"creer y comprender" tras la muerte de bultmann

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JOHANNES BRANTSCHEN
"CREER Y COMPRENDER" TRAS LA MUERTE
DE BULTMANN
"Glauben und Verstehen" nach dem Tode Bultmanns, Orientierung, 40 (1976) 168-171
Hace ya muchos años Karl Barth afirmó que el nombre de Rudolf Bultmann y el
concepto de "comprensión" formaban -y seguirían fo rmando- un tandem inseparable en
el ámbito de la teología. En efecto, Bultmann dedicó toda su obra a la justa comprensión
teológica del mensaje del NT. Y aunque su figura es también relevante en el campo de
la filología, de la historia de las religiones y de la exégesis (Historia de las Formas), en
lo que sigue prestaremos atención al Bultmann teólogo.
Desmitologización
La preocupación de Bultmann era que el hablar de Dios podía carecer de sentido para
muchos contemporáneos. Y esto no sólo porque el hombre moderno se considera dueño
de su propio destino, sino, sobre todo, porque el mensaje bíblico viene dado en una
imagen del mundo que ya no es la nuestra. El hombre actual sólo puede ser colocado
ante una decisión de fe responsable, según Bultmann, cuando el hablar bíblico acerca de
Dios haya sido despojado de esta imagen del mundo anticuada y mitológica. Esta
pretensión bultmaniana pasa a la historia con el excitante título de desmitologización y
constituye la dimensión negativa (desmitificar) de su hermené utica. En los años 50, este
programa proporcionó a su autor numerosos problemas y enemistades. Lo cierto es que
Bultmann creía firmemente que su programa no trataba de destruir nada, sino que más
bien era una ayuda a la comprensión de la fe: pretendía mantener el escándalo cristiano
en su lugar preciso, a fin de que no fuese sustituido por el escándalo pseudointelectual
de obligar al cristiano a "tener por verdaderas" una serie de cosas que no eran más que
elementos de una imagen del mundo ya pasada.
Interpretación existencial
Si nuestra imagen del mundo no es ya la de la biblia, sin embargo, según Bultmann,
nuestros problemas existenciales siguen siendo los del hombre de la biblia: el pan, la
felicidad, el futuro incierto, el pasado irreconciliable. Bultma nn parte de ahí: hay que
ver cómo se comprende a sí mismo el hombre de la biblia ante estas cuestiones, y cómo
abandona esta comprensión en el encuentro con la revelación de Dios en Jesucristo para
encontrar una nueva comprensión. Esta nueva autocomprensió n puede también ser la
nuestra. Elaborar esto es la parte positiva de la hermenéutica de Bultmann: la
interpretación existencial.
El auténtico escándalo
El escándalo cristiano consiste, según formulación de Bultmann, en que el hombre está
enfrentado a esta pregunta: ¿reconoces que Dios ha constituido Señor a un crucificado?
Ahora bien, como la hermenéutica bultmaniana afirma que no se puede hablar de Dios
sin hablar al mismo tiempo del hombre, esta interpelación kerigmática podría traducirse
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así: ¿quieres seguir viviendo de lo visible y disponible (la cuenta bancaria, la técnica, el
seguro de vida, el impuesto eclesial) y gloriarte en tus obras y con ello recorrer el
camino de todo lo pasado, o abandonando esto estás dispuesto a caminar con el Dios
invisible hacia un futuro del que no dispones, un futuro sin fronteras porque Dios es el
que siempre está viniendo y te agarrará incluso en la muerte? El kerigma llama a optar
entre Dios y el "mundo". Optar por Dios es encontrar la propia identidad, es decir, una
alegría a conquistar en medio de tristezas y una libertad que le permite tratar lo
mundano "como si no" (cfr 1 Co 7, 29-31).
Filosofía y Teología
La aportación sistemática de Bultmann consiste en que consiguió aunar en un todo las
tres tendencias siguientes: la herencia de la teología liberal, con su exigencia de
veracidad y honradez intelectual; la teología dialéctica de K. Barth con su absoluta
trascendencia de la Palabra de Dios; y la primera filosofía de M. Heidegger, que con su
análisis del existente humano (menschliches Dasein) proporcionó a Bultmann la
conceptualidad formal de su interpretación existencial (aunque Heidegger entendió su
análisis existencial sólo como tránsito a la pregunta propiamente filosófica por el
"sentido del ser").
Precisamente este intento de Bultmann de precisar su sistema teológico con la ayuda de
conceptos heideggerianos le llevó a la ruptura con K. Barth. Si éste se había mantenido
escéptico ante la importancia que Bultmann daba a la investigación histórico-crítica,
ahora lo consideró atrapado en la cárcel de Egipto.
