Diario Comercial, Económico y Empresarial Nro 67 – 23.03.2016 Una promisoria regulación de las sociedades imperfectas o simples. Parte II Por Marcelo Gebhardt Hecho el introito y saludado de tal laudatorio modo el nuevo régimen, veamos en breves trazos en qué consiste. 1) Las más simples y diversas formas societarias carentes de registración, tipicidad y formalidad pasan ahora a alcanzar por el solo hecho de generarse un vínculo asociativo, personalidad jurídica y sus integrantes (socios) no tienen responsabilidad solidaria sino, como principio, solo mancomunada El cambio es muy profundo: estas sociedades imperfectas tenían hasta la ley 26.994 una personalidad limitada y precaria. Sus socios tenían responsabilidad solidaria e ilimitada. Ahora estas sociedades simples o informales (como las llama FAVIER-DUBOIS) o “simple sociedad” (como prefiere llamarlas ZUNINO) , también denominadas libres o residuales (VITOLO), son negocios eficaces, perdurables en el tiempo y constituyen apetecibles formas societarias para emprendimientos empresarios de cierta envergadura (obviamente no lo será para la gran empresa que necesita formalidad y control incluso entre sus órganos por el volumen de sus negocios), pero sí para las infinitas medianas y pequeñas empresas que son el motor de la economía argentina. Ya no quedan descalificadas las sociedades atípicas (antes nulas directamente) ni las que omitan requisitos esenciales (tipificantes o no), o las que incumplan requisitos formales o no estén registradas. Todas ellas reciben el trato protectorio de su personalidad, a tenor de los arts. 21 a 26 de la LGS. 2) El contrato social, si lo hubiera, puede ser invocado entre los socios. Y es oponible a terceros si estos lo conocían (art. 22 LGS). Es decir, que la ley positiva resuelve la cuestión exactamente al revés de lo que ocurría en la regulación anterior donde las cláusulas escritas y expresamente estipuladas por las partes eran secundarizadas en homenaje al comentado disfavor que la ley le prodigaba a estas formas societarias imperfectas. El viejo paradigma legal de combatir la informalidad o la irregularidad, hoy superado, usaba ese mecanismo de retorsión para disuadir a los contratantes de vincularse con estos entes informales. Aquélla actitud paternalista no se justifica hoy día en los que en la vida de los negocios impera la información – y se exacerba incluso la comunicación - y con base en ella contratan los que son pares. Obsérvese, en esa senda, que este esquema libertario convive – y en buena hora – con el conjunto de regulaciones tuitivas del consumidor, ajeno al ente societario que sí puede – y debe - considerarse un sujeto digno de la protección legal por su inferioridad en el plano de la contratación (CHOMER). 3) Los socios de estos entes responden no ya solidariamente sino apenas de manera mancomunada y en partes iguales. De nuevo el cambio rotundo y otra vez, por ende, la aprovechabilidad de la figura por parte de los empresarios que, antes, la ley desechaba o “miraba con disfavor” según frase acuñada por la doctrina. Naturalmente ese principio general puede ceder, tal como lo prevé el nuevo art. 24: (i) por una estipulación expresa en un caso concreto (o sea que todos se declaren solidarios en un negocio en particular); (ii) o por una estipulación general en tal sentido que aparezca en el contrato social o (iii) por las reglas del tipo que se adoptó y a cuyo respecto se omitieron formalidades (por ejemplo si la sociedad es colectiva y no se la inscribió). 4) La subsanabilidad de los requisitos tipificantes o de las inscripciones o formalidades faltantes son el principio general. El legislador quiere preservar estos vínculos y las personas jurídicas nacidas de él. No admite, la insostenible idea de que la ley o los jueces pueden negarle a los particulares sus derechos de contratación. Hay en el texto del art. 25 LGS una evidente directriz que apunta a la conservación de los negocios sostenidos en estas formas societarias simples. El nuevo ente societario, aún imperfecto, que da estructura a la empresa y el evidente interés legal de su conservación, aparecen como novedosos paradigmas que asoman como un escalón de mayor calidad o de mejor formulación práctica que el preexistente y genérico principio de conservación de la empresa, pacíficamente aplaudido desde las reformas mercantiles del año 1972 en las leyes 19.550 de sociedades y 19.551 de concursos y quiebras. La subsanación, en efecto, puede hacerse en cualquier tiempo. Debe concretarse, preferentemente, con un acuerdo unánime de los socios, mas si no se logra esa univocidad de voluntades el citado art. 25 LGS prevé un método subsidiario que remplaza la falta de unanimidad por un breve proceso judicial y, por fin, preserva el derecho del disidente concediéndole la posibilidad del receso. En esa senda, el interés de cualquier socio que quiera obtener la disolución y liquidación anticipada del ente merced a su informalidad, puede resolverse mediante el pago de su parte en la sociedad. Pero ella puede subsistir al amparo de la decisión de los socios restantes. 5) Las relaciones entre los acreedores sociales y los acreedores particulares de los socios resultan reguladas como en el caso de una sociedad perfecta (o típica y regular). El legislador, en efecto, enfatiza en el art. 26 de la LGS la plenitud del efecto que concede a estos entes imperfectos. Si, en cambio no se escogió ninguno de los tipos legales y la sociedad es nítidamente atípica la acción de los acreedores se concretará a través del método previsto para la generalidad de los casos en el art. 57, párrafo 1*; esto es, embargando las utilidades que correspondan al socio deudor y, por cierto, ejecutando la cuota de liquidación al término de la vida social. 6) La capacidad de adquirir bienes registrables. Esta aptitud de los entes informales (las viejas sociedades irregulares y de hecho) trajeron no pocas dificultades interpretativas y prácticas a la hora de ejercer el derecho real de dominio sobre bienes registrables. Pues bien, las cavilaciones anteriores han quedado de lado frente al texto expreso del art. 23, segundo párrafo, que categóricamente admite esta posibilidad de adquisición de bienes registrables a nombre de las sociedades de esta Sección IV. Harán falta, por cierto, diversas formalidades específicas que deberán ser objeto de acreditación ante el Registro respectivo (vgr. automotor o de la propiedad inmueble), lo cual es propio de la informalidad analizada. Como se ve, a título de conclusión, estos instrumentos societarios están ahora claramente protegidos por la ley que, también inequívocamente le concede una perdurable personalidad propia. Estos entes no tienen que someterse a controles administrativos y funcionan más allá de cualquier actividad o requisitoria de los registros públicos. Son pues herramientas de gran valor para que el empresario las disponga lícitamente en beneficio del ansiado progreso material de la comunidad.