juez natural - Facultad de Derecho

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El debido proceso adjetivo y sustantivo
“La regla cronológica en la garantía del Juez Natural”
Autores
Diaz Ferrer, Joaquín Andrés Emilio
Tenuta, Ana María
Mera, Mariano Martín
Graduados UBA
Cap.I “El Juez Natural en palabras de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”:
I.A.El proceso constitucional, conocido y desarrollado comúnmente como el
“debido proceso adjetivo” necesariamente contiene y necesita a la garantía del Juez
Natural, así lo ha establecido desde antaño la CSJN al decir que el debido proceso
implica “la observancia de formas sustanciales del juicio relativas a la acusación,
defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales” (Fallos 125:10; 127:36;
189: 34); razón por la que cabe concluir que no cualquier proceso, por mas que se apoye
en ley formal, se transforme por arte de magia en el proceso constitucional. Para ello,
deberá ajustarse a las normas injertas dentro de la Constitución Nacional, y hoy en día
como complementarias de aquellas, a las que versen también sobre tratados de derechos
humanos establecidos expresamente en el art.75 inc. 22 2º párrafo y las que se
incorporen mediante el mecanismo que se establece en el párrafo siguiente del artículo
mencionado.
El abordaje dentro del contexto del proceso constitucional de la garantía
constitucional conocida como del “juez natural” puede resultar superflua o en el peor de
los casos aducirse que sólo sea un resabio de una etapa larval de nuestra Nación,
primero en función de que su texto se ha mantenido desde la Constitución Nacional de
1853/60 inalterado, y además porque desde el punto interpretativo de sus alcances, ella
ha sido una de las que dentro del “bloque federal constitucional” -como ha sido llamado
por el insigne jurista Germán J. Bidart Campos- se ha mantenido prácticamente
inalterada con el correr de los tiempos.
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La primer cuestión, huelga discutirse mucho más y con solo remitirse al texto es
suficiente para que ello se vea demostrado, aunque a partir de 1994 el art. 8.1 de la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos y el art. 26 2º párrafo de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre no solo reproducen lo
que ya decía la constitución histórica, sino que también aluden a la necesidad de
tribunales establecidos conforme a leyes preexistentes y extiende ya ahora expresamente
a la aplicación de la garantía a otros juicios que no sean de la órbita penal.
Sin embargo respecto a la segunda cuestión, es necesario ilustrar el porque
sostenemos que dicha garantía efectivamente desde los albores de nuestra organización
institucional no ha variado el significado que le cabe asignar.
En este sentido uno de las producciones emblemáticas de la Corte es el fallo
“Grisolía, Francisco M.” (Fallos 234:482) resuelto el 23/04/1956 donde el Máximo
Tribunal en pocos párrafos remite a la opinión vertida por el Procurador General,
pasando a ser desde ese momento el caso predilecto del Tribunal a mencionar ante
nuevos planteos que se le presenten en torno a su interpretación.
Allí en el tercer párrafo del dictamen se hace alusión a que la intervención de
nuevos jueces en las causas pendientes no afectaba la garantía del Juez Natural, esto por
supuesto, en el marco de modificaciones legales a las normas sobre competencia y
jurisdicción.
Además, el caso Grisolía a ciencia cierta, tampoco viene a realizar una
interpretación constitucional novedosa o que cambie el paradigma sobre la garantía del
Juez Natural, sino que mas bien lo que hace, es sistematizar y ordenar la doctrina
emanada de pronunciamientos anteriores del Tribunal. Por ello, el mentado tercer
párrafo hace hincapié en la inveterada doctrina del Tribunal, descartando que el caso
sometido apareje novedad alguna, haciendo alusión al caso “Chumbita, Severo” (Fallos
17:22) del 4/11/1875 donde la CSJN dijo: “Que el objeto del artículo dieciocho de la
Constitución ha sido proscribir las leyes "ex post facto", y los juicios por comisiones
nombradas especialmente para el caso, sacando al acusado de la jurisdicción
permanente de los jueces naturales, para someterlo a tribunales o jueces accidentales o
de circunstancias; que estas garantías indispensables para la seguridad individual no
sufren menoscabo alguno, cuando a consecuencia de reformas introducidas por la ley en
la administración de la justicia criminal, ocurre alguna alteración en las jurisdicciones
establecidas, atribuyendo a nuevos tribunales permanentes, cierto género de causas de
que antes conocían otros que se suprimen a cuyas atribuciones restringen; que la
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interpretación contraria serviría muchas veces de obstáculo a toda mejora en esta
materia, obligando a conservar magistraturas o jurisdicciones dignas de supresión o de
reformas”.
