RUBRICAS EDUCATIVAS - CGT Enseñanza Andalucía

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RUBRICAS EDUCATIVAS
Están aquí, aunque millones de personas que conforman las comunidades educativas
no tengan ni la más remota idea de lo que son. Las normas, sobre planificación, desarrollo y
evaluación de las actividades de aprendizaje, promueven su uso, y a miles de docentes les
está dando dolores de cabeza. ¿Cuál es la causa de tanta ignorancia y tanto esfuerzo, que se
antoja para muchos inútil?
El primer lugar es preciso señalar que las prácticas educativas, en nuestros centros
educativos, han estado sujetas a diversas y múltiples formas de programación, que contiene
la evaluación de la misma. Aunque la palabra programación ha sido siempre utilizada entre
la docencia, es muy cierto que la forma de hacerla, y, sobre todo, la filosofía que sustenta su
existencia, como documento planificador de las actividades en los procesos de enseñanza
aprendizaje, se ha ido modificando sustancialmente con el tiempo.
Al afán, lógico y necesario, de planificar, realizar y evaluar la actividad del
profesorado y los aprendizajes del alumnado, se le ha añadido, desde no hace mucho, la
pretensión de uniformar procedimientos para, de esta forma, poder ajustar “plantillas”
evaluadoras externas. Y es aquí donde empieza a patinar tanta demanda de “innovación”
programática en las aulas. Porque quienes se dedican a esto de evaluar los sistemas
educativos, no son docentes, no tienen ni la más remota idea de cuáles son los contextos
donde el profesorado y el alumnado deben trabajar colaborativamente. Además esta radical
ignorancia sobre el ejercicio de la profesión de la docencia, refuerza la inmensa osadía de
pretender ajustar la realidad a “cuestionarios”, eso sí, amplios, enjundiosos, pero de fácil
tratamiento informático, para de esta forma que las máquinas (que no personas evaluadoras)
realicen informes extensos sobre los resultados de la educación en un centro, una región, un
continente o el mundo mundial.
Porque todo parece reducirse a conseguir que el alumnado aprenda esta destreza, esta
habilidad o esta otra, que, dicen, predica del grado de desarrollo de esta o aquella
competencia. Sin tener en consideración que la relación docente discente, que se antoja algo
más que compleja, se hace siempre colectiva y nunca personalizadamente. Y claro, como no
es nada fácil la tarea burocrática que al profesorado se le encarga, surgen a diestro y
siniestro “ayudas” en varias webs que ofrecen fórmulas mágicas, tipo lee, elige, corta y
pega, para que el profesorado cumplimente los requerimientos normativos en sus
programaciones. Por ejemplo aquella web que facilita nada menos que 75 rúbricas para
Primaria, Secundaria y Bachillerato que, según dicen, permiten “evaluar y también guiar el
diseño y aplicación en clase de diferentes tareas, actividades y proyectos de aula”,
prometiendo que con ellas se podrán “desarrollar nuevos modelos de aprendizaje y
evaluación en el aula: aprendizajes activos, coevaluación, heteroevaluación...”. Todo un
filón de ventajas para programar actividades en el aula, gestionar recursos de aprendizaje,
elaborar y ejecutar proyectos, utilizar herramientas virtuales, haciendo más eficiente, eso
dicen, la evaluación del desarrollo de las competencias que, se supone, el proceso de
enseñanza aprendizaje debe garantizar. Y todo ello con la garantía de diversos entes
administrativos: el INEE (instituto Nacional de Evaluación Educativa), o del INTEF
(Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado) o el no
menos conocido CNIIE (Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa).
¿Quién se encarga de hacer las rúbricas para evaluar el rendimiento de estos
organismos?
Rafael Fenoy Rico
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