CARTA DEL DIRECTOR DE LA EVAM (Escuela Valenciana de Alta

Anuncio
CARTA DEL DIRECTOR DE LA EVAM (Escuela Valenciana de Alta Montaña) A LOS
ALUMNOS DE TD Nivel I, antes de sus exámenes finales:
Una última lección para profesores y alumnos: “Podíais haber sido vosotros”.
El sábado 27 y domingo 28 de febrero se produjeron dos escenarios similares en tiempo y forma, salvando
las distancias, con muy diferente resultado y el cual me ha hecho reflexionar. Dicha reflexión la quiero
compartir con profesores y alumnos del TD1 de montaña de la EVAM, para ello permitidme empezar como
a mí me gusta.
Dejadme que os cuente una historia:
La mañana del sábado 27 de febrero tres senderistas salían desde Castell de Cabres (Castellón) para realizar
una ruta por las cercanías, su intención era disfrutar de la Sierra del Maestrazgo por el trayecto que une
Castell de Cabres y la Pobla de Benifassar. Población ésta última donde pretendían hacer noche en un
albergue. Esta ruta al menos uno de ellos la había hecho varias veces, quizás en esta ocasión les motivaba
de especial forma que había algo de nieve en los alrededores caída recientemente, convirtiéndola
ciertamente más atractiva a veces anteriores.
Al mismo tiempo, en la Sierra del Maigmó y desde el Xorret de Catí, treinta y dos alumnos divididos en
cuatro grupos con sus respectivos evaluadores se dirigían a realizar un largo examen de dos días de duración
como recta final de un intenso bloque específico de TD1 de montaña. Éstos, con más o menos nervios,
compartían con aquel otro grupo de senderistas de Castellón que su itinerario era similar en dificultad,
cotas y en previsión meteorológica, ya que en ambos casos se esperaba vientos fuertes, lluvia o nieve y una
situación atmosférica que no dejaba muy claro la evolución durante el día.
El grupo de senderistas de Castellón, en algunos medios catalogados de expertos porque llevaban ya varios
años practicando este deporte, transportaban en sus mochilas lo que para ellos era suficiente para una ruta
conocida y donde no pretendían hacer noche. Además se sentían con los suficientes conocimientos para
hacer frente a una actividad de esta magnitud, tal y como puede parecer un itinerario de baja montaña
apenas a una hora en coche desde tu casa en Castellón.
Por otro lado, el grupo de alumnos de TD1 llevaban en sus mochilas un material adecuado a la magnitud
del itinerario a realizar, aunque algunos de ellos pensarían que quizás era exagerado para el fácil itinerario
que iban a realizar pero todos estaban supeditados a las imposiciones del guion de examen de aspirante a
guía en el que se encontraban.
Durante las primeras horas de la tarde del sábado la situación meteorológica en los montes del Maestrazgo
se convirtió en un temporal de viento y nieve, lo que llevó al grupo a desorientarse así como a sentir el
helado tacto de la ventisca cuando no se tiene el material adecuado, esto les obligó a tomar la decisión de
buscar cobijo en unas ruinas de una masía perdida en el monte.
El grupo de alumnos de TD1 mientras tanto seguía su itinerario entre fuertes vientos que resistían gracias
a su preparación, su vestimenta adecuada y sabiendo que disponían de recursos suficientes para no
perderse, y por supuesto de una planificación específica para poder tomar las decisiones acertadas y
afrontar las adversidades que la previsión metereología pudiera traerles, ya que ellos habían previsto de
forma minuciosa sus rutas de escape si en primera instancia la decidida se hacía impracticable. Sabían que
aunque la meteo estaba siendo dura, lo fuerte estaba por venir y por exigencias del guion deberían pasar
la noche donde el montañero es más vulnerable, a ras de cielo. Pero su planificación les hacía conscientes
de ir preparados, con material y conocimientos suficientes para cuando llegara ese momento.
Por otro lado, en Castellón la tarde llevaba a la noche, los tres senderistas totalmente aislados y
desorientados ante una gran ventisca y resguardados en las ruinas de una casa, decidieron que no
aguantarían esa noche allí y debían salir a pedir ayuda o buscar un mejor cobijo. Al salir de allí el manto
blanco había transformado el terreno, donde antes había una senda marcada ahora sólo había nieve y
quedaba del escenario anterior matorrales y árboles, la traza salvadora que una senda bien marcada ofrece
y que guía a los senderistas había desaparecido. Después de deambular encontraron cobertura en sus
móviles y pudieron lanzar una llamada de socorro, pero era demasiado tarde dada la virulencia del viento
y nieve no hacían posible que los grupos de rescate realizaran sus labores de socorro. La batería del teléfono
sólo les permitió pedir ayuda a última hora de la tarde dejando una somera localización. Pero
indudablemente estaban solos, aislados en una montaña donde el día anterior podías pasear en manga
corta, a poco más de dos kilómetros del pueblo más cercano y donde apenas unas horas antes la ayuda de
los grupos de rescate no tardaría más de diez minutos en llegar. Pero ahora cuando más necesaria era ésta,
era imposible y en la mayor de las hostilidades. Al final en un estado de desesperación y cuando más
necesitaban ayuda exterior sus móviles dejaron de emitir mensajes de ayuda, seguramente por falta de
batería o cobertura. Y para colmo, lo peor estaba por llegar pues la noche avanzaba a una velocidad tan
rápida como las rachas de viento.