A resumidas cuentas de lo reseñado, puede decirse que la doctrina constitucional
no veda que leyes posteriores a los hechos a juzgar efectúen modificaciones de la
jurisdicción, por cuanto en el caso de Chumbita se habían creado los tribunales de la
Provincia de La Rioja, los cuales habrían de juzgar el caso en desmedro de los federales,
mientras que en Grisolía lo que había sucedido era la derogación de los tribunales
policiales (creados como fueros de causa -similares a los militares- por la abrogada
Constitución de 1949) volviendo en consecuencia, el juzgamiento de aquellos casos a la
justicia penal ordinaria.
Lo que es menester remarcar es que para desobedecer la literalidad del texto, que
permitiría al justiciable conocer cuál será el Juez que ha de entender en su causa, se
acude por una parte a una interpretación originalista y sistemática del mismo.
Originalista porque implica de corriente acudir a los fundamentos o pensamientos de los
fundadores de la norma en cuestión para así poder extraer si se quiere, su esencia más
pura. Sistemática, porque se acude para extraer en palabras del constitucionalista Carlos
S. Nino “el sentido de los materiales jurídicos relevantes” (ver “Fundamentos de
Derecho Constitucional”, págs.81 y sgts., Ed. Astrea, 1º edición 2º reimpresión, Buenos
Aires, 2002) del resto del texto constitucional, incluso su preámbulo.
Lo dicho se pone de resalto en los párrafos séptimo, octavo y noveno de la
opinión del Procurador, donde se deja expresamente asentado que el fin de la norma,
callado si se quiere por el constituyente, es asegurar a los habitantes una justicia
imparcial.
Entonces, lo que sucede en concreto es que a diferencia de lo dicho por la
norma, que solo viene a constituir un medio para lograr el fin, si se puede sacar al
justiciable de los jueces designados por ley antes del hecho de la causa, en la medida en
que el fin se continúe asegurando, que no es otro que la imparcialidad del tribunal. La
riqueza del fallo no se agota en lo dicho, sino que a su vez menciona los requisitos que
debe tener esa sustitución del tribunal por otro a posteriori del hecho generador del
litigio.
Los requisitos que se han exigido entonces inveteradamente, es que: primero
dicha modificación sea por ley formal, segundo que los tribunales a los que se atribuya
la nueva jurisdicción en los casos sean de manera general, o sea que también posean
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jurisdicción en otros casos similares que se ventilen, y por último estables y
permanentes, esto vinculado con la característica que otorga la CN al Poder Judicial,
porque sino gozaran de dichos privilegios, no serían estrictamente en palabras de la
Constitución, jueces. Caso contrario se estaría creando una comisión especial de modo
solapado, cosa que sí está fuera de discusión y que se adapta de modo literal a lo que
veda expresamente el artículo 18 palabras antes. Tal situación puede darse por resumida
en que tampoco es la persona como juez la dotada de jurisdicción, que la jurisdicción
está en el órgano en sí, o sea, no es la persona la que juzga sino, metafóricamente el
sillón que ocupa el que se avocará al caso; dicha construcción permite salir al paso
también sobre cuestiones como vacancias, renuncias o la muerte misma del juez
designado antes del hecho de la causa, evitando así consagrar la injusticia ocasionada
por la impunidad que vendría a dar la lectura estrictamente literal de la norma,
contraviniendo como estableciera el dictamen el propósito preambular de “afianzar la
justicia”.
I.B.Ahora bien, durante los decenios transcurridos a partir del fallo Grisolía, el
criterio ha sido mantenido hasta la actualidad sin sufrir modificación alguna; quizá,
algún aditamento. Resulta por ello pertinente citar los casos más recientes resueltos por
la CSJN, a saber: el 02/08/2000 en “Nicolaides, Cristino y otro.” (Fallos: 323:2035
párrafos 15 a 17 y 20 del dictamen, consids. 14 y 15 del voto del ministro Petracchi y
consid. 4º del voto del ministro Boggiano), el 21/08/2003 en "Videla, Jorge Rafael s/
incidente de excepción de cosa juzgada y falta de jurisdicción" (Fallos 326:2805 punto
III del dictamen, consids. 4º y 5º voto mayoritario, consid. 2º voto del ministro
Belluscio, consid. 2º voto del ministro Petracchi, consids. 4º y 5º voto del ministro
Boggiano y consids. 6º y 7º voto del ministro Maqueda) y finalmente por la actual
conformación del Alto Tribunal el 13/07/2007 en “Mazzeo, Julio L. y otros” (Fallos
330:3248 consid. 7º del voto de la mayoría y consid. 3º de la disidencia parcial de la
ministra Argibay).
En los casos mencionados se trataba de cuestiones vinculadas a delitos
cometidos durante la llamada “guerra sucia” y los recurrentes alegaban por su condición
de militares, ya sean activos o retirados, que debían ser juzgados por el fuero militar
(Consejo Supremo de la Fuerzas Armadas) y no por la justicia civil federal. De este
modo descartaban en concreto la aplicación del art. 9º párrafo 1º de la Convención
Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, que es bueno recordar, fue
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incorporada mediante el mecanismo previsto en el 3º párrafo del art. 75 inc. 22 de la CN
mediante Ley nº 24.820 del año 1997, razón por la cual goza de jerarquía constitucional.