Pero sigue siendo mérito de Bultmann el haber hecho un sitio en la teología de la
Palabra de Dios a la investigación histórico-crítica y a la conceptualidad profana
(filosofía), sin traicionar a la teología. Barth y otros teólogos protestantes no
reconocieron que, para Bultmann" la filosofía heideggeriana era tan sólo la ancilla
theologiae. De haberlo hecho, hubieran debido reconocer que su propia teología
trabajaba también con una determinada filosofía.
Bultmann, hoy
La teología política, de la liberación .y de la revolución, la teología de la muerte de
Dios, la teología del juego... han ocupado la atención teológica de los últimos años.
Bultmann había sido, hasta hace unos años, el chivo expiatorio de toda crisis en la
teología y en la iglesia. En cambio, tranquiliza ver que editoriales católicas de países
latinos van editando, con 40 años de retraso, las obras de Bultmann. Se ve en él a un
compañero en la lucha contra una teología aparentemente demasiado horizontal. Y
también hay quien ve en Bultmann un acontecimiento de la historia de la teología y así
ha pasado a ser un tema grato de tesis doctórales.
En semejante situación puede ser útil retener alguna de las intuiciones de Bultmann y, al
mismo tiempo, indicar alguno de los problemas que él tocó pero que siguen siendo hoy
un problema. Nos limitaremos a aquellas cuestiones que son de interés para todas las
confesiones cristianas.
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Intuiciones válidas
1) "La situación del teólogo lleva consigo, tal es nuestra opinión, la tarea imposible de
hablar de Dios" (Bultmann 1926). Esta palabra de Bultmann es hoy más actual que
nunca. Muchos teólogos creen que su principal tarea es dar consejos ecologistas,
económicos, políticos, psicológicos, comportándose como parásitos de un terreno que
otros tienen ya cubierto para sí.
2) Sigue siendo tarea de la teología (al menos desde perspectiva católica) el esfuerzo de
pensar simultáneamente en Dios y en la experiencia humana, y para ello debe echarse
mano de la filosofía. La "pre-comprensión" bultmaniana retomó uno de los principios
de la "teología natural" tradicional. No andaba tan desencaminado K. Barth cuando unía
el nombre de Bultmann al de Tomás de Aquino y Fr. Schleiermacher -aunque él lo hacía
en forma peyorativa. Hasta que no nos convenzamos de que Dios tiene que ver con
nuestra vida concreta (mesa y cama, familia y trabajo), todo hablar de Dios no será más
que una ocupación de lujo para los ratos de ocio de la gente piadosa. El intento de
Bultmann de meter en el lenguaje cotidiano la palabra Dios con ayuda de la
precomprensión, porque sólo así, pensaba él, podía entenderse el mensaje de Dios, debe
seguir repitiéndose.
3) La regla hermenéutica fundamental de Bultmann (de Dios no se puede hablar en
forma neutral, como de un mo nte o un planeta; sólo se puede hablar de Dios cuando el
hombre pone en juego su propia existencia) sigue siendo válida en nuestros días, en que
el positivismo de la ciencia no se detiene a las puertas de la teología. H. U. von
Balthasar repite en "Cordula o el caso de urgencia" (1967)en forma polémica lo que
Bultmann había dicho y que Wittgenstein formuló una vez así: "Tú no puedes oír hablar
a Dios junto con otro, sino sólo cuando tú seas el interpelado".
4)Bultmann entendió su teología no como un abalorio académico, sino como una ayuda
pastoral. Su discurso sobre la desmitologización lo tuvo en 1941 ante párrocos de la
"Iglesia Confesante". Cuando 10 años más tarde el debate llega a su punto álgido y se le
reprocha que su teología destruye la predicación eclesial, Bultmann publica a impulsos
de su mujer el volumen Predicaciones en Marburgo.
5) Bultmann no era ningún teólogo de palacio. No le importaba el aplauso, sino la
objetividad incorruptible. A sus alumnos les dio el consejo de evitar los congresos, pues
el conocimiento personal puede ser perjudicial para el juicio crítico. El mismo ni se
irritó ni enfermó ante los más agudos ataques, siempre que fuesen objetivos. Pero le
dolía en el alma que le dijesen que no servía a la iglesia de Jesucristo, cosa que pueden
comprender todos aquellos que, a la salida de la iglesia de Marburgo, de la que
Bultmann era presbítero, depositaban su óbolo en la bandeja que Bultmann les tendía.
