"Una imagen vale más que mil palabras"

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HACIA UNA VISIÓN ARTIFICIAL
“Una imagen vale más que mil palabras”. Con esta frase podríamos describir
uno de los principales intereses del ser humano desde el comienzo de los tiempos. Ya en
la prehistoria, los hombres se comunicaban a través de las pinturas que realizaban en sus
cuevas. Más tarde, reyes y nobles empezaron a retratarse bajo las pinceladas de
reconocidos artistas. Y a partir de ahí, fueron sumándose cámaras de fotos, de video,
televisiones, etc., todo un arsenal de nuevas tecnologías que, sin embargo, conservaban
el mismo objetivo: capturar imágenes, “paralizar” por un momento el mundo para poder
seguir contemplando lo que continuamente se mueve, la vida.
Nuestro mundo se basa en imágenes. Éstas se van sucediendo continuamente en
nuestras vidas. Nos comunicamos a través de gestos, expresiones faciales y escritos.
Nos divertimos con el cine, el teatro y la televisión. Aprendemos en museos. Viajamos
para contemplar monumentos y paisajes. Las imágenes forman parte de nuestro ocio,
educación y socialización. Necesitamos “ver” mundo para movernos en él.
Sin embargo, dentro de este mundo bombardeado incesablemente por imágenes,
todavía existen algunas personas a las que todo esto les es ajeno. Personas que, teniendo
en cuenta la perspectiva presentada anteriormente, presentan una de las deficiencias más
aislantes que pudieran darse en nuestro mundo, la ceguera.
En busca de una esperanza
A nadie le sorprende ya el anuncio de una nueva pantalla de plasma extraplana,
la llegada del TDT a todas nuestras casas o la invención de un nuevo móvil que permite
realizar videoconferencias. No cabe duda de que los diseñadores de nuevas tecnologías
han dado en el clavo. Conocen nuestros intereses, nuestra fascinación por las imágenes
y lo intentan explotar al máximo. Además, la tecnología avanza rápidamente y lo que
hace unos años nos parecía impensable, ahora existe y, no sólo eso, sino que sigue
mejorando y avanzando día a día.
Así, con este panorama, no sería temerario pensar que los mismos avances que
han ayudado a “aislar” aún más a las personas que no podían disfrutarlos pudieran, en el
futuro, llegar a abrir la puerta de su esperanza, pudieran hacerles “ver” el mundo.
Cuando la tecnología suple a la biología
La etiología de la ceguera es variada pero, en su mayoría, se produce por algún
tipo de problema situado en las estructuras que forman parte del globo ocular. A veces,
incluso, es producida por problemas de transmisión nerviosa pero, aun en estos casos, se
suelen producir a niveles muy distales al lóbulo occipital, encargado de integrar la
imagen.
El problema de la integración de la imagen, es decir, de los mecanismos
funcionales que posibilitan la visión, ha sido explicado por distintos modelos. Sin
embargo, tanto el modelo mentalista como el ecológico de Gibson, admiten que la
percepción de imágenes se produce como resultado de un procesamiento de señales
físicas (rasgos o frecuencias) transmitidas desde el objeto exterior al cerebro. Todavía
existen muchas dudas sobre la forma concreta en que este procesamiento tiene lugar.
Investigadores en el tema utilizan distintos estímulos de luz para ver qué zona de qué
neurona específica es estimulada. Y no sólo eso, sino que diversos experimentos han
intentado lo contrario: producir distintas corrientes eléctricas directamente en el cerebro
y observar qué experiencias dicen sentir los sujetos. Esto no nos debe extrañar si
pensamos también en la variedad de alucinaciones que relatan personas que, bien sufren
ciertas patologías como la esquizofrenia o bien están bajo el efecto de sustancias
psicotrópicas. Todos ellos son capaces de “ver” cosas que no tienen correspondencia
con el exterior y, la mayoría de las veces, con el convencimiento de que son reales.
Así, todo esto nos puede llevar a plantearnos si no podríamos aprovechar el
desarrollo incesante de las tecnologías para poder suplir ese circuito visual que algunas
personas tienen dañado y así, lograr que “percibieran” el mundo.
Visión artificial
El circuito visual comienza en el globo ocular; éste debe captar el haz de luz
específico que le llega para poder percibirlo más tarde. En muchos casos de ceguera
esto no es posible, por lo que deberíamos sustituirlo por otro mecanismo que permitiera
captar esa imagen del mundo exterior. ¿Qué mejor que una cámara de video? Así, una
cámara de dimensiones diminutas podría ser instalada en una zona del invidente de tal
manera que permitiera captar un campo visual similar al obtenido por un ojo sin
disfunciones y que, a la vez, pudiera estar lo suficientemente oculta como para no
incomodarle (en un botón, por ejemplo).