Sin perjuicio de la normativa que explícitamente pasaba a reducir la jurisdicción de
tribunales especiales en el marco de los hechos materia de la convención, la Corte no
dejo de reiterar su doctrina sobre el tópico, haciendo expresa remisión al mentado caso
Grisolía. Si bien algunos de los votos lo mantuvieron como “holding”, otros pasaron a
dar la solución concreta del caso en función de la normativa internacional ratificada por
nuestro país y su inmediata aplicación, so pena de incurrir en la llamada
“responsabilidad internacional”. Así fue establecido antes de la reforma constitucional
de 1994 en el precedente “Miguel Ángel Ekmedjian v. Gerardo Sofovich y otros”
(Fallos: 315:1492) de 1992, abandonando explícitamente la concepción dualista en
cuanto a la interpretación de las normas emanadas de los organismos internacionales,
estableciendo la supremacía de estos en virtud del art. 31 CN y de la aprobación por Ley
19185 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados que en su art. 27
establece que en caso de conflicto de las normas convencionales con las del derecho
interno, se debe dar primacía a las primera. Asimismo, se indicó que los compromisos
asumidos pueden ser violados por el establecimiento de normas de derecho interno
contrarias a las internacionales o por la omisión de reglamentar las mismas, haciendo
imposible su cumplimiento (ver consids. 16, 18 y 19 del voto de la mayoría).
En estos casos, en concreto no cabría hablar entonces siquiera de leyes en
sentido formal que modifican las reglas del juego con posterioridad, sino que nos
encontramos ante normas que tienen jerarquía superior a aquellas y que complementan
al art.18, a lo que cabe agregar que además son plenamente aplicables a todos los casos
que ya se ventilan ante cualquier jurisdicción, siendo aptos para modificarlas si su
contenido así lo establece.
Si los casos hasta aquí mencionados han sido dentro de las cuestiones vinculadas
a la competencia en materia penal y delitos de lesa humanidad, fue porque la mayor
parte de los planteos llevados a la Corte hayan recaído sobre esa materia. Sin embargo
ello no impidió que se entienda que la regla del Juez Natural sea plenamente aplicable al
universo de casos judiciales, entendiéndose por ello también los casos de índole civil,
laboral, comercial, e incluso sobre juicio político, como ahora si se establece
taxativamente en el art. 8.1 de la CADH.
En materia de remoción de miembros de los poderes constituidos, recientemente
en el caso “Ibarra, Aníbal” fallado por el Tribunal Superior de la Ciudad Autónoma de
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Buenos Aires el 26/02/2007 (publicado en LL 2007-B, 516) se ha sostenido la
justiciabilidad de las cuestiones vinculadas a juicios políticos en tanto se alegue
afectación de la garantía al debido proceso, que como ya hemos dicho contiene dentro
suyo a la del Juez Natural. En tal sentido, se ha dicho citando a su vez precedentes de la
CSJN y la CIDH que: “la Sala de Juzgamiento desarrolla una función que, apreciada a
la luz de la actual jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, puede
reputarse como materialmente jurisdiccional al juzgar la responsabilidad política de las
autoridades que la Constitución determina y, en ese sentido… …ésta es "equiparable" a
un tribunal judicial, aunque no es un tribunal judicial propiamente dicho (cf. CSJN, en
las causas: "Alberto Oscar Nicosia" — Fallos: 316:2940— , sentencia del 9 de
diciembre de 1993; "Víctor Hermes Brusa" — Fallos: 326:4816— , sentencia del 11 de
diciembre de 2003; "Eduardo Moliné O'Connor" — Fallos: 327:1914— , sentencia del
1° de junio de 2004; y "Boggiano, Antonio s/ recurso de queja" — Letra B, N° 2286,
Libro XLI— , sentencia del 16 de agosto de 2006; y Corte Interamericana de Derechos
Humanos, "in re" "Aguirre Roca, Rey Terry y Revoredo Marsano vs. Perú",
pronunciamiento del 31 de enero de 2001)” (voto de los jueces Casás y Conde
consid.1.1 4º párrafo). Párrafos mas abajo los magistrados sostuvieron en el
considerando 3.2.4.1 -ante el agravio del recurrente- que la modificación de los
integrantes de la Sala Juzgadora a raíz de la renovación parcial de la legislatura acaecida
en 2005 no afectaba la garantía del juez natural. Dicha postura se apoya: en el
precedente Grisolía y en la ausencia de previsión normativa que permitiese a los
legisladores que integraban la sala juzgadora prolongar su mandato. Además en lo que
resulta esencial, dado el contenido teleológico de la garantía, expresa que: “…No se ha
producido demostración de que la que efectuó haya estado teñida por el designio de
reunir, en la Sala de Juzgamiento, legisladores adversos al entonces Jefe de Gobierno...”
lo que implica nuevamente acudir a la regla del Juez Natural como un medio para
asegurar la imparcialidad del tribunal.