Cuestiones abiertas
1) Es sabido que, para Bultmann, el Jesús histórico (es decir, el que puede ser conocido
por los métodos de la ciencia histórica) no tiene ningún significado constitutivo para la
fe cristiana. De Jesús, piensa Bultmann, no podemos saber nada referente a su vida y a
su personalidad. Pero Bultmann sospecha además que tras la cuestión del Jesús histórico
hay un intento de legitimación del kerigma, y esto, para Bultmann, sería echarlo a
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perder. A Bultmann le basta saber que (dass) Jesús vivió y murió para que el kerigma
resulte protegido frente a la tentación de reducirlo a una idea. Para él, la decisión tiene
lugar cuando el hombre se encuentra ante la interpretación creyente de la muerte y de la
resurrección de Jesús que le presenta la iglesia neotestamentaria.
Esta posición de Bultmann es insostenible histórica y teológicamente. Susdiscípulos han
retomado la cuestión, aunque hasta hoy no hayan llegado a un consensus en este paso
atrás hacia Jesús, que también han dado algunos autores católicos. Si este "paso atrás"
conduce a un callejón sin salida, está por ver. Lo que es cierto es que la tensión Jesús
histórico/ Cristo exaltado no puede resolverse en forma parcial. Como ha dicho W.
Kasper "hay que tender a una cristología de mutua correspondencia entre el Jesús
histórico y el Cristo resucitado".
Sobre todo, en su comentario a Juan, Bultmann ha interpretado a Dios como el sentido,
es decir, la causa posibilitante de nuestra existencia escatológica. Con este acento
antropológico, Bultmann reduce la dimensión con que se abre el evangelio a la decisión
de fe por la que encue ntro el verdadero sentido de mi existencia. Hay que afirmar, con
todo, que Bultmann no quiere ligar el lenguaje teológico de tal modo al antropológico
que Dios llega a aparecer sólo como el sentido de mi existencia. Ante esto hay que decir
que el evangelio de Juan trata ante todo de la gloria de Dios y después, pero con toda
seguridad, también del sentido de nuestra existencia.
2) Contra el programa desmitologizador de Bultmann, dijo K. Jaspers: los mitos "son
insustituibles, insuperables". No se puede traducir racionalmente su significado, el cual
más bien se desarrolla a través de nuevos mitos... Desmitologizar significaría liquidar
una posibilidad de nuestra razón". En forma popular, esta crítica vendría a decir que
Bultmann desconoce la verdadera naturaleza del hombre, que vive de mitos. No se trata,
pues, de aniquilarlos, sino de producir nuevos mitos.
Este ataque es seductor, pero es dudoso que pueda aplicarse a Bultmann. Pues Bultmann
sabe, como H. Marcuse, que la unidimensionalidad es la muerte del ho mbre. Su
esfuerzo iba dedicado no a la supresión de los mitos, sino a su interpretación: a través de
las imágenes míticas, más allá de ellas, manifestar al hombre moderno el verdadero
misterio de Dios. Este afán hay que reconocérselo, aunque su comprensión del mito sea
bastante problemática.
La insuficiencia fundamental de Bultmann consiste en pensar que el misterio de Dios
sólo nos es accesible adecuadamente en el encuentro existencial, es decir, en una
conceptualidad abstracta. Ya sus discípulos comenzaron a decir que quizá expresamos
mejor el misterio de Dios con imágenes y símbolos, y criticando la invisibilidad de su
"que Jesús vivió y murió" volvieron al Jesús histórico porque se convencieron de que en
la palabra y en la obra del Jesús histórico el amo r de Dios se nos había hecho
manifiesto, visible. Bultmann, en definitiva, diagnosticaba bien, pero fue un mal
terapeuta.
3) Bultmann no reflexionó suficientemente sobre la relevancia crítico-social del
evangelio. Más bien hay que colocarlo en la tradición de Kierkegaard. Para él lo
importante era cada hombre, cada uno de todos los hombres (y esto posibilitó su postura
contra el tercer Reich). Ahora bien, cuando este planteo es tratado en forma polémica y
altanera como privatización y como interiorización amundana, se puede plantear la
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siguiente cuestión: ¿qué pretenden en definitiva los teólogos de la crítica social? Su
teología socio-política apunta no a una sociedad ideal abstracta, sino que en último
término es una defensa del individuo, una lucha por la espontaneidad, el ámbito del
juego, la fantasía, la libertad de cada uno ante los poderes anónimos y las estructuras de
poder. Bultmann apuntaba a la conversión del corazón; su tema no fue la conversión de
las estructuras. Para nosotros, sigue siendo válido el mantener la tensión entre
conversión del individuo y transformación de las estructuras. Olvidar esto es polarizar la
teología tanto para hacerla, en un caso, opio del pueblo, como para reducirla, en el otro,
a mera crítica de la sociedad.
"Nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti". Haber reflexionado esta frase
de Agustín en forma nueva para nosotros es la obra de Bultmann.
Tradujo y extractó: LUÍS TUÑI
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