Construyendo en unidad Juan 17: 20-23 Uno de los misterios más extraordinarios del Nuevo Testamento tiene que ver con la perfecta unidad que demuestran tener el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En esta hermosa y decisiva oración de Jesús, encontramos que el anhelo del corazón de nuestro Señor es que también nosotros, los cristianos, lleguemos a alcanzar esta misma clase de unidad que tiene el Padre celestial con su Hijo Jesucristo. Los siguientes son tres elementos importantes que el Señor menciona en su oración referentes a la unidad de los creyentes: Esta unidad es producida por Cristo. “Para que todos sean uno… en nosotros.” v 21. Una de las grandes tragedias que causó el pecado fue la división entre los seres humanos. El odio, el resentimiento, el orgullo nacionalista, los sentimientos de superioridad, el racismo, son expresiones amargas de la profunda alienación en que viven los seres humanos unos con otros y con Dios. Sin embargo, en esta oración el Señor está pidiendo no por la unidad de la gente que no le conoce, sino entre sus discípulos, entre su iglesia. El Señor sabía que pese a ellos le habían recibido como el Mesías, estaban muy lejos de ser perfectos en su relación unos con otros (ver Marcos 9: 33-35). Pero esta unidad no es el fruto de nuestras buenas intenciones. La unidad de que Jesús habla es un don espiritual y sólo se produce cuando vivimos en Cristo. Nuestra responsabilidad es entender que el anhelo de Dios es esta unidad en el cuerpo de Cristo y permitir que Él la haga realidad en nosotros. La oración quedó consignada en la Biblia como una manera de llamar nuestra atención a la responsabilidad que tenemos de obedecer a este deseo del Señor. Esta unidad tiene un propósito específico. Como en todas las cosas que Dios hace, Él tiene un propósito en mente. La unidad en el cuerpo de Cristo no es solamente un sueño romántico o un buen deseo. En realidad, de acuerdo a esta oración, de ella depende el avance o el estancamiento del evangelio. Jesús lo expresó de dos maneras en esta oración: a. Si somos perfectos en unidad, el mundo va a creer en Él (v 21) b. Si somos perfectos en unidad, el mundo va a conocer que Cristo es el enviado de Dios, el Salvador del mundo (v 23). De nuestra unidad y de nuestro amor y apoyo los unos a los otros depende nada menos que la evangelización del mundo. Esta unidad tiene una recompensa. El anhelo de Dios por la unidad del cuerpo de Cristo tiene una meta final elevada: conocer y revelar la gloria de Cristo (v 24). La invitación del Señor es a descubrir esta gloria suya por medio de vivir en unidad los unos con los otros. En la medida en que vivimos juntos en armonía podemos descubrir más profundamente la gloria del Señor Jesucristo en nuestra vida y la disfrutaremos también eternamente. La unidad entre nosotros los hijos e hijas de Dios es uno de los propósitos más importantes de Dios para con su iglesia. Somos su familia y Él desea vernos unidos en amor. Cristo es quien produce esa unidad. Esta unidad tiene como objetivo que el mundo crea en Cristo al ver la realidad de su evangelio en nosotros. Y finalmente, esta unidad nos permitirá conocer la gloria de Cristo. Ciertamente como dice el Salmo 133, “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”