Sobre cuestiones de índole comercial, en especial quiebras, paradigmático es el
caso fallado el 28/12/1982 en los autos “Greco Hnos. S.A.I.C. y A. y Otros” (Fallos
304:1935) donde tanto el voto que hace mayoría por la mínima diferencia, como la
disidencia, a pesar de llegar a conclusiones, obviamente opuestas al momento de
resolver el caso, ambas se nutren de la misma doctrina, es decir para apoyar los
fundamentos del voto desempolvan una vez mas el caso Grisolía.
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En los hechos mediante Ley 22229 se había dispuesto la intervención de un
grupo de sociedades que la norma aludía expresamente, pertenecientes a un importante
grupo vinculado a la actividad vitivinícola mendocina, y posteriormente se sanciona otra
Ley, la nº 22334 que disponía en su art. 9º que debían intervenir la Justicia Nacional en
lo Comercial de la Capital Federal en los juicios de quiebra de las sociedades
intervenidas por la norma mencionada en primer término.
Así entablada la cuestión se puede sostener que incluso se llegó a tolerar según
el criterio de la mayoría una discriminación de las causas en torno a los justiciables -las
sociedades intervenidas por una norma determinada-, un verdadero fuero establecido
intuiti personae en contraposición de lo normado en el art. 16 CN. Esto implicó un
avasallamiento de la legislación ordinaria fundado más en la resonancia de los hechos
que en una mejor administración de justicia. No diluyen la afectación a la regla las
endebles consideraciones del voto mayoritario, que incurre en contradicción al acudir a
los fundamentos de las notas de elevación de los proyectos de ley para justificar la ley
misma frente al texto constitucional (consids. 5º y 7º primer párrafo), alusiones vacuas
como el “interés general”, “estéril dispersión de la actividad jurisdiccional” (ver consid.
8º); como así también traer a colación normas sobre la asignación de causas por sorteo
dentro de los jueces capitalinos (ver último párrafo consid.7º), cuestión esta última
vinculada mas bien a la competencia, que a la jurisdicción y ajena entonces en principio
a la garantía del juez natural.
I.C.Somos partidarios de que los valores tanto de independencia como
imparcialidad, se requieren para la ecuanimidad al decidir el caso. La independencia
judicial se logra positivamente, es decir, rodeando al juez de ciertas barreras que
impidan, abstractamente, interferencias de los poderes políticos, incluso dentro del
propio Poder Judicial, de modo de asegurar que su fallo solo sea dado en obediencia a la
ley. En cambio, la imparcialidad se logra negativamente o sea excluyendo del caso, al
juez sin suficiente objetividad frente a él.
Las normas infraconstitucionales y que en el fondo determinarán la jurisdicción
en concreto, no deben obedecer a las buenas o malas intenciones de los otros poderes al
sancionarlas. Esto se ha patentizado en la noción de sustracción “arbitraria” de una
causa, no obstante que dicho análisis resulte harto dificultoso de realizar. Por el
contrario se debe valorar si es compatible con los principios y derechos fundamentales
que la Constitución establece. Tampoco pretendemos por una vía indirecta recortar
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previsiones que el constituyente estableció en cabeza de los otros poderes, para
mantener algún equilibrio entre ellos. Aunque por ejemplo es saludable la doctrina que
ha recortado sustancialmente al fuero militar, dado que el Código de Justicia Militar, no
se compadece con la normativa internacional ratificada e incorporada a nuestro derecho
interno. Esto hace suponer un abuso en el modo en que previamente fue establecida
dicha jurisdicción administrativa, trocando un fuero que debía ser real o de causa, por
uno que pretendió ser usado como una valla personal de quienes pertenecían a las
Fuerzas Armadas, en especial cuando nos referimos a los delitos de lesa humanidad.
No queda lugar a la pregunta de si el modo de afianzar la justicia lo es
respetando las garantías que hacen al debido proceso adjetivo, al cual el Juez Natural le
es inmanente.
Cap.II: “Doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos acerca de la
garantía del Juez Natural”:
II.A.La garantía del Juez Natural (JN) está prevista y contenida en la Convención
interamericana de Derechos Humanos en su art.8.1 bajo el título “Garantías judiciales”
punto 1. que establece: “toda persona tiene derecho a ser oída… ...por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella…”.