En otro lugar y al mismo tiempo el grupo de alumnos llegaban a su lugar de acampada improvisada, les
acompañaba esa tranquilidad atmosférica que precede al temporal y aunque el viento soplaba con fuerza
ellos sabían que vertiente a sotavento era la indicada para pasar más resguardados. Sacaron sus recursos
de su mochila, tomaron decisiones correctas en cuanto donde colocar sus vivacs y con sus conocimientos
empezaron a construirse ese refugio que les tenía que mantener con vida esa noche.
Para los senderistas de Castellón la situación se complicaba cada vez más, confiando simplemente en su
técnica de orientación favorita en el hecho de seguir una senda marcada que ya no existía porque la nieve
la cubría, sus recursos de urgencia en pedir ayuda con su teléfono móvil y en un material de mochila basado
en un poco de comida o ropa por si hace algo más de fresco se convirtió en insuficiente, hasta se convirtió
en insuficiente ese GPS salvador que parece resolver todos los problemas. No tenían recursos para montar
un vivac que les salvara de la muerte por hipotermia, ni una simple manta térmica, seguramente nunca se
plantearon que alguna vez lo necesitaran. Me figuro que mientras el frío hacía su trabajo inexorable en sus
cuerpos pensarían “cómo me está pasando esto a mí”, “si estoy a poco más de dos kilómetros del pueblo”,
“si soy un simple senderista que nunca pretendí hacer más que eso caminar por rutas fáciles y marcadas”,
“si sólo quería dar una vuelta por mi ruta preferida”, “si sólo .... “. La historia no terminó como una película
de Hollywood, dos de ellas murieron y uno pudo sobrevivir seguramente porque físicamente estaría más
fuerte. El superviviente a la mañana siguiente al ser localizado por un helicóptero y rescatado dijo a los
grupos de rescate que lo encontraron (con indicios de congelaciones a una cota menor de mil metros en
Castellón, ¿eso es posible?), que al ver que sus compañeras no podían seguir y comprobando que no se
movían su intención fue la de buscar ayuda aunque no llevaba un rumbo cierto.
En otro punto de los montes valencianos, el grupo de aspirantes a guías se levantó ese domingo con una
realidad diferente, seguramente alguno pasaría algo de frío pero nada que no arreglara un buen café y un
desayuno, habían sido capaces de resistir cómodamente en un ambiente extremo y solamente con unos
pocos pero seleccionados conocimientos y el material adecuado. Se alegraban de haber conseguido el reto
y se hacían fotos con la nieve alrededor de sus vivacs.
CONCLUSIÓN:
Que nadie piense que frivolizo con este accidente, sólo busco el aprendizaje basándome en el error. Esos
senderistas son, eran, como nosotros. El pensar que eran inferiores a cualquiera de nosotros es el peor
error que podéis cometer como guías, el atribuir el accidente a la mala suerte o que era el destino que les
esperaba es la mayor de las estupideces que podéis llegar a pensar. Los accidentes en montaña son
inevitables, y estos en su mayoría, como en este caso, suelen ser una suma de errores humanos
concatenados que nos podría pasar a cualquiera de nosotros.
Creer que estamos seguros en la montaña porque estamos apenas a unos pocos kilómetros de un lugar
seguro, o porque creemos que por conocer la zona no necesitamos prever material de orientación puede
ser un gran error, a esto se le llama “sesgo de habituación” y se produce tanto en personas inexpertas como
expertas, sea cual sea el rango de experticia en el que os valoréis. Su mayor precursor es pasar mucho
tiempo haciendo la misma actividad sin percances o incidentes porque poco a poco ello hace que
disminuyamos nuestra atención y descuidemos nuestras planificaciones apareciendo el exceso de
confianza.
Otro error pudo estar en no mirar la previsión meteorológica, o en el caso de hacerlo no saber interpretarla
en cuanto a lo que significa su acción sobre el entorno donde vamos a realizar nuestra actividad, es otro
fallo sumado al anterior, porque os aseguro que la meteoalerta avisaba de este temporal con una precisión
exquisita.