La imagen captada debería ser transportada a un procesador que pueda analizarla
y trabajar con ella. De esto podrían encargarse unos diminutos chips de memoria
inalámbricos, como los desarrollados actualmente por Hewlett-Packard. Éstos son tan
pequeños que podrían incrustarse en casi cualquier objeto, por lo que nos serían útiles
introduciéndolos a modo de prótesis en algún lugar cercano al sistema neural encargado
de la visión. Su velocidad de entrada y salida es de hasta 10 megabites por segundo, lo
que, susceptible todavía de mejora, permitiría que la imagen captada llegara en un
tiempo real al procesador. Además, estos chips no necesitan pilas puesto que los
dispositivos que les mandan información, como la videocámara, les proporcionan,
además, energía por inducción, lo que posibilita que no sea necesario su cambio.
Aunque a simple vista esto parece desorbitado, diversas empresas de
nanotecnología como Nanoespectra Biosciences ya están desarrollando nanopartículas
que son capaces de penetrar incluso a través de los vasos sanguíneos agujereados de un
tumor para acabar con él. Además, diversas técnicas diagnósticas consiguen recoger
imágenes médicas del interior del cuerpo. ¿Por qué no podrían utilizarse entonces estos
chips para recoger información visual externa e introducirla en el organismo? Sólo se
necesitaría que esta conexión fuera inalámbrica. Vemos, por tanto, que la unión entre
tecnología y biología abre muchas posibilidades de avance.
Por tanto, una vez que la información sobre la imagen ha llegado al interior del
organismo del invidente, ésta sólo tendría que conseguir integrarse en su mente de
forma que él pueda ser consciente de esa “percepción”. Para intentar conseguir esto,
podríamos basarnos en la teoría computacional de David Marr. Según Marr, la visión se
produce al computarse una serie de características propias de la imagen. Primero tendría
lugar la digitalización de la misma y, a partir de ésta, se producirían una serie de
algoritmos matemáticos que permitirían detectar bordes, luminosidad, etc. Esta teoría
podría resultarnos algo contra intuitiva al aplicarla al funcionamiento visual fisiológico.
Sin embargo, sí podría ser utilizada para producir una visión artificial.
Descompuesta ya la imagen según sus características, entrarían en juego los
diversos experimentos sobre estimulación de neuronas específicas para la producción de
efectos perceptivos concretos. Se necesitaría el desarrollo de nanoestimuladores
eléctricos que actuaran sobre las neuronas adecuadas, de modo que el resultado final de
la suma de estas sensaciones fuera la formación de una imagen similar a la captada por
la videocámara. Además, aunque de momento la imagen únicamente presentaría dos
dimensiones, según un artículo del MIT Technology Review, científicos como el físico
Harold Garner están trabajando para hacer realidad lo que ya hemos podido ver en
varias películas futuristas como la Guerra de las Galaxias: la posibilidad de producción
de imágenes en tres dimensiones. Así, estas imágenes holográficas facilitarían aún más
la idea de realidad sobre lo que el invidente percibiría.
Tecnología, psicología y bioética
Como hemos podido “imaginar”, los avances tecnológicos podrían resultarnos
muy útiles a la hora de aliviar un problema biológico y psicológico tan grave como
puede ser la ceguera. Es cierto que no sería sencillo; todavía quedan muchos avances
por hacer, tanto en el campo de la percepción, biológica y psicológica, como en el
desarrollo de una tecnología eficaz que posibilitara la sustitución de ésta. Sin embargo,
pienso que ejemplos como el progreso realizado en ciencias como la inteligencia
artificial, donde los métodos informáticos y matemáticos se ponen a disposición de la
psicología, pueden abrir una puerta hacia la aplicación de ésta a problemas más
concretos, como la visión artificial. Éste sólo es un ejemplo de cómo podría
desarrollarse un ámbito cuya expansión creo que sería fundamental ya que, como
mencioné al principio, en el mundo de la imagen el carecer de ella puede ser un grave
condicionante.
Por otra parte, puede que nos planteemos dudas acerca de la moralidad de la
visión artificial. Es indiscutible que podría resultar extraño (e incluso sobrenatural) que
un aparato electrónico nos permitiera realizar una función psicológica básica como es la
percepción. Sin embargo, ¿no utilizamos también otros aparatos como los marcapasos
para suplir a la función del corazón? El corazón nos da vida, nos permite “sobrevivir”,
por lo que, ¿no sería también ético que ayudáramos a estas personas a percibir el mundo
que les rodea y disfrutar de su visión?, ¿acaso no es eso “vivir”?
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