En este apartado se tratará de exponer el criterio y la doctrina que la Corte
Interamericana de Justicia sentó en casos contenciosos relativos al tema. A este fin
conviene agrupar los casos en dos categorías: primera: personas juzgadas por hechos
cuya naturaleza no es compatible con la jurisdicción establecida por ley del Estado y
segunda: personas juzgadas por comisiones especiales, sacadas de sus jueces naturales.
Dentro de la primer categoría, a su vez agruparemos aquellos casos en que
civiles fueron juzgados por Tribunales Militares, para distinguirlos de aquellos otros en
que militares que cometieron delitos comunes fueron juzgados por Tribunales Militares.
Dentro del primer grupo, esto es en aquellos en que civiles fueron juzgados por
Tribunales Militares con arreglo a la ley del Estado, la Corte Interamericana mantuvo
inalterada la doctrina que repitió en sus posteriores pronunciamientos, de que en un
estado democrático de derecho, la Jurisdicción militar es restrictiva y excepcional. Que
sólo puede estar encaminada a conocer en casos en que se hayan lesionado bienes
jurídicos que por su propia naturaleza, atenten contra el orden militar de modo que un
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civil no puede ser juzgado por Tribunales militares dado que la jurisdicción militar no
es naturalmente aplicable a civiles. Por ello, cuando la Just. Militar asume competencia
sobre un asunto en que deba conocer la ordinaria, se ve afectado el derecho al Juez
natural y “a fortiori” el debido proceso (Ver “Castillo Petruzzi” de mayo de 1999
párr.127 y 128). Se deja anotado que en este caso la Comisión interamericana alegó que
la existencia de un Juez natural no es dependiente exclusivamente de que haya una ley
(párr.125.f) aunque la Corte no recurrió a dicho argumento, decidiendo que la condena
que recibió Castillo Petruzzi a manos de Tribunales Militares, comprometía la garantía a
ser juzgado por un juez imparcial e independiente ya que los militares en actividad que
formaron el Tribunal, guardaban dependencia jerárquica funcional mediata con el Poder
Ejecutivo lo que ponía en duda, dijo, aquella independencia e imparcialidad. Esto hubo
de afirmarlo así pues el Estado demandado había alegado que el derecho a ser juzgado
por un juez designado antes del hecho de la causa no implica que dicho juez sea de la
jurisdicción militar o civil (párr.126.d). Además la ley conforme a la cual fue juzgado
quien resultó condenado, establecía la jurisdicción militar por la naturaleza del delito
que en el caso era el de traición a la patria. De ese modo la Corte Interamericana decidió
resolver el reclamo por el lado de la violación de la garantía de la imparcialidad e
independencia del Juez. Veremos al revisar los casos en que militares que han cometido
delitos comunes y son juzgados por Tribunales Militares, la Corte Interamericana repite
los mismos conceptos para descalificar tal extensión de dicha jurisdicción militar.
En los casos “Loayza Tamayo” de septiembre de 1997 y “Cantoral Benavidez”
de agosto de 2000, agrupados dentro de los que Tribunales Militares juzgan a civiles, la
Corte Interamericana repitió conceptos similares concluyendo que el traslado de la
competencia común a la militar, supone excluir al Juez natural (párr. 112 del caso
“Cantoral Benavidez”). En ambos casos si bien la jurisdicción militar no condenó sino
que lo hizo la civil, el reclamo al que hizo lugar la Corte Interamericana venía pues,
pese a la absolución dada por los Tribunales Militares, éstos los mantuvieron detenidos
a los reclamantes para ponerlos a disposición de la Justicia ordinaria. Privación de la
libertad que se juzgó adoptada por un Juez que no tenía competencia para decretarla ni
para mantenerla. El caso “Lori Berenson” de noviembre de 2004 es semejante en su
aspecto fáctico a estos dos anteriores y motivó que la Corte Interamericana se expidiera
de idéntica manera (ver párrafos 141, 142 y 143).
Dentro de esta misma categoría de casos de civiles juzgados por Tribunales
Militares han de agruparse aquellos en que dichos Tribunales juzgaron a militares pese a
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que habían pasado a retiro y con ello poseían al momento de los hechos endilgados,
calidad de civiles. Se trata de los casos “Cesti Hurtado” de septiembre de 1999 y
“Palamara Iribarne” de noviembre de 2005. En el primero de los casos el Estado
demandado había alegado que Cesti Hurtado según la legislación vigente al tiempo de
los hechos, no había perdido su condición militar, se encontraba en reserva por lo que
de conformidad con la Constitución estaba sujeto al Código de Justicia Militar pese a
ser retirado de las Fuerzas Armadas, agregando que el delito por el cual se lo condenó
fue el de fraude en perjuicio de la Hacienda militar (párr.146 y 101). En el caso
“Palamara Iribarne” el Estado contestó al tiempo de los hechos, el reclamante formaba
parte de la dotación de la Armada y así debía ser considerado militar (párr.119). En
ambos casos se trataba de retirados que continuaron desempeñándose en dependencias
de la Fuerza Armada en la que habían prestado servicio como militares en actividad. En
el segundo de los citados casos la Corte Interamericana sostuvo que al ser la
jurisdicción militar restrictiva y excepcional, la interpretación de las normas legales
referidas al alcance de la jurisdicción militar también lo debía ser (párr.141) Esto hubo
de decirlo pues tanto el juicio como la conformación del tribunal que juzgó al acusado,
fueron arreglados a la legislación vigente. La Corte recordó lo afirmado antes en
oportunidad del caso “Lori Berenson” de que en un estado democrático de derecho, la
jurisdicción penal militar sólo puede juzgar a militares por delitos o faltas que por su
propia naturaleza, atenten contra bienes jurídicos propios del orden militar (párr.124).