Y por último, el no tener ese material básico que nos lleva a poder reaccionar ante una situación de
emergencia, como es la capacidad de realizar un vivac que nos permita sobrevivir una noche, es una
temeridad en estas condiciones esperadas. Porque en este caso fue el mal tiempo pero la causa podría
haber sido una torcedura de tobillo o un esguince de rodilla.
Cuando actuamos como deportistas en nuestras actividades de montaña podemos ser libres de interpretar
hasta donde queramos porque somos responsables de nosotros mismos, asumiremos como os he dicho en
otras ocasiones durante las clases el riesgo residual de la actividad de forma lógica consciente y atendiendo
a las consecuencias de vuestras decisiones. Pero cuando se pretende ser guía, ser responsable de otros, no
nos deja opción a decidir en cuanto a nosotros sino por los demás y no nos podemos permitir fallar. Todo
riesgo asumido es relativo a la meteo, el terreno y el grupo.
Por todo esto si alguien piensa que durante un examen donde se te evalúan capacidades para trabajar como
guía de montaña, simplemente por un mal vivac, el cual un profesor cualificado ha decidido que no es
adecuado a la situación planteada, no puede ser factor suficiente para suspender un módulo de seguridad.
O porqué alguien piense que simplemente por el hecho de haber mirado la previsión meteorológica( pues
lo tenía escrito en un papel) y posteriormente descubren los profesores que no lleva la vestimenta
adecuada a lo escrito, como por ejemplo unos simples guantes que le obliguen a realizar parte del itinerario
con las manos en los bolsillo, perdiendo destreza y disminuyendo sus posibilidades de reacción ante una
caída un día tan venteado como fue el del examen, tampoco son razones para suspender está muy
equivocado.
Cuando evaluadores experimentados deciden con criterio que un alumno que se examina para guiar a
personas por la montaña, la misma que mató ese día a dos senderistas, no tiene suficiente soltura para
orientarse en todo momento aun cuando se le ha dado varios intentos. O cuando un alumno filtrea con el
entorno y no sabe mantener una actitud de sobriedad y comportamiento durante la conducción del grupo.
Y piensa que se le suspende porque los apuntes llegaron tarde, porque los evaluadores no “tienen ni zorra
idea” y que la razón de haber suspendido radica en que no se han seguido criterios legales, o que el trabajo
no se me puede exigir por ley, cuando…
Alumnos lo que os estáis jugando aquí, y nosotros somos responsables de ello, es vuestra vida y las de
vuestros futuros clientes, y más la de ellos porque es posible que una situación como la de Castellón en las
mismas circunstancias seguramente los que hubierais sobrevivido hubierais sido vosotros porque seríais los
más preparados físicamente.
No frivolicéis con las evaluaciones, no nos tachéis de ignorantes, lo que no quiere decir que no pidáis
explicaciones rigurosas de por qué se os ha suspendido o aprobado, pero creo que alguno de vosotros no
sabéis donde estáis aunque la mayoría creo que lo ha entendido sobradamente. Aun así os voy a decir
donde os encontráis, estáis en una escuela de guías y mientras yo sea el director de la EVAM no saldrá
aprobado de ella nadie que no demuestre competencia técnica suficiente, capacidad de tomar decisiones
adecuadas, ni responsabilidad sobrada para entender y actuar con diligencia ante una situación catalogada
de tan “sencilla” como lo que paso ese fin de semana. Porque el fin de semana pasado mientras unos
disfrutaban otros morían. Más vale que te suspenda el profesor justificadamente que no que te suspenda
la montaña, porqué esta sí que es dura.
Para aprobar hay que estudiar y practicar, yo no conozco otro método, pero tenéis derecho al cabreo y a
exigirnos la mayor de las competencias también a nosotros como profesores, pero lo repito tenéis que
estudiar y practicar todo lo que esté en vuestra mano.
Estoy orgullosísimo del grupo que he tenido en este curso, tanto de alumnos como de profesores, ojalá
todos los años sean así, gente motivada, experimentada y con ganas de sumar, de aprender-enseñar, pero
una cosa es ser deportista de montaña y otra diferente es ser guía de montaña. Todos tenemos que
aprender y mejorar, tanto los alumnos como los profesores y por supuesto el grupo de gestores de esta
escuela y los sabemos!!
En la montaña somos los que sabemos y lo que llevamos, pero sobre todo somos humildad y reflexión.
José Ignacio Amat Segura “Rizos”
Director de la Escuela valenciana de alta Montaña
*La historia de Castellón está montada sobre los datos que hasta ahora he conseguido de los medios de prensa y
preguntando algunos de los que asistieron en el rescate. Pero la rigurosidad de estos quizás para esta lección sea lo
de menos. Descansen en paz.
Descargar