el paquete inglés.
Encarézcales V. la necesidad de que nada desempeñen ni compren,—que
lo enviado es lo estricto, y no han menester verse en innecesarias
aflicciones.—
Dejo muchas veces a los que quiero más para decirles menos: así a
Lola.— A Ocaranza, mi encargo de que haga cuadros picarescos de tipos
patrios, y los envíe a N. York.—A sus hijos, los de ojos árabes y suave
tez americana, las venturas a que sus padres tienen larguísimo derecho.
Con toda el alma, no ciertamente escasa de voluntad y amor, se las
desea su hermano.
J. MARTÍ
[Ms. en CEM]
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