Se aclara que Palamara Iribarne había sido condenado a prisión por un Tribunal militar
que le endilgó haber cometido los delitos de desobediencia e incumplimiento de los
deberes militares.
No menor relevancia tienen los casos que seguidamente se revisarán, esto es
aquellos en que también han sido Tribunales Militares los que condenaron u omitieron
hacerlo, cuando se trataba de militares en actividad los investigados por haber cometido
delitos comunes, como son: asesinato y desaparición de personas. En el caso “Durand y
Ugarte” de agosto de 2000 se abrió un proceso ante la jurisdicción militar para
investigar la responsabilidad de los militares que hubieran intervenido en el control de
un motín en una cárcel que recluía a personas acusadas de delitos comunes, en cuya
oportunidad murieron ciento once reclusos. El Juez militar declaró que no hubo
responsabilidad por parte de los militares que participaron en dicho control del motín.
La Corte Interamericana afirmó que en dicho control, los militares habían hecho uso
desproporcionado de la fuerza que excedió de esa manera, los límites de la función de
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modo que su intervención no pudo considerarse delito militar aunque de militares en
actividad se trate y su investigación debió recaer en la jurisdicción común u ordinaria
con prescindencia de la calidad de militares de los participantes (párr.118). Así,
concluyó que se había violado la garantía de contar en la investigación de las muertes,
con un juez imparcial e independiente pues los Tribunales militares no lo son al estar
sus jueces subordinados mediatamente a otro poder. El caso “Las Palmeras” de
diciembre de 2001 es similar en lo medular del hecho, salvando sus circunstancias de
tiempo y lugar. En este caso el proceso originariamente iniciado para investigar la
responsabilidad que le habría tocado a la Policía en la ejecución de al menos seis civiles,
se dilató por siete años sin arribar a conclusión alguna. La Corte Interamericana recordó
aquí la doctrina sentada en los fallos “Cantoral Benavidez” y “Durand y Ugarte” en
cuanto la jurisdicción militar sólo alcanza, al ser restrictiva y excepcional, a juzgar a
militares por la comisión de delitos o faltas que por su propia naturaleza, atenten contra
bienes jurídicos militares propios del orden militar. Si no fuese este el caso, la
jurisdicción debe ser la ordinaria con prescindencia de que los supuestos autores
revistieran calidad de militares o policías en actividad. Pues si la militar asume
competencia en casos en que debe conocer la ordinaria, se ve afectado el derecho al
Juez natural y “a fortiori” el debido proceso (párr.52). Subrayó que si las fuerzas
armadas involucradas son las encargadas de juzgar a sus mismos pares por la ejecución
de civiles, se termina afectando la independencia e imparcialidad del juez (párr.53). En
el caso “19 Comerciantes” la Corte Interamericana en caso similar repitió idénticas
razones para concluir que no debió dejarse en manos de la jurisdicción militar, la
investigación y juzgamiento de los asesinatos en masa. En este caso el Estado
demandado alegó que según la concepción legal y jurisprudencial de la época de los
hechos (Colombia, 1987) los militares debían ser juzgados por la justicia militar y no la
ordinaria (párr.158.f). Sin embargo, la Corte trajo la razón de que al haberse extraído la
causa al Juez ordinario, no se respetó la excepcionalidad del fueron militar (párr.173 y
169) recordando que el Juez debe ser independiente e imparcial lo que así afirmaba su
autorizada doctrina dada ya en los casos “Las Palmeras”, “Cantoral Benavidez” y
“Durand y Ugarte” (párr.165). La extracción del proceso que inicialmente se radicó ante
la jurisdicción ordinaria para entregarla a la militar por cuanto los investigados y
sospechados eran al tiempo de los hechos, militares en servicio activo, se repite en
“”Luis Almonacid” de septiembre de 2006, pese a que se trate de la denuncia del
asesinato de un civil. En el caso caratulado “La Cantuta” de noviembre de 2006 la
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jurisdicción militar decidió archivar la causa iniciada para investigar la responsabilidad
intelectual en el asesinato de los alumnos y profesor de dicha Universidad pública, pese
a que antes, dicho mismo fuero, había condenado a militares en servicio activo como
autores de los asesinatos y desapariciones. Aquí se recordó la doctrina repetida en
“Almonacid” y “Palmara Iribarne” en cuanto la jurisdicción militar sólo puede juzgar a
militares en servicio activo, por delitos o faltas que por su propia naturaleza atenten
contra bienes jurídicos propios del orden militar (párr.142) y que los jueces militares
siendo designados por el Pod.Ejecutivo, carecían de independencia e imparcialidad
(párr.141).
Lo que es relevante es que aquí la Corte Interamericana apreció que por la
naturaleza del hecho y del bien jurídico, la jurisdicción penal militar no es el fuero
competente para juzgar a los autores de los asesinatos y desapariciones ocurridos en La
Cantuta (párr.142) por lo que el sobreseimiento dictado en la causa abierta para
investigar a los autores intelectuales de dichos crímenes, no producía cosa juzgada
(párr.152/153).
II.B.Hasta aquí se han revisado casos en que estuvo en manos de la jurisdicción
militar el juzgamiento de civiles o de militares en servicio que habían cometido delitos
comunes. Los argumentos que se aprecian, se repiten en los considerandos de los fallos
de la Corte Interamericana: principio de la restricción y excepcionalidad de la
jurisdicción militar, limitada a conocer sólo en casos donde bienes jurídicos propios del
orden militar han sido los lesionados y falta de independencia e imparcialidad en los
jueces de dicha jurisdicción en razón de su dependencia mediata con otro Poder ajeno al
jurisdiccional. Veamos ahora la restante categoría, esto es en la que agrupamos los
casos de personas juzgadas por comisiones especiales, sacadas previamente de sus
jueces naturales.
En los casos “Ivcher Bronstein” y “Baena, Ricardo” ambos de febrero de 2001
se trató del caso en que el conflicto a dirimir entre el individuo y el Estado, fue puesto
en manos de una autoridad distinta a aquella que tenía designada antes para resolverlo.
Esto por obra del mismo Estado parte. En el primer caso se creó, luego de los hechos,
un juzgado transitorio de primera instancia y otro de Alzada y se designaron sus
miembros, radicándose en sus Estrados los reclamos del individuo. Ante ellos fue
adversa la suerte de las acciones judiciales entabladas por el reclamante. La Corte
Interamericana dijo que dichos jueces no alcanzaron los estándares de competencia,
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independencia e imparcialidad (párr.115) y no se garantizó el derecho a ser oído por un
juez designado con anterioridad por la ley (pàrr.114). También se juzgó violado el
art.8.1 de la Convención en el segundo caso, “Baena”, al modificarse coetáneamente a
los despidos de los empleados del Estado, la legislación que regía el procedimiento y la
jurisdicción especial en lo laboral que debía entender en ellos, trasladándola a lo
contencioso administrativa (párr.116.g). La Corte Interamericana sostuvo que los
nuevos facultados a disponer el despido sin sumario previo, es decir los funcionarios del
Pod.Ejecutivo, no eran jueces y siendo el despido una sanción, se debió asegurar
ampliamente el debido proceso (párr.125, 126, 127 y 130).
La primer categoría es la que más pábulo brinda para la reflexión que nos ocupa.
Más parece que la jurisdicción tiene que ver con la naturaleza del hecho pues así lo
afirmó la Corte Interamericana en casos en que el hecho a juzgar no era compatible con
la jurisdicción especial a la que el Estado sometió el caso. Más se patentiza la
prevalencia de esta regla cuando la jurisdicción era dada con arreglo a la ley del Estado
al tiempo de los hechos, no obstante lo cual la Corte juzgó que se había infringido la
norma pertinente a las garantías judiciales. Para ello hubo de recurrir a la ausencia de
independencia e imparcialidad de los Jueces, pero no así la Comisión que ya tenía
afirmado en uno de los primeros casos (“Castillo Petruzzi”) que “la jurisdicción militar
no es naturalmente aplicable a civiles” o cuando la misma Corte habló de la jurisdicción
en íntima relación con la naturaleza del delito y del bien jurídico lesionado.
II.C.El escollo para juzgar violada la garantía involucrada cual era el de que la
jurisdicción según la naturaleza del hecho, venía ya dada por Ley del Estado, lo salvó la
Corte Interamericana al afirmar expresamente que para que se respete el derecho al Juez
Natural no basta con que esté establecido previamente por ley cual será el Tribunal que
atenderá una causa y se le otorgue competencia (caso “Palmara Iribarne” de noviembre
de 2005, párr.125).
Ello, a nuestra manera de ver, guía la mirada hacia el alcance de la regla
cronológica del Juez natural para mostrárnosla si bien necesaria, no suficiente. Pues, no
obstante el apego formal a la misma por los poderes no jurisdiccionales, se la violaría
tal como, el cumplimiento de la sola formalidad permitiese legitimar aquello más
prevalente que debe ser salvado: el debido proceso al cual la figura del juez natural le
es inmanente. La regla del Juez natural no es fin sino medio, pues tampoco un juez
natural o sea una persona dotada de jurisdicción como diría Bidart Campos, por si sola,
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nos garantiza, decimos, imparcialidad e
independencia espiritual o anímica, si se
quiere. Pues una cosa es la garantía y otro el medio para lograrla: la garantía, en fin, son
aquellas independencia e imparcialidad. Como vimos en los casos reseñados, el escollo
de la ley anterior del Estado, que dotaba de jurisdicción para juzgar hechos cuya
naturaleza había motivos para suponer, bien en firme, que no le daba esa independencia
e imparcialidad, fue resuelto por la Corte Interamericana en su derrotero, cuando
sostuvo que la regla cronológica de la ley anterior no por sí sola era suficiente.
Cap.III “Tribunales internacionales”:
III.A.Dice María Angélica Gelli: “…la garantía de juez imparcial tiene, en el artículo
18, dos protecciones expresas: el derecho a no ser juzgado por comisiones especiales y a
no ser apartado de los jueces designados por la ley antes del hecho que motiva la
causa.” (ver GELLI, María Angélica Constitución de la Nación Argentina comentada y
concordada, Ed. La Ley tercera edición ampliada y actualizada, Buenos Aires, agosto
2007.).
Cuando el artículo 18 de la Constitución Nacional expresa jueces designados por
la ley antes del hecho de la causa sintetiza una regla que se refiere a la jurisdicción.
Designar nos acerca a la idea de destinar, arrogar, nominar, entronizar, ungir, investir.
Por ello podemos decir que designados quiere significar investidos de jurisdicción antes
del hecho.
Así este enunciado resulta el medio para llegar al fin, es decir a la garantía
misma. Ese medio lleva implícita una cuestión cronológica que la integra. El fin a lograr
es la garantía misma es decir un juez autónomo, independiente, que no está atado,
desligado, libre, exento e imparcial, neutral, ecuánime, equitativo.
III.B Temática central del Congreso.Cabe preguntarse ahora como relacionar este tópico Juez Natural con la temática
central del congreso que nos convoca. Su vinculación es directa pues en caso de
admitirse la creación de un tribunal constitucional en nuestro país resultaría
imprescindible que el mismo respetara la competencia temporal es decir que tomara
intervención en aquello ocurrido luego de su entrada en vigor. De ese modo por
ejemplo, lo establece el artículo 11 del Estatuto de Roma respecto del Tribunal Penal
Internacional el cual tiene competencia temporal después de su entrada en vigor el 01-
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07-2002. De no ser así se incurriría en un desacierto insuperable pues no habría en dicho
tribunal jueces investidos de jurisdicción antes del hecho.
Esto ha ocurrido en los Tribunales Penales Internacionales de la ex Yugoslavia y
de Ruanda. El citado en primer término fue creado por resoluciones del Consejo de
Seguridad de la ONU Nº 808 (22-02-1993) y 827 (25-05-1993), para juzgar violaciones
a los derechos humanos cometidos en el citado territorio a partir del 01-01-1991.
El de Ruanda fue creado por la resolución Nº 955 (08-01-1994), aprobada con el
fin de juzgar a los culpables de genocidio y violación de derechos humanos cometidos
en el territorio de Ruanda y a ciudadanos de Ruanda responsables de violaciones de esa
naturaleza cometidas en el territorio de estados vecinos entre el 1º de enero de 1994 y el
31 de diciembre de dicho año.
Estos Tribunales, restringidos, con mandatos determinados e investidos de
jurisdicción a posteriori implican el incumplimiento del requisito temporal de la regla.
Tal objeción cronológica solo en apariencia alcanza a estos Tribunales. De ella se ven
redimidos por la calidad de las normas anteriores que están llamados a aplicar según el
acto que los creó, dotándolos de jurisdicción. Normas universales, indisponibles que
tienen que ver con la dignidad humana tal como se denominó al “ius cogens”. Por
normas del “ius cogens” se tiene a aquellas que no han sido enunciadas en el interés de
los Estados sino en el mas elevado de toda la humanidad (ver Juncal, Julio Ángel “La
norma imperativa de derecho internacional (“ius cogens”): los criterios para juzgar su
existencia” en La Ley t.132 pág.1200). También Verdross, Alfred “Derecho
Internacional Público” Ed. Aguilar, Madrid, 1963, págs.74 y sgts., letras e, h, 1. Por lo
dicho debe tenerse en cuenta que si bien la cronología sola no salvaguarda la regla de
Juez Natural, es un elemento tan imprescindible como los demás para otorgarle el
sentido completo a la garantía.
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